Suenan tambores de guerra... 2ª parte Por Dandan
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Suenan tambores de guerra... 2ª parte Por Dandan
Bueno, esta es la segunda parte de "Suenan tambores de guerra". Es un poco "chapa" pero necesaria para llegar a la tercera y ultima parte de la historia, en la que Recios (espero) sea la protagonista. Bueno, leedla si podéis, y postead vuestras bienvenidas criticas. Creo que no me he dejado casi faltas esta vez ^^.
"Suenan tambores de guerra..." II parte
Orgrimmar despertaba ese día tan bulliciosa como se acostó. La capital de la Horda no conocía el descanso y en algunos casos, eso se reflejaba en el rostro de quienes en ella habitaban.
Por los enormes portones de la ciudad diferentes clases y razas entraban y salían sin cesar, en la plaza central el mercado abría sus puertas y los clanes reclutaban guerreros y taumaturgos experimentados para partir a los diferentes frentes, en los que las batallas eran eternas y el descanso nulo. Comenzé a recordar mi llegada a ese sitio y mis comienzos en la Horda.
El primer día que pase en la capital, mirase a donde mirase solo veía actividad incesante... echaba de menos la tranquilidad de mi pueblo.
« Padre, en que zitio me haz metido...» pensé.
El día de nuestra llegada a Orgrimmar, los Orcos que me escoltaron desde mi casa me dieron unas sencillas instrucciones:
«Duerme en la posada y mañana dirígete a ver a tu instructor, ¡mañana sera un gran día para ti Troll!»
Y se fueron sin decir mas. En seguida me surgieron un par de dudas, tales como ¿donde estaba la posada? ¿y el instructor? o mejor dicho ¿¡que instructor!? La sensación que tenía de deshubicado ascendió enteros cuando, sin buscarlo, choque con una pared... una pared con cuernos, pezuñas y una enorme maza que sostenía sin demasiadas dificultades! Era impresionante, jamas había visto una criatura igual tamaño. Sin embargo, se limito a mirarme a los ojos sin decir nada,, y por si no tuviese ya suficiente miedo y confusión, el enorme «toro» que tenía frente a mi, clavo en el suelo una enorme pica con una extraña bandera en lo alto de la misma; acto seguido retrocedió dos pasos y se detuvo clavando su mirada en mi, como esperando que yo hiciese o dijese algo. No entendía nada, y me disponía a disculparme ante la enorme criatura, así que lo que hice a continuación fue, incorporarme y levantarme del suelo. Sin conocer el motivo, el Tauren conjuro un hechizo, unas raíces surgieron del suelo, sujetandome por los pies y se acercó corriendo. Comenzó a darme una y otra vez con la maza. No me lo esperaba, y creo que al tercer golpe ya no sabia ni donde estaba mi atacante, ni donde estaba yo, y mucho menos de donde provenían los numerosos golpes que me propino antes de caerme de rodillas al suelo; sentí que ese era el final, un golpe mas y habría muerto, sin embargo, el golpe de gracia no llego. El enorme Tauren detuvo su ataque y si fue como como descubrí que y como eran los duelos entre miembros de la Horda.
Mi oponente se sentó a mi lado, saco un bota y comenzó a beber un agua realmente cristalina. Yo me mantenía de rodillas, inclinado hacia adelante y con la frente apoyada en el suelo. Entonces se dirigió a mi y me dijo:
«no te preocupes, no dejare que mueras, en cuanto restablezca mi energía te curare.»
Sin embargo, se quedo mirándome, perplejo, cuando de mis manos salió una luz verde que penetro en mi pecho. Yo también me sorprendí, pero sucedió como con mi padre días atrás; una palabra sonaba en mi mente, y mi boca la susurraba, y así mi cuerpo empezó a regenerar su salud, muy débilmente, si, pero de forma constante he de decir.
«Vaya, así que eres un Sacerdote. Interesante. Pero por lo que veo no tienes mucho poder, quizás deberías ir a ver a tu instructor en el Valle de los Espíritus. Esta en aquella dirección»
Se levanto y me señalo al noroeste de la capital. Se lo agradecí como pude, susurrando. Me puse en pie, y empece a caminar, cuando avance unos veinte pasos el gigantesco Tauren se giro, me grito unas palabras, que no logre entender, y agitando su enorme brazo de forma amistosa se despidió de mi.
Gracias a sus indicaciones encontré a mi instructor. A partir de ese momento, mi instrucción como sacerdote comenzó.
Al poco tiempo fui enviado al Valle de los Retos, cerca de mi casa. Las misiones que tenía que llevar a cabo para la Horda, a la que ahora pertenecía con un asombroso orgullo, las compaginaba con trabajos a viajeros, comerciantes e individuos varios. Al principio resulto duro, estaba solo y completar las misiones me llevaba varios días casi siempre. Pero empecé a encontrarme en algunas ocasiones, con Orcos, Trolls o incluso No-Muertos que tenían las mismas misiones que yo por cumplir. Uníamos nuestras fuerzas, luchábamos juntos, y siempre, nos ayudábamos para no fracasar. El bien común primaba.
Con el tiempo, conseguí honores con diferentes facciones y clanes de la Horda, mis servicios eran solicitados por grupos de guerreros. Unas veces buenos, otras veces malos, pero de todos aprendía algo que me hacia mejorar cada vez mas. Mi evolución fue constante. Fue entonces cuando una hermandad puso el ojo en mi.
Al principio no estaba seguro, pero las ventajas que me ofrecía pertenecer a un grupo estable decanto mi decisión a su favor. Al principio todo fue bien, pero pronto descubrí que, cuando yo necesitaba de ellos, no estaban, y cuando ellos necesitaban de mi, yo faltaba. No era mal intencionado, simplemente sucedió así Sin embargo mi caso no fue un caso aislado. Pronto la hermandad se vio afectada por la ausencia de varios de sus miembros, y su fundador, sin siquiera intentar solventar los problemas internos de esta, la disolvió. Pronto me encontré solo. Pero no me costo adaptarme. Pronto me di cuenta que a pesar de no pertenecer a un clan, miembros de otros clanes me buscaban para acompañarles en sus misiones y aventuras. El Trabajo en equipo era gratificante, podía poner en practica los hechizos que poco a poco iba conociendo y a su vez, conocer el tipo de seres que engrosaban las filas de la Horda, así como sus habilidades y papeles en el campo de batalla. Sin embargo, cada vez que completábamos un trabajo, y me separaba del grupo, volvía a estar solo... y ya no quería seguir estándolo por mucho mas tiempo.
Decidí que era el momento de ingresar en una hermandad. Sabia que podría ir mal, que podría ser difícil. Pero tenía que intentarlo. Necesitaba dentro de mi, formar parte de una. Encamine mis pasos al maestro de hermandades, si alguien me podía ayudar a encontrar una hermandad seria él, pues poseía el registro de todas ellas, y por una pequeña cantidad de monedas estaba convencido de que me dejaría echar un vistazo a la información sobre todas ellas. Cuando me presente ante su puerta me detuve, me sentía muy nervioso. Cuando hable con el Orco, me dijo que tal registro no poseía mas que el nombre de las hermandades, no información sobre ellas, y que de tenerla, no podría enseñármela. Me dijo que formar parte de un clan o hermandad no era algo físico, sino algo mas personal, como un sentimiento. Sus palabras exactas fueron:
«Tienes que sentirlo, Sacerdote. Ahora, ¡deja de molestarme que estoy trabajando!»
Salí de aquel lugar con los ánimos rebajados, abatido.
Fui a parar al tejado del banco, en la plaza central de Orgrimmar. Allí permanecí dos días y dos noches casi inmovil... pensando en que sentimiento es el que debería buscar, para poder reconocerlo cuando surgiese el momento. En ese momento, en medio de la noche, paso fugaz por la plaza, extrañamente vacia, un individuo al que no pude reconocer, pero al que si pude oir...
«Al turrón!!»
Sus palabras se grabaron en mi mente. Mis ojos se tornaron en blanco, mi mente formulo una palabra y de mi boca salió cual hechizo susurrado: «...recioz...»
Y aquí sigo, visitando el tejado de tanto en tanto, esperando escuchar esas palabras otra vez, en medio de una noche como esta.
"Suenan tambores de guerra..." II parte
Orgrimmar despertaba ese día tan bulliciosa como se acostó. La capital de la Horda no conocía el descanso y en algunos casos, eso se reflejaba en el rostro de quienes en ella habitaban.
Por los enormes portones de la ciudad diferentes clases y razas entraban y salían sin cesar, en la plaza central el mercado abría sus puertas y los clanes reclutaban guerreros y taumaturgos experimentados para partir a los diferentes frentes, en los que las batallas eran eternas y el descanso nulo. Comenzé a recordar mi llegada a ese sitio y mis comienzos en la Horda.
El primer día que pase en la capital, mirase a donde mirase solo veía actividad incesante... echaba de menos la tranquilidad de mi pueblo.
« Padre, en que zitio me haz metido...» pensé.
El día de nuestra llegada a Orgrimmar, los Orcos que me escoltaron desde mi casa me dieron unas sencillas instrucciones:
«Duerme en la posada y mañana dirígete a ver a tu instructor, ¡mañana sera un gran día para ti Troll!»
Y se fueron sin decir mas. En seguida me surgieron un par de dudas, tales como ¿donde estaba la posada? ¿y el instructor? o mejor dicho ¿¡que instructor!? La sensación que tenía de deshubicado ascendió enteros cuando, sin buscarlo, choque con una pared... una pared con cuernos, pezuñas y una enorme maza que sostenía sin demasiadas dificultades! Era impresionante, jamas había visto una criatura igual tamaño. Sin embargo, se limito a mirarme a los ojos sin decir nada,, y por si no tuviese ya suficiente miedo y confusión, el enorme «toro» que tenía frente a mi, clavo en el suelo una enorme pica con una extraña bandera en lo alto de la misma; acto seguido retrocedió dos pasos y se detuvo clavando su mirada en mi, como esperando que yo hiciese o dijese algo. No entendía nada, y me disponía a disculparme ante la enorme criatura, así que lo que hice a continuación fue, incorporarme y levantarme del suelo. Sin conocer el motivo, el Tauren conjuro un hechizo, unas raíces surgieron del suelo, sujetandome por los pies y se acercó corriendo. Comenzó a darme una y otra vez con la maza. No me lo esperaba, y creo que al tercer golpe ya no sabia ni donde estaba mi atacante, ni donde estaba yo, y mucho menos de donde provenían los numerosos golpes que me propino antes de caerme de rodillas al suelo; sentí que ese era el final, un golpe mas y habría muerto, sin embargo, el golpe de gracia no llego. El enorme Tauren detuvo su ataque y si fue como como descubrí que y como eran los duelos entre miembros de la Horda.
Mi oponente se sentó a mi lado, saco un bota y comenzó a beber un agua realmente cristalina. Yo me mantenía de rodillas, inclinado hacia adelante y con la frente apoyada en el suelo. Entonces se dirigió a mi y me dijo:
«no te preocupes, no dejare que mueras, en cuanto restablezca mi energía te curare.»
Sin embargo, se quedo mirándome, perplejo, cuando de mis manos salió una luz verde que penetro en mi pecho. Yo también me sorprendí, pero sucedió como con mi padre días atrás; una palabra sonaba en mi mente, y mi boca la susurraba, y así mi cuerpo empezó a regenerar su salud, muy débilmente, si, pero de forma constante he de decir.
«Vaya, así que eres un Sacerdote. Interesante. Pero por lo que veo no tienes mucho poder, quizás deberías ir a ver a tu instructor en el Valle de los Espíritus. Esta en aquella dirección»
Se levanto y me señalo al noroeste de la capital. Se lo agradecí como pude, susurrando. Me puse en pie, y empece a caminar, cuando avance unos veinte pasos el gigantesco Tauren se giro, me grito unas palabras, que no logre entender, y agitando su enorme brazo de forma amistosa se despidió de mi.
Gracias a sus indicaciones encontré a mi instructor. A partir de ese momento, mi instrucción como sacerdote comenzó.
Al poco tiempo fui enviado al Valle de los Retos, cerca de mi casa. Las misiones que tenía que llevar a cabo para la Horda, a la que ahora pertenecía con un asombroso orgullo, las compaginaba con trabajos a viajeros, comerciantes e individuos varios. Al principio resulto duro, estaba solo y completar las misiones me llevaba varios días casi siempre. Pero empecé a encontrarme en algunas ocasiones, con Orcos, Trolls o incluso No-Muertos que tenían las mismas misiones que yo por cumplir. Uníamos nuestras fuerzas, luchábamos juntos, y siempre, nos ayudábamos para no fracasar. El bien común primaba.
Con el tiempo, conseguí honores con diferentes facciones y clanes de la Horda, mis servicios eran solicitados por grupos de guerreros. Unas veces buenos, otras veces malos, pero de todos aprendía algo que me hacia mejorar cada vez mas. Mi evolución fue constante. Fue entonces cuando una hermandad puso el ojo en mi.
Al principio no estaba seguro, pero las ventajas que me ofrecía pertenecer a un grupo estable decanto mi decisión a su favor. Al principio todo fue bien, pero pronto descubrí que, cuando yo necesitaba de ellos, no estaban, y cuando ellos necesitaban de mi, yo faltaba. No era mal intencionado, simplemente sucedió así Sin embargo mi caso no fue un caso aislado. Pronto la hermandad se vio afectada por la ausencia de varios de sus miembros, y su fundador, sin siquiera intentar solventar los problemas internos de esta, la disolvió. Pronto me encontré solo. Pero no me costo adaptarme. Pronto me di cuenta que a pesar de no pertenecer a un clan, miembros de otros clanes me buscaban para acompañarles en sus misiones y aventuras. El Trabajo en equipo era gratificante, podía poner en practica los hechizos que poco a poco iba conociendo y a su vez, conocer el tipo de seres que engrosaban las filas de la Horda, así como sus habilidades y papeles en el campo de batalla. Sin embargo, cada vez que completábamos un trabajo, y me separaba del grupo, volvía a estar solo... y ya no quería seguir estándolo por mucho mas tiempo.
Decidí que era el momento de ingresar en una hermandad. Sabia que podría ir mal, que podría ser difícil. Pero tenía que intentarlo. Necesitaba dentro de mi, formar parte de una. Encamine mis pasos al maestro de hermandades, si alguien me podía ayudar a encontrar una hermandad seria él, pues poseía el registro de todas ellas, y por una pequeña cantidad de monedas estaba convencido de que me dejaría echar un vistazo a la información sobre todas ellas. Cuando me presente ante su puerta me detuve, me sentía muy nervioso. Cuando hable con el Orco, me dijo que tal registro no poseía mas que el nombre de las hermandades, no información sobre ellas, y que de tenerla, no podría enseñármela. Me dijo que formar parte de un clan o hermandad no era algo físico, sino algo mas personal, como un sentimiento. Sus palabras exactas fueron:
«Tienes que sentirlo, Sacerdote. Ahora, ¡deja de molestarme que estoy trabajando!»
Salí de aquel lugar con los ánimos rebajados, abatido.
Fui a parar al tejado del banco, en la plaza central de Orgrimmar. Allí permanecí dos días y dos noches casi inmovil... pensando en que sentimiento es el que debería buscar, para poder reconocerlo cuando surgiese el momento. En ese momento, en medio de la noche, paso fugaz por la plaza, extrañamente vacia, un individuo al que no pude reconocer, pero al que si pude oir...
«Al turrón!!»
Sus palabras se grabaron en mi mente. Mis ojos se tornaron en blanco, mi mente formulo una palabra y de mi boca salió cual hechizo susurrado: «...recioz...»
Y aquí sigo, visitando el tejado de tanto en tanto, esperando escuchar esas palabras otra vez, en medio de una noche como esta.
Invitado- Invitado
Re: Suenan tambores de guerra... 2ª parte Por Dandan
Beogrog se sacudió el polvo al cruzar el gigantesco umbral de aquel mágico portón. Sus cansados ojos mantenían firmes su mirada, esa mirada de quien ha terminado un duro trabajo de manera impecable. Su dura armadura mostraba multitud abolladuras que en algunos puntos incluso tenian un pequeño agujero en el centro.
- Ha sido duro, pero al final el muy hijo de ogra mordió el polvo.
Beo parecía que hablaba al aire, pero de repente surgió una voz de la nada, mientras esta le contestaba se materializó a su lado un gran felino con cuernos en su cabeza.
-Si Beo si, ¡pero mirate esa armadura!
-Ja ja ja! Cierto, tendré que llevarla a ese ladrón de herrero de Orgrimmar... otra vez. Por cierto Buck - Continuó Beo - El otro día estuvé allí y me llamó la atención un extraño trol que me observaba desde lo alto de un tejado...
-Dandan - Le interrumpió BigBuck.
-¿Cómo?
-Ese trol se llama Dandan, y me consta que quiere unirse a nuestra hermandad.
-¡Ahora lo entiendo! - Dijo Beo tras sumar dos y dos - era por mi tabardo, cómo no. Bien, pues tendremos que hacerle una entrevista.
/off rol
Magnífica historia, si señor. Añadenos a Buck (Bigbuck) y a mi (Beo) a amigos y cuando nos veas conectados susurranos para que te hagamos la entrevista.
- Ha sido duro, pero al final el muy hijo de ogra mordió el polvo.
Beo parecía que hablaba al aire, pero de repente surgió una voz de la nada, mientras esta le contestaba se materializó a su lado un gran felino con cuernos en su cabeza.
-Si Beo si, ¡pero mirate esa armadura!
-Ja ja ja! Cierto, tendré que llevarla a ese ladrón de herrero de Orgrimmar... otra vez. Por cierto Buck - Continuó Beo - El otro día estuvé allí y me llamó la atención un extraño trol que me observaba desde lo alto de un tejado...
-Dandan - Le interrumpió BigBuck.
-¿Cómo?
-Ese trol se llama Dandan, y me consta que quiere unirse a nuestra hermandad.
-¡Ahora lo entiendo! - Dijo Beo tras sumar dos y dos - era por mi tabardo, cómo no. Bien, pues tendremos que hacerle una entrevista.
/off rol
Magnífica historia, si señor. Añadenos a Buck (Bigbuck) y a mi (Beo) a amigos y cuando nos veas conectados susurranos para que te hagamos la entrevista.
Invitado- Invitado
Re: Suenan tambores de guerra... 2ª parte Por Dandan
Ire vestido de gala ^^ Gracias!!
Invitado- Invitado
Re: Suenan tambores de guerra... 2ª parte Por Dandan
DanDan escribió:Ire vestido de gala ^^ Gracias!!
no vayas vestido de gala... mejor lleva rocas bonitas para Buck, y cerveza para Beo...
vamos a ver... tu te lo has pensado bien??? mira que si te ponen el cartelito de Recios encima, luego ya no se quita... ni aunque lo frotes con lija....
pero nada nada tu mismo...
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