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Fight for thy kingdom

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Mensaje  Buck Miér 16 Jul 2008, 14:31

Bueno...esta es una pequeña idea de personaje que lleva tiempo dando vueltas por mi sesera e intentaré plasmar en el juego. Veremos si sale.

De momento, dejo un comienzo asi "in media res". Ya lo iré completando, como ocurrirá con el de Buck.
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La llanura brillaba con los tonos rojizos del atardecer…Pero no porque el sol estuviera ocultándose entre los árboles, sino porque la lucha había resultado tan encarnizada que la tierra era incapaz de absorber toda la sangre que llevaban derramada.

Parapetándose tras sus escudos, una cohorte de soldados aguantaba impasible la lluvia de proyectiles explosivos con que los artificieros enemigos les obsequiaban.

Como una sola masa uniforme, avanzaban un paso a cada momento que las descargas remitían.

Entre ellos estaba él, sonriente, como siempre. Con el pelo húmedo de sudor y sangre bajo su yelmo; su lanza de madera marrón y punta aserrada y su escudo con los restos de venablos clavados en él que lo asemejaban a la espalda de un erizo.

Lo que para otros era una situación asfixiante, era para él un lugar de calma mental. Todo se apagaba alrededor y solamente importaba lo que tenías delante y a quienes tenías a los lados. El enemigo y tus aliados. Lo único que desde bien pequeño había conocido: enemigos y aliados. Demasiados de los primeros y muy pocos de los segundos.

-¡A cubierto!- gritaron los líderes

Una nueva andanada. Rodilla en tierra y alzar el escudo.

El ruido era ensordecedor. Los impactos y las detonaciones coreados por algún que otro lamento de alguien herido, que apretaba los dientes para seguir adelante.

Caer sin estar muerto era deshonroso. Morir en el suelo era el peor pecado. Ninguno lo cometería.

-¡Avanzad!- volvieron a ordenar

Alzarse y caminar…un par de pasos. Tres con suerte. Cuatro si los ingenieros enemigos eran mancos.

Lo eran. Casi cinco pasos al unísono pudo dar la cohorte antes de volver a escuchar la orden de cubrirse.

-Estos bastardos se creen que la ingeniería va a salvarles…veremos lo que hacen con mi maza incrustada en su cabeza.- Los compañeros empezaban a impacientarse.

Malo. Muy malo. Hay que mantener la cabeza en el momento presente…o la acabas perdiendo por no hacerlo; como le acababa de ocurrir a uno de sus compañeros, a su izquierda.

Unas décimas de segundo de retraso al alzar el escudo y el explosivo le reventó en la cara, convirtiendo todo lo que había de cuello para arriba en una masa palpitante y cubriendo a la gente a su alrededor con trozos de carne.
Los restos de un globo ocular golpearon su hombro, resbalando y cayendo al suelo sin recibir más que un velado desprecio.

-Menos mal que gran parte de los inútiles mueren durante los entrenamientos…aunque parece que últimamente alguno termina por salvarse.-

Otro había ocupado ya el lugar del caído. Era lo que debía hacerse y sólo quedaba esperar que fuera más hábil que su predecesor.

Los ojos del elfo de sangre refulgieron cuando pudo ver, entre los cascos y escudos que ya estaban a pocas andanadas de distancia de las filas enemigas…aunque lo más probable era que tras la siguiente, el enemigo diera rienda suelta a la infantería y no llegase a hundir su arma en la blanda tela. Lástima.

Una gran bola de fuego estalló desde el cielo, cubriendo de fuego el mar de escudos y haciendo crujir las rodillas de quienes los sujetaban.

-Magia. Quizá aún saque unas risas de todo esto…- El pensamiento cruzó por su mente mientras su sonrisa se ampliaba e hizo presión en el mástil de la lanza, provocando que sus nudillos se pusieran blancos bajo los guantes de malla y sus músculos se tensaran, ansiando la batalla.
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Mensaje  Buck Mar 05 Ago 2008, 14:07

Tal y como había esperado, el sonido de multitud de gargantas rugiendo se hizo eco entre las filas de los elfos. Magos y artificieros se echaron a un lado, dejando pasar entre ellos una enorme marea de enemigos.

Lo había visto poco tiempo antes, desde la torre de vigilancia...sabía que estaban en inferioridad numérica; como mínimo 5 a 1 y solamente contando a los guerreros; pero este era su trabajo; para lo que les habían entrenado.

Las oleadas se estrellaban una tras otra contra la pared de escudos, espadas y lanzas, empujando a las fuerzas de los elfos de sangre cada vez más cerca de la costa; donde varias naves hostiles esperaban con sus ballestas cargadas, como tiburones a sus presas.

-Nos van a dar hasta en el blanco de los ojos...- pensó para si cuando la primera de las cargas lanzadas por los barcos enemigos barrió la retaguardia.

Un grito de dolor a punto estuvo de dejarle sordo cuando, a su izquierda, el líder de su unidad caía malherido.
-¡Soldados de la Sangre!. ¡Formad en torno al caído!- exhortó
De inmediato, un muro de acero y madera se alzó a su alrededor, repeliendo el ataque y devolviendo golpe por golpe.

Obervando con precaución la herida, supo que no había mucho que hacer. La puñalada en las tripas era mortal y ya circulaban los jugos gástricos por las venas; por lo que hizo lo único que podía y de un movimiento rápido, cortó el cuello del que hasta ese momento había sido su superior.

De repente, el mundo a su alrededor se desmoronó en mil pedazos, moviéndose a gran velocidad. Una explosión cerca suya lo envió a varios metros de distancia, cayendo en la arena de la playa, donde vislumbró entre la sangre que cubría su cara el origen de la misma: Una gran galera, armada con una bombarda, lanzaba grandes proyectiles contra las filas enemigas.

Sería el final...la lucha había concluído. Un caído anónimo más en la gran guerra.

Pero antes de cerrar los ojos, un rayo de esperanza inundó su corazón. De entre la bruma, vio surgir nuevas velas, de cuyos palos pendían, orgullosas, los emblemas de la Horda y la casa de Tol-quálë y en cabeza, con una gran cabeza de león roja grabada en el velamen, venía su hermano.

Llegaba para ayudarles. Casi podía verle, encaramado a la proa, con la armadura presta y sus espadas afiladas. Nunca pudo entender esa manía suya de deshonrar la llamada familiar; ahora sabía que en su interior nunca lo había hecho.

-Siempre a última hora, hermanito... siempre...a última hora.- un susurro y una sonrisa acompañaron al paladín caído a su última morada, mientras la batalla continuaba a su alrededor.

Pero no se había equivocado. La figura de la proa era quien creyó ver:
Mèlkaré de la Isla de la Luz. Su hermano al mando de ese mismo navío, que ahora dejaba atrás al resto de los barcos, buscando el combate.

Saltando de vuelta a la cubierta, comenzó a dar órdenes precisas.

-¡Cazad esas velas! ¡No quiero brizna de aire que escape de ellas!.-

-¡Timón a la vía! ¡Ballestas en línea! ¡Mosquetes cargados! Enfilad a la bombarda por babor y barred su cubierta en cuanto pasemos.-

-Garfios preparados. A mi orden, abordaje. Kroen, toma el mando.-

El contramaestre troll asintió y repitó las órdenes, mientras uno de los veteranos orcos se acercó al elfo de sangre.

-Eso nos dejará a merced del resto. Se lanzarán como hienas a por carroña.-

En un movimiento demasiado rápido para verlo, el orco se encontró con un puñal en su cuello.

-No hay cobardes en mi barco. Si no tienes valor, sucio orco, dilo y servirás de alimento a los tiburones que nos vienen siguiendo.-

En silencio, el orco recuperó su mosquete y volvió a la formación en la batayola.

La nave cogía velocidad al encontrarse en aguas cada vez menos profundas. La próa se iba hundiendo cada vez más, cortando el agua como un cuchillo.

Mèlkaré desenvainó sus armas y ocupó su lugar. Su contramaestre bramaba órdenes precisas...

-¡Mensajeros de la destrucción! ¡La Horda cabalga a lomos del León que traerá la muerte a sus enemigos! ¡A por ellos! ¡Sangre y fuego!-

Ya estaban cerca...

-¡¡¡Atacaad!!!-
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Mensaje  Buck Lun 18 Ago 2008, 09:48

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-El mundo, amigo mio, es demasiado pequeño para tanta guerra.-

Era la primera frase que pronunciaba desde el principio del combate que no era una orden.
Junto a Mèlkaré, el contramaestre terminó de destripar uno de los últimos enemigos para volverse hacia el elfo.

-Nacemos para morir, Mèlkaré. Y si todos muriéramos de viejos, no habría sitio en el mundo.-

Un estertor de muerte acompañó las palabras del troll mientras el elfo, a la par que escuchaba a su compañero, cortaba la garganta de un caído que aún retenía algo de vida.

-La única diferencia es cómo morimos.-

Cubiertos ambos de sangre y vísceras, miraron al campo de batalla donde los últimos combates eran más masacres que otra cosa. Al haber anulado los ataques por mar de la bombarda y sus naves de escolta, el desembarco había sido fácil y la contienda no se prolongó demasiado.

-¿De verdad lo crees, Arjal?-

-Yo al menos, no conozco otro fin de esta vida, pero seguro que hay doctos en la materia que te darían mil respuestas.-

-Él tendría otra respuesta.- espetó, señalando al cuerpo de su hermano, caído en la arena. Desde que lo atisbó, había ordenado a su gente luchar en torno al cuerpo y proteger la playa, donde habían ido llegando los barcos.

-El era un paladín. Son adiestrados para saber más que muchos de la vida y de la muerte. O al menos, dicen luchar por una causa mayor.-

-Él era paladín, como nuestros padres lo fueron y los padres de sus padres, y los padres de sus padres...- Los recuerdos de frases como esas pronunciadas por su padre y sus maestros hicieron eco en la mente del elfo, provacándole un acceso de ira.
-¡Maldita sea! Soy el desharrapado que deshonra la estirpe por lo que me se esa cantinela de memoria, así que no me la recuerdes.- respondió, clavando su espada en el cuerpo de un enemigo cercano.

El troll permaneció imapsible, mirando al elfo a los ojos.

-No te recuerdo nada. Para eso te las pintas solo.-
-Y en cuanto a eso del honor, haber ayudado a salvar la colonia y ademas conservando la vida de gran parte de la tripulación es algo más que honroso y que tu estirpe debería reconocer.-

-Pero no lo harán. Incluso me negarán el título que por sangre me pertenece.- sentenció Mèlkaré

-Ese será solamente su problema.- Dijo el troll a modo de despedida mientras se alejaba hacia el barco semi embarrancado, pisando los cuerpos caídos, dejando al elfo de sangre a solas en la arena teñida de rojo.

Antes de volver a subir, dedicó un momento a volver a mirar al elfo que, como una figura hierática, se alzaba entre cuerpos muertos.

-Porque solo hay alguien peor que quien no tiene nada que perder; alguien a quien se lo han arrebatado todo.-

Silbando una alegre tonadilla, el troll trepó hasta la borda, y conforme se alejaban sus pasos sobre la madera se perdía la canción que murmuraba.

-Somos bribones, villanos, ladrones.
Secuestrar o arrasar, qué mas nos da...-


Y del interior del casco, se escuchó un brindis a voz en grito.

-Por Mèlkaré. Líder y decente de los más indecentes. Que le cubran de honores, pero mejor de doblones. ¡Fuerza y Honor!-
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Mensaje  Buck Mar 19 Ago 2008, 13:15

La noche había caído y una veintena de sombras saltaban a dos botes en dirección a la ciudad.

-Entrad en la ciudad. Llevaos todo lo que podáis; no importa de quién sea ni lo que sea. Es nuestro pago...y su funeral.-

En la oscuridad, la playa estaba siendo recogida de cuerpos por dos trolls encargados de la ciudad con la ayuda de un par de extraños ingenios gnomos.
Llegados hasta el lugar donde se hayaba un paladín caído, los dos trolls se agacharon para recoger el cuerpo cuando un pie se posó sobre la armadura del paladín y el filo de una espada brilló en la noche.

-Largaos. A mi no me habéis visto y de él no quedaba nada que recoger. ¿Entendido?-

Mèlkaré no necesitó de más argumentos y, cogiendo el cadáver, lo cargó en uno de los botes, llevándolo hasta el barco.

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Tras toda la noche de guardia, apenas había logrado conciliar un par de horas de sueño, cuando un grito le desveló por completo.

-¡¡Tres velas a popa!!-

Saltando de su coy, se plantó las botas y tomó de la mesa su pistola y su sable.

Al salir a cubierta, pudo comprobar que ya todo el mundo estaba en sus puestos y aquéllos que no estaban de guardia, salían a ayudar.
Mirando al cielo, Mèlkaré ocultó una media sonrisa. Habían tardado en salir a su persecución menos de lo que en un principio pensaba, pero ya se veían en el horizonte las primeras nubes.

-Largad trapo, pero tampoco corráis mucho. Que se vayan acercando.-

De dos saltos, subió hasta el castillo de popa, junto al timonel.

-Mantenga este rumbo , caballero.- dijo, con una sonrisa

El orco miró discretamente a las nubes de tormenta a las que se dirigían y a Mèlkaré antes de preguntar.

-¿Hacia...allí, señor?-

-Si...¿no ves aquéllas nubes? Pues pon el palito que llevamos en proa, apuntando hacia ellas. Venga, no es difícil...-

Tragando saliva sonoramente, el orco obedeció e hizo girar el timón.

Arhjal llegó junto a ambos.

-¿Mèl, sabes donde nos vas a meter?- era la primera vez que alguien en el barco le oía dirigirse al elfo por su diminutivo
-No se cómo lo llamas tú, pero yo a eso le llamo tormenta, ¿por?-

-Si seguimos con este rumbo mucho más, sabes que rozaremos LA tormenta, Mèlkaré...-
-¿Y...? Si lo que temes es que alguien caiga, que larguen sogas más finas. Atadlas a lo que podáis que no se mueva y vosotros a sus extremos.-

El troll miró sin comprender, pero con una confianza ciega y volviendo abajo, gritó un par de órdenes.

-Timonel. Aparta de ahi. Ve abajo y haz lo que tengas que hacer. Es hora de que jueguen a esto los mayores.-

Sujetando el timón, Mèlkaré se volvió a las pequeñas siluetas que venían en su persecución.

-Venid, venid, pequeños cachorros. Veamos el valor y la hombría de los honrosos.- susurró mientrasn se daba media vuelta y observaba a su contramaestre repartir órdenes a diestro y siniestro, para acabar volviendo a su lado.

-Estás loco y terminarás matándonos...y si se te acaba la suerte, también morirás tú.-
-¿No era ese el fin último de toda vida?-

Dando un tirón del timón, varió el rumbo aún más, dirigiéndose a la zona más oscura de las nubes. El viento comenzó a arreciar, llenando las velas, rizando las olas y salpicando las bordas con espuma.

Dos figuras quietas, como dos estatuas, junto al timón de un barco en el que todo era presteza y movimiento. A su espalda, el sol y los barcos que les perseguían, como una pequeña jauría. Ante ellos, un mar que empezaba a embravecerse y la más negra oscuridad.

Mèlkaré sonreía, Arhjal vigilaba.
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Mensaje  Buck Vie 22 Ago 2008, 09:44

-El viento está arreciando.- dijo Arhjal tras haber pasado un buen rato en silencio.

-Si...y el sol ha dejado de verse.-

El troll miró al cielo totalmente nublado y buscó la posición en la que debería estar el sol con la pericia que da la experiencia, encontrando únicamente una triste silueta

-¿Sigues pensando lo mismo?- le preguntó a su capitán
-¡Pues claro que si! Es la única forma de saber si los nuestros están a la altura que las circunstancias exigen.- respondió el elfo

-Lo que me preocupa no son ellos...eres tú.-
-Sabes que siempre he protegido este barco y los que van en él. No pienso jugármela.-

La respuesta cogió desprevenido al troll y mucho más la mirada que Mèlkaré le dirigió, que hizo que sintiera un escalofrío.

Como había temido, el elfo se había transformado en alguien diferente...aunque sabía que cumpliría con sus palabras. Quizá de la tripulación no quedasen muchos si salían de esta; pero algo le decía que el elfo seguiría vivo mucho tiempo; incluso tendría un papel importante en su nación.

En silencio, el troll bajó a la cubierta inferior a ayudar a los marineros que se afanaban en sujetarlo todo y aprestarse a hacer maniobrar cuando así se lo requirieran.


Desde su posición en el puente, Mèlkaré se volvió hacia sus perseguidores. Cada vez estaban más cerca y ya podían distinguirse con total claridad.

-¡Más vela! ¡Cazad hasta la última brizna de viento!-

El barco aceleró, rompiendo con su quilla las olas, que comenzaron a empapar la cubierta. Cada vez estaban más metidos en la tormenta.

-Cerrad las escotillas.-

Un estampido, seguido de una columna de agua levantándose junto al barco cogió por sorpresa a todos, arrojando una pesada lluvia.

-Inesperado. Esto cambia mucho las cosas...- murmuró el elfo

Mientras, sobre cubierta, Arhjal bramaba órdenes.

-¡¡Gavieros a sus puestos!! Corred como si estuvierais desnudos y os persiguiera un bujarra. ¡Vamos, vamos!-

El barco volaba sobre las olas o las rompía pasando bajo ellas. Los embates del agua azotaban el casco, que crujía como si se desperezara. El viento cada vez era mayor y en el horizonte, a próa, las nubes descargaban rayos entre ellas mientras que a popa, sus perseguidores se habían acercado hasta el punto de que podían llegar a distinguirse las figuras de una ajetrada tripulación.

-Tres barcos contra uno la mitad de grande que ellos...va a ser una masacre.- murmuró un elfo mientras sujetaba un cabo.
-No mientras él guíe este barco.- señaló otro, haciendo una indicación hacia la figura que, seria, aferraba el timón.

Los barcos perseguidores se habían abierto en abanico, como si de una jauría se tratase. Un fogonazo salió de la próa del navío que iba en el centro y otra columna de agua saltó junto a la borda del barco.

-Si...desde luego, eso es algo totalmente inesperado.-
-Están usando una bombarda de bajo calibre. Si nos alcanza, no nos hundirá, pero nos dejará bien jodidos. Me sorprende que los de la ciudad la hayan cargado en tan poco tiempo.- apuntó Arhjal, que había vuelto junto a Mèlkaré

-Porque esos no son barcos de la ciudad.- apostilló el elfo.
-¿Qué dices? Son barcos de los de vuestra maldita raza.-
-Si, pero no son de la ciudad. El del centro es el de Gruntark, el señor de la guerra. Su mascarón de próa es una parca. Los otros dos, con sendos lobos, son sus perros falderos; dos corsarios humanos sin ninguna clase de reparos. Han debido de hundir a los que nos perseguían y ahora vienen por nosotros.-

Los ojos de Arhjal se abrieron como platos. Qualë era un caudillo orco que se jactaba de no dejar piedra sobre piedra en cada ataque que hacía. No le importaba quién y dónde y los que se cruzaban en su camino o les tomaba como objetivo, recibían el mismo fin: la muerte.

Reponía las bajas de su tripulación con aquéllos condenados que liberaba de las cárceles de las ciudades que atacaba, matando a los que sobraban. Los que sobrevivían más de una semana en su barco, podían considerarse los mejores marineros.

-Esto va a ser jodido.- sentenció el troll
-Mucho.-

Un trueno estalló entre las nubes, silenciando otro cañonazo que tampoco alcanzó a su objetivo.

-Próa a la tormenta, amigo mío...vamos a ver si nos aceptan en el mundo de los muertos o vivimos para navegar un día más.-

Con una carcajada, Mèlkaré aprovechó el embate de una pesada ola para corregir el rumbo y salir de la enfilada de sus perseguidores a la par que se orientaba para cazar mejor el viento.



Dejando de flamear, la bandera que se extendía en la punta del palo mayor cayó, como muerta; al igual que las velas, para, en apenas unos instantes, volver a hincharse con un viento aún más fuerte que el que traían.

-Hemos atravesado la frontera del Mar de Sangre.-
pronunció el troll con un hilo de voz, que fue respondido con un simple movimiento de cabeza de Mèlkaré, asintiendo.


Última edición por Buck el Mar 23 Sep 2008, 08:20, editado 1 vez
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Mensaje  Buck Jue 18 Sep 2008, 08:54

Dicen que la vida de una persona está plagada de pequeños límites de los cuales sólo somos conscientes nosotros mismos. Pero eso es falso...no existen los pequeños límites, sino los grandes cambios.

Hace unos instantes era un desharrapado capitán de un barco de maleantes, ladrones, asesinos y gente de baja ralea...ahora soy el noble que defiende una fortaleza de madera junto a mi ejército de honorables y leales soldados sin mácula.

Un gran cambio...vaya que si.

Los cañonazos han sido inmisericordes, pero nuestro reino ha aguantado impasible. Continúa navegando raudo hacia el centro de la tormenta...hacia el centro de La Perdición.
El agua de las olas entra por las portillas a las que asoman las bocas de nuestros cañones.

Una de las naves que nos perseguía había forzado demasiada vela y su palo mayor se había partido como una ramita seca, llevando la muerte y la condenación a los que ocupaban lo que desde ese momento fue un cascarón sin rumbo fijo.

Pero ya la contienda iba a estallar ante nosotros. No podíamos seguir huyendo sin arriesgar también las velas. Era el momento de dar media vuelta y convertirnos de presas en depredadores...aunque nuestros enemigos fueran unos depredadores aún mayores.

-¡Amigos!. ¡Escuchadme!-

No podía quitarle ojo al timón por mucho tiempo, pero sabía que los demás estarían atentos...

-¡Hemos recorrido los mares de Azeroth, desde el lejano norte hasta el peligroso sur! ¡No hay costa que no conozcamos, ni burdel de puerto que no hayamos visitado!-

Su grito unánime apoyó mis palabras.

-Ahora estamos en el confín más peligroso de esta tierra conocida y por mucho que busco, no encuentro mejor compañía con quien quisiera estar. Hemos salido de muchas y estoy seguro de que saldremos también de esta.-

Recorrí el barco con la mirada...de borda a borda. Hombres afanados en sus tareas a la par que en escuchar a su capitán. Hombres, tan carentes normalmente de virtudes, que la sola presencia de una lealtad como la que ahora demuestran hace que cualquier defecto parezca la más pequeña minucia. Como cuando una mano hábil desbroza fragmentos de una piedra preciosa, tallándola y sacando de ella la más hermosa de las obras de arte.

-Pocos son los que se han aventurado tan profundamente en este lugar. Y aunque nuestros nombres no vayan a figurar en los libros, nuestra marca quedará grabada en la historia.-

-Amigos...- me detuve en cada uno de ellos y pude ver el miedo en sus corazones, tal como mi hermano decía que era capaz de ver.

-Hermanos...- vi sus esperanzas y sus sueños y noté cómo se aferraban a ellos.

-Mis leones del mar. Muchos lleváis conmigo desde que pisé por primera vez un barco y todos me habéis seguido.- vi sus sonrisas, que tímidamente comenzaban a asomar a sus rostros.

-Seguidme de nuevo ahora, en esta, posiblemente nuestra última carga.- algunos asentían. Otros no era necesario que lo hicieran, pues brillaba ese convencimiento en sus ojos con luz propia.

-¡¡Salgamos de este infierno, llevándonos por delante el mayor número posible de esos malnacidos!!-

Tenían confianza; tenían fe en que saldríamos de esta y aún si no era asi, de que prestarían dura batalla contra la muerte.

-¡Demostraremos a esos imbéciles de lo que somos capaces!-

Un grito de conformidad salió de todas y cada una de las gargantas, resonando sobre los truenos.

-¡La inmortalidad es cada segundo de nuestras vidas! ¡Tomadla y hacedla vuestra! ¡Vamos por ellos!-


Con un leve gesto, Arhjal comprendió de inmediato la maniobra que me planteaba hacer y comenzó a dar las órdenes necesarias. Bajo cubierta, se escuchaban los últimos preparativos. Iba a ser duro.

Dos barcos el doble de grandes arrojaban el desconsolador número de enfrentarnos a cuatro veces más hombres.

-¡¡Y la muerte no tendrá señorío...!!-

De un golpe de timón, inicié la maniobra que nos llevaría contra una de nuestras mayores batallas.

-¡Por Tol Qualë! ¡Sangre y fuego!-
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Mensaje  Buck Lun 22 Sep 2008, 12:09

La fragata que encabezaba la persecución estaba casi encima del León del Mar, el barco de Mèlkaré.

Su rival había forzado velas, dando un mal paso por intentar dar un buen golpe. Pensando que la velocidad era su ventaja, intentaban entrar por babor y barrer la cubierta por el lateral.

Pero los puntos más débiles de un barco son siempre sus extremos: próa y popa.

Todo buen capitán debía saber eso...y además saber protegerlos. Quien fuese al mando de la fragata, puede que lo supiera, pero nada de protegerlos.

-¡A babor a mi orden!-

-Arhjal. Cruzaremos su línea por próa. Prepara a los artilleros y que aprovechen el balanceo. ¡¡A por sus mástiles!!- gritó Mèlkaré a voz en cuello

Ni un minuto llegó a pasar antes de que Mel viera la oportunidad

-¡Ahora mis piratas! ¡Ahora! ¡Bracead esas velas como si quisierais colgar a vuestra madre de ellas!-

Aprovechando el embate de una gran ola, Mèlkaré tiró del timón al tiempo que los tripulantes soltaban vela y cazaban el viento en la nueva dirección.
Con un crujido de la madera, el barco se balanceó peligrosamente durante un momento, hasta que las velas se hincharon de nuevo, lanzándolo hacia un lado antes de volver a hacerle cortar el agua.

Pocos habrían podido ejecutar tal maniobra sin llegar a volcar el barco...o siquiera arriesgarse a perder un mástil. Pero el trabajo de aquéllos marineros, ahora mismo más hermanos que nunca, había sido perfecto.

El inesperado giro cogió por sorpresa a la pesada fragata, que trató de orzar y acoplar su rumbo para evitar el ataque. Pero su tamaño, aunado a la velocidad con que navegaba la hizo lenta de maniobrar con seguridad.

La lluvia que desde hacía rato empapaba todo arreció, cubriendo la vista con una cortina de agua, pero el elfo apenas si parpadeó. Debía estar pendiente de las olas...de su movimiento, de buscar el momento entre ellas y acoplar su nave a él.

-¡Asegurad esas velas, sujetadlas bien! ¡Artilleros preparados!-

Si pasaban demasiado lejos, la fragata podría dispararles con sus cañones...si pasaban demasiado cerca, acabarían bajo ella.

-¡Arhjal! ¡Dos olas más y llegará una gemela...Dadles con todo!-

No hacía falta que lo dijera...el troll ya sabía qué había que hacer y se había ocupado.

Mirando a través de una de las portas, con la mecha preparada, Arhjal entrecerró los ojos y contó mentalmente, como la vida en el barco le había enseñado a hacer.
No debía precipitarse...

A través de la porta vio una gran cresta de espuma blanca...y después la fragata enemiga; tan cerca que hubiera sido capaz de reconocer las grietas en el mascarón de próa de no ser porque, al bajar la mecha, la humareda del disparo cegó su visión.

-¡Al balanceo, perros! ¡Disparad y hacedles pedazos! ¡Enviadles al infierno!- espetó, acompañando su frase con una explosión de risa casi neurótica.

Desde cubierta, la visión era todo un espectáculo. Desde que el barco comenzó a inclinarse, hasta que había vuelto a bajar, el León había cruzado la próa de la fragata, barriendo su cubierta con fuego, hierro y pólvora.

La metralla destrozaba a quien se cruzaba en medio, desmembrándolos y esparciendo trozos de cuerpo por doquier mientras las cadenas dañaban gravemente mástiles, cabos y velas.

Un grito de victoria resonó por todo el León mientras, en el puente, Mèlkaré sonreía.

-¡Devolved esas velas a su posición! ¡Viramos a estribor!-

-Esos ya no tienen nada que hacer...-

De tres fragatas, una se había buscado sola la perdición y otra había cometido el error de menospreciar al León.

Sólo quedaba una...y sería la peor. No caería en el mismo truco, aunque pudieran repetir la maniobra... además de parecer y sin duda estar hecha de una madera más resistente.

El consuelo, si podía llamarse así, era que el haber enviado a tantos de sus hombres a la muerte, forzaría al señor de la guerra a buscar el enfrentamiento cuerpo a cuerpo.

Serían abordados, si antes no hacía nada por evitarlo.

Miles de ideas se agolparon en la mente del elfo. Sus compañeros...sus hermanos.

Su hermano.

Como un susurro, el recuerdo de su hermano entró en su mente; y como una esponja absorbió cualquier otra cosa, quedando únicamente su pensamiento.
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Mensaje  Buck Mar 23 Sep 2008, 08:19

Los hombres lo sabían. Sabían que el destino era luchar o morir.

La imagen del cuerpo sin vida de su hermano acudió como un relámpago a su mente; y con él, los recuerdos de la vida bajo su tutela, en la academia. Sus conversaciones sobre el ideal de ser un paladín, sobre la filosofía de la luz...y el auténtico pensamiento bajo la filosofía.

-¡Arhjal! Iza la bandera de parlamento. Velas al exterior de este lugar. Saca el barco de aquí.-


Los ojos del troll, que había vuelto a cubierta, se abrieron como dos platos y sin pensarlo dos veces cogió por el brazo a su capitán, llevándolo aparte mientras uno de los marineros sujetaba el timón.

-¿Estás loco? Tú mismo has dicho que no hay más salida que luchar o morir. Si izamos la bandera y sacamos el barco, nos pasarán a todos a cuchillo.-

El elfo no respondió a sus palabras y en su lugar miró hacia cubierta, donde se afanaban sus hombres

-Puede que me equivocara, Arhjal. En todo lo que pensaba.- respondió al fin Mel

-Algún cañonazo te ha alcanzado en la cabeza y no riges bien.-
sentenció el troll

Mirándole de hito en hito, el semblante de Mèlkaré se entristeció ligeramente.

-Pagan una buena cantidad por mi. Vais a amotinaros y a entregar a vuestro capitán a cambio de que os dejen marchar. Pero de todas formas, tenlo todo preparado.-

-Mèlkaré, ¡son tus hombres! ¿Piensas traicionarlos así?-


Con un movimiento rápido, el elfo movió su mano izquierda, desasiéndose del agarre del troll y golpeándole en la mejilla con el revés de esa mano y el puño derecho.

-Precisamente sois vosotros los que, bajo mis órdenes, me vais a entregar a mi. Y precisamente porque sois mis hombres pienso ayudaros. Habéis servido bien y no merecéis que un loco os arrastre a la perdición.-

Los ojos del troll reflejaban sentimientos confusos.

-Ve a cumplir mi última órden, Arhjal.-

Aún sin poder creer del todo el sacrificio que su capitán se disponía a llevar a cabo, el troll saludó a su capitán.

-Sabes que todos habríamos muerto por ti.-

-Ya se ha derramado demasiada sangre por mis manos. Es el momento de afrontar las consecuencias y, por una vez en mi vida, hacer lo correcto. Estaré en mi camarote. Id a buscarme con cuerdas y cadenas cuando hayamos salido.-

En silencio, el troll volvió junto a los hombres.

Mèlkaré bajó después, encerrándose en su camarote; dejándolo todo preparado. Unos golpes en la puerta le anunciaron que el momento había llegado. Con grilletes en las muñecas, fue conducido al exterior.

Sujetos por garfios y comunicados por una plancha de madera, el barco del Mel y el del señor de la guerra, se balanceaban al unísono. Habían salido de la tormenta y aunque jirones de nube aún tapaban el sol, su calidez se dejaba notar.

En la cubierta de su barco apenas se veía el suelo de madera al estar ocupada por todos los hombres que, disimuladamente, le saludaban al pasar por su lado.

Arhjal les había contado a todos el plan y odiaban hacer lo que estaban haciendo. Pero no sólo era la última órden de su capitán; sino que su sacrificio era además era la llave de salvación de todos ellos.

Un paso.
El eco de las botas sobre la madera.
En los rostros de los presentes, Mel pudo adivinar sus sentimientos.

Odio.
Frustración.
Ira.
Lealtad.

Cada taconazo era una razón para sentirse orgulloso. Para desear luchar. Pero ellos ya habían dado mucho por él. Era el turno de corersponderles

El último antes de la pasarela.

Lo que debía hacerse.

-Ha sido un placer navegar con ustedes señores y me siento orgulloso de todo lo que juntos hemos llevado a cabo. Queda el barco en sus manos. No dudo de que sabrán sacar lo mejor de él.-

-Sangre y Fuego, mis Leones del Mar.-

El primer paso en la pasarela y el coro de voces tras de él.

-¡¡Sangre y Fuego!!-

Ante él, miradas ávidas. De personas que el tiempo y la rudeza del trato las habían convertido en animales. La antítesis de todo lo que conocía como piratería.


Cuando hubo alcanzado el barco, los garfios se soltaron, la plancha de madera cayó al agua y los barcos se separaron.

-Mèlkaré de Tol Quálë. Bienvenido al Ripper. Espero que tu última morada antes de que tus huesos acaben en una prisión sea como un infierno para ti...aunque no me importaría degollarte yo mismo y echar tus restos a los tiburones.-

La voz de su captor...del señor de la guerra.

Los barcos se alejaban...cada uno en una dirección. Estaba hecho.

Ahora, sólo era cosa suya.
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Mensaje  Buck Jue 25 Sep 2008, 17:09

Su cuerpo estaba empapado, pero los rayos del sol comenzaban a calentar el pecho de quien, tirado en la arena, permanecía a duras penas consciente, tiñendo de rojo el agua que movían las suaves olas debido a una herida abierta en su costado.

Un doloroso recordatorio de que no es inteligente enfrentarse a un barco entero...o mejor dicho, que no es inteligente que te descubra en tu huída la tripulación de un barco entero.

La verdad es que la fuga había sido cualquier cosa menos exitosa...aunque el fin último lo había logrado. Sin saber dónde se encontraba; más guiado por el instinto que por otra cosa, se había arrojado aquélla madrugada hacia la negrura del agua y había nadado hasta encontrar varios restos de maderos flotando a la deriva. Toda la noche la pasó despierto, agarrado a ellos y con su camisa envuelta alrededor de su cuerpo en un vano esfuerzo de evitar desangrarse.

La mañana parecía haber tardado en llegar más de un año, pero mereció la pena. Una costa escarpada, con únicamente una pequeña cala de arena de concha le recibió.

Apenas le quedaban fuerzas para mucho, pero logró acercarse lo suficiente para ganar la playa y dejarse llevar hasta que el propio mar le embarrancara.

El roce de la arena contra la carne abierta le produjo un gran dolor...pero no le quedaban fuerzas para gritar. Lo único que pudo hacer fue palpar la zona y averiguar, por el mero tacto, que sin duda iba a ser mortal.

Rió con ganas.

-Tanto remar para morir en la orilla...-

-Bueno, qué mas da.- Se dijo a si mismo en voz alta. -Respiras libertad...te has ganado la muerte dignamente. Aunque un trago de ron antes, sería el colofón final.-

No escuchó llegar los pesados pasos, pero sí vio la silueta de una enorme figura que se agachaba hacia él y que, cogiéndole con un par de manos gruesas, lo levantó en vilo, cargándolo en brazos y alejándole de la orilla y del mar junto al que había esperado morir.

-Ron no tengo, elfito. Pero si sales de esta, te ayudaré a conseguirlo. Prometido.-

Con un hilo de voz, Mèlkaré atinó a responder.

-Si salgo...solo se que te deberé la vida, seas quién seas.-

Los brazos de la inconsciencia tiraron de su mente, sumiéndola en la negrura. Tan sólo una frase quedó en su recuerdo antes de eso. Una frase que inspiraba ánimos y confianza, reflejando una verdad que resultaba sincera y acogedora.

-Saldrás. Buck seguro de ello.-
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Mensaje  Buck Lun 29 Dic 2008, 15:49

Debido a la espesa bruma, pocas estrellas se veían alumbrando el cielo en Arathi. Había hecho el viaje bastante rápido desde que se despidiera de ella con aquél beso que aún notaba en los labios y como resultado había llegado demasiado pronto a los acantilados.

-Al menos, me dará tiempo para pensar.-

Había pasado tanto tiempo...habían pasado tantísimas cosas desde que aquél tauren loco lo rescatara de aquélla playa...
Levaba una vida buscando tesoros, asaltando barcos y enborrachándose en tabernas que los cambios sufridos en los últimos tiempos parecían parte de la vida de otro en vez de la suya. Pero no se arrepentía.

Incluso aquélla aparición en mitad de las tierras de la peste; ante aquél grupito variopinto que a punto estuvo de devolverle al mar ahora le resultaba divertida. Sobre todo por lo que había terminado saliendo de aquél encuentro.

Se llevó la mano al pecho.

-Tanta búsqueda...¿acaba? ¿O comienza la nueva?-

No sabía si estar o no orgulloso de su decisión. Era cierto que lo hacía por una razón que estaba lejos de esa llamada de la Luz que muchos paladines persiguen...pero no podía negar la evidencia de que por su sangre circulaba la semilla de la Orden. De alguna, fuera la que fuera.

Caminando lentamente, se acercó hasta el borde del acantilado. El viento era atronador y parecía querer arrancarle los pies del suelo.

-Padre..-

El viento arreció, un gran trozo de tela, que llevaba anudado a la cintura, batía sus extremos tras él mientras las olas rompían con un ruido sordo contra la base del acantilado, a muchos metros bajo el elfo; pero él no se movió. Simplemente cerró los ojos; y prestó atención; escuchando algo que solamente él podía oir.

-Siempre lo he sido...aún en mi exilio personal.-

Una racha de viento más fuerte que el resto desató de su cintura la tela que llevaba anudada a la cintura, lanzándola a volar. Con rapidez de reflejos se dio la vuelta Mel para alcanzarla, fallando por milímetros.

Lanzándose a correr tras ella, vio sus pasos detenidos en seco al ver a escasos pasos la silueta recortada contra la noche de una conocida figura que, moviendo su bastón, había enganchado en él la tela, que aún flameaba.

-¿Mel ya sabe su destino?-
-Si. Mel ya sabe su destino.-

-¿Eligió y aceptó?-
-Si. Por suerte si. Aceptó.-

La figura asintió.

-Llegarán en poco...y son muchos.-
-¿Muchos? ¿Quieres decir que trae sus fuerzas?-

El tauren asintió.

-Entonces debes irte. No esperaba que esto se saldara pacíficamente...pero confiaba en salir vivo de esta. Espero que sepas qué decirle a...-

Con un gesto de la mano, el tauren hizo callar al elfo.

-¿Por qué elegir este final?-
-Yo no lo he elegido. Bueno sí. Lo he hecho...ya sabes por qué. Por cambiar mi destino le he cedido a él mi herencia.- dijo, sacando de entre sus ropas un pesado tubo de cuero lleno de papeles -Pero parece que no es suficiente. Aún quiere extinguir el nombre de mi casa y apropiarse de lo poco que queda de todo lo que mi familia levantó con su propio esfuerzo. Al menos, espero que me de una lucha justa.-

Alargando la pesada mano, la silueta ató varias cuerdas de la tela enredada al palo del bastón.

-La bandera se alzará de nuevo en el mástil, Capitán Mèlkaré.-
-¿Que..?-

Varias figuras dibujaron sus siluetas entre la bruma; cada vez más y más. Alineadas casi marcialmente; esperando. Como espectros entre la niebla.
Una de ellas rompió la formación. Su armadura era estilizada...las enseñas indicaban su procedencia y la orden a la que pertenecía...y prácticamente acababa de despedirse de ella en Orgrimmar.

-¿Que es esto, Buck? ¿Qué hacéis los dos aquí? ¿Y quiénes...?-

Pero no fue de Buck de quien recibiera respuesta; sino de una de las siluetas de la que surgió una voz bien conocida para él.

-En el mar luchaste y te sacrificaste por tu tripulación, Capitán Mèlkaré. Es el momento de que tu tripulación luche ahora por ti.-

Arhjal se adelantó hasta donde pudo vérsele y elfo y troll se abrazaron como dos hermanos.

-Sabes que nunca he dejado que nadie luche por mi...pero si lo hacéis junto a mi, será un orgullo. Bienvenidos.-

-Antorchas en las colinas. Han tardado poco- apuntó Buck, señalando varios puntos de luz en la distancia que, en formación, se acercaban a buena velocidad.

Apoyando una mano en el brazo del Tauren y dedicando una sonrisa de felicidad y una caricia tranquilizadora a la elfa, Mèlkaré se abrió paso hasta estar donde todos pudieran verle.

-¡Leones del Mar! ¡Tiempo ha pasado desde que pisábamos las mismas maderas, sudábamos tirando de los mismos cabos y manchábamos con la sangre de nuestros mismos enemigos la tablazón de nuestro barco y el suyo! ¡A muchos hemos dejado atrás y a muchos otros os hemos encontrado!-

De dos saltos, subió a una roca algo más alta que las demás. Las antorchas no habían dejado de moverse y en breve estarían demasiado cerca.

-¡Perdidos, bastardos de mil padres, criminales, exiliados o descastados sin bandera! ¡Nos llamaban la escoria del mar. Gente sin honor y sin escrúpulos!-

Desenfundando la espada, señaló al suelo bajo sus pies. Las antorchas ya estaban casi sobre ellos...debían ser más de un centenar.

-Nunca pensé que lo haría sobre la verde hierba en vez de sobre las cuadernas de un barco...pero siempre supe que sería a vuestro lado; mis hermanos. ¡Hoy! ¡Esta misma noche! ¡Demostraremos que el honor es algo que nunca hemos perdido!-

-¡Hoy, demostraremos que las banderas se izan en los mástiles; pero se llevan en los corazones!-

-Vienen a por nosotros... ¡Y yo lucharé por vosotros! ¿Me acompañaréis?-

Un grito al unísono sirvió como señal de asentimiento.

Poniendo una mano en el hombro de Buck, Arhjal dijo: -Izad la bandera.-

Y con un bramido que recorrió los acantilados y fue llevado por el viento a las tierras cercanas, los músculos del tauren se tensaron bajo su pesada armadura de cuero al alzar el bastón sobre su cabeza para acabar descargándo con él un fuerte golpe contra el suelo, en el que se hundió varios centímetros.

La tela se desenredó y merced al viento comenzó a flamear, dejando ver la enseña de la casa de Tol-Quale y la cabeza de un león con las fauces abiertas.

-Puede que la última batalla de los Leones del Mar se esté abriendo ante nosotros. ¡Luchemos, hermanos! ¡Por lo que más amamos! ¡Por Tol-Quale y sus Leones del Mar! ¡POR TODOS NOSOTROS!-

Y esa noche, a altas horas de la madrugada, el rugido de apenas cincuenta gargantas durante una carga, helaron la sangre en las venas de sus enemigos que aunque les superaban en número y equipamiento, se vieron sobrepasados por aquéllos que creían no tenían nada por lo que luchar; cuando en realidad no parecían tener nada que perder.

Esta contienda no constará en lugar alguno. No quedarán registros de ella; salvo en los recuerdos de los que participaron. Una contienda en la cual medio centenar de desharrapados, una representante de los Caballeros de Sangre y un Servidor de Cenarius lucharon por la vida de cada uno de ellos y por las de los demás, poniendo en fuga, apresando o pasando a cuchillo las fuerzas de un importante elfo; cuyo nombre también permanecerá en el anonimato y caerá en el olvido, pero que contaba más del doble de soldados entrenados.

Ninguno de los cincuenta cayó muerto; salvo uno.

El Capitán Mèlkaré el pirata murió aquélla noche, sobre aquéllos acantilados; a la orilla de aquél mar que siempre había amado y que le había cuidado.
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Mensaje  Invitado Lun 29 Dic 2008, 16:26

/bow simplemente está muy bien Wink
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Mensaje  Proteo Lun 29 Dic 2008, 19:21

Te contesto aqui...

Increible, estupendo final para una estupenda historia?

Espero que no ^^
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Mensaje  Buck Miér 24 Jun 2009, 17:12

Muchas cosas han pasado por la vida de este personaje...este elfo que se inició en estos relatos creo que ha vivido, interpretativamente hablando, casi al mismo nivel que Buck, pero últimamente ha estado desaparecido.

Sus razones tenía.

Se que estos tres relatillos son apenas un esbozo...pero la vida de todos son esbozos que, juntos, hacen la historia. Quizá más adelante me anime a completarla; quién sabe.

Pero bueno...sea este el momento de, aún manteniéndole desaparecido, hacer constar en algún sitio que su destino ha sido la batalla. Una batalla personal a la que ha partido apoyado por fuerzas que corresponden intereses que si bien vienen a cuento mediante licencias narrativas que me he tomado, quizá no sean bien vistos por los más puritanos del Lore y por tanto van a permanecer un poco escondidos.

Y con él van tres más de mis personajes. Uno conocido y los otros algo menos pero que ya han hecho sus pinitos por aquí.

Dentro de poco, la historia tendrá un ¿final?; pero de momento...la cosa sigue. Si alguien quiere saber más, sólo tiene que preguntar.

Y sin más...el comienzo del final.

---------------------------------------------------------------------------------------------

El aire salobre inundaba la estancia y la brisa traía los ruídos de las gaviotas. En el camarote se estaba fresco a pesar del calor que ya de mañana se dejaba sentir.

-Nunca hace mal tiempo cuando apróas a mar abierto, ¿eh Melka?- dijo el troll como leyéndole los pensamientos.

-No, Arhjal...nunca lo hace.- respondió el elfo con una sonrisa.

Con paso desgarbado, Arhjal se puso a su lado y dejó caer una palmada sobre la espalda de Mélarè que resonó en la estancia.
-Hacía tiempo que no te veía sonreir asi, amigo.-

-Demasiado tiempo, si..- -¿cómo van los preparativos?- preguntó, cambiando asi el tema de la conversación, que empezaba a derivar de nuevo en algo que el elfo no tenía ganas de recordar.

-Podremos salir en media hora o una hora.-
-Perfecto.-
-Pero tendremos que esperar al resto de panzones barrigudos. Parece que pidan permiso a un remo para menear el otro, rediez.-

Con una maldición en trol, Arhjal señaló a otros barcos que, anclados en la bahía, recibían fardos y bultos que les llevaban barcas pequeñas. Parecían hormigas rodeando a una presa de gran tamaño y no dejaba de verse trasiego del puerto a los barcos y viceversa.

-Bueno...con tal de que iluminen, cada cual que se aguante su vela. Recuerda que las cosas han cambiado.-

El trol encogió un poco el labio en un deje irónico mientras sujetaba con sus dedos pulgar e índice la pieza de ropa donde iba bordada la silueta de una cabeza de leór.

-No...apenas lo había notado.-
-¡Eh! ¿Habrías preferido seguir pudriéndote en tierra?- El elfo alzó repentinamente la cabeza desde las cartas de navegación que estaba consultando. -Porque yo estaba ya hasta los aparejos de ver tierra y de algunos de los muchos anormales que la habitan.-
-Suelte cuerda, capi...que no me quejo. Por una vez estamos al otro lado de la línea; y qué quieres que te diga, no está mal eso de poder respirar sin sentir la soga al cuello.-

Mélkarè volvió a consultar las cartas, e hizo un par de anotaciones en un pergamino.

-Ya te las sabías de memoria antes de pisar una tablazón y aunque el mar cambia, sabes que no lo hace tan deprisa.-

El elfo soltó un gruñido. -¿Y qué quieres que haga? Vamos a la puta guerra...¿qué esperas que haga?-

-Que disfrutes de esto como lo hacías antes, donde cada día podía ser una puta guerra. Que dejes de darle vueltas...y que tires al mar de una jodida vez lo que llevas en el bolsillo.-

El rostro del elfo cambió como si le hubieran clavado una daga helada en la espalda y en un acto reflejo, se llevó la mano al bolsillo, donde tintinearon dos anillos que sujetó en un puño cerrado.

-Sube a cubierta y termina de dirigir el aprovisionamiento.-
-El aprovisionamiento va de puta madre. Tú no.-
-Yo estoy mejor que nunca.-
-La carne salada hace un mes que cargamos ahora tiene mejor cara que tú.-

Sabía que en ese tema de discusión con el troll iba a perder.

-Cuando sea el momento.-
-Mientras eches de menos la tierra...nunca podrás encontrarte cómodo en el mar.-

Tenía razón, pero ¿qué sabía él? Aunque...quizá el saber más no te daba más razón.

-No quiero seguir discutiendo. Bastante me costó convencer a Alöak de que se quedara en tierra como para...-

Un grito en trol interrumpió la conversación.

-Ya ha llegado.- anunció Arhjal
-¿Quién?- preguntó el elfo
-Sal a verlo...porque quiere hablar contigo.-

Con un suspiro de resignación, Mélkarè dejó a un lado la pluma con la que había estado haciendo anotaciones y subió a cubierta, siendo Alöak la primera persona con la que se encontrara y que no debiera estar ahí.

-¡Eh! ¡Mélka! ¡Hola!- saludó la tauren mientras dejaba un petate al lado de su dientes de sable.

-Alöak...creía que había quedado claro que no quedaba sitio para nadie en...- la frase quedó cortada por una voz familiar que venía del puente de popa.
-¿Ni siquiera para viejo amigo y su hija?- una risa potente...grave...conocida...alegre.

Mèlkaré se volvió y miró al tauren.

-¿Buck? Por todos los dioses...¿eres tú?- el elfo subió las escasas escaleras de dos en dos hasta estar frente al tauren, al que propinó un fuerte abrazo
-¿Cómo...? ¿Dónde...? ¿Qué haces aquí?-

-Buck ayuda. Alöak ayuda. Ella informarme de planes tuyos...orejas tiesas de pelo rojo estar chalado si creer que iba a dejar ir solo.-

Mélkarè dio un paso atrás.
-Esto...no es cosa tuya, Buck. No tiene por qué serlo.-

Frunciendo el ceño, el tauren alzó un enorme dedo índice justo frente a la nariz del elfo.

-Tú calla y escucha. Elfo no va sólo. Buck saber cosas de muertos no muertos, haber visto y haber pegado, ¿si? Mucho barco...mucha fuerza...pero no va sólo ni harto vino. Buck va, Alöak va y Diego va. Y si no, capitán por la borda.-

El elfo se quedó con la boca abierta durante un par de segundos tras los cuales dejó escapar una sonora carcajada.

-Nunca cambiarás.-
-No. Pero tú en cambio...deberías hacerlo.-
-Ya ayudáis a que lo haga.-

Buck asintió antes de hacer un desgarbado saludo militar.

-A sus órdenes, capitán.-
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Mensaje  Buck Vie 30 Oct 2009, 09:23

El balance era positivo... pero siempre quedan heridas que incordian; sobre todo si no se curan como es debido.

En un lateral da la amplia cabina descansaba un arcón cuyo interior parecía revuelto; y sentado a la mesa que se encontraba llena de mapas de una misma isla y hojas con anotaciones, Mèl jugueteaba con una cadena de plata en cuyo extremo se encontraban dos alianzas unidas formando un ocho. Unidas...pero nunca entrelazadas.

Se había prometido en su día no derramar una sola lágrima. No lamentarse, ni concederse un momento de auto-compasión...y aunque se le había hecho muy cuesta arriba, había logrado hacerlo. Enterrar en su mente esos capítulos de su vida y también todo lo que estuviera relacionado con ellos. Pero a veces, como el mar devuelve a la playa lo que se tira en él, así objetos olvidados vuelven a salir a la luz; como había ocurrido ahora con esa joya; encontrada por casualidad entre las ropas.

Guardando cadena y anillos en el bolsillo de su chaqueta, salió del camarote donde se encontraba y vio ante si, al otro lado de las bordas, el mar...inmenso y azul. Arriba, las velas se hinchaban con la brisa y
proyectaban al León con fuerza y velocidad, cortando las olas.

La tripulación era prácticamente la misma que había tenido en su día y aunque algunos habían muerto en la guerra y otros por las heridas sufridas durante ella; seguían siendo una tripulación atípica. No eran desharrapados ni pordioseros...y aunque en el fondo quizá ladrones siguieran siéndolo todos, ahora eran SUS ladrones.

Los marineros descansaban en ese momento y Mèl observó sus quehaceres en esa tranquila jornada mientras recordaba cómo los había sacado de sucios tabernuchos y les había dado una cama, comida, y ropas. Lejanos quedaban ya aquéllos días de piratería.

Si. Sin duda seguían siendo un grupo variopinto, pero ya no eran piratas. Ahora defendían sus tierras, sus familias y sus hogares; pues todos habían participado de la guerra por la cual el elfo había recuperado su herencia. Había recuperado sus tierras de manos de la plaga y tras restaurarlas y como agradecimiento y recompensa les había acogido en ellas otorgándoles parcelas de la misma y construyendo, con sus propias manos, las casas de todos ellos.

Y él, aunque había dado la espalda a la Orden y todo lo que significaba, continuaba aprendiendo los caminos de la Luz.
Habiendo encontrado aliados en el Alba Argéntea, ellos le ayudaron a recuperar sus tierras y él les había permitido instalarse también en ellas, dando lugar a la primera encomienda, que aunque aún pequeña, poco a poco iba creciendo. Estatuas de los antepasados de Mèl adornaban el lugar y en él se entrenaban, bajo sus auspicios y los de muchos otros, nuevos paladines y nuevos templarios dedicados al Alba y a la Luz.

Además, un grupo de chamanes trolls se habían instalado en la isla y cooperaban en mantener el equilibrio y en su protección e incluso Buck, que había rechazado volver al Sueño, se había quedado también alli junto con su ahijada, Alöak como guardíanes de toda la isla.

Sin darse cuenta, el elfo se había quedado parado en mitad del barco, con las manos en los bolsillos y Arhjal salió a su encuentro y se inclinó con reverencia. En sus ropas se veía con claridad la enseña de la casa de Töl Qüale.

-Se te ve meditabundo, amigo.-

Como respuesta, Mèl sonrió de medio lado y tras acariciar ambos anillos recorriendo sus bordes y notando el grabado de los dos nombres los sacó de su bolsillo.

La mano de Arhjal se posó en su hombro y él asintió.

-¿Estás bien, amigo?.- Pronunció el troll con voz queda, pues sabía que, de todas las cargas que había visto llevar al elfo, esa era la más pesada...y la que siempre podría hundirle a pesar de todo lo que había
logrado: Recuperar sus tierras, restaurarlas y repoblarlas... y hasta disfrutar de un feliz matrimonio y una tranquila paternidad.

-Si. Lo estoy hermano. Lo estoy.- Musitó Mèlkaré -Fue su decisión a pesar de todo.-

Entonces, el troll lo comprendió y en su fuero interno soltó un suspiro de alivio. Su capitán; su amigo y hermano, estaba preparado.

-Es el momento, amigo. Tienes a muchas personas que te necesitan ahora.-

El elfo asintió mientras un pájaro, que había estado observando la escena apoyado en la borda, cambió su forma a la de Buck.

-La última esperanza no tiene cabida en el corazón de las personas, Mèlkaré. Buck sabe.-

-Para esto...- dijo alzando los anillos -... no queda ya ninguna.-

Dio un último vistazo a la joyar. Dejó escapar un susurro de despedida y con toda la fuerza que fue capaz de ejercer, lanzó por la borda la joya.

Volviéndose hacia los dos amigos, el elfo sonrió abiertamente y mientras se dirigía al timón, gritó:

-¡Todos a sus puestos! ¡Buck, al mástil a currar como todos! ¡Arhjal! ¡Haz que se muevan!-

Acercándose a la caña del timón, modificó ligeramente el rumbo y sacó de entre sus ropas un catalejo con el que echó un vistazo a las verdes tierras que se avistaban en el horizonte, donde esperaban las familias de todos los que iban en el barco y también la suya propia. Llevaba varios dias sin abrazar a su familia...a su mujer y a su hija y ya las echaba demasiado de menos. Pronto volvería a salir de aventuras...y quizá con ellas; pero aún no era ese momento.

-¡Tripulación, ya casi llegamos a casa! ¡Asi que cuanto antes os pongáis manos a la obra, antes disfrutaréis de ella! ¡Ladrones y timadores! ¡Piratas! ¡Izad la enseña y que sepan que venimos!-

Puso próa a la isla y afianzó el rumbo.

------------------------------------------------------------------------------------------

Y con esto se pone un punto a las historias entrelazadas de mis personajes (y mira que he tardado... pero es que no veía el momento ni la forma de hacerlo).

A efectos prácticos en su dia desaparecieron del mapa, no sin avisar, y aunque los carteros de Azeroth saben llegar hasta ellos por si fuera necesaria su presencia, alguna que otra vez volverán desde alli para
ayudar a sus hermanos; pues pese a todo, siempre han sido y serán Recios; aunque ningún otro Recio haya participado muy activamente en sus historias.
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