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Libertad perdida

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Mensaje  Invitado Lun 16 Jun 2008, 15:23

La jornada había sido dura. Caía el sol sobre las tierras de Arathi y Tárahenion estaba ya de regreso a Sentencia, cargado hasta arriba de cuero que había recogido de aquí y allá. Con paso lento pero firme llegó a la entrada norte. Siempre usaba aquella entrada, era la más custodiada y en más de una ocasión sus guardias le habían salvado el pellejo de algún Ally
belicoso.


Los orcos que vigilaban la puerta ni siquiera le miraron de reojo cuando la cruzó. Aquella imagen se había estado repitiendo con frecuencia durante los últimos días. Lua le seguía unos pasos por detrás, todavía tenía el hocico manchado con la sangre del último acechacarne que abatió, demasiado cansada para limpiarse, apenas podía seguir el paso del elfo. Chatrán, ajeno a todo, perseguía la cola de Lua, siempre jugando. Los tres compañeros entraron en la taberna y subieron directos al cuarto a dejar la pesada carga. No saludaron, no repararon en nadie.

Sin embargo todavía quedaban cosas por hacer. Tras guardar los cueros y dar de comer a sus fieles compañeros, Tárahenion preparó el petate, apenas algo de comer y su libro de peletería. Debía ir a Entrañas a visitar al maestro peletero, ahora que había depurado la técnica del desuello era hora de sacarle partido a sus, de momento, escasos conocimientos.

El viaje a Entrañas era corto y más corto aún fue el tiempo que estuvo con el maestro, pero se había hecho tarde y estaba demasiado cansado para el viaje de vuelta, así que se acercó hasta la tranquila aldea de Rémol. Siempre le había gustado este apacible lugar de no-muertos, alejado del bullicio de Entrañas. Se sentía cómodo allí. Los Renegados no eran un pueblo que gozase del aprecio de los demás miembros de la Horda, o al menos no al nivel de orcos o trols, así que si uno quería descansar del resto del mundo, aquél era el sitio adecuado.

Llegó paseando por el camino desde Entrañas, ni siquiera había traído el halcón zancudo. La noche era especialmente tranquila, nada interrumpía el paso del elfo. Ni siquiera los canes o murciélagos que tanto abundaban por allí se atrevían a merodear por el camino. Al llegar a Rémol, Tárahenion se detuvo un momento a observar. Siempre había sido un sitio tranquilo, pero en esta ocasión estaba especialmente tranquilo, ¿qué habría pasado?

Avanzaba por los puestos de los comerciantes, las casas y cobertizos. Una ventana se cerró de un golpe a su paso. Una lámpara que se apaga. El elfo puso la mano sobre su daga, acariciando la empuñadura. Algo no iba bien, su instinto de cazador no le decía nada, inspiró el aire en busca de algún rastro de bestia, demonio o humanoide, pero allí no había nadie. ¿Por qué
se escondían entonces? Abrió la puerta de la taberna suavemente, al menos allí había algo de luz y seguro que todavía estaba a tiempo de cenar algo. Pero la taberna estaba vacía, ¿o no? Tárahenion reparó en un figura, sentado al fondo, en una esquina, cubierto por una túnica y una capucha que no dejaba resquicio para reconocer al ser que cubría. Todo aquello era muy raro, ¿dónde estaban los demás?


-“¿Tabernero?” – dijo Tárahenion sin alzar demasiado la voz. No obtuvo respuesta. Espero un instante antes de subir las escaleras. Conocía la taberna y sabía donde estaban las habitaciones. Demasiado cansado para esperar cruzó hasta la escalera que daba al piso superior pasando al lado de la misteriosa figura. Giró la cabeza lo justo para observarla de reojo pero no dijo nada. La figura tampoco alzó la cabeza, permaneciendo oculta tras su capucha. Una cucaracha salió de debajo de la mesa y se introdujo por uno de los pocos huecos que aquellas ropas dejaban entrever y aún así la figura no se inmutó.

La madera de los escalones crujía a cada paso del elfo. Al llegar arriba buscó la primera puerta abierta que vio. La habitación estaba libre. Entró y cerro la puerta a su espalda, tiró el petate y se dejó caer sobre el catre. Se quedó dormido al instante.
-“¿Qué ocurre? No me puedo mover. No puedo gritar.¿Qué es esto?...”
Quería gritar pero no podía, quería levantarse del catre y blandir su daga pero no podía moverse. Los ojos de Tárahenion se agitaban nerviosos en su rostro buscando el motivo de aquel hechizo, recorría la habitación, no había nadie y sin embargo estaba paralizado. El pomo de la puerta empezó a girar lentamente. Tárahenion clavó su mirada en la puerta que comenzaba a abrirse.
-“¿Quién entra?¿por qué no puedo gritar?... es, es... es esa figura, ¿qué quiere?¿qué pretende? No puedo moverme... mi daga, necesito mi daga” – y sin embargo su boca no había podido moverse y su brazo, que tanto ansiaba echar mano del arma permanecía inerte.
La figura se acercó y de una de las mangas asomó una mano descarnada. -“Es un Renegado, pero ¿por qué me hace esto? “. La mano huesuda del Renegado se alzó hasta alcanzar la
capucha que lentamente cayó hacia atrás dejando ver el rostro del no-muerto. Un rostro lleno de horror y rabia, casi una calavera si no fuera por los jirones de piel que todavía se aferraban a un hueso seco. De una de las cuencas de los ojos que ahora estaban vacías asomaban las antenas de aquella cucaracha que no hacía mucho buscaba refugio en la manga. Se reclinó sobre el inmóvil elfo que no podía retirar la mirada de aquel rostro, con unos ojos que parecían querer
salirse de sus órbitas. No quería mirar, no podía dejar de mirar.

-“Ahora eres mío...” – dijo la figura sin mover aquella mandíbula. La voz sonaba en la mente del elfo, profunda, grave, pausada y terrible. “..., estarás a mi servicio y no conocerás más paz que la que yo quiera darte”. El elfo estaba horrorizado, aquello no podía estar pasando.
-“Esto es para que no se te olvide...” – la mano del no-muerto cogió la del elfo por la muñeca mientras que con la otra clavaba su fría uña sobre él dejándole un profundo corte. Aquello le dolía, Tárahenion quería gritar con todas sus fuerzas...-”AAAAARGH!!!” – por fin el aire podía fluir por su garganta.


Se incorporó de la cama de un brinco buscando inmediatamente la daga. Lua también se incorporó gruñendo, buscando al enemigo que había interrumpido su sueño, pero... no había nadie allí. Tárahenion giraba sobre si mismo cortando el aire a su alrededor con la afilada daga, la respiración entrecortada, el sudor resbalaba por su rostro. “¿Dónde estoy? Esto no es Rémol... es Sentencia, ¿qué hago aquí? Ha sido una pesadilla, eso es... ha sido una pesadilla”. La respiración del elfo poco a poco retornaba a su ritmo. Bajo la mirada y acarició la cabeza de Lua, que lamía la mano intentando tranquilizar al elfo. Se sentó al borde de la cama dejando la daga sobre la mesilla y abrazando a su compañera, apretándola fuerte contra su pecho. “Lua, amiga mía, nunca nos separaremos...” – pero entonces el elfo reparó en aquel dolor. “Ah,
me duele el brazo...” – y quedó horrorizado, allí estaba la marca que el no-muerto le había dejado.

---

La vida de Tárahenion acaba de dar un giro inhesperado. ¿Quién sería aquel renegado?¿qué oscuros planes reserva para nuestro desafortunado elfo? El tiempo nos lo irá desvelando...
Razz
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Mensaje  Invitado Lun 16 Jun 2008, 15:51

Ays... es tan divertido hacer sufrir a los personajes propios... :twisted: :twisted:
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Mensaje  Thullborn Lun 16 Jun 2008, 16:13

Hmm que intriga.. seguro que era un rogue.. o un elfo de la noche con la Orb of Deception...
Seguro que era Tzarkas gastandote una broma.. :twisted:
Quien es "Chatrán" por cierto? Rolling Eyes
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Mensaje  Invitado Lun 16 Jun 2008, 16:20

Chatrán es la minipet, un gatillo atigrado negro.... Rolling Eyes
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Mensaje  Invitado Lun 16 Jun 2008, 19:27

Ohhh que chula!!! que intringulis!!! quien es ese renegado?? que quiere?? Sigue por todas tus muelas y empastes varios, no nos dejes con tantas dudas maligno!!!
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Mensaje  Invitado Mar 17 Jun 2008, 00:18

Lo curioso es que sea en Remol uno de mis sitios favoritos (por no decir el que mas) y donde Tzarkas hace las entrevistas a los nuevos Recios ^^. Pero yo tengo 2 ojos y bastante chicha todavia (para ser un Renegado) pero hacerle eso a los elfos mola *O*. Quien sera ese Renegado? 
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