Cartas a Tarmention
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Cartas a Tarmention
Aquel viejo guardia orco no se movió ni por un instante a pesar del sol de justicia que caía sobre Ogrimmar. Cubierto de placas y blandiendo una espada de considerables proporciones vigilaba el acceso sur a la ciudad. Yo lo observaba sentado en lo alto de una roca que me permitía ver toda la entrada y el camino que venía desde la torre donde atracaba el zepelín de Claros de Tirisfal. Muchos viajeros llegan desde allí en busca de aventuras, aunque quizás lo único que encuentren sea la muerte.
Aprovechando aquellos instantes de relativa calma, saqué pluma y papel y me dispuse a escribirle unas líneas a quien fue mi protector en Lunargenta, el viejo Tarmention:
Al este, sobre el firmamento, se acerca lentamente el zepelín de Tirisfal. Hora de volver a Azeroth.
Aprovechando aquellos instantes de relativa calma, saqué pluma y papel y me dispuse a escribirle unas líneas a quien fue mi protector en Lunargenta, el viejo Tarmention:
Venerado Tarmention,
Muchos días han pasado ya desde mi partida y aunque en muchas ocasiones he regresado a Lunargenta, siempre ha sido con prisa. Te ruego me disculpes por ello.
Te escribo desde Ogrimmar, ciudad que me ha impresionado por el bullicio de sus calles y mercados, siempre atestados de propios y extraños, atendiendo a sus asuntos pero siempre dispuestos a intercambiar noticias de los más recónditos lugares. Aunque Entrañas no se quedaba atrás, en ella conocí a la Dama Oscura que me ha impresionado profundamente, una historia terrible la suya.
Ayer la Alianza atacó Cerrotajo, o al menos lo intentó. A la llamada de los guardias acudimos muchos y aunque la lucha fue dura al final se logró rechazar. Todavía me quedan grandes estas batallas pero no quiero perder la oportunidad de aprender de unos y otros la forma de combatir y enfrentarse. Esto no se parece en nada a aquellos sacos de tierra con los que practicábamos en Lunargenta. Tras recuperar el aliento me presenté ante Thrall, tenía un mensaje de la Dama Oscura para él. Me aseguró que hasta ahora no conocía todavía lo que era trabajar duro. Estoy convencido de que estoy en el lugar adecuado, creo que aquí puedo aprender mucho. En Trabalomas ya se encargaron de enseñarme donde está el límite, humanos y enanos son razas duras si uno no está suficientemente atento. Por suerte cuento con Lua, una loba de los Claros de Tirisfal que me acompaña desde que pisé esas tierras. No suelta su presa hasta que no yace muerta, y en más de una ocasión me ha salvado la vida. Además me viene muy bien para cazar bestias, desollar y hacer prendas con el cuero son mi ocupación cuando no estoy combatiendo. Mi padre se sentiría orgulloso de ello.
Por cierto, saludos de Sir Dorian Destine. Lo busqué tan pronto como pude y me puso bajo su tutela. Ahora soy recluta de los Recios, sin duda toda una responsabilidad. Pensaba que solo podría honrar la memoria de mi padres, pero eso conduciría a una muerte segura. Creo que he encontrado mi lugar.
Ahora he de dejarte, he de acompañar a un joven orco a ver Lordaeron. Prometo escribirte pronto.
Fuerza y Honor!
Al este, sobre el firmamento, se acerca lentamente el zepelín de Tirisfal. Hora de volver a Azeroth.
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