Fragmento a fragmento

- Preludio.
Ciudad de Lunargenta, residencia de la familia Destine.

Dorian volvia a llegar tarde a casa, aunque esta vez no era por los combates en el frente, esta vez habia sido completamente diferente.
La conversacion con Darkeld habia sido... complicada. Por un lado esperaba servir de ayuda a su viejo amigo, aunque le resultaba frustrante no poder ayudarle realmente.
Si fuera algo que se pudiera golpear o destruir seria mucho mas facil. Pero los asuntos de la mente y el corazon eran tan complejos...

Naia descansaba en la alcoba desde hacia tiempo seguramente. Dormia profundamente asi que intento no despertarla.

No podia consolarle, en realidad no sabia como. Ambos eran individuos practicos, diferentes en muchos aspectos en su forma de acercarse a los problemas, como evidenciaban sus respectivas profesiones.
Encontraria consuelo cuando todo estuviera solucionado. Y aunque no pudiera devolver la vida a los muertos podria ayudar de otro modo.

Encendio las luces del salon de los trofeos. Muchos recuerdos trataron de acudir a su mente, pero tenia un objetivo claro. Un par de hombreras con unas alas.
Descolgo ambas piezas de armadura y se concentro en las energias residuales que podria tener.

Como podia haberlo pasado por alto cuando lo habia tenido delante de sus ojos todo el tiempo.
Las hombreras refulgian con magia, si, pero tambien con una energia de sobras conocida. Una esencia en particular.

El Sin'Dorei conjuro la magia de las sombras que usaba para drenar el alma de sus enemigos, pero en esta ocasion la dirigio hacia las piezas de armadura. La primera vez que intentaba esa operacion con un objeto.

Un pequeño fragmento de alma aparecio en su mano. Uno muchisimo mas pequeño de lo habitual pero es que en realidad no era un alma completa lo que habia alli si no solo un fragmento de la esencia de alguien a quien conocia muy bien. Y ahora que sabia esto podria empezar a reunir el resto de piezas...