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Mensaje  hyuuga_shi Dom 12 Jul 2009, 00:06

Silfid se hallaba en una posada de Lunargenta descansando. Estaba exausta, en su cruzada por llegar junto a sus hermanos en Rasganorte había recorrido ya casi todo el mundo impartiendo justicia y castigo por donde fue necesario, ayudando a quien lo solicitiba, e incluso huyendo de algunos miembros hostiles de la Alianza.

- Pcht, malditos hijos de un troll.

Masculló entre dientes trás escupir al suelo, al momento se sobresalto y miro preocupada en rededor. No había nadie, estaba sola, 'menos mal' penso. Aun no acababa de acostumbrarse a pertenecer a la Horda, a que orcos y trolls fuesen ahora aliados, era improbable que algun compañero recio la escuchase pero terceras personas... Y dada su reciente amistad con Jadalay no quería importunarle.

- Desde luego el troll tiene más honor que cualquier humano...
- ¿Qué cierto humano incluido?

Sobresaltada Silfid se dio la vuelta para ver a quien pertenecia aquella voz. Un momento antes la sala estaba vacía, ¿quién había entrado y era tan silencioso como para escapar a los agudos sentidos de un elfo? Sin duda otro elfo, y por la voz una mujer. Sus ojos encontraron rápidamente a su interlocutora que si bien entró en silencio no hacía ahora nada por ocultarse. Lo más probable es que no hubiese entrado a hurtadillas, sino que los propios pensamientos de la joven paladina la hubiesen impedido escuchar una fiesta enana en la mesa de al lado.

- ¡Aersin! ¡Qué sorpresa!

Silfid se incorporó de un salto y corrió a abrazar a la elfa que se erguía ante sí.

- Hola Silfid, veo que no has cambiado. De hecho pareces más fría que nunca, a pesar de tu actual sonrisa. ¿Debo sentirme halagada?
- Ah, tu tampoco has cambiado, siempre metiendote conmigo. Claro que tengo una sonrisa, hace mucho que no veo a nadie conocido, me alegro mucho de verte vieja amiga.
- Eh, alto ahí, tu eres mayor yo, si hay alguna vieja aquí esa sin duda eres tu.
- Vale vale, lo que tu digas, hoy no vamos a discutir. Ven, sientate conmigo y déjame que te invite a algo.

La cara de Aersin perdió repentínamente su brillo y su sonrisa burlesca. Silfid siempre se había enojado con nada, y llevaba todo el rato buscándola las cosquillas. Pero la última frase fue un tremendo shock, siempre hacía esfuerzos por controlarse pero al final estallaba y sin embargo la serenidad en su tono y su expresión habían dejado bien claro que era del todo imposible hacerla enfadar.

- Has cambiado. -Dijo Aersin mientras se sentaba junto a su amiga.- Se te ve más madura, y más fuerte, no es solo por tu armadura pesada o ese tabardo, salta a la vista.
- Han sido tiempos difíciles, perdí a todos mis seres queridos, excepto a mi hermana pero tampoco sé nada de ella. A ti también te di por muerta. Al principió quise creer que te había perdido la pista como a mi hermana, pero poco a poco el tiempo pasó y seguía sin saber nada y como con tantos otros de los acabé supiendo de su muerte decidí que ya no quedaba nadie, que todos habían muerto y dejar de torturarme con vanas esperanzas de encontrar a nadie.
- Sigues sin estar a su altura. Si tan pronto pierdes la esperanza, sin tan pronto abandonas, jamás llegarás a donde quieres llegar, cualquiera que sea tu meta.
- No es justo, -las lágrimas empezaron a formarse en los ojos de Silfid,- tu no estabas cuando sucedió todo. Yo sí, yo los vi morir a todos, vi el horror. No sé ni como pude sobrivir. Y el tiempo pasó y no encontré a nadie. Fui a nuestro refugio de la niñez con la esperanza de veros a ti y a mi hermana, pero tu no estabas. Sinfild y yo te esperamos tres días, y nunca viniste, que esperabasque creyese.
- Lo siento, no podía ir porque era ajena a todo ello, cuando lo supe había pasado ya una semana, fui a nuestro árbol y no estabais. Pero yo no perdí la esperanza, volví allí cada vez que pude y el mes pasado encontré a tu hermana.

Los ojos de Silfid mostraron sorpresa, aún humedos y llorosos fijaron su mirada en Aersin. Desde aquel encuentro con su hermana no había vuelto a saber de ella. ¿Qué noticias podría tener de ella? La sorpresa de Silfid no paso desapercibida para Aersin, era demasiado evidente. levemente bajo la cabeza y sonrió levemente en una mueca complice.

- Osea, que tu no has vuelto nunca por allí, de lo contrario hubieses vuelto a ver a tu hermana.
- Yo. yo...
- Vamos, a mi no me engañas. Ya sé lo que te sucede. Tu deseas obtener la fuerza para ir a rasganorte, deseas unirte en la cruzada contra la plaga con la esperanza de reencontrarte con él. Piensas que él estará allí combatiendo.
- No, no es eso. Yo...
- Pues tienes razón. Está allí.

Ahora sí que cambió la expresión de Silfid, la sorpresa era mayuscula, las lágrimas se secaban y aunque no estaba alegre su expresión mostraba la emoción y la agitación que sentía en su interior. Un escalofrío la recorrió la espalda pero no se inmutó, estaba completamente paralizada. Las imágenes, recuerdos, de unos años antes de la tragedia de la plaga pasaron rápidamente por su cabeza. Ya desde pequeña sabía que su camino era la luz, pero aquel encuentro la precipitó sin remedio.

- Fue un buen año, ¿verdad? -Las palabras de Aersin sacaron a Silfid de su ensimismamiento súbitamente.-
- ¿Cómo dices?
Aersin rió al ver la soñadora faz de Silfid. - Digo que fue un buen año. Nos cambió a las tres, eso sin duda. Éramos adultas y cada una tenía muy claro que quería hacer con su vida, pero aun jugábamos como niñas y de hecho sino hubiese llegado él nuestros sueños podían haber acabado o nuestras vida cambiado. Cambiar desde luego que cambiaron, pero para bien, creo yo.
- Cierto. Los malditos ogros aparecieron de repente, aun maldigo mi espíruto cobarde, me quedé paralizada y no pude hacer nada. Pero el destino le puso ahí y nos salvo la vida.
- ¿El destino? ¿Nos salvo? Parece que estes contando un cuento de hadas, y que el príncipe azul hubiese venido en nuestro auxilio.
- Y lo hizo, es decir. -Aersin miró inquisitivamente a Silfid y esta agachó la cabeza un momento.- Es verdad, parezco una idiota. El destino no tiene nada que ver, si acaso puro azar. Y bueno, de todos modos nos salvo. ¿Lo recuerdas?
- Cómo iba a olvidarlo. Ilusas. En lugar de alzar el vuelo y abandonar el nido, jugabamos cómodamente como niñas, tu sostenias una rama y gritabas que tu espada era imbatible mientras yo gritaba que mi magia te haría arrodillarte con espada y todo, y tu hermana con su arco de niño juraba que sus flechas encontrarían el corazón de los enemigos de la naturaleza.
- Y no nos dimos cuenta de los cinco ogros que había ante nosotras hasta que chocaste con uno.
- Sí, me cogió por la cabeza y me estrujaba con fuerza, creo que no me rompió el craneo de milagro. Se rió y se mofó de nosotras, nos reto a que nos defendieramos por nuestras vidas.

De nuevo las lágrimas acudieron a los ojos de Silfid.

- Lo, lo, lo siento. Te veía gritar y mi cabeza decía que aunque fuera inútil debía golpearle para que te soltara, pero mi cuerpo no se movía. -Las lágrimas se tornaron en llanto.- Mi cuerpo no se movía.
- Eh. Ya deja de torturarte por ello. Tu crees que aunque hubiesemos iniciado algún tipo de entrenamiento como nos habían sugerido hubiesemos podido hacer algo. Posiblemente sin experiencia en combate y ante tamañas moles hubiesemos reaccionado igual, no habría habido diferencia. Pero él estaba ahí, observándonos. ¿Te acuerdas?
- Sí, pasaba cerca y nos oyó, se acerco para ver y vió un grupo de jovenes elfas jugando como una niñas estúpidas. Ya reemprendía el camino cuando los vió llegar, antes incluso de que te cogiese ya había emprendido su carrera y desenvainado su espada. Estabamos tan absortas que no nos dimos cuenta de nada. cuando nos contó que los había visto aparecer tras la loma y se temió lo peor, yo aun no entendía cómo estabamos para no haberlos visto.
- Ya, justo en ese momento, cuando sentía que mi cabeza iba a reventar ya había llegado, saltó con espada en alto y le cercenó la cabeza de un único movimiento. Al instante sentí un alivio a la vez que caía al suelo debajo del cuerpo inerte del ogro. Un momento después empecé a sentir una fuerza que emanaba sin duda a través de él hasta mi.
- El alma de la protección y la salvación, o como la gente llama vulgarmente, el aura del paladín. Es más que una mera aura, ya que nace de los poderes de la luz y es el propio espíritu del paladín el que lo moldea; su fé el que le confiere las propiedades; y su corazón lo que mantiene sus efectos activos sobré quienes desea otorgar su gracia.

Aersin miró a Silfid. Sin duda había aprendido bien las lecciones. Está claro que es un tema complejo, pero aquella retaíla parecía más bien sacada de un libro de un estudiante que este repite de memoria ante su mentor. Sin embargo había más, era como un credo a pies juntillas, desde luego era su vida. Decidió no darle importancia, y prosiguió con el relato.

- El caso es que me sentía segura, como si nada pudiese hacerme daño. Y cuando a duras penas salí de debajo del yaciente ogro ahí estaba su figura de espaldas a nosotras tres y haciendo frente a los cuatro ogros restantes quienes ya no se reían. Se veía el odio y la ira, una agresividad salvaje en sus ojos mientras sus nudillos se tornaban blancos en torno a sus armas.
- No dejó de mirar a los ogros, no movió un músculo pero era avidente desde la primera palabra que se diriga a nostros. "Bueno, tenemos dos opciones: o luchamos y vivimos, o huímos y rezamos por sobrevivir. Pero hagamos lo que hagamos debemos hacerlo todos juntos." Ya no quedaba rastro de temor en mi, el valor que me infundía me hacía sentirme imparable. El miedo se tornó en rabia y pasé como exalación por su lado gritando y esgrimiendo un palo. Fui directa a por uno de ellos. Supongo que la sorpresa fue tan mayúscula que le hizo dar un paso hacia atrás, perdió el equilibrio y como una posesa empecé a golpearle la cabeza hasta que partí el palo y entonces empecé a darle patadas. En mi cabeza todavía estaba reciente la burla de los ogros y el daño que te habían hecho, deseaba vengarme. No sé cuanto tiempo estuve pateando su boca pero una manaza me mandó despedida por los aires hasta que impacté en un árbol.
- La verdad fue un momento, todos nos quedamos parados, pero el ogro de su derecha reaccionó rápido y te golpeó para ayudar a su compañero. Ya hiciste bastante, tu hermana también, logró disparar una flecha que se clavó en la pierna del ogro situado más a la izquierda, supongo que fue como clavarle una espinita porque ni se inmutó ni sangró. Yo no pude hacer nada, no sabía hacer nada. Cuando los ogros cargaron grité como una histérica, aterrorizada cerré los ojos y chillé. Pero todo había acabado cuando abrí los ojos. Sinfild fue quien me contó que todo duró un momento. Golpeó a uno con el escudo y lo mando al suelo, se agachó en un movimiento circular y dejó cojo a otro, se levantó y hundió la espada en el vientre del tercero. El cuarto le golpeó en el vientre, pero parecía que no le hubiese hecho nada, porque ni se inmutó, le propinó un cabezazo y lo mandó al suelo sangrando, el primero se levantaba pero antes de que pusiese una rodilla en tierra lo empaló allí donde estaba. Los dos que quedaban vivos huyeron aterrados como pudieron.
- Yo solo recuerdo que después del golpe perdí el conocimiento porque cuando abrí los ojos estábais los tres alrededor mio observándome. Me dolía tanto, el impacto me había roto un par de costillas. Así que el humano improvisó una camilla con una par de ramas y su capa. Te juro que me sentí una estupida porque estaba deseando que me llevara en brazos, aunque mis costillas rotas me hubiesen hecho ver las estrellas lo deseé.

Ambas mujeres se miraron mutuamente. Una historia pasada pero no muy vieja, de antes de la plaga. Aquel encuentro sin duda las cambió la vida, ese día dejaron finalmente de ser niñas. Sus ojos seguían fijos, no hablaban pero sus pupilas lo decían todo. Cómo pasaron un año junto a él antes de que se marchase y como siguieron cada una su camino al poco tiempo. La promesa de que su árbol secreto sería el punto de encuentro si algo sucedía, donde se encontrarían siempre que tuviesen que acudir unas a otras antes de partir. Los horrores vividos, y finalmente la alegría de reencontrarse. Pero había algo más, sin duda había un sentimiento más en aquella mirada que las distanciaba.

- Sabes, -Aersin rompió aquel silencio, y aquella mirada que por momentos se tornaba tensa,- siempre quisé dominar la magia, pero al final después de verte herida algo me hizo cambiar de idea. Supongo que de entre todas a mi más que a ninguna lo sucedidó provocó un vuelco en mi vida. No estudié magia, o al menos no magia arcana.

Silfid miró interrogativa a su amiga, no acababa de comprender su palabras.

- Ahora domino el arte de la sanación. No quiero volver a ver a nadie querido herido una vez más. Pero de todos modos piensa que ahora nosotras somos parte de la horda y los humanos de la alianza que nos traicionó, ¿qué harás si lo encuentras y descubres que es uno más y que vuelve sus armas contra ti? -Dicho lo cual, Aersin suspiró y se levantó.- Tengo que irme, quiza nos volvamos a ver pronto y puede que esta vez estemos juntas. Y recuerda, si quieres saber de tu hermana vuelve a donde tú ya sabes, ella te está esperando.

Sin más dio media vuelta y se fue dejando a Silfid sola. La paladina la siguió con la mirada aun después de que hubiese abandonado la estancia. Es verdad, no había vuelto allí y por eso no había vuelto a saber de su hermana. Siempre amó la naturaleza por encima de todo, por ello no le sorprendió que después de perder a sus padres se internase en los bosques a luchar con la plaga a su manera. Nadie diría que eran hermanas, ya en el pelo eran la noche y el día, una blanco y largo y la otra corto y negro.

Sin embargo Silfid no sabía que en realidad se parecían más de lo que podía imaginar, tenían un carácter similar, y las dos eran fuertes y decididas. Pero esos pensamientos no ocupaban su mente, todavía con la mirada fija allí por dinde su amiga se había marchado tenía clara la verdad de lo que sucedía. Aquel encuentro las había cambiado, antes de ayudarlas como a princesas de un cuento las obligó a encontrar el valor en sus corazones y allí hallaron algo más. Después de pasar un año con él las tres se distaciaron no solo para seguir cada una su camino, sino porque aquel sentimiento las hubiese enfrentado y parece que aun hoy podría provocar un desencuentro. 'No Aersin, tú no dejaste la magia por mi. Claro que no. Te convertiste en sanadora porque si alguna vez el resultaba herido tú quieres ser quien le salve con la esperanza de que se enamore de ti como tú lo hiciste de él.'

- Pero eso ya no me importa. Claro que yo también lo quiero, pero yo no pelearé por él como tú. Sé que él no volvería jamás su espada contra mi, no albergo dudas.

Silfid dejo unas monedas sobre la mesa y se puso en pie, debía acudir a una cita en el bosque.
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Mensaje  hyuuga_shi Dom 12 Jul 2009, 00:11

BUF

Me apetecia escribir un rato y de paso cumplir con algo pendiente, desarrollar la historia de Silfid. Lo llamo reencuentro porque como veis aparecen en escena dos personajes más. Mis próximos personajes, aún no voy a usarlos pero por si acaso, ya los tengo creados (cuestión de pillar los nombres):
Sinfild, hunter; y Aersin, priest.
De ese modo ya tengo un tanque, un dps, y un healer y así abarco un poco cada lado del juego. Me falta un DK, pero ese pa cuando me pille wotlk, que calculo pal mes que viene más o menos.

Espero que disfruties leyéndolo tanto como yo escribiéndolo, y si no os apetece leerlo no pasa na pero luego no me digais que vaya caca de presentación de pjs si me quedan cortas, que empiezan aquí.
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Mensaje  Jadalay Lun 13 Jul 2009, 05:09

Arf, arf...ok, leido, mola ^^
Hale, sigue sigue... que dificilmente te va a decir nadie aqui que dejes de escribir xDD
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