El despertar
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El despertar
¿Dónde estoy? Parece un sarcófago, o una tumba. Estoy tumbado. No entiendo nada. ¿Qué hago aquí?, me pregunto, mientras con las manos voy retirando la tapa. Pesa, pero mis brazos parecen tener la suficiente fuerza como para desplazarla. Ya se ha movido unos cuantos centímetros, pero no entra ningún haz de luz por el resquicio. ¿Dónde estoy? ¿Qué hago aquí? Según voy desplazando la tapa, cae por su peso al suelo. El sonido al caer resuena por las cavidades del lugar en el que estoy.
¿Quién soy? No lo sé. A decir verdad, en este momento no me importa. No veo nada, está todo a oscuras. Extiendo los brazos, intentando palpar algo, pero no hay nada, sólo aire. Hago lo propio con las piernas, pero sólo hay suelo, y ese ataúd o sarcófago o lo que quiera que sea.
Apenas ha pasado un minuto, oigo pasos, y una débil luz empieza a asomar por lo que parece ser una esquina de un pasillo. Los pasos resuenan más fuertes, a la par que la luz se ilumina cada vez más esa esquina, aunque donde yo estoy sigue todo a oscuras. Espero sin moverme del sitio. Por fin una alguien acaba apareciendo tras la esquina, aunque no distingo sus rasgos. Lleva una antorcha. Se acerca a donde estoy, lentamente, casi arrastrando los pies. La sala donde me hayo se va iluminando. Comienzo a verme a mi mismo. Apenas llevo unos harapos de tela, hechos jirones. Miro mis manos. Mi piel tiene un tono muy oscuro. Está putrefacta. ¿Estoy enfermo? Miro hacia abajo, el tono de la piel de mis piernas (donde la hay, porque en algunos sitios sólo veo hueso) es el mismo. ¿Qué me ocurre? ¿Estoy enfermo? ¿Por qué no me duele? Finalmente, quien avanzaba hacia mi se pone enfrente mío. Su piel presenta un tono parecido a la mía, y también parece putrefacta. Me mira.
- Ya has despertado - dice.
Lo miro fijamente. No entiendo nada. ¿Quién es?, ¿qué es?, ¿quién soy? ¿qué soy?
Mientras pienso todo esto, 3 imágenes atraviesan fugazmente mi mente. Una ciudad, bella y reluciente, de altos edificios. La cara de alguien, parece una elfa. Un ejercito de no-muertos
(¿soy uno de ellos?)
y una ciudad en llamas.
No sé que son estas imagenes, para mi no tienen ningún sentido.
- Desde ahora sirves a la reina Silvannas - me dice. ¿Silvannas? el nombre me resulta extrañamente familiar, mas no logro contextualizarlo. - Eres un Renegado. Tu vida quedó atrás. Ahora perdurarás por siempre en la muerte.
¿Estoy muerto? Eso parece decir, pero yo no me siento vivo. Ni muerto. A decir verdad, no siento nada.
- Antaño fuiste un elfo, pero pereciste en la batalla por defender la ciudad de Lunargenta. Largo tiempo ha pasado desde estos hechos - continua diciéndome. - El mismo destino corriste que yo. Y el mismo que muchos de los que aquí han despertado, como tú, y el de los muchos más que están aun por despertar.
Lunargenta. Ese nombre también me resulta vagamente familiar, pero no me supone nada en este momento.
- Acompáñame - dice mientras da la vuelta, y comienza a volver por donde vino. Lo sigo.
Subimos unas escaleras, y giramos una esquina. Se detiene al lado de una puerta, a la derecha del pasillo. La abre con una llave, y me invita a entrar con un gesto de la mano. Se queda en el umbral de la estancia, iluminándola, mientras entro e inspecciono el interior del habitáculo. El lugar está lleno de armas, apoyadas en el suelo, en montones. Desde ballestas hasta espadas, desde arcos hasta dagas, allí había de todo.
- Escoge las tuyas - me dice desde el umbral.
No me detengo a pensar, tan sólo cojo una espada y un escudo. No sé porque, pero me siento seguro más seguro llevando estas dos cosas.
- Esta es mi elección - digo. Me doy cuenta que son las primeras palabras que articulo desde mi “despertar”. Bien, parece que estoy muerto, pero al menos puedo hablar.
Mi guía asiente con la cabeza, y me indica que salga de la sala. La cierra con llave, y continua recorriendo el pasillo, mientras lo sigo.
¿Quién soy? ¿Quién fui? ¿Qué tengo que hacer? ¿Por qué hacer algo? No tengo ningún hogar, ni ninguna meta a la que llegar. Tan sólo esta mellada espada, y este desvencijado escudo de madera que acabo de tomar hace apenas unos instantes. ¿y para qué los quiero?
Por fin, salimos al exterior, y mi guía deposita la antorcha en un poyete que cuelga de la pared, a la entrada de lo que parece ser una cripta subterránea. Es de día. La cegadora luz entra de golpe en mi retina, dejándome sin visión por unos segundos. ¿Cuánto tiempo he pasado ahí abajo? ¿Días? ¿Meses? ¿Años tal vez?
En ese momento, me doy cuenta del colgante que cuelga de mi cuello. lo cojo con la palma de mi mano. tiene forma ovalada, y parece haber como una ranura que divide en dos al colgante, y unas diminutas bisagras en uno de los lados. Lo abro, miro en el interior. En uno de los lados, veo una imagen dibujada con tonos difuminados, parece ser la cara de una elfa. Sonríe. en la tapa opuesta, y también por dentro, algo escrito con caracteres élficos, aunque parece que los entiendo. “Que la Luz te proteja”, reza la inscripción.
Nada. No sé que es ese objeto, ni porque lo llevo.
Le muestro el colgante abierto a mi guía.
- ¿Quién es? - le pregunto.
El guía apenas mira unos instantes el colgante, y dice no saber quien es la elfa de la imagen.
- ¿Llevaba este colgante cuándo... me metisteis ahí dentro? - digo, mientras señalo la entrada a la cripta.
- Así es - me contesta.
Vuelvo a mirar el colgante. ¿Quién es ella? ¿La conozco? ¿Quién soy yo?
- ¿Quién soy? - consigo articular.
- Muy pocos de los que aquí despiertan muestran el más mínimo interés en su vida pasada, y los que acaban haciéndose preguntas, no lo hacen hasta pasado un tiempo. No recuerdo a nadie que se preguntara tan pronto como tú acerca de su anterior vida.
Mientras escucho, miro de nuevo el colgante.
- También es normal que carezcan de sentimientos, motivaciones... pero tú, al parecer, ya tienes algo con lo que empezar... - el guía vuelve a mirar el colgante. - Tal vez, el hecho de que conserves eso, que seguramente te perteneciera en vida, ¿te ha hecho reaccionar de algún modo?
La verdad, no lo sé.
No tengo ningún sentimiento dentro de mi. Sólo preguntas, que parecen no tener importancia. Pero una de ellas se va alzando sobre las demás, mientras aprieto, cada vez más fuerte y sin darme cuenta, el colgante: ¿Quién soy? ¿Quién es ella?
Tal vez, si la encuentro a ella, averiguaré algo sobre mí mismo.
Y ahora mismo es la única motivación que tengo: saber quien soy. Y ni siquiera sé porque quiero saberlo.
Pero, ¿por donde empezar?
El guía parece leer mi mente.
- Si quieres averiguar algo sobre ti, o sobre ella, tal vez deberías ir a la ciudad de los elfos, tu antiguo hogar. Lunargenta.
- Así haré.
Me dispongo a partir, y comienzo a descender el camino que baja por el pequeño montículo sobre el que se haya la cripta.
- Conocer la verdad no cambiará nada. Y las respuestas que encuentres, tal vez te atormenten durante el resto de tu no-vida - me dice mientras me alejo.
Pero me da igual. Me da igual todo. Por algún motivo que no logro determinar, lo único que necesito por ahora es saber quien soy.
**********
pues nada, dejo esto como presentación de mi warro undead a ver si luego os trinco conectaos a algún oficial y lo meto al clan.
¿Quién soy? No lo sé. A decir verdad, en este momento no me importa. No veo nada, está todo a oscuras. Extiendo los brazos, intentando palpar algo, pero no hay nada, sólo aire. Hago lo propio con las piernas, pero sólo hay suelo, y ese ataúd o sarcófago o lo que quiera que sea.
Apenas ha pasado un minuto, oigo pasos, y una débil luz empieza a asomar por lo que parece ser una esquina de un pasillo. Los pasos resuenan más fuertes, a la par que la luz se ilumina cada vez más esa esquina, aunque donde yo estoy sigue todo a oscuras. Espero sin moverme del sitio. Por fin una alguien acaba apareciendo tras la esquina, aunque no distingo sus rasgos. Lleva una antorcha. Se acerca a donde estoy, lentamente, casi arrastrando los pies. La sala donde me hayo se va iluminando. Comienzo a verme a mi mismo. Apenas llevo unos harapos de tela, hechos jirones. Miro mis manos. Mi piel tiene un tono muy oscuro. Está putrefacta. ¿Estoy enfermo? Miro hacia abajo, el tono de la piel de mis piernas (donde la hay, porque en algunos sitios sólo veo hueso) es el mismo. ¿Qué me ocurre? ¿Estoy enfermo? ¿Por qué no me duele? Finalmente, quien avanzaba hacia mi se pone enfrente mío. Su piel presenta un tono parecido a la mía, y también parece putrefacta. Me mira.
- Ya has despertado - dice.
Lo miro fijamente. No entiendo nada. ¿Quién es?, ¿qué es?, ¿quién soy? ¿qué soy?
Mientras pienso todo esto, 3 imágenes atraviesan fugazmente mi mente. Una ciudad, bella y reluciente, de altos edificios. La cara de alguien, parece una elfa. Un ejercito de no-muertos
(¿soy uno de ellos?)
y una ciudad en llamas.
No sé que son estas imagenes, para mi no tienen ningún sentido.
- Desde ahora sirves a la reina Silvannas - me dice. ¿Silvannas? el nombre me resulta extrañamente familiar, mas no logro contextualizarlo. - Eres un Renegado. Tu vida quedó atrás. Ahora perdurarás por siempre en la muerte.
¿Estoy muerto? Eso parece decir, pero yo no me siento vivo. Ni muerto. A decir verdad, no siento nada.
- Antaño fuiste un elfo, pero pereciste en la batalla por defender la ciudad de Lunargenta. Largo tiempo ha pasado desde estos hechos - continua diciéndome. - El mismo destino corriste que yo. Y el mismo que muchos de los que aquí han despertado, como tú, y el de los muchos más que están aun por despertar.
Lunargenta. Ese nombre también me resulta vagamente familiar, pero no me supone nada en este momento.
- Acompáñame - dice mientras da la vuelta, y comienza a volver por donde vino. Lo sigo.
Subimos unas escaleras, y giramos una esquina. Se detiene al lado de una puerta, a la derecha del pasillo. La abre con una llave, y me invita a entrar con un gesto de la mano. Se queda en el umbral de la estancia, iluminándola, mientras entro e inspecciono el interior del habitáculo. El lugar está lleno de armas, apoyadas en el suelo, en montones. Desde ballestas hasta espadas, desde arcos hasta dagas, allí había de todo.
- Escoge las tuyas - me dice desde el umbral.
No me detengo a pensar, tan sólo cojo una espada y un escudo. No sé porque, pero me siento seguro más seguro llevando estas dos cosas.
- Esta es mi elección - digo. Me doy cuenta que son las primeras palabras que articulo desde mi “despertar”. Bien, parece que estoy muerto, pero al menos puedo hablar.
Mi guía asiente con la cabeza, y me indica que salga de la sala. La cierra con llave, y continua recorriendo el pasillo, mientras lo sigo.
¿Quién soy? ¿Quién fui? ¿Qué tengo que hacer? ¿Por qué hacer algo? No tengo ningún hogar, ni ninguna meta a la que llegar. Tan sólo esta mellada espada, y este desvencijado escudo de madera que acabo de tomar hace apenas unos instantes. ¿y para qué los quiero?
Por fin, salimos al exterior, y mi guía deposita la antorcha en un poyete que cuelga de la pared, a la entrada de lo que parece ser una cripta subterránea. Es de día. La cegadora luz entra de golpe en mi retina, dejándome sin visión por unos segundos. ¿Cuánto tiempo he pasado ahí abajo? ¿Días? ¿Meses? ¿Años tal vez?
En ese momento, me doy cuenta del colgante que cuelga de mi cuello. lo cojo con la palma de mi mano. tiene forma ovalada, y parece haber como una ranura que divide en dos al colgante, y unas diminutas bisagras en uno de los lados. Lo abro, miro en el interior. En uno de los lados, veo una imagen dibujada con tonos difuminados, parece ser la cara de una elfa. Sonríe. en la tapa opuesta, y también por dentro, algo escrito con caracteres élficos, aunque parece que los entiendo. “Que la Luz te proteja”, reza la inscripción.
Nada. No sé que es ese objeto, ni porque lo llevo.
Le muestro el colgante abierto a mi guía.
- ¿Quién es? - le pregunto.
El guía apenas mira unos instantes el colgante, y dice no saber quien es la elfa de la imagen.
- ¿Llevaba este colgante cuándo... me metisteis ahí dentro? - digo, mientras señalo la entrada a la cripta.
- Así es - me contesta.
Vuelvo a mirar el colgante. ¿Quién es ella? ¿La conozco? ¿Quién soy yo?
- ¿Quién soy? - consigo articular.
- Muy pocos de los que aquí despiertan muestran el más mínimo interés en su vida pasada, y los que acaban haciéndose preguntas, no lo hacen hasta pasado un tiempo. No recuerdo a nadie que se preguntara tan pronto como tú acerca de su anterior vida.
Mientras escucho, miro de nuevo el colgante.
- También es normal que carezcan de sentimientos, motivaciones... pero tú, al parecer, ya tienes algo con lo que empezar... - el guía vuelve a mirar el colgante. - Tal vez, el hecho de que conserves eso, que seguramente te perteneciera en vida, ¿te ha hecho reaccionar de algún modo?
La verdad, no lo sé.
No tengo ningún sentimiento dentro de mi. Sólo preguntas, que parecen no tener importancia. Pero una de ellas se va alzando sobre las demás, mientras aprieto, cada vez más fuerte y sin darme cuenta, el colgante: ¿Quién soy? ¿Quién es ella?
Tal vez, si la encuentro a ella, averiguaré algo sobre mí mismo.
Y ahora mismo es la única motivación que tengo: saber quien soy. Y ni siquiera sé porque quiero saberlo.
Pero, ¿por donde empezar?
El guía parece leer mi mente.
- Si quieres averiguar algo sobre ti, o sobre ella, tal vez deberías ir a la ciudad de los elfos, tu antiguo hogar. Lunargenta.
- Así haré.
Me dispongo a partir, y comienzo a descender el camino que baja por el pequeño montículo sobre el que se haya la cripta.
- Conocer la verdad no cambiará nada. Y las respuestas que encuentres, tal vez te atormenten durante el resto de tu no-vida - me dice mientras me alejo.
Pero me da igual. Me da igual todo. Por algún motivo que no logro determinar, lo único que necesito por ahora es saber quien soy.
**********
pues nada, dejo esto como presentación de mi warro undead a ver si luego os trinco conectaos a algún oficial y lo meto al clan.
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Re: El despertar
Buena Kol. Por un momento sentí que era yo el que estaba dentro del sarcófago. ¡Qué agobio!
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