Hemos regresado al fin...
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Recios :: JUEGOS :: World of Warcraft :: [WoW] Rol
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Hemos regresado al fin...
Urtoroth, hijo de mi hijo, he regresado.
Tanto tiempo perdido en una vida en muerte. Aunque he conseguido liberarme de todas las ataduras del Rey Exánime mis huesos y mis músculos albergan fuerzas que me atan a su tierra helada. He vuelto para que seas consciente de que, de los tres clanes, aún quedan membros desperdigados por Northrend. En estos páramos helados de horror, convertidos en siervos de Arthas Menethil, dispuestos a ser liberados de sus grilletes, aún quedan Garraparda y Milmallas que deben ser hallados.
He vuelto para ofrecerte mi ayuda. He vuelto para que tu clan se una en contra de Arthas y para que definitivamente, reunamos a los tres clanes. Tanto tiempo perdidos en la inmensidad del tiempo. Separados desde la liberación de Durnholde, la fuerza de esta alianza de clanes se debilitó enormemente. Fuimos dispersados por Azeroth. Intentamos reunificarnos bajo el estandarte de Orgrimmar, pero fue imposible.
Algunos caminaron hacia el norte. Navegando desde la costa hasta los farallones helados de Northrend, establecieron su hogar en las estepas heladas del continente muerto. Y así mucho cayeron bajo el puño de Arthas. Yo entre ellos, nieto mío. En mi afán por reunificar a los Milmallas y rescatar a los Garraparda de su aciago y predicho destino, dejé el clan en manos de tu padre y partía hacia la que sería mi tumba de hielo.
Pero puedo decir que he regresado. Ya planean sobre mi las aladas figuras de los carroñeros cuervos de esta tierra, creyendo que no seré liberado jamás. Pero tengo otros planes para mi futuro y éstos se asientan a tu mano derecha. Junto a ti, mi mano en tu hombro. Recio abrazo para un nieto y duras lecciones para un abuelo, viejo, pero al que aún le quedan batallas por librar, batallas por ganar, y mucha guerra que dar. Y sobre todo, cuentos. Historias que contar.
Mucho acerca de los Garraparda has de aprender. Mucho acerca de los Milmallas te queda por descubrir. Y sobre los Lobopálido no lo sabes todo, Urtoroth, hijo de Urtangurth.
Envío esta carta desde una prisión con ánimo de encoraginar tu espíritu en mi búsqueda. Nos encontraremos pronto, no obstante.
Antes de lo que crees.
Tanto tiempo perdido en una vida en muerte. Aunque he conseguido liberarme de todas las ataduras del Rey Exánime mis huesos y mis músculos albergan fuerzas que me atan a su tierra helada. He vuelto para que seas consciente de que, de los tres clanes, aún quedan membros desperdigados por Northrend. En estos páramos helados de horror, convertidos en siervos de Arthas Menethil, dispuestos a ser liberados de sus grilletes, aún quedan Garraparda y Milmallas que deben ser hallados.
He vuelto para ofrecerte mi ayuda. He vuelto para que tu clan se una en contra de Arthas y para que definitivamente, reunamos a los tres clanes. Tanto tiempo perdidos en la inmensidad del tiempo. Separados desde la liberación de Durnholde, la fuerza de esta alianza de clanes se debilitó enormemente. Fuimos dispersados por Azeroth. Intentamos reunificarnos bajo el estandarte de Orgrimmar, pero fue imposible.
Algunos caminaron hacia el norte. Navegando desde la costa hasta los farallones helados de Northrend, establecieron su hogar en las estepas heladas del continente muerto. Y así mucho cayeron bajo el puño de Arthas. Yo entre ellos, nieto mío. En mi afán por reunificar a los Milmallas y rescatar a los Garraparda de su aciago y predicho destino, dejé el clan en manos de tu padre y partía hacia la que sería mi tumba de hielo.
Pero puedo decir que he regresado. Ya planean sobre mi las aladas figuras de los carroñeros cuervos de esta tierra, creyendo que no seré liberado jamás. Pero tengo otros planes para mi futuro y éstos se asientan a tu mano derecha. Junto a ti, mi mano en tu hombro. Recio abrazo para un nieto y duras lecciones para un abuelo, viejo, pero al que aún le quedan batallas por librar, batallas por ganar, y mucha guerra que dar. Y sobre todo, cuentos. Historias que contar.
Mucho acerca de los Garraparda has de aprender. Mucho acerca de los Milmallas te queda por descubrir. Y sobre los Lobopálido no lo sabes todo, Urtoroth, hijo de Urtangurth.
Envío esta carta desde una prisión con ánimo de encoraginar tu espíritu en mi búsqueda. Nos encontraremos pronto, no obstante.
Antes de lo que crees.
Última edición por Urtoroth el Vie 14 Nov 2008, 13:43, editado 1 vez
Re: Hemos regresado al fin...
La cara de Urtoroth, ceño fruncido, no reconocía la imagen que tenía ante sí. No estaba seguro de que esos rostros que ante él se habían presentado fueran quienes decían ser. Solo corrían rumores en boca de ciertos miembros del clan de Recios acerca de un tal Grak'Tak.
Pero algo en el fondo de su corazón le decía que no era otro que su hermano perdido. Y junto a él, ancho, grande, enorme, como le recordaba, su abuelo Droboroth. Pálido. Muerto. Pero respirando el mismo aire. Viejo como era, se sentó pesadamente. Gesto al que respondieron las dos figuras que le acompañaban.
Fuera del edificio, un grupo de jóvenes Recios se arremolinaba intentando capturar palabras sueltas dde conversaciones privadas que no debían atender.
El sonido de las placas repiquetear era constante. Urtoroth no podía dejar de mover sus piernas. Droboroth gruñía con fuerza, exhalando aire frío, en un hilillo de vapor blancco... gris... Mientras, Grak'Tak, ojos fijos en Urtoroth, esperaba ansioso una reacción por parte de su hermano.
- ¿No vas a decir nada, hermano?- gruñó al fin.
- Tenemos una preocupante situación ante nosotros- murmuró el abuelo de ambos- y ¿te limitas a mirarnos incrédulo?
- Se acabó el tiempo de planear, hermano- habló de nuevo el hermano mayor-. No somos jóvenes y el más anciano de nosotros es el que mejor lo tiene para afrontar este nuevo reto que el Lobopálido ha puesto ante nosotros.
Urtoroth esgrimió un gesto de preocupación y gruñó como solo lo hacían los miembros de su familia. Su mente barajaba muchas, demasiadas opciones y responsabilidades. Grak'Tak había dejado de ser un guerrero experto para convertirse en un avezado jugador táctico. Su abuelo había dejado la vida para combatir en la muerte. Él era líder de un clan ajeno a todo ello. Y debía responsabilidad a este. Por el lazo que le unía a La Horda y a Thrall.
- Urtoroth, jovencito- avivó Droboroth con su voz gélida y clavando un puño en la mesa-, incluso la Alianza ha bajado los brazos al respecto de la Horda. La tregua se hace más estable. El enemigo está a las puertas. Arthas nos reclama tributo en sangre y debemos prohibirle tocar nuestro hogar.
- Y el espíritu de Mog'Thorak está suelto, libre de la correa del Menethil- concluyó Grak'Tak.
- ¿Qué dices a eso?
Urtoroth se recostó en la silla, se balanceó atrás y adelante dos veces y respiró hondamente.
- Que me alegro de veros, Lobopálido.
Pero algo en el fondo de su corazón le decía que no era otro que su hermano perdido. Y junto a él, ancho, grande, enorme, como le recordaba, su abuelo Droboroth. Pálido. Muerto. Pero respirando el mismo aire. Viejo como era, se sentó pesadamente. Gesto al que respondieron las dos figuras que le acompañaban.
Fuera del edificio, un grupo de jóvenes Recios se arremolinaba intentando capturar palabras sueltas dde conversaciones privadas que no debían atender.
El sonido de las placas repiquetear era constante. Urtoroth no podía dejar de mover sus piernas. Droboroth gruñía con fuerza, exhalando aire frío, en un hilillo de vapor blancco... gris... Mientras, Grak'Tak, ojos fijos en Urtoroth, esperaba ansioso una reacción por parte de su hermano.
- ¿No vas a decir nada, hermano?- gruñó al fin.
- Tenemos una preocupante situación ante nosotros- murmuró el abuelo de ambos- y ¿te limitas a mirarnos incrédulo?
- Se acabó el tiempo de planear, hermano- habló de nuevo el hermano mayor-. No somos jóvenes y el más anciano de nosotros es el que mejor lo tiene para afrontar este nuevo reto que el Lobopálido ha puesto ante nosotros.
Urtoroth esgrimió un gesto de preocupación y gruñó como solo lo hacían los miembros de su familia. Su mente barajaba muchas, demasiadas opciones y responsabilidades. Grak'Tak había dejado de ser un guerrero experto para convertirse en un avezado jugador táctico. Su abuelo había dejado la vida para combatir en la muerte. Él era líder de un clan ajeno a todo ello. Y debía responsabilidad a este. Por el lazo que le unía a La Horda y a Thrall.
- Urtoroth, jovencito- avivó Droboroth con su voz gélida y clavando un puño en la mesa-, incluso la Alianza ha bajado los brazos al respecto de la Horda. La tregua se hace más estable. El enemigo está a las puertas. Arthas nos reclama tributo en sangre y debemos prohibirle tocar nuestro hogar.
- Y el espíritu de Mog'Thorak está suelto, libre de la correa del Menethil- concluyó Grak'Tak.
- ¿Qué dices a eso?
Urtoroth se recostó en la silla, se balanceó atrás y adelante dos veces y respiró hondamente.
- Que me alegro de veros, Lobopálido.
Última edición por Urtoroth el Vie 14 Nov 2008, 13:43, editado 2 veces
Re: Hemos regresado al fin...
Mukrra Garraparda había perdido mucha sangre, pero aunque solo quedaba esa sangre de su clan como última prenda en vida, obligaría a los cadáveres andantes a derramarla para hacerlos desaparecer. La orca volvió a empuñar sus hachas, desperdiciado el poder mágico en curar sus graves y determinantes heridas. En su cuerpo ya había mensajes para la muerte.
- Aún estoy en pie, criaturas del infierno- habló alto la orca- . Llevaré vuestras palabras al Pálido Vacío para que seáis los próximos en visitarle. Nunca un Garraparda ha pedido clemencia...
- ... como tus hermanos muertos, débil criatura- obtuvo como respuesta.
Un enorme guerrero esqueleto, armado con una masiva espada saltó sobre ella hendiendo su cuerpo definitivamente. La última Garraparda había muerto. No hubo cantos de gloria, ni cenas en su honor, ni piras funerarias. Los no muertos devoraron su carne así como las de los demás miembros del clan. De entre sus filas emergió una figura insectiode. Un nerubian mucho más pequeño que sus tropas hacía acto de presencia para ver el final de un clan... o eso creía él.
Azjilcha, el brujo nerubian, apartó de un puntapié a uno de los zombis que se saciaban en el cuerpo de Mukrra.
- Aparta, escoria. Esta chamán merece más respeto que todo este batallón que me ha sido confiado.
Se esmeró en obtener el cráneo de la chamán para poder lucirlo en una lanza. Una lanza clavada a la entrada de su cueva al norte, con el emblema de los Garraparda bajo su macabro adorno.
- Aún estoy en pie, criaturas del infierno- habló alto la orca- . Llevaré vuestras palabras al Pálido Vacío para que seáis los próximos en visitarle. Nunca un Garraparda ha pedido clemencia...
- ... como tus hermanos muertos, débil criatura- obtuvo como respuesta.
Un enorme guerrero esqueleto, armado con una masiva espada saltó sobre ella hendiendo su cuerpo definitivamente. La última Garraparda había muerto. No hubo cantos de gloria, ni cenas en su honor, ni piras funerarias. Los no muertos devoraron su carne así como las de los demás miembros del clan. De entre sus filas emergió una figura insectiode. Un nerubian mucho más pequeño que sus tropas hacía acto de presencia para ver el final de un clan... o eso creía él.
Azjilcha, el brujo nerubian, apartó de un puntapié a uno de los zombis que se saciaban en el cuerpo de Mukrra.
- Aparta, escoria. Esta chamán merece más respeto que todo este batallón que me ha sido confiado.
Se esmeró en obtener el cráneo de la chamán para poder lucirlo en una lanza. Una lanza clavada a la entrada de su cueva al norte, con el emblema de los Garraparda bajo su macabro adorno.
Re: Hemos regresado al fin...
Y una vez liberado de las cadenas de Menethil, una vez más separado de la esclavitud de los hombres, una vez resucitada mi alma y recuperado mi cuerpo, establecido el control, queda recuperar mi ídolo, mi icono de muerte y frío. Mi acero espiritual que corte carne y siegue vidas y beba sangre. No, no es una espada. No, no es un hacha. Es mi determinación.
Allá donde camine un Lobopálido allí caminará este orco. Esperando. Vigilando. Porque el último de ellos ha de caer por mi mano. Así como el clan me desterró, desterraré yo la existencia de esos adoradores de totems débiles.
No supieron responder a su llamada. Confiaron en el poder de un pelado lobo, viejo, blanco, escuálido.
Débil. Débil es la palabra que le define. Enseñaré a ese Viejo a hacer de un clan algo digno de un dios. Les enseñaré que la fuerza está en la dominación. En tener al enemigo tan inmóvil, tan aterrorizado que solo sea capaz de moverse ante la orden del puño de hierro que le oprime la garganta.
El brujo se levantó de su sillón de frío metal. Se encajó la armadura de placas que había aprendido a usar en su estadío en Northrend y se sacudió la escarcha que amanecía en las hombreras grises talladas de metal azul.
Su carácter se reflejaba en sus ojos crispados de dolor, venganza, muerte e ira. Fuego frío. Espíritu de venganza. Sed de poder. Hambre por siglos apaciguada por el fino hilo que Menethil el traidor, el Exánime les ofrecía por estar a su lado.
Como los viles elfos ansiosos por la magia se había convertido en un adicto a la vida. Exudaba muerte por todos sus poros. Y absorbía vida en cada inspiración.
Un latido menos, una muesca más. Su alma estaba colmada de ellas.
Había roto el lazo con el asesino. Con la Plaga. Pero era el turno de coger a la Horda donde Ner'zhul había fallado y llevarla donde merecía estar. En lo alto de la pirámide de este y los demás mundos. Una vez roto el muro entre la vida y la muerte no había límite a su conquista. Carne, sangre, hueso, materia. ¿Qué tipo de limitaciones eran esas? Debía desprenderse de todo aquello. Debía enseñar a los vivos que eso son solo cadenas que los atan a una vida triste, limitada.
¡Ah! Dulce verdad... ¡Cuán triste resulta la vida cuando ignoras las posibilidades de todo lo que te rodea más allá de la vida!
Muerto y regresado. Sus manos fuertes mas muertas aparecían azuladas. Casi blancas. La sangre del demonio ya no las recorría. Ni esa ni ninguna otra. Su cuerpo estaba vacío por completo. No necesitaba el hálito primigenio de vida. Miró sus manos y apretó los puños, añorando. El calor había sido agradable compañero una vez. Ahora el calor ardía en su alma con ansias incontrolables por estallar.
Nada le dañaba.
Todo le esparaba.
---
Se asomó a la balconada y miró a los pequeños cuerpos q se arremolinaban bajo ella. Extendió una mano y los cuerpecitos corearon un nombre ininteligible en sus bocas.
“Los humanos son corruptibles, queridos soldados. Así lo ha demostrado el mismo Arthas. Su sed de venganza y de poder ha podido con su débil voluntad.”, habló el orco de rostro burlonamente triste, “Se ha pasado años sentado esperando una oportunidad que nosotros le vamos a arrebatar por derecho propio”, su gesto se tornó furioso. “Tengo un plan... tengo planes para todos vosotros. Voy a dejaros. Pero, tranquilos”, calmó con cara paternalista, “estaré bien y no os olvidaré, pequeños gusanos, que tan bien me habéis servido. La hora de la revancha ha llegado al fin. Arthas pagará por ello y al final de sus días estareis junto a mi, mis tropas. Habeis servido bien al Colmillosiniestro”, sonrió orgulloso, “y seréis recompensados. Con justicia. Con justicia divina. No la de Arthas, el Niño Desbocado. Ahora debo dejaros... ”.
Se giró con presteza hacia el interior, donde su lacayo no muerto le aguardaba con una capa de terciopelo blanco. Se la tendió por la espalda mientras escuchaba un atronador coro de voces muertas gritar su nombre. Al grito de “Colmillosiniestro” guiñó un ojo. Se miró en el espejo y vio como había cambiado... era demasiado pálido... apenas si se recordaba así. Miró a su guardaespaldas...
“Extermínalos a todos.”
Allá donde camine un Lobopálido allí caminará este orco. Esperando. Vigilando. Porque el último de ellos ha de caer por mi mano. Así como el clan me desterró, desterraré yo la existencia de esos adoradores de totems débiles.
No supieron responder a su llamada. Confiaron en el poder de un pelado lobo, viejo, blanco, escuálido.
Débil. Débil es la palabra que le define. Enseñaré a ese Viejo a hacer de un clan algo digno de un dios. Les enseñaré que la fuerza está en la dominación. En tener al enemigo tan inmóvil, tan aterrorizado que solo sea capaz de moverse ante la orden del puño de hierro que le oprime la garganta.
El brujo se levantó de su sillón de frío metal. Se encajó la armadura de placas que había aprendido a usar en su estadío en Northrend y se sacudió la escarcha que amanecía en las hombreras grises talladas de metal azul.
Su carácter se reflejaba en sus ojos crispados de dolor, venganza, muerte e ira. Fuego frío. Espíritu de venganza. Sed de poder. Hambre por siglos apaciguada por el fino hilo que Menethil el traidor, el Exánime les ofrecía por estar a su lado.
Como los viles elfos ansiosos por la magia se había convertido en un adicto a la vida. Exudaba muerte por todos sus poros. Y absorbía vida en cada inspiración.
Un latido menos, una muesca más. Su alma estaba colmada de ellas.
Había roto el lazo con el asesino. Con la Plaga. Pero era el turno de coger a la Horda donde Ner'zhul había fallado y llevarla donde merecía estar. En lo alto de la pirámide de este y los demás mundos. Una vez roto el muro entre la vida y la muerte no había límite a su conquista. Carne, sangre, hueso, materia. ¿Qué tipo de limitaciones eran esas? Debía desprenderse de todo aquello. Debía enseñar a los vivos que eso son solo cadenas que los atan a una vida triste, limitada.
¡Ah! Dulce verdad... ¡Cuán triste resulta la vida cuando ignoras las posibilidades de todo lo que te rodea más allá de la vida!
Muerto y regresado. Sus manos fuertes mas muertas aparecían azuladas. Casi blancas. La sangre del demonio ya no las recorría. Ni esa ni ninguna otra. Su cuerpo estaba vacío por completo. No necesitaba el hálito primigenio de vida. Miró sus manos y apretó los puños, añorando. El calor había sido agradable compañero una vez. Ahora el calor ardía en su alma con ansias incontrolables por estallar.
Nada le dañaba.
Todo le esparaba.
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Se asomó a la balconada y miró a los pequeños cuerpos q se arremolinaban bajo ella. Extendió una mano y los cuerpecitos corearon un nombre ininteligible en sus bocas.
“Los humanos son corruptibles, queridos soldados. Así lo ha demostrado el mismo Arthas. Su sed de venganza y de poder ha podido con su débil voluntad.”, habló el orco de rostro burlonamente triste, “Se ha pasado años sentado esperando una oportunidad que nosotros le vamos a arrebatar por derecho propio”, su gesto se tornó furioso. “Tengo un plan... tengo planes para todos vosotros. Voy a dejaros. Pero, tranquilos”, calmó con cara paternalista, “estaré bien y no os olvidaré, pequeños gusanos, que tan bien me habéis servido. La hora de la revancha ha llegado al fin. Arthas pagará por ello y al final de sus días estareis junto a mi, mis tropas. Habeis servido bien al Colmillosiniestro”, sonrió orgulloso, “y seréis recompensados. Con justicia. Con justicia divina. No la de Arthas, el Niño Desbocado. Ahora debo dejaros... ”.
Se giró con presteza hacia el interior, donde su lacayo no muerto le aguardaba con una capa de terciopelo blanco. Se la tendió por la espalda mientras escuchaba un atronador coro de voces muertas gritar su nombre. Al grito de “Colmillosiniestro” guiñó un ojo. Se miró en el espejo y vio como había cambiado... era demasiado pálido... apenas si se recordaba así. Miró a su guardaespaldas...
“Extermínalos a todos.”
Última edición por Urtoroth el Mar 18 Nov 2008, 15:43, editado 2 veces
Re: Hemos regresado al fin...
Su mirada sostenía los ojos de la bestia blanca con un esfuerzo sobrehumano. Los cortes, dentelladas y arañazos desgarraban su piel y sus músculos allí donde los jirones que quedaban de la ropa se abrían. La sangre empapaba la nieve que bebía de ella sin saciarse, tiñéndose de negro brillante.
La enorme bestia giraba en círculos en torno al orco, demasiado joven para reconocer que había perdido. En el promontorio cercano, uno de los chamanes escupía en la hierba de Vallefresno y murmuraba algo entre dientes.
Con estas palabras, se giró, dando la espalda a la penosa escena, dio dos pasos en pos del valle y, al percatarse de que su iniciativa no era secundada por los demás espectadores, giró la cabeza y volvió a hablar.
Apoyó una mano nudosa y pálida sobre el niño que les acompañaba y tironeó de él hacia sí. El joven Urtoroth, reacio a irse, se desprendió del agarre del chamán y señaló hacia donde se encontraba él. Se intentó levantar, pero las fuerzas le fallaron y volvió a caer en la fría nieve.
Urtoroth avanzó un par de pasos hacia el valle, mientras el enorme lobo blanco olfateaba el cuerpo inmóvil de Grak'tak.
Sabía a la perfección lo que estaba diciendo su abuelo: “El Lobo Pálido juzgará a Grak'tak”.
Los demás miembro de los Lobopálido, reunidos en torno al estandarte familiar asintieron con gestos severos. El chamán gruñó entre dientes, molesto.
Podía ver a su hermano pequeño,Urtoroth, incapaz de moverse, miraba impotente como el Gran Lobo se acercaba a él, indefenso e inerme. El Lobo Pálido, cómo llamaba su abuelo Droboroth a aquél enorme animal, era el símbolo de la familia. Todos los miembros de pleno derecho tenían un Lobo Pálido con el que convivían, que les servía de montura, pero que no era su esclavo. Sino el recuerdo en vida de que se habían enfrentado a un juez más implacable que la justicia del orco: la naturaleza de la supervivencia animal.
En esta ocasión, el Lobo Pálido había derrotado al aspirante, pero no parecía tener intención de cobrarse su vida.
Urtoroth apretaba los dientes nervioso, pero algo en su interior le decía que todo acabaría con bien para su amigo y hermano, Graktak. Su abuelo se agachó junto a él. Enorme como era, empequeñecía a Urtoroth mientras le susurraba algo al oído que Grak'tak no podía oìr.
Droboroth enarcó una ceja, sorprendido. Se irguió, alto como un troll estirado, cogiendo a su hijo por la muñeca y puso el puño sangrante frente al rostro de Urtangurth.
Entonces, Grak'tak escuchó una voz en su cabeza. Grave y ancestral, retumbó en sus sienes y reverberó en sus oidos...
- No, tu tarea no es la que crees. Serás el protector de tu hermano pequeño. Servirás para allanar el camino hacia el resurgir de los Tres Clanes. Cuida de tu familia desde la sombra. Escucha al totem. Escucha al Lobo Pálido. Vete del pueblo. Toma el camino del errante y tu gloria será la mayor porque será tuya, Grak'tak Lobopalido.
- Así lo haré, Lobo Pálido.
- Entrenarás duro antes de partir. Cuidate de pisar Northrend antes de tiempo. Porque tu abuelo conocerá una muerte infinita en esa tierra a la que aún no estáis destinados los miembros de este clan. Buscad a Mog'Thorak el Sombrío en los Hielos Imperecederos de la Tundra Boreal.
---
El Gran Lobo Pálido giraba en torno al joven de piel azulada. Desde la lejanía, oculto entre sombras, Grak'tak observaba la prueba de Urtoroth. Sabía con certeza que la pasaría, y tenía información de primera mano que ni su padre ni su abuelo sabían. Así como había cedido a su prueba, vería triunfar a su hermano en el cénit de su familia
Aunque los orcos experimentaban el resurgir de su raza tras la victoria de Hellscream y la liberación de la sangre, los tres clanes menores de orcos que vagaban desde la liberación de Durnholde, perdían ciertamente la centralización de sus fuerzas. Desde la triste historia de Mog'Thorak, tanto los Lobopálido como los Milmallas y los Garraparda se habían visto abocados a mirar las espaldas de los espíritus ante las peticiones de los chamanes de proporcionarles guía.
Los Garraparda al completo, parte de los Milmallas y los guerreros de los Lobopálido habían partido hacia las tierras desconocidas del norte. No hacía mucho que habían alcanzado la frontera nevada de Winterspring, más allá de los restos de Hyjal, triste recuerdo para todos ellos. Establecido campamento allí, se preparaban para la dura travesía hacia Northrend.
El Lobo Pálido agachaba la cabeza ante su hermano pequeño, así como él la había ofrecido al tótem hacía años.
“Karg'ani”, se escuchó susurrar en orco, la palabra para designar al hermano menor.
Podía casi escuchar las palabras del Lobo a pesar de la lejanía. Sabía lo que le estaba diciendo. Se arrebujó en la capa, hundió los pies en la nieve y partió en silencio al ver caer el sol... a espaldas de su clan.
El siguiente recuerdo fueron las hogueras. Mucho se celebró aquella noche en el asentamiento que servía de hogar a los Lobopálido, cerca de Alterac. Escuchó voces, gritos de júbilo y entrechocar de espadas, hachas y jarras de cerveza. El calor de los fuegos casi llegaba a sus mejillas, pero sabía que no era l fuego, si no el orgullo.
Cuando se disponía a partir una vez más y para siempre, una enorme mano se posó en su hombro, tras él.
- Grak- habló una voz algo más allá de la mano-, no te vayas con melancolía en el corazón. Nuestro tótem está contigo y los espíritus de los chamanes han hablado a tu favor. Lleva esta prenda para que tu hermano sepa que eres tu.
Otra mano, fuerte como el abrazo de un oso, puso algo en la suya. Un pequeño lobo tallado en madera, pintado de blanco. En la base, la runa del cacique de los Lobopálido.
- Así lo haré, mi señor.
- No soy tu señor, atontao. Soy tu abuelo.
El enorme orco, Droboroth, abrazó con fuerza a su nieto. “Dentro de una semana abandonaré esta tierra, pero volveremos a vernos. Perdonadme si os olvido, porque me enfrentaré a algo peor que la muerte y no sé si volveré. Pero confía en tu hermano y tu padre”.
Grak'tak no se atrevió a decir nada. Sabía que contrariar al gran Droboroth Mano de Piedra significaba tener el labio roto durante una buena temporada. Así que se preparó para irse.
Y así, el hermano partió, con los ojos de su familia henchidos de honor y orgullo... mas silenciados e ignorantes.
La enorme bestia giraba en círculos en torno al orco, demasiado joven para reconocer que había perdido. En el promontorio cercano, uno de los chamanes escupía en la hierba de Vallefresno y murmuraba algo entre dientes.
Con estas palabras, se giró, dando la espalda a la penosa escena, dio dos pasos en pos del valle y, al percatarse de que su iniciativa no era secundada por los demás espectadores, giró la cabeza y volvió a hablar.
Apoyó una mano nudosa y pálida sobre el niño que les acompañaba y tironeó de él hacia sí. El joven Urtoroth, reacio a irse, se desprendió del agarre del chamán y señaló hacia donde se encontraba él. Se intentó levantar, pero las fuerzas le fallaron y volvió a caer en la fría nieve.
Urtoroth avanzó un par de pasos hacia el valle, mientras el enorme lobo blanco olfateaba el cuerpo inmóvil de Grak'tak.
Sabía a la perfección lo que estaba diciendo su abuelo: “El Lobo Pálido juzgará a Grak'tak”.
Los demás miembro de los Lobopálido, reunidos en torno al estandarte familiar asintieron con gestos severos. El chamán gruñó entre dientes, molesto.
Podía ver a su hermano pequeño,Urtoroth, incapaz de moverse, miraba impotente como el Gran Lobo se acercaba a él, indefenso e inerme. El Lobo Pálido, cómo llamaba su abuelo Droboroth a aquél enorme animal, era el símbolo de la familia. Todos los miembros de pleno derecho tenían un Lobo Pálido con el que convivían, que les servía de montura, pero que no era su esclavo. Sino el recuerdo en vida de que se habían enfrentado a un juez más implacable que la justicia del orco: la naturaleza de la supervivencia animal.
En esta ocasión, el Lobo Pálido había derrotado al aspirante, pero no parecía tener intención de cobrarse su vida.
Urtoroth apretaba los dientes nervioso, pero algo en su interior le decía que todo acabaría con bien para su amigo y hermano, Graktak. Su abuelo se agachó junto a él. Enorme como era, empequeñecía a Urtoroth mientras le susurraba algo al oído que Grak'tak no podía oìr.
Droboroth enarcó una ceja, sorprendido. Se irguió, alto como un troll estirado, cogiendo a su hijo por la muñeca y puso el puño sangrante frente al rostro de Urtangurth.
Entonces, Grak'tak escuchó una voz en su cabeza. Grave y ancestral, retumbó en sus sienes y reverberó en sus oidos...
- No, tu tarea no es la que crees. Serás el protector de tu hermano pequeño. Servirás para allanar el camino hacia el resurgir de los Tres Clanes. Cuida de tu familia desde la sombra. Escucha al totem. Escucha al Lobo Pálido. Vete del pueblo. Toma el camino del errante y tu gloria será la mayor porque será tuya, Grak'tak Lobopalido.
- Así lo haré, Lobo Pálido.
- Entrenarás duro antes de partir. Cuidate de pisar Northrend antes de tiempo. Porque tu abuelo conocerá una muerte infinita en esa tierra a la que aún no estáis destinados los miembros de este clan. Buscad a Mog'Thorak el Sombrío en los Hielos Imperecederos de la Tundra Boreal.
---
El Gran Lobo Pálido giraba en torno al joven de piel azulada. Desde la lejanía, oculto entre sombras, Grak'tak observaba la prueba de Urtoroth. Sabía con certeza que la pasaría, y tenía información de primera mano que ni su padre ni su abuelo sabían. Así como había cedido a su prueba, vería triunfar a su hermano en el cénit de su familia
Aunque los orcos experimentaban el resurgir de su raza tras la victoria de Hellscream y la liberación de la sangre, los tres clanes menores de orcos que vagaban desde la liberación de Durnholde, perdían ciertamente la centralización de sus fuerzas. Desde la triste historia de Mog'Thorak, tanto los Lobopálido como los Milmallas y los Garraparda se habían visto abocados a mirar las espaldas de los espíritus ante las peticiones de los chamanes de proporcionarles guía.
Los Garraparda al completo, parte de los Milmallas y los guerreros de los Lobopálido habían partido hacia las tierras desconocidas del norte. No hacía mucho que habían alcanzado la frontera nevada de Winterspring, más allá de los restos de Hyjal, triste recuerdo para todos ellos. Establecido campamento allí, se preparaban para la dura travesía hacia Northrend.
El Lobo Pálido agachaba la cabeza ante su hermano pequeño, así como él la había ofrecido al tótem hacía años.
“Karg'ani”, se escuchó susurrar en orco, la palabra para designar al hermano menor.
Podía casi escuchar las palabras del Lobo a pesar de la lejanía. Sabía lo que le estaba diciendo. Se arrebujó en la capa, hundió los pies en la nieve y partió en silencio al ver caer el sol... a espaldas de su clan.
El siguiente recuerdo fueron las hogueras. Mucho se celebró aquella noche en el asentamiento que servía de hogar a los Lobopálido, cerca de Alterac. Escuchó voces, gritos de júbilo y entrechocar de espadas, hachas y jarras de cerveza. El calor de los fuegos casi llegaba a sus mejillas, pero sabía que no era l fuego, si no el orgullo.
Cuando se disponía a partir una vez más y para siempre, una enorme mano se posó en su hombro, tras él.
- Grak- habló una voz algo más allá de la mano-, no te vayas con melancolía en el corazón. Nuestro tótem está contigo y los espíritus de los chamanes han hablado a tu favor. Lleva esta prenda para que tu hermano sepa que eres tu.
Otra mano, fuerte como el abrazo de un oso, puso algo en la suya. Un pequeño lobo tallado en madera, pintado de blanco. En la base, la runa del cacique de los Lobopálido.
- Así lo haré, mi señor.
- No soy tu señor, atontao. Soy tu abuelo.
El enorme orco, Droboroth, abrazó con fuerza a su nieto. “Dentro de una semana abandonaré esta tierra, pero volveremos a vernos. Perdonadme si os olvido, porque me enfrentaré a algo peor que la muerte y no sé si volveré. Pero confía en tu hermano y tu padre”.
Grak'tak no se atrevió a decir nada. Sabía que contrariar al gran Droboroth Mano de Piedra significaba tener el labio roto durante una buena temporada. Así que se preparó para irse.
Y así, el hermano partió, con los ojos de su familia henchidos de honor y orgullo... mas silenciados e ignorantes.
Última edición por Urtoroth el Mar 25 Nov 2008, 17:23, editado 3 veces
Re: Hemos regresado al fin...
Toooooooooooooooooooooooh!!!!!!!!! :affraid:
Muy buena historia Urtoroth, me dan ganas de ser un Garraparda, un Milmallas, o un Orco tosco, grande y verde!!!
Ciertamente, las historias que estoy encontrando en Recios, son en más de un caso, dignas de elogio, y por méritos propios.
Que siga, que siga.
Saludetes Recios!
Muy buena historia Urtoroth, me dan ganas de ser un Garraparda, un Milmallas, o un Orco tosco, grande y verde!!!
Ciertamente, las historias que estoy encontrando en Recios, son en más de un caso, dignas de elogio, y por méritos propios.
Que siga, que siga.
Saludetes Recios!
Invitado- Invitado
Re: Hemos regresado al fin...
propongo que las respuestillas a los hilos de relatos se muevan a un hilo concreto para tal efecto, asi nuestras historias quedan más limpitas, como tales.
(deberia haber un hilo ya al respecto, ejem,...)
Con un post it por ejemplo, de "comentarios de cronicas de azeroth" en el cual cada uno de su opinion al respecto de las historias escritas.
Por el momento no he visto un hilo asi...o no existe o se me ha pasado entre tanta letra...en ultimo caso pido disculpas
(deberia haber un hilo ya al respecto, ejem,...)
Con un post it por ejemplo, de "comentarios de cronicas de azeroth" en el cual cada uno de su opinion al respecto de las historias escritas.
Por el momento no he visto un hilo asi...o no existe o se me ha pasado entre tanta letra...en ultimo caso pido disculpas
Ztromy- Forjador de Holocrones
- Juego : WoW
Clan : Clockwork Orange -EU Magtheridon
PJ principal : Aîvlis
Antigüedad : 03/09/2008
Mensajes : 3719
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Re: Hemos regresado al fin...
Sí, hay algo parecido a lo que comentas... están mezclados con varios hilos pero es un buen punto de partida que se use cierta extructura:
Referencia al relato: LINK
Comentarios/Spam: bla bla bla
El problema es que te permite separar temas en otros nuevos y luego tienes que fusionarlos entre ellos, con lo que deja empastres como ese que he linkeado, no sé si este foro permite mover posts concretos a otros hilos =(.
De todos modos, es otra tarea que tengo pendiente, el empezar a limpiar hilos de relatos con los comentarios y unificarlos en otro.
Referencia al relato: LINK
Comentarios/Spam: bla bla bla
El problema es que te permite separar temas en otros nuevos y luego tienes que fusionarlos entre ellos, con lo que deja empastres como ese que he linkeado, no sé si este foro permite mover posts concretos a otros hilos =(.
De todos modos, es otra tarea que tengo pendiente, el empezar a limpiar hilos de relatos con los comentarios y unificarlos en otro.
Sergestus- Sicario de la Flota
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Mensajes : 2150
Edad : 42
Re: Hemos regresado al fin...
¿Y q tal si espameais en la historia de otro? Gracias.
:evil: :evil: :evil:
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