Crónicas de alianzas
Recios :: JUEGOS :: World of Warcraft :: [WoW] Rol
Página 1 de 1.
Crónicas de alianzas
Buenas a todos. Esto es para los que se aburren en el curro o simplemente tengan ganas de leer algo
Esto lo escribimos Lupo y yo cuando jugabamos con nuestros personajes en la Alianza. Quien nos iba a decir que acabariamos en un servidor de rol, haciendo estas mismas cosas. Por aquel entonces lo escribiamos simplemente por que nos salía de dentro.
Espero que os gusten
Por cierto:
- Sabatar soy yo.
- Zaglak y Frair son 2 enanos de Tatanga (sí, tiene muchos personajes... y si, es un chinofarmer )
- Ahriel es Hairon (aunque antes esa bruja se llamaba Sofie en Agamaggan)
Esto es lo que fuimos
Esto lo escribimos Lupo y yo cuando jugabamos con nuestros personajes en la Alianza. Quien nos iba a decir que acabariamos en un servidor de rol, haciendo estas mismas cosas. Por aquel entonces lo escribiamos simplemente por que nos salía de dentro.
Espero que os gusten
Por cierto:
- Sabatar soy yo.
- Zaglak y Frair son 2 enanos de Tatanga (sí, tiene muchos personajes... y si, es un chinofarmer )
- Ahriel es Hairon (aunque antes esa bruja se llamaba Sofie en Agamaggan)
Esto es lo que fuimos
Última edición por el Vie 26 Oct 2007, 11:56, editado 3 veces
Re: Crónicas de alianzas
Cuando Sabatar conoció a Zaglak
El día amaneció frío y húmedo, semejante al resto de los días que el joven brujo veía pasar desde su pequeña litera. Era un brujo con grandes ambiciones pero muy incauto e inocente. A pesar de sus precarios estudios sobre el arte de la invocación, eventualmente demostraba un extraño conocimiento del medio en que se movía, y sus habilidades parecían adquiridas de un hechicero mucho más poderoso. A pesar de esto, Sabatar no sabía utilizar sus inofensivos poderes, y las inocentes criaturas que intentaba invocar escapaban fácilmente al control del humano, huyendo al profundo abismo al que pertenecían con una curiosa sonrisa de superioridad en sus descarnados labios.
Sabatar no sospechaba que aquel nuevo día de aprendizaje no sería un día corriente.
La pareja de imponentes guardias llegaron a la puerta de la caseta cuando la luz del alba no era más que una débil línea gris en el horizonte montañoso del Bosque de Elwynn. La pareja alertaba de su presencia al reflejar cada uno de los pequeños puntos de luz existentes en sus plateadas armaduras. El más alto de los guardias sacó de sus bolsas del cinturón un crujiente pergamino enrollado, y tras examinarlo con los ojos entornados a través de su imponente casco, gritó con voz firme un nombre a la puerta de madera.
- ¡¡¡Brujo Sabatar!!!
El humano oyó su nombre y se apresuró a arreglarse la roída túnica de aprendiz que utilizaba desde hace poco
– “quien diablos se presenta a estas horas de la mañana?”- se quejó el joven mientras se arreglaba sus ridículas trenzas.
Al abrir la puerta y encontrarse con los 2 relucientes guardias de Stormwind, el temeroso brujo sólo pudo sentir como se le encogía la boca del vacío estómago. Buscó con la mirada a sus espaldas buscando alguna explicación de la presencia de estos soldados, pero no pudo más que comprobar que efectivamente le buscaban sólo a él.
El guardia siguió leyendo el pergamino sin prestar la más mínima atención a la reacción del joven, y su voz sonó más solemne:
- Por orden del alto gremio de brujos de Ventormenta, se le asignará un mentor que le ayudará en sus progresos y le aconsejará en sus aportaciones en las filas de la Alianza. – Sabatar pestañeó y no pudo reprimir una sonrisa al comprobar que no eran malas noticias, todavía…
“Por fin se han dado cuenta de mis avances y me pondrán bajo la tutela de un brujo poderoso!!” –pensó el infeliz humano, pero el discurso aún no había terminado.
- …pero dadas las actuales condiciones de guerra continua, y la poca presencia de profesionales cualificados para ese puesto, se le adjudica la compañía de otro soldado de la Alianza acorde a su habilidades. Pase buen día. Por la Alianza! – el imponente soldado se puso firme y, tras el corto discurso, enrolló el pergamino y lo volvió a guardar en su cinturón.
“ein? Un soldado acorde con mis habilidades?” – el confuso mago sospechaba lo peor.
La pareja se volvió al mismo tiempo y, pasado un momento de miradas al camino que quedaba a sus espaldas, sacudieron sus cabezas buscando a algo.
- ¿Dónde demonios se ha metido ese pícaro otra vez? – preguntó confundido el segundo guardia.
El robusto enano apareció de repente detrás de un árbol, saltando encima de un pequeño conejo que se había dado cuenta de su presencia demasiado tarde. El pequeño pícaro lo agarró con una mano e inmediatamente ensartó con una sonrisa una de sus dagas en el cuerpo del pobre animal. Sujetó el cadáver por sus largas orejas y lo ató a su cinturón de cuero donde lo acompañaban más conejos despistados en el mismo estado. El enano se atusó la larga y dura barba con cara de satisfacción y se giró hacia las personas de la caseta que lo estaban observando con ojos atónitos.
Los guardias que le habían llevado hasta allí se miraron de reojo y después se volvieron con una ambigua sonrisa al joven brujo, que seguía observando como el pequeño enano se acercaba con una expresión de alegría en el pequeño rostro que dejaban ver sus cabellos morenos por encima de la barba.
- Te presento a tu compañero – dijo el guardia más bajo. – Espero que os lo paséis bien.- La verde mirada que el enano soltó al soldado con el ceño fruncido fue suficiente amenaza para tapar la carcajada que empezaba a aparecer en la cara del guardia.
Los soldados partieron dejando a la extraña pareja en el umbral de la casa, mirando de reojo cada varios pasos. Sabatar seguía mirando al enano de pies a cabeza sin comprender la situación, y sólo una frase surgió de sus temblorosos labios.
- Tú no eres un brujo. Eres… un pícaro. – La afirmación provocó que el enano colocara sus manos en la cintura y levantara la oculta barbilla con una sincera sonrisa, enseñando al joven sus amarillos dientes. El joven brujo seguía confundido por la peculiar situación, y con una voz casi inaudible pudo completar la frase – Y eres un enano…
Zaglak, con las manos aún en jarras y con la sonrisa todavía en la cara, levantó unas de sus cejas y miró a su alrededor buscando una explicación a tan obvia afirmación.
- ¡Es un enano! – gritó desesperado Sabatar a los soldados que se alejaban por el camino a Stormwind mientras extendía los brazos hacia el pequeño pícaro.
El enano volvió a mirar a la cara del confuso y desesperado brujo, y después de un extraño quejido sólo una pensamiento pasó por su cabeza “Uhm…. Me caes bien.”
El día amaneció frío y húmedo, semejante al resto de los días que el joven brujo veía pasar desde su pequeña litera. Era un brujo con grandes ambiciones pero muy incauto e inocente. A pesar de sus precarios estudios sobre el arte de la invocación, eventualmente demostraba un extraño conocimiento del medio en que se movía, y sus habilidades parecían adquiridas de un hechicero mucho más poderoso. A pesar de esto, Sabatar no sabía utilizar sus inofensivos poderes, y las inocentes criaturas que intentaba invocar escapaban fácilmente al control del humano, huyendo al profundo abismo al que pertenecían con una curiosa sonrisa de superioridad en sus descarnados labios.
Sabatar no sospechaba que aquel nuevo día de aprendizaje no sería un día corriente.
La pareja de imponentes guardias llegaron a la puerta de la caseta cuando la luz del alba no era más que una débil línea gris en el horizonte montañoso del Bosque de Elwynn. La pareja alertaba de su presencia al reflejar cada uno de los pequeños puntos de luz existentes en sus plateadas armaduras. El más alto de los guardias sacó de sus bolsas del cinturón un crujiente pergamino enrollado, y tras examinarlo con los ojos entornados a través de su imponente casco, gritó con voz firme un nombre a la puerta de madera.
- ¡¡¡Brujo Sabatar!!!
El humano oyó su nombre y se apresuró a arreglarse la roída túnica de aprendiz que utilizaba desde hace poco
– “quien diablos se presenta a estas horas de la mañana?”- se quejó el joven mientras se arreglaba sus ridículas trenzas.
Al abrir la puerta y encontrarse con los 2 relucientes guardias de Stormwind, el temeroso brujo sólo pudo sentir como se le encogía la boca del vacío estómago. Buscó con la mirada a sus espaldas buscando alguna explicación de la presencia de estos soldados, pero no pudo más que comprobar que efectivamente le buscaban sólo a él.
El guardia siguió leyendo el pergamino sin prestar la más mínima atención a la reacción del joven, y su voz sonó más solemne:
- Por orden del alto gremio de brujos de Ventormenta, se le asignará un mentor que le ayudará en sus progresos y le aconsejará en sus aportaciones en las filas de la Alianza. – Sabatar pestañeó y no pudo reprimir una sonrisa al comprobar que no eran malas noticias, todavía…
“Por fin se han dado cuenta de mis avances y me pondrán bajo la tutela de un brujo poderoso!!” –pensó el infeliz humano, pero el discurso aún no había terminado.
- …pero dadas las actuales condiciones de guerra continua, y la poca presencia de profesionales cualificados para ese puesto, se le adjudica la compañía de otro soldado de la Alianza acorde a su habilidades. Pase buen día. Por la Alianza! – el imponente soldado se puso firme y, tras el corto discurso, enrolló el pergamino y lo volvió a guardar en su cinturón.
“ein? Un soldado acorde con mis habilidades?” – el confuso mago sospechaba lo peor.
La pareja se volvió al mismo tiempo y, pasado un momento de miradas al camino que quedaba a sus espaldas, sacudieron sus cabezas buscando a algo.
- ¿Dónde demonios se ha metido ese pícaro otra vez? – preguntó confundido el segundo guardia.
El robusto enano apareció de repente detrás de un árbol, saltando encima de un pequeño conejo que se había dado cuenta de su presencia demasiado tarde. El pequeño pícaro lo agarró con una mano e inmediatamente ensartó con una sonrisa una de sus dagas en el cuerpo del pobre animal. Sujetó el cadáver por sus largas orejas y lo ató a su cinturón de cuero donde lo acompañaban más conejos despistados en el mismo estado. El enano se atusó la larga y dura barba con cara de satisfacción y se giró hacia las personas de la caseta que lo estaban observando con ojos atónitos.
Los guardias que le habían llevado hasta allí se miraron de reojo y después se volvieron con una ambigua sonrisa al joven brujo, que seguía observando como el pequeño enano se acercaba con una expresión de alegría en el pequeño rostro que dejaban ver sus cabellos morenos por encima de la barba.
- Te presento a tu compañero – dijo el guardia más bajo. – Espero que os lo paséis bien.- La verde mirada que el enano soltó al soldado con el ceño fruncido fue suficiente amenaza para tapar la carcajada que empezaba a aparecer en la cara del guardia.
Los soldados partieron dejando a la extraña pareja en el umbral de la casa, mirando de reojo cada varios pasos. Sabatar seguía mirando al enano de pies a cabeza sin comprender la situación, y sólo una frase surgió de sus temblorosos labios.
- Tú no eres un brujo. Eres… un pícaro. – La afirmación provocó que el enano colocara sus manos en la cintura y levantara la oculta barbilla con una sincera sonrisa, enseñando al joven sus amarillos dientes. El joven brujo seguía confundido por la peculiar situación, y con una voz casi inaudible pudo completar la frase – Y eres un enano…
Zaglak, con las manos aún en jarras y con la sonrisa todavía en la cara, levantó unas de sus cejas y miró a su alrededor buscando una explicación a tan obvia afirmación.
- ¡Es un enano! – gritó desesperado Sabatar a los soldados que se alejaban por el camino a Stormwind mientras extendía los brazos hacia el pequeño pícaro.
El enano volvió a mirar a la cara del confuso y desesperado brujo, y después de un extraño quejido sólo una pensamiento pasó por su cabeza “Uhm…. Me caes bien.”
by Nouda
Última edición por el Miér 31 Oct 2007, 13:57, editado 2 veces
Re: Crónicas de alianzas
El encargo y el hechicero
-Estúpidos hechiceros, no podían vivir en lugares normales, brrrr…- Zaglak se encontraba encontraba en una habitación un tanto inquietante. Las paredes, atiborradas de pinturas extrañas sobre paises que desafiaban a la física y de criaturas que jamás imaginó disecadas a modo de trofeos, conferían al lugar la apariencia de la casa de un loco. No se explicaba cómo podía existir un sitio tan extraño en Ironforge, la capital Enana. Comenzó a manosear con curiosidad una calavera que hacía las veces de candelabro, cuando llegó un pequeño gnomo arapiento que parecía no haber descansado en semanas.
-Caballero enano, mi señor le espera en su estudio- Mientras le mostraba el camino con un brazo tembloroso señalando hacia las escaleras que conducían al piso de arriba.
Zaglak se encontraba ante una puerta llena de glifos y extrañas runas grabadas a cincel, con un gran símbolo en forma de estrella en el medio. Antes de que pudiera porferir ninguna maldición, la puerta se abrió. Comparada con esta habitación, la sala de abajo parecía el cuarto de juegos de un niño. La luz era una mezcla de colores, todos ellos provenientes de distintas probetas luminosas que no hacían más que emitir unos olores nauseabundos. -¿Cómo puede aguantar este lugar un ser coherente? En fin, que me den pronto el dinero y me marcho…-
-Bienvenido Zaglak, es un honor tenerte de vuelta- Quien habló estaba de pie ojeando unas estanterias atestadas de libros. El enano se sintió sorprendido por no haberle visto antes. –Genial, los humos estos contienen algún tipo de droga que atonta, mantente alerta Zaglak…- pensó.
-Ahórrate los cumplidos Bardek, vengo sólo a por el dinero.- Mientras soltaba el fardo que traía encima de la mesa.
-Claro, por supuesto, los negocios lo primero. Pero por favor, toma asiento y hablemos un poco de tu cacería. Quizás puedas decirme por qué Sabatar no ha llegado todavía.-
Esto último desconcertó un por completo al enano. Sabatar era joven e imprudente, pero no faltaba nunca a una cita. Ya indagaría luego sobre ese asunto.
Mientras el enano tomaba asiento no pudo evitar fijarse en un mapa que ocupaba el centro de la mesa. Era un papel roido por el uso, pero parecía describir la situación exacta de cada piedra de una fortaleza.
-Veo que te gustan los mapas, señor enano.
También quería verte por este asunto, el último encargo que voy a hacerte.
A Zaglak no le gustó mucho este comentario, los encargos de los magos siempre traían problemas, pero el trabajo es el trabajo. Con una palmada del mago, el hogar comenzó a crepitar y una luz mucho más clara iluminó la estancia.
-Brrrrr… Delante mía no hagas magia, hechicero…-
-Ummm, lo siento- Con una sonrisa nada alagueña en la cara. –Bueno, esta es la fortaleza del Colmillo Umbrío, bastión de mi antiguo compañero Arugal. Necesito una última cosa de allí, no me interesa nada más. Es un libro, un libro que Arugal siempre lleva encima, no me importa como lo consigas, no me importa que te quedes con cualquier tesoro que allí encuentres, sólo quiero ese libro a cualquier precio-
-¿Tesoros ha dicho este humano? Quizás pueda resultar interesante después de todo…-
-Arugal acaudilla allí a un pequeño contingente de no muertos, quizás no quieras ir solo, hazlo como quieras, pero traeme ese libro y te doblaré la paga.-
-Interesante pero peligroso, no sé por qué no me sorprende…-
-Hablando de mi paga, ¿dónde están mi 5 doblones de oro?-
-Oh, cierto, aquí tienes…-El mago se puso a rebuscar entre sus cajones, aunque algo le interrumpió.
PUM PUM PUM - ¡¡¡Abran la puerta, Guardia Real de Ironforge!!! ¡¡¡Abran la puerta en nombre del Rey o serán juzgados por obstrucción a la ley!!!-
-¡Mierda!- Porfirió el enano.
La cara del hechicero se puso aun más pálida si cabe, su nerviosismo iba en aumento cada vez, dejando muy claro que se hayaba ante algo que temía pero para lo que no había preparado ninguna solución.
-Lo siento humano, no pienso caer en el mismo error otra vez- La cara de Bardek cambió a un gesto de incomprensión y sorpresa. Acto seguido, y con un movimiento numerosas veces ensayado, el enano sacó una daga que en el mismo instante dercenaba la laringe del mago. Este cayó encima de la mesa agarrándose la garganta mientras emitía una palabras que sólo parecían gorgojeos. Los segundos corrían demasiado deprisa, y Zaglak sabía que cada uno de ellos era más valioso que el oro, no se podía dejar capturar en aquel lugar o tendría serios problemas.
PUM PUM PUM CRONCH!!! -¡¡¡Alto gnomo, no te muevas!!!- Los guardias ya estaban dentro de la casa, urgía buscar alguna solución. De un rápido vistazo encontró una bolsa que él presumía como su paga, la agarró y en el trayecto de sus ojos se encontró con el mapa de aquella fortaleza, ensangrentado ahora por culpa del mago moribundo. –Ummm, tesoros dijo… Esto también podrá serme útil…- Agarró el mapa y se dirigió hacia la ventana, asomándose con sigilo a ella –Por lo menos la calle está
despejada, ahora o nunca…- Y saltó a la oscura calle.
Mientras se alejaba entre cajas y desperdicios para no ser rastreado ni visto, oyó como el jaleo de los guardias se multiplicó cuando encontraron el cádaver del mago. –Menos mal que no todos los muertos hablan… Ummm vaya, debería apuntarme ese comentario… Bueno, a lo que toca, será mejor que desaparezca unos días de la ciudad, ese andrajoso gnomo podría describirme y meterme en algún embrollo, brrrr… -
Una vez se hubo alejado lo suficiente tomó camino hacia el hospedaje donde se suponía había quedado con el joven humano, se sentó en la entrada, y con un tablón y un carboncillo que encontró comenzó a escribir. –Maldita sea, cómo diantres se hacía esto?!?!?! Tendría que haber prestado más atención a aquel clérigo en vez de atiborrarme a cerveza de hongos, si es que no tienes solución Zaglak…-
Goben Zavatar, zoy Zaglak. No te pedo eplicarr porce perro he de marcarme. Tnemos cozaz ce hacer y nitamos alluda, ezto pede zuperar nostras avilidadez. Te bere en cozta zur con la luna nueba, no fartes.
X Zaglak
-Perfecto, si al final voy a servir hasta para escribano, jejeje- Buscó
en la oscuridad la ventana de la habitación del joven brujo. –Genial, está abierta, me ahorro la escalada…- Apuntó, y tiró la tablilla al interior. Con un paso hacia atrás, el enano volvió a sumerjirse en la sombra, y nadie más supo de el en la ciudad por una temporada.
-Estúpidos hechiceros, no podían vivir en lugares normales, brrrr…- Zaglak se encontraba encontraba en una habitación un tanto inquietante. Las paredes, atiborradas de pinturas extrañas sobre paises que desafiaban a la física y de criaturas que jamás imaginó disecadas a modo de trofeos, conferían al lugar la apariencia de la casa de un loco. No se explicaba cómo podía existir un sitio tan extraño en Ironforge, la capital Enana. Comenzó a manosear con curiosidad una calavera que hacía las veces de candelabro, cuando llegó un pequeño gnomo arapiento que parecía no haber descansado en semanas.
-Caballero enano, mi señor le espera en su estudio- Mientras le mostraba el camino con un brazo tembloroso señalando hacia las escaleras que conducían al piso de arriba.
Zaglak se encontraba ante una puerta llena de glifos y extrañas runas grabadas a cincel, con un gran símbolo en forma de estrella en el medio. Antes de que pudiera porferir ninguna maldición, la puerta se abrió. Comparada con esta habitación, la sala de abajo parecía el cuarto de juegos de un niño. La luz era una mezcla de colores, todos ellos provenientes de distintas probetas luminosas que no hacían más que emitir unos olores nauseabundos. -¿Cómo puede aguantar este lugar un ser coherente? En fin, que me den pronto el dinero y me marcho…-
-Bienvenido Zaglak, es un honor tenerte de vuelta- Quien habló estaba de pie ojeando unas estanterias atestadas de libros. El enano se sintió sorprendido por no haberle visto antes. –Genial, los humos estos contienen algún tipo de droga que atonta, mantente alerta Zaglak…- pensó.
-Ahórrate los cumplidos Bardek, vengo sólo a por el dinero.- Mientras soltaba el fardo que traía encima de la mesa.
-Claro, por supuesto, los negocios lo primero. Pero por favor, toma asiento y hablemos un poco de tu cacería. Quizás puedas decirme por qué Sabatar no ha llegado todavía.-
Esto último desconcertó un por completo al enano. Sabatar era joven e imprudente, pero no faltaba nunca a una cita. Ya indagaría luego sobre ese asunto.
Mientras el enano tomaba asiento no pudo evitar fijarse en un mapa que ocupaba el centro de la mesa. Era un papel roido por el uso, pero parecía describir la situación exacta de cada piedra de una fortaleza.
-Veo que te gustan los mapas, señor enano.
También quería verte por este asunto, el último encargo que voy a hacerte.
A Zaglak no le gustó mucho este comentario, los encargos de los magos siempre traían problemas, pero el trabajo es el trabajo. Con una palmada del mago, el hogar comenzó a crepitar y una luz mucho más clara iluminó la estancia.
-Brrrrr… Delante mía no hagas magia, hechicero…-
-Ummm, lo siento- Con una sonrisa nada alagueña en la cara. –Bueno, esta es la fortaleza del Colmillo Umbrío, bastión de mi antiguo compañero Arugal. Necesito una última cosa de allí, no me interesa nada más. Es un libro, un libro que Arugal siempre lleva encima, no me importa como lo consigas, no me importa que te quedes con cualquier tesoro que allí encuentres, sólo quiero ese libro a cualquier precio-
-¿Tesoros ha dicho este humano? Quizás pueda resultar interesante después de todo…-
-Arugal acaudilla allí a un pequeño contingente de no muertos, quizás no quieras ir solo, hazlo como quieras, pero traeme ese libro y te doblaré la paga.-
-Interesante pero peligroso, no sé por qué no me sorprende…-
-Hablando de mi paga, ¿dónde están mi 5 doblones de oro?-
-Oh, cierto, aquí tienes…-El mago se puso a rebuscar entre sus cajones, aunque algo le interrumpió.
PUM PUM PUM - ¡¡¡Abran la puerta, Guardia Real de Ironforge!!! ¡¡¡Abran la puerta en nombre del Rey o serán juzgados por obstrucción a la ley!!!-
-¡Mierda!- Porfirió el enano.
La cara del hechicero se puso aun más pálida si cabe, su nerviosismo iba en aumento cada vez, dejando muy claro que se hayaba ante algo que temía pero para lo que no había preparado ninguna solución.
-Lo siento humano, no pienso caer en el mismo error otra vez- La cara de Bardek cambió a un gesto de incomprensión y sorpresa. Acto seguido, y con un movimiento numerosas veces ensayado, el enano sacó una daga que en el mismo instante dercenaba la laringe del mago. Este cayó encima de la mesa agarrándose la garganta mientras emitía una palabras que sólo parecían gorgojeos. Los segundos corrían demasiado deprisa, y Zaglak sabía que cada uno de ellos era más valioso que el oro, no se podía dejar capturar en aquel lugar o tendría serios problemas.
PUM PUM PUM CRONCH!!! -¡¡¡Alto gnomo, no te muevas!!!- Los guardias ya estaban dentro de la casa, urgía buscar alguna solución. De un rápido vistazo encontró una bolsa que él presumía como su paga, la agarró y en el trayecto de sus ojos se encontró con el mapa de aquella fortaleza, ensangrentado ahora por culpa del mago moribundo. –Ummm, tesoros dijo… Esto también podrá serme útil…- Agarró el mapa y se dirigió hacia la ventana, asomándose con sigilo a ella –Por lo menos la calle está
despejada, ahora o nunca…- Y saltó a la oscura calle.
Mientras se alejaba entre cajas y desperdicios para no ser rastreado ni visto, oyó como el jaleo de los guardias se multiplicó cuando encontraron el cádaver del mago. –Menos mal que no todos los muertos hablan… Ummm vaya, debería apuntarme ese comentario… Bueno, a lo que toca, será mejor que desaparezca unos días de la ciudad, ese andrajoso gnomo podría describirme y meterme en algún embrollo, brrrr… -
Una vez se hubo alejado lo suficiente tomó camino hacia el hospedaje donde se suponía había quedado con el joven humano, se sentó en la entrada, y con un tablón y un carboncillo que encontró comenzó a escribir. –Maldita sea, cómo diantres se hacía esto?!?!?! Tendría que haber prestado más atención a aquel clérigo en vez de atiborrarme a cerveza de hongos, si es que no tienes solución Zaglak…-
Goben Zavatar, zoy Zaglak. No te pedo eplicarr porce perro he de marcarme. Tnemos cozaz ce hacer y nitamos alluda, ezto pede zuperar nostras avilidadez. Te bere en cozta zur con la luna nueba, no fartes.
X Zaglak
-Perfecto, si al final voy a servir hasta para escribano, jejeje- Buscó
en la oscuridad la ventana de la habitación del joven brujo. –Genial, está abierta, me ahorro la escalada…- Apuntó, y tiró la tablilla al interior. Con un paso hacia atrás, el enano volvió a sumerjirse en la sombra, y nadie más supo de el en la ciudad por una temporada.
by Tatanga
Re: Crónicas de alianzas
Zaglak y su encargo
Podría haber sido una noche bonita si no hubiera sido por aquella fría lluvia y el cenagal asqueroso en el que estaba metido. Con el agua por el cuello, Zaglak el enano se habría paso sigilosamente entre juncos y cadáveres medio descompuestos. El ambiente era agobiante, y la sensación de muerte y epidemia no ayudaba a mitigar esa sensación. Unos ruidos captaron su atención, provenían de la orilla más lejana de la charca y no sonaban a nada que se pudiera parir en este mundo. Con una sonrisa en la cara y la sensación de estar apunto de terminar el trabajo, Zaglak se deslizó hasta ese lugar. Allí estaba aquel demonio dándose un festín con los cuerpos flotantes, sus ojos relucían con un brillo verdoso que le delataban como causante de aquella plaga. No tuvo tiempo de saborear el tuetano del hueso que mantenía entre sus zarpas cuando el enano saltó sobre él espada en mano. La lucha no fue ni igualada ni justa, por fortuna o por desgracia esta no era ni la primera ni la última vez que Zaglak se veía impulsado a matar seres de esta calaña. Una vez que aquel engendro cayó al suelo sin vida, el enano rebuscó entre los pliegues de su ropa y sacó un cuchillo, y comenzó con una rutina tranquila a arrancarle la cabellera. Una vez terminó su tarea, la unió a una colección variopinta de patas de araña, pezuñas de algún tipo de animal y un saquito con una enorme mancha de sangre. –¡¡¡Malditos magos!!! El día que hagan un encargo normal, los orcos comenzarán a ganarse la vida como bailarinas de burdel. Acaso no hay baños en el aberno?! Cómo diantres puede oler tan mal una criatura!!Brrrrr…- El aire empezó a ser demasiado opresivo, y un sinlencio nada normal intranquilizaba al mercenario –Creo que llegó la hora de marcharse…-
Lejos de esa ciénaga, al lado de un arroyo de aguas claras y tranquilas, el enano se sentó y comenzó a lavarse un poco la negra sangre que le cubría a salpicones. Le soprendió ver su propio reflejo en las aguas. -¡Por las barbas de tu padre, Zaglak! ¿Cómo has podido llegar a esta situación? Sólo eras un ladronzuelo de poca monta que vivía féliz ajeno a los problemas del exterior. Pero no, tenías que emborracharte de aquella forma con Frair hasta buscar bronca con el primero que pasara. ¿Y nosotros que íbamos a saber que aquel orejudo era un cónsul elfo invitado por el propio rey? Es más, desde cuándo a los enanos nos importan las buenas relaciones con los elfos!!!! A todo esto, que habrá sido de Frair? Bah, seguramente esté muerto, nunca tuvo demasiadas luces. Tiene gracia la cosa, le metes una paliza a un elfo, y te mandan 10 años al frente, y encima a luchar para esos humanuchos de la Cuenca de Arathi, dónde estaban ellos cuando necesitamos ayuda contra los Hierro Negro??!!! Estúpida alianza de naciones, espero no tener que volver a luchar nunca para ellos, a no ser que paguen correctamente, y no con esta basura de pendiente honorífico por las ayudas prestadas… Bah!- Zaglak escupió al agua y se sentó recostandose contra el tocón de un árbol muerto mientras sacaba algo de tabaco para pipa. –Al menos encontré una forma con la que ganarme la vida, no muy tranquila, pero al menos es divertida. Esperemos que al joven Sabatar le vaya igual de bien su parte del encargo, con lo tranquilo que puede parecer y la de líos que encuentra, brrrrr… Y eso es lo extraño de la guerra, que acabas forjando amistades con quien menos lo esperas. En fin, será mejor que duerma algo antes de volver a la ciudad…-
Amaneció un día claro y fresco, Zaglak se atusó la barba, se estiró y comenzó a alternar la mirada entre el fardo del encargo, que cada día parecía más grande, y el largo camino que se le extendía por delante. –Brrrr… Definitivamente necesito una montura,esta vez será lo primero que compre con la paga, se acabaron las tabernas y los juegos de cartas por una temporada…-
Podría haber sido una noche bonita si no hubiera sido por aquella fría lluvia y el cenagal asqueroso en el que estaba metido. Con el agua por el cuello, Zaglak el enano se habría paso sigilosamente entre juncos y cadáveres medio descompuestos. El ambiente era agobiante, y la sensación de muerte y epidemia no ayudaba a mitigar esa sensación. Unos ruidos captaron su atención, provenían de la orilla más lejana de la charca y no sonaban a nada que se pudiera parir en este mundo. Con una sonrisa en la cara y la sensación de estar apunto de terminar el trabajo, Zaglak se deslizó hasta ese lugar. Allí estaba aquel demonio dándose un festín con los cuerpos flotantes, sus ojos relucían con un brillo verdoso que le delataban como causante de aquella plaga. No tuvo tiempo de saborear el tuetano del hueso que mantenía entre sus zarpas cuando el enano saltó sobre él espada en mano. La lucha no fue ni igualada ni justa, por fortuna o por desgracia esta no era ni la primera ni la última vez que Zaglak se veía impulsado a matar seres de esta calaña. Una vez que aquel engendro cayó al suelo sin vida, el enano rebuscó entre los pliegues de su ropa y sacó un cuchillo, y comenzó con una rutina tranquila a arrancarle la cabellera. Una vez terminó su tarea, la unió a una colección variopinta de patas de araña, pezuñas de algún tipo de animal y un saquito con una enorme mancha de sangre. –¡¡¡Malditos magos!!! El día que hagan un encargo normal, los orcos comenzarán a ganarse la vida como bailarinas de burdel. Acaso no hay baños en el aberno?! Cómo diantres puede oler tan mal una criatura!!Brrrrr…- El aire empezó a ser demasiado opresivo, y un sinlencio nada normal intranquilizaba al mercenario –Creo que llegó la hora de marcharse…-
Lejos de esa ciénaga, al lado de un arroyo de aguas claras y tranquilas, el enano se sentó y comenzó a lavarse un poco la negra sangre que le cubría a salpicones. Le soprendió ver su propio reflejo en las aguas. -¡Por las barbas de tu padre, Zaglak! ¿Cómo has podido llegar a esta situación? Sólo eras un ladronzuelo de poca monta que vivía féliz ajeno a los problemas del exterior. Pero no, tenías que emborracharte de aquella forma con Frair hasta buscar bronca con el primero que pasara. ¿Y nosotros que íbamos a saber que aquel orejudo era un cónsul elfo invitado por el propio rey? Es más, desde cuándo a los enanos nos importan las buenas relaciones con los elfos!!!! A todo esto, que habrá sido de Frair? Bah, seguramente esté muerto, nunca tuvo demasiadas luces. Tiene gracia la cosa, le metes una paliza a un elfo, y te mandan 10 años al frente, y encima a luchar para esos humanuchos de la Cuenca de Arathi, dónde estaban ellos cuando necesitamos ayuda contra los Hierro Negro??!!! Estúpida alianza de naciones, espero no tener que volver a luchar nunca para ellos, a no ser que paguen correctamente, y no con esta basura de pendiente honorífico por las ayudas prestadas… Bah!- Zaglak escupió al agua y se sentó recostandose contra el tocón de un árbol muerto mientras sacaba algo de tabaco para pipa. –Al menos encontré una forma con la que ganarme la vida, no muy tranquila, pero al menos es divertida. Esperemos que al joven Sabatar le vaya igual de bien su parte del encargo, con lo tranquilo que puede parecer y la de líos que encuentra, brrrrr… Y eso es lo extraño de la guerra, que acabas forjando amistades con quien menos lo esperas. En fin, será mejor que duerma algo antes de volver a la ciudad…-
Amaneció un día claro y fresco, Zaglak se atusó la barba, se estiró y comenzó a alternar la mirada entre el fardo del encargo, que cada día parecía más grande, y el largo camino que se le extendía por delante. –Brrrr… Definitivamente necesito una montura,esta vez será lo primero que compre con la paga, se acabaron las tabernas y los juegos de cartas por una temporada…-
by Tatanga
Re: Crónicas de alianzas
Penultimo.- Peligro Inminente
Toda la sala de estar del local estaba llena de los aventureros más variados, y el ambiente caliente y acogedor y la excelente cerveza que habían conseguido del Valle de Tuercespina habían provocado que esa fría noche esta sala de Forjaz estuviera a rebosar. La Mula Coja se llamaba, y era el lugar de reunión habitual de la hermandad.
El ruido del local y las voces de los presentes hacían que las conversaciones fueran dificultosas, pero la mesa de madera del rincón estaba siempre reservada y nadie molestaba a los cuatro aventureros que ahora disfrutaban de una noche alegre.
-Es una pena que tu primo Zaglak se retirara. A veces le he echo de menos…- comentó el brujo mientras miraba en dirección al fuego que ardía en la posada cerca de su mesa. Sus dedos seguían jugueteando con una jarra medio vacía de cerveza con grabados enanos.
-¡Bah! A ese gandul nunca le gustó la acción. Desde pequeño le gustaba más dormir y robar que trabajar como un verdadero enano. – contestó Frair haciendo un gesto con la mano quitando importancia al asunto.- Pero os instruyó bien humanos… a los dos.- concluyó el enano tras una pausa y fijó la vista en los ojos del brujo y el paladín mientras se acariciaba su pelirroja barba.
El enano repasó de nuevo el aspecto del brujo que tenía delante. Se había convertido en un reconocido brujo dentro de su hermandad, incluso se había hecho con un renombre entre la población de Forjaz y Ventormenta, las dos ciudades más importantes del reino. Sus poderes y control sobre criaturas habían crecido sorprendentemente desde que era un joven aprendiz de brujo en las afueras de Ventormenta, donde su primo se “ofreció” a hacer de tutor suyo. Al fin y al cabo, Zaglak no lo había hecho tan mal, a pesar de su dudosa profesión de pícaro.
-Brrrr….¿Es que en este maldito lugar nadie atiende?- El guerrero enano se levantó de un brinco para ir a pedir más cerveza. El segundo humano de la mesa, aprovechó la situación para recoger rápidamente sus bolsas y tras un guiño de ojo a Sabatar, Sanx se escabulló de la estancia.
El brujo no pudo reprimir una sonrisa mientras recordaba las obligaciones de marido que tenía el paladín. Las mujeres podían llegar a ser peligrosas a veces. Ese pensamiento hizo que el brujo centrara la vista en el cuarto acompañante de la mesa.
Ahriel era una poderosa bruja, y tenia completamente abrumado al humano. La humana había llegado junto a Frair de un retiro voluntario de ambos, y aunque Frair resultaba familiar y agradable dado su parentesco con el compañero y tutor de Sabatar, la extraña bruja conseguía desconcertar y confundir todos los pensamientos del brujo. Cuando volvió Frair con cuatro pintas de cervezas Sabatar aún miraba fijamente a Ahriel sin que ella se diera cuenta.
-¿Y Sanx?- preguntó mientras dejaba pesadamente las grandes jarras.
-Se ha tenido que ir - incluso la suave y melódica voz de la bruja era desconcertante cuando se veía en sus ojos un fulgor y destello propio de las almas más corrompidas.- Cuestiones urgentes supongo.- concluyó mientras cogía con brazo firme la jarra que le correspondía.
La mirada fruncida de Frair se cruzó con la de Sabatar, y comprendió enseguida la situación.
-¡Ese maldito paladín!, ¡mira que desaprovechar la mejor cerveza del año!- Soltó Frair con una amplia sonrisa mientras cogía con sus cortos brazos dos jarras y las arrimaba a su lado de la mesa. Mientras empezaba a engullir rápidamente la primera pinta miró al joven brujo que seguía con la mirada perdida en el fuego de la sala de estar. Había estado así durante las últimas 3 semanas, y su cara era una mezcla de preocupación y desilusión.
- ¡Chico! Si no te vas a beber eso me la tendré que beber yo también. ¡No hay ningún problema! - Frair dejó lentamente la jarra de cerveza mientras se dirigía al humano.
- No, tranquilo- Sabatar levantó su jarra y comenzó a beber. - Es sólo que…- dejó sin concluir cuando volvió a dejar la cerveza en la mesa.
- ¡Que!- se impacientó el guerrero dando un pequeño golpe con la jarra en la mesa. Las largas barbas del enano se mancharon de cerveza mientras bajaba la voz y se acercaba al humano.– Vamos muchacho, desde que volviste del frente en las guerras del Valle de Alterac no eres el mismo. Ya no veo ese brillo en los ojos que tenías cuando Zaglak me presentó a su pupilo.
- No, es que noto algo extraño, es en mi interior. Tengo desde hace tiempo esa sensación extraña, de…- El rostro de Sabatar expresaba perfectamente la dificultad de explicarles a sus compañeros la sensación de preocupación que sentía. Ahriel miró a su compañero con curiosidad y se aproximó a la conversación de sus socios.- … que algo está cambiando, algo extraño, y peligroso. Lo noto. – concluyó el brujo volviendo a hundir su mirada en la cerveza que tenía delante.
Frair se recostó en su respaldo y soltó un suspiro tras una pausa. Cada vez estaba más convencido de que los horrores que Sabatar había visto en el frente habían vuelto loco al joven. Muchos soldados acababan en el sanatorio de Ventormenta tras experimentar el caos del frente de batalla. Estaba a punto de iniciar una conversación sobre ese tema cuando miró
a Ahriel. Se había quedado mirando la mesa con la misma cara de preocupación que tenía Sabatar. ¿Que les pasaba a estos humanos? ¿Es que no sabían beber?.
-Vamos chicos, la guerra no es para tanto. Es divertido matar pieles verdes y arrancarles sus amarillos dientes, y… – las animosas palabras del enano se quedaron en el aire cuando Ahriel le interrumpió con un gesto de la mano.
- No. El brujito tiene razón.- dijo con voz sombría mientras volvía a mirar a su socio humano, que levantó inmediatamente la mirada para encontrarse con los inquietantes ojos de la bruja. – Yo también lo he notado.
-¿El que?- preguntó Frair con mirada incrédula paseando la mirada entre los dos humanos. Cada vez comprendía menos a esta raza de estirados.
-Algo demoníaco se acerca. Algo peligroso y poderoso. ¿Tú no lo notas?- preguntó Ahriel con voz resuelta al pelirrojo enano.
-Hombre, a veces noto un cosquilleo en el estómago, pero se suele pasar después de unas buenas costillas de kodo.- contestó Frair con una sonrisa mientras se acariciaba su redonda barriga. Pero su rostro se puso serio de nuevo al ver que sus compañeros hablaban en serio.
Estos humanos estaban locos, pero había aprendido a confiar en los dos brujos, y si decían que sentían algo extraño a su alrededor es que había problemas. – ¿Algo como que? – acabó preguntando.
-No se, pero se hace más fuerte cada día- respondió Sabatar.-…y más fuerte- repitió con un hilo de voz.
En ese mismo instante un alto elfo entró en la sala de la hermandad. Sus ropas le identificaban al instante, y miradas de reconocimiento saludaron al druida, que entró con paso rápido hasta la mesa del fondo de la sala, donde los tres compañeros le esperaban.
-¡Hola Mansony!.- le saludó Frair. - Únete a nosotros, tenemos una cerveza para…
-… no hay tiempo para eso- le interrumpió el elfo con voz entrecortada y una expresión de horror en el rostro mientras se agachaba para hacerse oír entre el griterío de la multitud. La suave voz del elfo no quitó inquietud a la situación.- Hay una reunión urgente en la sala del rey. Todas las familias y clanes se están preparando.- Mansony hizo una pausa para dar importancia a sus últimas palabras- Se ha abierto El Portal.
Los ojos de los dos brujos se cruzaron con una mirada de perspicacia al entender perfectamente el problema y las extrañas sensaciones que venían teniendo desde hace semanas. Sin embargo el enano tragó saliva lentamente mientras miraba por encima del hombro del elfo. Aquello de lo que hablaban sus padres y los padres de sus padres estaba a punto de suceder, y las leyendas acerca de la apertura de El Portal eran ahora una realidad que le iba a toca vivir a él. Un escalofrío recorrió su espalda mientras la sangre de batalla se despertaba en sus venas y una sonrisa volvía a dibujarse en su rostro. Al fin y al cabo, un enano nacía para y por la batalla. Y llevaba mucho tiempo sentado y bebiendo cerveza.
-Muchachos, coged lo indispensable-dijo Frair dirigiéndose a los brujos y levantándose pesadamente de la silla caliente. Los humanos miraron confundidos al enano, sin saber exactamente que se proponía su compañero. Frair apoyó su mano izquierda en el hacha de cinto que llevaba- Nos vamos a las Tierras Devastadas.
-Pero…- replicó Ahriel con voz temblorosa. Incluso la poderosa bruja expresaba a veces unas sensaciones de miedo que
confundían aún más a Frair y Sabatar.- ¡la reunión es en la sala del rey!
Sabatar miró fijamente a Frair a los ojos y observó un brillo fulgurante en su mirada. Ese brillo que sólo tiene el cazador antes de saltar sobre su presa. El brujo adivinó casi al instante el plan de su compañero. Una nueva y amplia sonrisa se dibujó en su barbilampiña cara.
-Sí, la reunión es en la sala del rey.- confirmó el humano - Pero El Portal está en Las Tierras Devastadas.- Sabatar se levantó de su silla sin dejar de mirar al enano y empezó a recoger sus cosas.
Seguiría a su fiel compañero hasta la muerte, como ya le pasaría en más de una ocasión.
Ahriel volvió a suspirar y tras una pausa recogió también sus cosas mientras balanceaba su blanca melena.
-Dejemos las decisiones a los reyes y consejeros.- Aclaró el enano mientras sus altos compañeros recogían sus cosas.- Acabaremos allí antes o después, pero si acabamos después ya no quedarán cabezas para nosotros.- el enano soltó una profunda carcajada mientras se acariciaba las manos.
El rostro de Mansony demostró una incrédula expresión al ver que sus tres socios salían del local y se dirigían a la zona de los grifos, donde estas extraordinarias bestias les llevarían hasta el país de El Portal.
-Estos tres están locos. – se dijo el druida a si mismo mientras se dirigía al resto de mesas a comunicar la noticia.
Toda la sala de estar del local estaba llena de los aventureros más variados, y el ambiente caliente y acogedor y la excelente cerveza que habían conseguido del Valle de Tuercespina habían provocado que esa fría noche esta sala de Forjaz estuviera a rebosar. La Mula Coja se llamaba, y era el lugar de reunión habitual de la hermandad.
El ruido del local y las voces de los presentes hacían que las conversaciones fueran dificultosas, pero la mesa de madera del rincón estaba siempre reservada y nadie molestaba a los cuatro aventureros que ahora disfrutaban de una noche alegre.
-Es una pena que tu primo Zaglak se retirara. A veces le he echo de menos…- comentó el brujo mientras miraba en dirección al fuego que ardía en la posada cerca de su mesa. Sus dedos seguían jugueteando con una jarra medio vacía de cerveza con grabados enanos.
-¡Bah! A ese gandul nunca le gustó la acción. Desde pequeño le gustaba más dormir y robar que trabajar como un verdadero enano. – contestó Frair haciendo un gesto con la mano quitando importancia al asunto.- Pero os instruyó bien humanos… a los dos.- concluyó el enano tras una pausa y fijó la vista en los ojos del brujo y el paladín mientras se acariciaba su pelirroja barba.
El enano repasó de nuevo el aspecto del brujo que tenía delante. Se había convertido en un reconocido brujo dentro de su hermandad, incluso se había hecho con un renombre entre la población de Forjaz y Ventormenta, las dos ciudades más importantes del reino. Sus poderes y control sobre criaturas habían crecido sorprendentemente desde que era un joven aprendiz de brujo en las afueras de Ventormenta, donde su primo se “ofreció” a hacer de tutor suyo. Al fin y al cabo, Zaglak no lo había hecho tan mal, a pesar de su dudosa profesión de pícaro.
-Brrrr….¿Es que en este maldito lugar nadie atiende?- El guerrero enano se levantó de un brinco para ir a pedir más cerveza. El segundo humano de la mesa, aprovechó la situación para recoger rápidamente sus bolsas y tras un guiño de ojo a Sabatar, Sanx se escabulló de la estancia.
El brujo no pudo reprimir una sonrisa mientras recordaba las obligaciones de marido que tenía el paladín. Las mujeres podían llegar a ser peligrosas a veces. Ese pensamiento hizo que el brujo centrara la vista en el cuarto acompañante de la mesa.
Ahriel era una poderosa bruja, y tenia completamente abrumado al humano. La humana había llegado junto a Frair de un retiro voluntario de ambos, y aunque Frair resultaba familiar y agradable dado su parentesco con el compañero y tutor de Sabatar, la extraña bruja conseguía desconcertar y confundir todos los pensamientos del brujo. Cuando volvió Frair con cuatro pintas de cervezas Sabatar aún miraba fijamente a Ahriel sin que ella se diera cuenta.
-¿Y Sanx?- preguntó mientras dejaba pesadamente las grandes jarras.
-Se ha tenido que ir - incluso la suave y melódica voz de la bruja era desconcertante cuando se veía en sus ojos un fulgor y destello propio de las almas más corrompidas.- Cuestiones urgentes supongo.- concluyó mientras cogía con brazo firme la jarra que le correspondía.
La mirada fruncida de Frair se cruzó con la de Sabatar, y comprendió enseguida la situación.
-¡Ese maldito paladín!, ¡mira que desaprovechar la mejor cerveza del año!- Soltó Frair con una amplia sonrisa mientras cogía con sus cortos brazos dos jarras y las arrimaba a su lado de la mesa. Mientras empezaba a engullir rápidamente la primera pinta miró al joven brujo que seguía con la mirada perdida en el fuego de la sala de estar. Había estado así durante las últimas 3 semanas, y su cara era una mezcla de preocupación y desilusión.
- ¡Chico! Si no te vas a beber eso me la tendré que beber yo también. ¡No hay ningún problema! - Frair dejó lentamente la jarra de cerveza mientras se dirigía al humano.
- No, tranquilo- Sabatar levantó su jarra y comenzó a beber. - Es sólo que…- dejó sin concluir cuando volvió a dejar la cerveza en la mesa.
- ¡Que!- se impacientó el guerrero dando un pequeño golpe con la jarra en la mesa. Las largas barbas del enano se mancharon de cerveza mientras bajaba la voz y se acercaba al humano.– Vamos muchacho, desde que volviste del frente en las guerras del Valle de Alterac no eres el mismo. Ya no veo ese brillo en los ojos que tenías cuando Zaglak me presentó a su pupilo.
- No, es que noto algo extraño, es en mi interior. Tengo desde hace tiempo esa sensación extraña, de…- El rostro de Sabatar expresaba perfectamente la dificultad de explicarles a sus compañeros la sensación de preocupación que sentía. Ahriel miró a su compañero con curiosidad y se aproximó a la conversación de sus socios.- … que algo está cambiando, algo extraño, y peligroso. Lo noto. – concluyó el brujo volviendo a hundir su mirada en la cerveza que tenía delante.
Frair se recostó en su respaldo y soltó un suspiro tras una pausa. Cada vez estaba más convencido de que los horrores que Sabatar había visto en el frente habían vuelto loco al joven. Muchos soldados acababan en el sanatorio de Ventormenta tras experimentar el caos del frente de batalla. Estaba a punto de iniciar una conversación sobre ese tema cuando miró
a Ahriel. Se había quedado mirando la mesa con la misma cara de preocupación que tenía Sabatar. ¿Que les pasaba a estos humanos? ¿Es que no sabían beber?.
-Vamos chicos, la guerra no es para tanto. Es divertido matar pieles verdes y arrancarles sus amarillos dientes, y… – las animosas palabras del enano se quedaron en el aire cuando Ahriel le interrumpió con un gesto de la mano.
- No. El brujito tiene razón.- dijo con voz sombría mientras volvía a mirar a su socio humano, que levantó inmediatamente la mirada para encontrarse con los inquietantes ojos de la bruja. – Yo también lo he notado.
-¿El que?- preguntó Frair con mirada incrédula paseando la mirada entre los dos humanos. Cada vez comprendía menos a esta raza de estirados.
-Algo demoníaco se acerca. Algo peligroso y poderoso. ¿Tú no lo notas?- preguntó Ahriel con voz resuelta al pelirrojo enano.
-Hombre, a veces noto un cosquilleo en el estómago, pero se suele pasar después de unas buenas costillas de kodo.- contestó Frair con una sonrisa mientras se acariciaba su redonda barriga. Pero su rostro se puso serio de nuevo al ver que sus compañeros hablaban en serio.
Estos humanos estaban locos, pero había aprendido a confiar en los dos brujos, y si decían que sentían algo extraño a su alrededor es que había problemas. – ¿Algo como que? – acabó preguntando.
-No se, pero se hace más fuerte cada día- respondió Sabatar.-…y más fuerte- repitió con un hilo de voz.
En ese mismo instante un alto elfo entró en la sala de la hermandad. Sus ropas le identificaban al instante, y miradas de reconocimiento saludaron al druida, que entró con paso rápido hasta la mesa del fondo de la sala, donde los tres compañeros le esperaban.
-¡Hola Mansony!.- le saludó Frair. - Únete a nosotros, tenemos una cerveza para…
-… no hay tiempo para eso- le interrumpió el elfo con voz entrecortada y una expresión de horror en el rostro mientras se agachaba para hacerse oír entre el griterío de la multitud. La suave voz del elfo no quitó inquietud a la situación.- Hay una reunión urgente en la sala del rey. Todas las familias y clanes se están preparando.- Mansony hizo una pausa para dar importancia a sus últimas palabras- Se ha abierto El Portal.
Los ojos de los dos brujos se cruzaron con una mirada de perspicacia al entender perfectamente el problema y las extrañas sensaciones que venían teniendo desde hace semanas. Sin embargo el enano tragó saliva lentamente mientras miraba por encima del hombro del elfo. Aquello de lo que hablaban sus padres y los padres de sus padres estaba a punto de suceder, y las leyendas acerca de la apertura de El Portal eran ahora una realidad que le iba a toca vivir a él. Un escalofrío recorrió su espalda mientras la sangre de batalla se despertaba en sus venas y una sonrisa volvía a dibujarse en su rostro. Al fin y al cabo, un enano nacía para y por la batalla. Y llevaba mucho tiempo sentado y bebiendo cerveza.
-Muchachos, coged lo indispensable-dijo Frair dirigiéndose a los brujos y levantándose pesadamente de la silla caliente. Los humanos miraron confundidos al enano, sin saber exactamente que se proponía su compañero. Frair apoyó su mano izquierda en el hacha de cinto que llevaba- Nos vamos a las Tierras Devastadas.
-Pero…- replicó Ahriel con voz temblorosa. Incluso la poderosa bruja expresaba a veces unas sensaciones de miedo que
confundían aún más a Frair y Sabatar.- ¡la reunión es en la sala del rey!
Sabatar miró fijamente a Frair a los ojos y observó un brillo fulgurante en su mirada. Ese brillo que sólo tiene el cazador antes de saltar sobre su presa. El brujo adivinó casi al instante el plan de su compañero. Una nueva y amplia sonrisa se dibujó en su barbilampiña cara.
-Sí, la reunión es en la sala del rey.- confirmó el humano - Pero El Portal está en Las Tierras Devastadas.- Sabatar se levantó de su silla sin dejar de mirar al enano y empezó a recoger sus cosas.
Seguiría a su fiel compañero hasta la muerte, como ya le pasaría en más de una ocasión.
Ahriel volvió a suspirar y tras una pausa recogió también sus cosas mientras balanceaba su blanca melena.
-Dejemos las decisiones a los reyes y consejeros.- Aclaró el enano mientras sus altos compañeros recogían sus cosas.- Acabaremos allí antes o después, pero si acabamos después ya no quedarán cabezas para nosotros.- el enano soltó una profunda carcajada mientras se acariciaba las manos.
El rostro de Mansony demostró una incrédula expresión al ver que sus tres socios salían del local y se dirigían a la zona de los grifos, donde estas extraordinarias bestias les llevarían hasta el país de El Portal.
-Estos tres están locos. – se dijo el druida a si mismo mientras se dirigía al resto de mesas a comunicar la noticia.
by Nouda
Última edición por el Miér 31 Oct 2007, 14:03, editado 1 vez
Re: Crónicas de alianzas
Último.- El Portal
No era la primera vez que los tres compañeros estaban delante del portal, habían visitado la región muchas veces antes. Pero esta vez era diferente.
Un brillo de un extraño color verde se arremolinaba en El Portal que otras veces estaba tranquilo, y una inexplicable sensación de peligro recorría el ambiente con un asfixiante vapor caliente. Las demoníacas criaturas que solían estar alrededor del portal esta vez no daban señales de vida.
Frair estaba parado a la cabeza del trío montado en su enorme cabra negra sobre una duna, mirando fijamente El Portal. La reluciente armadura del enano contrastaba con el rojizo cielo y las yermas tierras que les rodeaban. Detrás le acompañaban sus inseparables socios, cada uno montado en sus infernales corceles demoníacos que demostraban sin dudas sus habilidades de brujos. Los tres estaban con los sentidos alerta, a pesar de que en todo el recorrido no se habían cruzado con ninguna criatura.
- ¿Y bien?- preguntó impaciente Sabatar.- ¿Queréis que esperemos aquí o avanzamos un poco más?.
- Aquí estará bien, desmontad. – Sugirió tajante Ahriel mientras se baja de su corcel invocado. – Si nos acercamos más quizá no podamos volver.
- ¡Bah! No será para tanto. – replicó Frair bajándose también de su montura. Al instante Sabatar murmuró unas palabras mientras se concentraba en el hechizo que haría desaparecer la cabra y los 2 corceles. Unos segundos después se encontraban los tres solos mientras unas pequeñas volutas de humo eran todo lo que quedaba de sus monturas. – A veces me das miedo jovencito- concluyó el enano echando una peligrosa mirada a su compañero humano. Este no pudo evitar una nueva sonrisa al comprobar los extraños temores de los enanos: podían lanzarse a la carga contra un ejército de ogros sin una sola duda en su rostro, pero ante un simple ejercicio de brujería se volvían tan recelosos como un elfo ante una letrina sucia.
- Es extraño que todo este tan tranquilo, ¿no?- preguntó Sabatar a Ahriel. La experiencia de la bruja sabía que el joven socio estaba en lo cierto. Era curioso que no hubiera ninguna actividad en la zona, a la excepción del extraño remolino del portal, que atraía la atención de los tres aventureros. Sólo un zumbido procedente del verdoso portal, y el aire caliente cargado de polvo y maldad cortaban la tranquila situación. – Deberíamos acercarnos a ver.
- Acerquémonos a ese portal y duraremos lo mismo que un chamán en una reunión de paladines aburridos.- el símil despreocupado de Ahriel no quitó tensión a la situación, aunque si sorprendió a sus compañeros, tan habituados a los silencios de la bruja.
- Ahriel, guapa, si no hemos venido para eso, ¿para qué si no? – Frair empezó a dirigirse hacia el portal.
Los dos humanos cruzaron una mirada de confianza y empezaron a murmurar sus hechizos de invocación.
Aunque los dos brujos competían siempre que podían con sus habilidades, habían llegado a compenetrarse muy bien. Demasiado en la opinión del enano, que observaba a veces al dúo de humanos con temor al ver las barbaridades que podían llegar a hacer con sus hechizos.
Unos círculos de color violeta empezaron a girar alrededor de ambos mientras llamaban a los demonios que les ayudarían en esta ocasión. Pasados unos momentos una enorme figura apareció al lado de Ahriel, un demonío guardian el doble de alto que ella con un hacha tan grande como Frair. Si no fuera porque le tenía totalmente bajo su control, el enano hubiera echado a correr en ese mismo instante. Al lado de Sabatar apareció su pequeño diablillo que le obedecería en todos sus mandatos. A Frair le encantaba ver como el joven brujo perdía a veces el control de su pequeña criatura y pasaba duras penas hasta volver a controlarlo tras recibir insultos y descargas de fuego del diablillo. Pero hacía ya mucho tiempo de eso, Sabatar había crecido en poder desde entonces.
En el fondo disfrutaba de las aventuras con los dos humanos, y algo más que simple compañerismo había surgido entre los tres socios.
Así, Frair en la cabeza y seguido de los dos brujos y sus respectivos demonios invocados se dirigieron hacia el enorme portal, que estaba a apenas a unas decenas de metros. A ambos lados del enorme portal se erguían dos estatuas guardianas que vigilaban con su imaginaria mirada a las cinco figuras que se acercaban.
Los tres compañeros no pudieron evitar una exclamación de asombro al mirar tan cerca el portal. Dentro del remolino del portal se podía adivinar una imagen de un paisaje parecido al del país en que se encontraban, pero ligeramente diferente, con un cielo de una forma extraña. Los tres compañeros siguieron avanzando hacia el portal, absortos por el zumbido que emitía.
Se acercaron hasta estar a varios metros de El Portal. En ese mismo instante Frair se quedó quieto sin avanzar más, y los dos brujos se pararon también al llegar a su altura. El Portal emitía un poder extraño, que se calaba en los huesos y transmitía una sensación interna de vacío. Los compañeros sentían una ligera fuerza que les arrastraba hasta el portal, mientras otra les tiraba hacia el camino por el que habían venido.
- Sabatar, ¿recuerdas las historias que te conté acerca de El Portal y lo que pasó en estas tierras? – preguntó el enano al brujo sin apartar la mirada del portal.
- Sí, lo recuerdo perfectamente – contestó el humano – Y si son ciertas creo que no ha sido muy buena idea venir hasta aquí solos. – Sabatar empuñó inconscientemente el bastón mágico que llevaba en la espalda y se preparó, mientras Ahriel hacía lo mismo sin pensar. El enano también tuvo la misma sensación de peligro, y agarró con fuerza el enorme martillo que tantos cráneos había aplastado.
Justo en ese instante El Portal empezó a emitir un zumbido más fuerte por momentos, y la sangre de los aventureros se heló en ese instante. Incluso los demonios de los brujos intentaron romper el vínculo de poder con sus dueños para salir corriendo de allí.
Los tres empezaron a andar hacia atrás sabiendo que algo se aproximaba por el otro lado de El Portal, y sus instintos les salvaron la vida. En el mismo instante en que volvían sobre sus pasos El Portal emitió un zumbido aún mayor, y el remolino verdoso empezó a girar vertiginosamente.
Una enorme zarpa tan grande como una mesa atravesó el portal y pisó en el mismo sitio donde habían estado los compañeros hasta hace unos segundos. Los tres apartaron de la mente la sensación paralizante que sentían y se prepararon para lo que pudiera salir de El Portal.
Un enorme cuerpo azulado con forma de gorila atravesó el remolino. Los enormes cuernos curvados de su cabeza apuntaban hacia el rojizo cielo y sus brazos, espalda y hombros estaba cubiertos de puntiagudos cuernos más pequeños. Los amarillos y malvados ojos de la criatura se quedaron clavados en las cinco figuras que tenía delante mientras el zumbido del portal se apagaba tras la entrada del recién llegado, y el remolino verdoso volvía a girar como antes.
Ni el enano ni los humanos habían visto jamás un enemigo semejante, y a pesar de su paralización inicial, los tres se pusieron alerta y expectantes ante la primera reacción de la criatura. Quizás no tendrían que pelear.
O quizás sí.
La enorme criatura se irguió sobre sus patas traseras y rugió ante las cinco figuras que tenía delante. Su sonido resultó tan aterrador a los demonios de los brujos como a los compañeros, era un grito demoníaco, de un ser de un plano completamente diferente. Lanzó un pesado puño hacia el terreno en el que se encontraba el insignificante grupo justo instantes después de que estos adivinaran sus intenciones y se apartaran.
-¡¡Maldito mono cornudo!!- gritó el enano mientras se levantaba del suelo tras rodar fuera del alcance del primer ataque de la criatura. – ¡Veamos si tu diabólica piel puede sentir esto!
El enano salió corriendo hacia una de las zarpas en las que se sostenía la criatura. Desplomó su pesado y enorme martillo de guerra contra una de ellas, y el gorila emitió un nuevo grito aterrador, pero esta vez cargado de un toque de dolor. De sus amarillos ojos saltaron chispas de odio dirigidas hacia el enano.
Mientras, la carga del guerrero había dado tiempo a los brujos para ordenar a sus propios demonios para que atacaran a la enorme criatura, orden que los dominados sirvientes no pudieron rechazar. Los dos humanos, sincronizados después de tantas aventuras, empezaron a lanzar la misma secuencia de hechizos y maldiciones sobre la criatura, mientras sus cuerpos se sumergían en una sensación de poder al canalizar la magia a través de sus manos. La concentración de energía salió despedida de sus manos en dirección a la criatura, donde impactaron con violencia mientras sus demonios invocados estaban ya atacando a la criatura con descargas de fuego y golpes de hacha.
Tras recibir las descargas de magia, la criatura se volvió hacia los dos humanos con la intención de aplastarlos con sus manos, y dirigiéndose a ellos volvió a soltar un tercer grito aterrador. Se encaminó hacia ellos rápido mientras la vida se escapaba poco a poco de su cuerpo.
- ¡Ah no!, eso sí que no, a ellos ni les toques!– gritó el enano que ya había recuperado la posición tras la carga inicial - ¡No serán ellos quien se lleven la gloria de aplastarte!
La amenaza no tuvo ningún efecto sobre la enorme criatura que se encaminaba ya hacia las solitarias siluetas que seguían conjurando el siguiente hechizo. El enano se enfureció ante la indiferencia de la criatura.
- ¡Nadie ignora a un enano!- volvió a amenazar el pelirrojo guerrero mientras perseguía a la criatura para alcanzarla.
Justo cuando el enorme gorila estaba a punto de alcanzar a los brujos, Frair se afianzó sobre sus cortas piernas y descargó violentamente el pesado martillo en las rodillas del monstruo, que perdió el equilibrio y cayó de bruces sobre el suelo.
Los brujos terminaron de ejecutar su segundo hechizo y sendas explosiones de fuego emergieron de la propia criatura quemándolo desde su interior. Aprovecharon la pausa para coger cada uno posiciones mejores a la distancia suficiente de la criatura. Sabatar se movió hacia una pequeña duna que le daría mejor visión de la batalla, y empezó a conjurar el siguiente hechizo cuando estuvo preparado, mientras Ahriel se colocó en el flanco opuesto al humano.
-¡Cuanto más grandes, más pesado caen!- rió Frair al saberse victorioso, pero no contó con la criatura volvería a levantarse con dificultad.
Apoyándose en la pierna intacta, la criatura golpeo con su mano, envuelta en un brillo extraño, al fiero enano, y lo lanzó por los aires a varios metros de distancia. El golpe lo pilló despistado y le dejó desorientado durante unos segundos, momento en el que se dio cuenta de que su pesada armadura le estaba quemando la piel. Al comprender el efecto del zarpazo mágico sobre su cuerpo se apresuró a quitarse la armadura mientras pequeñas nubes de humo aparecían de su pecho. Cuando consiguió tirar a un lado la pesada coraza vio las quemaduras que le habían aparecido en tan solo unos instantes.
Pero el enano estaba demasiado enfadado para preocuparse de las ampollas, de una armadura o del golpe que le habían dado. Recogió resuelto el pesado martillo y se dirigió hacia la criatura que ya había destruido a los demonios de los brujos y de nuevo volvía a dirigirse hacia sus amigos humanos, esta vez hacia Sabatar.
-¡Deprisa!-gritó el joven brujo a su compañera viendo venir a la enorme figura en dirección a él.
De nuevo los dos brujos terminaron un hechizo en el mismo instante, y unas enormes bolas de fuego emergieron de sus manos y salieron disparadas hacia el monstruo que se tambaleó por la violencia de los dos impactos. Con un último esfuerzo avanzó hacia el brujo y le soltó otro manotazo que le lanzo por los aires. Tras ese esfuerzo el enorme gorila cayó de bruces.
El desnudo enano se acercó a la cabeza del monstruo y le miró fijamente viendo como los últimos signos de vida se escapaban de su piel. Levantando el pesado martillo y tensando sus músculos al máximo descargó con todas sus fuerzas un violento golpe seco sobre el cráneo de la criatura. El golpe sonó sordo al principio, y membranoso después, acabando con la vida de la demoníaca criatura.
Satisfecho al ver los sesos desparramados por la arena, Frair sacó su martillo manchado y buscó con la mirada el sitio donde había caído su compañero. Corrió hacia aquella duna para ver como Ahriel ayudaba a sentarse a un desorientado Sabatar. Cruzó su mirada con Ahriel y se tranquilizó al ver la mirada de la bruja, sabiendo que el joven sobreviviría. Tenía el cuerpo muy magullado, pero no había sufrido más heridas.
-Jovencito, si sigues así acabarán matándote.- le regaño Frair con mirada severa, a pesar de que estaba contento de que su joven amigo estuviera bien.
-Si no hubiéramos hecho eso ahora tú estarías con los sesos desparramados, ¡enano ardiente!.-respondió Sabatar frunciendo el entrecejo. Conocía al enano tan bien que sabía donde encontrar su punto débil. El orgullo.
-Si bueno… - tartamudeo el enano mientras miraba a lo lejos a su humeante armadura, que poseía ya unos agujeros del tamaño de un puño- la verdad es que estaba cansado ya de esa coraza, me tendréis que ayudar a encontrar una nueva…
Ahriel y Sabatar rieron al ver al enano tan avergonzado por haber perdido su estupenda coraza.
Les interrumpió un nuevo zumbido que emergió del portal, y el remolino volvió a girar a una gran velocidad. Sabiendo lo que les venía encima los tres compañeros se incorporaron de nuevo y se prepararon con la respiración entrecortada y una mirada de horror tras el esfuerzo que habían hecho para matar a ese enorme gorila. No podrían con otro más.
Pero no era otro más.
Tres nuevas zarpas aparecieron del portal, seguidas de sus correspondientes cuerpos, iguales que la criatura que ahora yacía a unos metros de ellos con la cabeza abierta.
Los tres compañeros cruzaron una mirada al tiempo que sentían temblar la tierra y oían un traqueteo de caballos acercándose por el camino que un rato antes ellos mismos habían recorrido.
Volvieron la cabeza para ver a lo lejos una polvareda precedida por una multitud que se acercaban a la carrera. La miope mirada del enano no pudo distinguir las figuras que se acercaban, pero los dos humanos no pudieron evitar que una risa saliera de sus bocas. Momentos después Frair también rió al reconocer las voces de un paladín y un elfo con una cornamenta de ciervo. Por fin habían tomado una decisión en la sala del rey.
-¡Esperad locos!-gritó Mansony -¡No empecéis sin nosotros!
FIN.-
No era la primera vez que los tres compañeros estaban delante del portal, habían visitado la región muchas veces antes. Pero esta vez era diferente.
Un brillo de un extraño color verde se arremolinaba en El Portal que otras veces estaba tranquilo, y una inexplicable sensación de peligro recorría el ambiente con un asfixiante vapor caliente. Las demoníacas criaturas que solían estar alrededor del portal esta vez no daban señales de vida.
Frair estaba parado a la cabeza del trío montado en su enorme cabra negra sobre una duna, mirando fijamente El Portal. La reluciente armadura del enano contrastaba con el rojizo cielo y las yermas tierras que les rodeaban. Detrás le acompañaban sus inseparables socios, cada uno montado en sus infernales corceles demoníacos que demostraban sin dudas sus habilidades de brujos. Los tres estaban con los sentidos alerta, a pesar de que en todo el recorrido no se habían cruzado con ninguna criatura.
- ¿Y bien?- preguntó impaciente Sabatar.- ¿Queréis que esperemos aquí o avanzamos un poco más?.
- Aquí estará bien, desmontad. – Sugirió tajante Ahriel mientras se baja de su corcel invocado. – Si nos acercamos más quizá no podamos volver.
- ¡Bah! No será para tanto. – replicó Frair bajándose también de su montura. Al instante Sabatar murmuró unas palabras mientras se concentraba en el hechizo que haría desaparecer la cabra y los 2 corceles. Unos segundos después se encontraban los tres solos mientras unas pequeñas volutas de humo eran todo lo que quedaba de sus monturas. – A veces me das miedo jovencito- concluyó el enano echando una peligrosa mirada a su compañero humano. Este no pudo evitar una nueva sonrisa al comprobar los extraños temores de los enanos: podían lanzarse a la carga contra un ejército de ogros sin una sola duda en su rostro, pero ante un simple ejercicio de brujería se volvían tan recelosos como un elfo ante una letrina sucia.
- Es extraño que todo este tan tranquilo, ¿no?- preguntó Sabatar a Ahriel. La experiencia de la bruja sabía que el joven socio estaba en lo cierto. Era curioso que no hubiera ninguna actividad en la zona, a la excepción del extraño remolino del portal, que atraía la atención de los tres aventureros. Sólo un zumbido procedente del verdoso portal, y el aire caliente cargado de polvo y maldad cortaban la tranquila situación. – Deberíamos acercarnos a ver.
- Acerquémonos a ese portal y duraremos lo mismo que un chamán en una reunión de paladines aburridos.- el símil despreocupado de Ahriel no quitó tensión a la situación, aunque si sorprendió a sus compañeros, tan habituados a los silencios de la bruja.
- Ahriel, guapa, si no hemos venido para eso, ¿para qué si no? – Frair empezó a dirigirse hacia el portal.
Los dos humanos cruzaron una mirada de confianza y empezaron a murmurar sus hechizos de invocación.
Aunque los dos brujos competían siempre que podían con sus habilidades, habían llegado a compenetrarse muy bien. Demasiado en la opinión del enano, que observaba a veces al dúo de humanos con temor al ver las barbaridades que podían llegar a hacer con sus hechizos.
Unos círculos de color violeta empezaron a girar alrededor de ambos mientras llamaban a los demonios que les ayudarían en esta ocasión. Pasados unos momentos una enorme figura apareció al lado de Ahriel, un demonío guardian el doble de alto que ella con un hacha tan grande como Frair. Si no fuera porque le tenía totalmente bajo su control, el enano hubiera echado a correr en ese mismo instante. Al lado de Sabatar apareció su pequeño diablillo que le obedecería en todos sus mandatos. A Frair le encantaba ver como el joven brujo perdía a veces el control de su pequeña criatura y pasaba duras penas hasta volver a controlarlo tras recibir insultos y descargas de fuego del diablillo. Pero hacía ya mucho tiempo de eso, Sabatar había crecido en poder desde entonces.
En el fondo disfrutaba de las aventuras con los dos humanos, y algo más que simple compañerismo había surgido entre los tres socios.
Así, Frair en la cabeza y seguido de los dos brujos y sus respectivos demonios invocados se dirigieron hacia el enorme portal, que estaba a apenas a unas decenas de metros. A ambos lados del enorme portal se erguían dos estatuas guardianas que vigilaban con su imaginaria mirada a las cinco figuras que se acercaban.
Los tres compañeros no pudieron evitar una exclamación de asombro al mirar tan cerca el portal. Dentro del remolino del portal se podía adivinar una imagen de un paisaje parecido al del país en que se encontraban, pero ligeramente diferente, con un cielo de una forma extraña. Los tres compañeros siguieron avanzando hacia el portal, absortos por el zumbido que emitía.
Se acercaron hasta estar a varios metros de El Portal. En ese mismo instante Frair se quedó quieto sin avanzar más, y los dos brujos se pararon también al llegar a su altura. El Portal emitía un poder extraño, que se calaba en los huesos y transmitía una sensación interna de vacío. Los compañeros sentían una ligera fuerza que les arrastraba hasta el portal, mientras otra les tiraba hacia el camino por el que habían venido.
- Sabatar, ¿recuerdas las historias que te conté acerca de El Portal y lo que pasó en estas tierras? – preguntó el enano al brujo sin apartar la mirada del portal.
- Sí, lo recuerdo perfectamente – contestó el humano – Y si son ciertas creo que no ha sido muy buena idea venir hasta aquí solos. – Sabatar empuñó inconscientemente el bastón mágico que llevaba en la espalda y se preparó, mientras Ahriel hacía lo mismo sin pensar. El enano también tuvo la misma sensación de peligro, y agarró con fuerza el enorme martillo que tantos cráneos había aplastado.
Justo en ese instante El Portal empezó a emitir un zumbido más fuerte por momentos, y la sangre de los aventureros se heló en ese instante. Incluso los demonios de los brujos intentaron romper el vínculo de poder con sus dueños para salir corriendo de allí.
Los tres empezaron a andar hacia atrás sabiendo que algo se aproximaba por el otro lado de El Portal, y sus instintos les salvaron la vida. En el mismo instante en que volvían sobre sus pasos El Portal emitió un zumbido aún mayor, y el remolino verdoso empezó a girar vertiginosamente.
Una enorme zarpa tan grande como una mesa atravesó el portal y pisó en el mismo sitio donde habían estado los compañeros hasta hace unos segundos. Los tres apartaron de la mente la sensación paralizante que sentían y se prepararon para lo que pudiera salir de El Portal.
Un enorme cuerpo azulado con forma de gorila atravesó el remolino. Los enormes cuernos curvados de su cabeza apuntaban hacia el rojizo cielo y sus brazos, espalda y hombros estaba cubiertos de puntiagudos cuernos más pequeños. Los amarillos y malvados ojos de la criatura se quedaron clavados en las cinco figuras que tenía delante mientras el zumbido del portal se apagaba tras la entrada del recién llegado, y el remolino verdoso volvía a girar como antes.
Ni el enano ni los humanos habían visto jamás un enemigo semejante, y a pesar de su paralización inicial, los tres se pusieron alerta y expectantes ante la primera reacción de la criatura. Quizás no tendrían que pelear.
O quizás sí.
La enorme criatura se irguió sobre sus patas traseras y rugió ante las cinco figuras que tenía delante. Su sonido resultó tan aterrador a los demonios de los brujos como a los compañeros, era un grito demoníaco, de un ser de un plano completamente diferente. Lanzó un pesado puño hacia el terreno en el que se encontraba el insignificante grupo justo instantes después de que estos adivinaran sus intenciones y se apartaran.
-¡¡Maldito mono cornudo!!- gritó el enano mientras se levantaba del suelo tras rodar fuera del alcance del primer ataque de la criatura. – ¡Veamos si tu diabólica piel puede sentir esto!
El enano salió corriendo hacia una de las zarpas en las que se sostenía la criatura. Desplomó su pesado y enorme martillo de guerra contra una de ellas, y el gorila emitió un nuevo grito aterrador, pero esta vez cargado de un toque de dolor. De sus amarillos ojos saltaron chispas de odio dirigidas hacia el enano.
Mientras, la carga del guerrero había dado tiempo a los brujos para ordenar a sus propios demonios para que atacaran a la enorme criatura, orden que los dominados sirvientes no pudieron rechazar. Los dos humanos, sincronizados después de tantas aventuras, empezaron a lanzar la misma secuencia de hechizos y maldiciones sobre la criatura, mientras sus cuerpos se sumergían en una sensación de poder al canalizar la magia a través de sus manos. La concentración de energía salió despedida de sus manos en dirección a la criatura, donde impactaron con violencia mientras sus demonios invocados estaban ya atacando a la criatura con descargas de fuego y golpes de hacha.
Tras recibir las descargas de magia, la criatura se volvió hacia los dos humanos con la intención de aplastarlos con sus manos, y dirigiéndose a ellos volvió a soltar un tercer grito aterrador. Se encaminó hacia ellos rápido mientras la vida se escapaba poco a poco de su cuerpo.
- ¡Ah no!, eso sí que no, a ellos ni les toques!– gritó el enano que ya había recuperado la posición tras la carga inicial - ¡No serán ellos quien se lleven la gloria de aplastarte!
La amenaza no tuvo ningún efecto sobre la enorme criatura que se encaminaba ya hacia las solitarias siluetas que seguían conjurando el siguiente hechizo. El enano se enfureció ante la indiferencia de la criatura.
- ¡Nadie ignora a un enano!- volvió a amenazar el pelirrojo guerrero mientras perseguía a la criatura para alcanzarla.
Justo cuando el enorme gorila estaba a punto de alcanzar a los brujos, Frair se afianzó sobre sus cortas piernas y descargó violentamente el pesado martillo en las rodillas del monstruo, que perdió el equilibrio y cayó de bruces sobre el suelo.
Los brujos terminaron de ejecutar su segundo hechizo y sendas explosiones de fuego emergieron de la propia criatura quemándolo desde su interior. Aprovecharon la pausa para coger cada uno posiciones mejores a la distancia suficiente de la criatura. Sabatar se movió hacia una pequeña duna que le daría mejor visión de la batalla, y empezó a conjurar el siguiente hechizo cuando estuvo preparado, mientras Ahriel se colocó en el flanco opuesto al humano.
-¡Cuanto más grandes, más pesado caen!- rió Frair al saberse victorioso, pero no contó con la criatura volvería a levantarse con dificultad.
Apoyándose en la pierna intacta, la criatura golpeo con su mano, envuelta en un brillo extraño, al fiero enano, y lo lanzó por los aires a varios metros de distancia. El golpe lo pilló despistado y le dejó desorientado durante unos segundos, momento en el que se dio cuenta de que su pesada armadura le estaba quemando la piel. Al comprender el efecto del zarpazo mágico sobre su cuerpo se apresuró a quitarse la armadura mientras pequeñas nubes de humo aparecían de su pecho. Cuando consiguió tirar a un lado la pesada coraza vio las quemaduras que le habían aparecido en tan solo unos instantes.
Pero el enano estaba demasiado enfadado para preocuparse de las ampollas, de una armadura o del golpe que le habían dado. Recogió resuelto el pesado martillo y se dirigió hacia la criatura que ya había destruido a los demonios de los brujos y de nuevo volvía a dirigirse hacia sus amigos humanos, esta vez hacia Sabatar.
-¡Deprisa!-gritó el joven brujo a su compañera viendo venir a la enorme figura en dirección a él.
De nuevo los dos brujos terminaron un hechizo en el mismo instante, y unas enormes bolas de fuego emergieron de sus manos y salieron disparadas hacia el monstruo que se tambaleó por la violencia de los dos impactos. Con un último esfuerzo avanzó hacia el brujo y le soltó otro manotazo que le lanzo por los aires. Tras ese esfuerzo el enorme gorila cayó de bruces.
El desnudo enano se acercó a la cabeza del monstruo y le miró fijamente viendo como los últimos signos de vida se escapaban de su piel. Levantando el pesado martillo y tensando sus músculos al máximo descargó con todas sus fuerzas un violento golpe seco sobre el cráneo de la criatura. El golpe sonó sordo al principio, y membranoso después, acabando con la vida de la demoníaca criatura.
Satisfecho al ver los sesos desparramados por la arena, Frair sacó su martillo manchado y buscó con la mirada el sitio donde había caído su compañero. Corrió hacia aquella duna para ver como Ahriel ayudaba a sentarse a un desorientado Sabatar. Cruzó su mirada con Ahriel y se tranquilizó al ver la mirada de la bruja, sabiendo que el joven sobreviviría. Tenía el cuerpo muy magullado, pero no había sufrido más heridas.
-Jovencito, si sigues así acabarán matándote.- le regaño Frair con mirada severa, a pesar de que estaba contento de que su joven amigo estuviera bien.
-Si no hubiéramos hecho eso ahora tú estarías con los sesos desparramados, ¡enano ardiente!.-respondió Sabatar frunciendo el entrecejo. Conocía al enano tan bien que sabía donde encontrar su punto débil. El orgullo.
-Si bueno… - tartamudeo el enano mientras miraba a lo lejos a su humeante armadura, que poseía ya unos agujeros del tamaño de un puño- la verdad es que estaba cansado ya de esa coraza, me tendréis que ayudar a encontrar una nueva…
Ahriel y Sabatar rieron al ver al enano tan avergonzado por haber perdido su estupenda coraza.
Les interrumpió un nuevo zumbido que emergió del portal, y el remolino volvió a girar a una gran velocidad. Sabiendo lo que les venía encima los tres compañeros se incorporaron de nuevo y se prepararon con la respiración entrecortada y una mirada de horror tras el esfuerzo que habían hecho para matar a ese enorme gorila. No podrían con otro más.
Pero no era otro más.
Tres nuevas zarpas aparecieron del portal, seguidas de sus correspondientes cuerpos, iguales que la criatura que ahora yacía a unos metros de ellos con la cabeza abierta.
Los tres compañeros cruzaron una mirada al tiempo que sentían temblar la tierra y oían un traqueteo de caballos acercándose por el camino que un rato antes ellos mismos habían recorrido.
Volvieron la cabeza para ver a lo lejos una polvareda precedida por una multitud que se acercaban a la carrera. La miope mirada del enano no pudo distinguir las figuras que se acercaban, pero los dos humanos no pudieron evitar que una risa saliera de sus bocas. Momentos después Frair también rió al reconocer las voces de un paladín y un elfo con una cornamenta de ciervo. Por fin habían tomado una decisión en la sala del rey.
-¡Esperad locos!-gritó Mansony -¡No empecéis sin nosotros!
FIN.-
by Nouda
Si has llegado hasta aquí... ole! y gracias por leerlo.
Si has llegado hasta aquí... ole! y gracias por leerlo.
Recios :: JUEGOS :: World of Warcraft :: [WoW] Rol
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.