Tras el telón
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Tras el telón
Observó su nuevo tabardo con una sonrisa en sus finos labios. Se pasó los dedos por el rubio cabello para observar su reflejo en el espejo y, durante un breve periodo de tiempo, se dedicó a ajustarlo hasta que estuvo contenta con el resultado.
No pudo reprimir una atenuada risa al ver lo que estaba haciendo, quizás este era su primer signo de coquetería desde que había salido de la tutoría de su maestro. Se imaginaba al estirado elfo de
cano cabello observándola en este mismo momento refunfuñando sobre “chiquilladas
que nublan el buen juicio”, como solía llamarlas.
Pero Ninwë no podía evitar sentirse bien.
Un atisbo de preocupación se reflejó en su rostro al recordar la conversación sostenida con Lady Shilvara. Si bien había puesto en duda la firmeza y la creencia eb los paladines, ella solo había podido darle la razón en muchos aspectos.
Siempre había creído que todas esas ridículas normas impuestas, creadas sabían los dioses cuanto tiempo atrás, suponían un atraso considerable. Creía en el honor y en la valentía, pero no creía en la rigidez y en todo el rimbombante protocolo en el cual había sido instruida tantos años de su juventud.
Si bien era cierto que la gente pensaba que los Paladines parecían más autómatas creados por la ingeniería gnómica, personas que había reemplazado su verdadera personalidad por un cúmulo de
insulsas y arcaicas reglas, Ninwë estaba dispuesta a demostrar que no era así.
Emitió un sonoro suspiro y se mordió el labio inferior. Lo tenía claro, y si por ello sería mirada por encima
del hombro, aguantaría las miradas con altanería.
Se dejó caer pesadamente en el sillón rodeándose las piernas con los brazos, apoyando la barbilla en las rodillas y, por primera vez en toda la tarde, se relajó.
Aunque Gabst la había asustado en un principio y había intentado no parecer nerviosa durante toda la
entrevista sobre todo cuando vio a Lady Shilvara, todo había salido bien y ahora era una Recia orgullosa de serlo.
Entonces recordó con exactitud de detalles al elfo, lo que hizo que el color adornara sus pálidas mejillas.
Estaba cansada de ver a jóvenes elfos entrenando junto a ella, pero jamás había intercambiado una sonrisa con ninguno de ellos, y mucho menos, una conversación fluida que no tuviera que ver con los credos, no había tiempo para eso en las clases de su maestro.
“-Tonta” musitó suavemente en Thalassiano mientras se ponía en pie y, volviéndose a ajustar el níveo tabardo, salió del edificio con una energía renovada, dandose cuenta, de que sus demonios internos permanecian dormidos más tiempo del normal.
No pudo reprimir una atenuada risa al ver lo que estaba haciendo, quizás este era su primer signo de coquetería desde que había salido de la tutoría de su maestro. Se imaginaba al estirado elfo de
cano cabello observándola en este mismo momento refunfuñando sobre “chiquilladas
que nublan el buen juicio”, como solía llamarlas.
Pero Ninwë no podía evitar sentirse bien.
Un atisbo de preocupación se reflejó en su rostro al recordar la conversación sostenida con Lady Shilvara. Si bien había puesto en duda la firmeza y la creencia eb los paladines, ella solo había podido darle la razón en muchos aspectos.
Siempre había creído que todas esas ridículas normas impuestas, creadas sabían los dioses cuanto tiempo atrás, suponían un atraso considerable. Creía en el honor y en la valentía, pero no creía en la rigidez y en todo el rimbombante protocolo en el cual había sido instruida tantos años de su juventud.
Si bien era cierto que la gente pensaba que los Paladines parecían más autómatas creados por la ingeniería gnómica, personas que había reemplazado su verdadera personalidad por un cúmulo de
insulsas y arcaicas reglas, Ninwë estaba dispuesta a demostrar que no era así.
Emitió un sonoro suspiro y se mordió el labio inferior. Lo tenía claro, y si por ello sería mirada por encima
del hombro, aguantaría las miradas con altanería.
Se dejó caer pesadamente en el sillón rodeándose las piernas con los brazos, apoyando la barbilla en las rodillas y, por primera vez en toda la tarde, se relajó.
Aunque Gabst la había asustado en un principio y había intentado no parecer nerviosa durante toda la
entrevista sobre todo cuando vio a Lady Shilvara, todo había salido bien y ahora era una Recia orgullosa de serlo.
Entonces recordó con exactitud de detalles al elfo, lo que hizo que el color adornara sus pálidas mejillas.
Estaba cansada de ver a jóvenes elfos entrenando junto a ella, pero jamás había intercambiado una sonrisa con ninguno de ellos, y mucho menos, una conversación fluida que no tuviera que ver con los credos, no había tiempo para eso en las clases de su maestro.
“-Tonta” musitó suavemente en Thalassiano mientras se ponía en pie y, volviéndose a ajustar el níveo tabardo, salió del edificio con una energía renovada, dandose cuenta, de que sus demonios internos permanecian dormidos más tiempo del normal.
Invitado- Invitado
Re: Tras el telón
*mirada perdida en el infinito*
*vaya, creo que hay nueva sangre que quiere conquistar corazones*
Jijiji, muy buena ^^
*vaya, creo que hay nueva sangre que quiere conquistar corazones*
Jijiji, muy buena ^^
Invitado- Invitado
Re: Tras el telón
Escuchó el inconfundible aletear del ave. El negro animal soltó un graznido a modo de saludo y depositó en la mano de la elfa una carta pulcramente enrollada y sellada.
Entró rápidamente en la posada y, después de dejar la capa en el respaldo de una silla y deshacerese de sus pesadas botas y guantes, se sentó en la cama, retirando el lacado sello con cuidado.
Habían pasado varios días desde su partida y no había noche que la joven Ninwë no hubiera temido por su vuelta. Se lo había hecho prometer y este había aceptado. No dudaba de su palabra, pero muchas veces las palabras pueden torcerse por cuestiones ajenas.
El lugar donde iba era peligroso y, aún sabiendolo bien acompañado, la elfa había pasado noches mirando por la ventana esperando ver aparecer a Daga con noticias.
Cuando desenrolló la carta observó una escritura apretada y pulcra que reconocía y eso hizo que esbozara una amplia sonrisa. Había cumplido su palabra...
Recordó verlo volar por las colinas de Shatthrat mientras ella le esperaba sentada en una loma. En esos momento había visto a un joven alegre, disfrutando del momento, no a ún experto asesino.
Recordó verlo en combate. Sus movimientos eran sutiles, elegantes, su cuerpo bailaba con las sombras... pero entonces era cuando su rostro confería esa mirada fría que había logrado asustarla.
Sus finos labios dejaron escapar un sonoro suspiro que hizo que Lunnaris, la mascota de Edrähil, alzara las orejas y la observara fijamente mientras su dueño seguía durmiendo en una cama cercana.
La pálida elfa se apartó el cabello del rostro y se acercó al animal, acariciandole la cabeza con un gesto de preocupación.
"Sé que no puedes entenderme, pero si pudieras entender lo que digo, tampoco me entenderías a mi."
Encendió una escualida vela y, con el único sonido que el susurro de la pluma sobre el papel, las palabras surgieron solas como un torrente.
Salió a la calle y deposito la carta en el correo.
Entró rápidamente en la posada y, después de dejar la capa en el respaldo de una silla y deshacerese de sus pesadas botas y guantes, se sentó en la cama, retirando el lacado sello con cuidado.
Habían pasado varios días desde su partida y no había noche que la joven Ninwë no hubiera temido por su vuelta. Se lo había hecho prometer y este había aceptado. No dudaba de su palabra, pero muchas veces las palabras pueden torcerse por cuestiones ajenas.
El lugar donde iba era peligroso y, aún sabiendolo bien acompañado, la elfa había pasado noches mirando por la ventana esperando ver aparecer a Daga con noticias.
Cuando desenrolló la carta observó una escritura apretada y pulcra que reconocía y eso hizo que esbozara una amplia sonrisa. Había cumplido su palabra...
Recordó verlo volar por las colinas de Shatthrat mientras ella le esperaba sentada en una loma. En esos momento había visto a un joven alegre, disfrutando del momento, no a ún experto asesino.
Recordó verlo en combate. Sus movimientos eran sutiles, elegantes, su cuerpo bailaba con las sombras... pero entonces era cuando su rostro confería esa mirada fría que había logrado asustarla.
Sus finos labios dejaron escapar un sonoro suspiro que hizo que Lunnaris, la mascota de Edrähil, alzara las orejas y la observara fijamente mientras su dueño seguía durmiendo en una cama cercana.
La pálida elfa se apartó el cabello del rostro y se acercó al animal, acariciandole la cabeza con un gesto de preocupación.
"Sé que no puedes entenderme, pero si pudieras entender lo que digo, tampoco me entenderías a mi."
Encendió una escualida vela y, con el único sonido que el susurro de la pluma sobre el papel, las palabras surgieron solas como un torrente.
Salió a la calle y deposito la carta en el correo.
Invitado- Invitado
Re: Tras el telón
La elfa frotó la piedra de comunicación y esta emitió un ligero zumbido antes de apagarse completamente.
Observó la cama y suspiró. Estaba llena de multitud de papeles repletos de anotaciones, incluso se podía distinguir el dibujo de algún monigote con aclaraciones debajo.
"Maldita sea... cuanto trabajo" rezongo por lo bajo mientras comenzaba a ordenarlos con suma pulcritud.
Cuando hubo terminado los enrolló con cuidado y se disponía a guardarlos en su mochila, cuando se sorprendió por la cantidad de porquería que había acumulado a lo largo del día.
Comenzó a sacar cosas, desde trozos de lino algo estropeados a botellas, pasando por minerales, pelaje de algún animal que ni recordaba o una simple camisa arrugada.
No paró hasta que topó con un objeto que le era sumamente familiar.
A simple vista no era más que una tosca talla de en madera que recordaba vagamente La Fuente del Sol. Su maestro se la había regalado antes de partir para que jamás olvidara quien era.
"Cuando estés fuera del hogar y pienses que nada va bien, observala. Recordarás porque estás luchando y quien eres. Me fué de grán ayuda cuando era un iniciado, creo que ahora te ayudara más a ti."
Entonces rememoró la conversación mantenida con Valus hacía escasas horas. La revelación habría caido sobre ella como una pesada losa haciendo bambolear algo más que su juicio.
Le costaba creer que todo aquello que había aprendido en la academia no eran más que patrañas y engaños, que la habían educado para promulgar creencias inciertas y esperanza fraudulenta.
Su cometido era mantener a la gente con una venda en los ojos para que no pudieran ver en lo que se había convertido su imperio. Era tan increible...Pero sabía que Valus no mentía, ahora le tocaba a ella asimilar todo aquello sin sutilezas ni miramientos. Se pasó los dedos por el rubio cabello y cerro los ojos unos segundos que le parecieron eternos.
Recordó la historia que Valus le había contado. Una historia de como hasta lo imposible puede cambiar.
Recordó su tono firme al afirmar que solo lucharía por aquellos a los que quería.
Recordó como no había sido capaz de aguantar su mirada.
Alargó la mano hacia la vela que iluminaba la estancia y la apagó en un intento de evadir esos pensamientos.
Había sido un dia francamente duro, incluso había visto un dragón, bueno serían dos... solo que uno no se presentó. La joven elfa no pudo reprimir una risa floja al recordar a Gäbst corriendo detrás del zeppelín como alma que lleva el diablo, mientras este se alejaba con ella. Sabía que no era buena idea de perdir que dieran media vuelta a ese trasto, era demasiado inestable.
Aún tumbada, alargó la mano y cogió una de las botellas que Valus le había regalado para darle un leve sorbo.
"Es una bebida fuerte y amarga, como la vida. A veces es como el dulce hidromiel, y otra veces puede sentarte como la peor de las condenas."
Dejó la botella en el suelo, cerca de la cama, y volvió a tumbarse mirando el techo... sabedora que la botella se convertiría en su fiel compañera durante toda la noche.
Observó la cama y suspiró. Estaba llena de multitud de papeles repletos de anotaciones, incluso se podía distinguir el dibujo de algún monigote con aclaraciones debajo.
"Maldita sea... cuanto trabajo" rezongo por lo bajo mientras comenzaba a ordenarlos con suma pulcritud.
Cuando hubo terminado los enrolló con cuidado y se disponía a guardarlos en su mochila, cuando se sorprendió por la cantidad de porquería que había acumulado a lo largo del día.
Comenzó a sacar cosas, desde trozos de lino algo estropeados a botellas, pasando por minerales, pelaje de algún animal que ni recordaba o una simple camisa arrugada.
No paró hasta que topó con un objeto que le era sumamente familiar.
A simple vista no era más que una tosca talla de en madera que recordaba vagamente La Fuente del Sol. Su maestro se la había regalado antes de partir para que jamás olvidara quien era.
"Cuando estés fuera del hogar y pienses que nada va bien, observala. Recordarás porque estás luchando y quien eres. Me fué de grán ayuda cuando era un iniciado, creo que ahora te ayudara más a ti."
Entonces rememoró la conversación mantenida con Valus hacía escasas horas. La revelación habría caido sobre ella como una pesada losa haciendo bambolear algo más que su juicio.
Le costaba creer que todo aquello que había aprendido en la academia no eran más que patrañas y engaños, que la habían educado para promulgar creencias inciertas y esperanza fraudulenta.
Su cometido era mantener a la gente con una venda en los ojos para que no pudieran ver en lo que se había convertido su imperio. Era tan increible...Pero sabía que Valus no mentía, ahora le tocaba a ella asimilar todo aquello sin sutilezas ni miramientos. Se pasó los dedos por el rubio cabello y cerro los ojos unos segundos que le parecieron eternos.
Recordó la historia que Valus le había contado. Una historia de como hasta lo imposible puede cambiar.
Recordó su tono firme al afirmar que solo lucharía por aquellos a los que quería.
Recordó como no había sido capaz de aguantar su mirada.
Alargó la mano hacia la vela que iluminaba la estancia y la apagó en un intento de evadir esos pensamientos.
Había sido un dia francamente duro, incluso había visto un dragón, bueno serían dos... solo que uno no se presentó. La joven elfa no pudo reprimir una risa floja al recordar a Gäbst corriendo detrás del zeppelín como alma que lleva el diablo, mientras este se alejaba con ella. Sabía que no era buena idea de perdir que dieran media vuelta a ese trasto, era demasiado inestable.
Aún tumbada, alargó la mano y cogió una de las botellas que Valus le había regalado para darle un leve sorbo.
"Es una bebida fuerte y amarga, como la vida. A veces es como el dulce hidromiel, y otra veces puede sentarte como la peor de las condenas."
Dejó la botella en el suelo, cerca de la cama, y volvió a tumbarse mirando el techo... sabedora que la botella se convertiría en su fiel compañera durante toda la noche.
Invitado- Invitado
Re: Tras el telón
Ninwë se llevó la mano a la frente, allá donde el había depositado su beso, y no pudo sino sonreir. Escuchaba la respiración a su espalda y notaba la calidez que desprendía su cuerpo.
Estaba nerviosa, lo que le imposibilitaba dormir, así que se reclinó hasta quedar sentada intentando no enturbiar el sueño de su acompañante.
Había sido un día duro para la joven elfa. Había combatido contra demonios por primera vez y le dolían los pies de caminar por innumerables tierras desconocidas. También había conocido a Buck y le había parecido encantador, desde luego ahora no vería a los Tauren de la misma manera.
Pensó en Gäbst y tu que reprimir un suspiro.
El elfo había abierto su corazón ante ella, dejándo sus sentimientos encima de la mesa como si fueran las cartas de una baraja, solo que el esperaba que ella decidiera la siguiente jugada, y ella se había plantado.
"Apenas te conozco..." le había dicho en apenas un hilo de voz
"Esperare lo que sea necesario" había respondido el cabizbajo dejándola francamente sorprendida.
La figura a su lado se agitó levemente sacándola de sus pensamientos. Hoy el sudor no perlaba su frente como el día anterior. Hoy las pesadillas se habían alejado y la elfa parecía satisfecha, así que lo observó dormir durante largo rato.
No pudo evitar dirigir la mirada hacia el pecho descubierto del elfo, lo que le provocó un leve rubor en las mejillas.
En la academia había visto varones descamisados presa del calor producido por un duro entrenamiento, pero no los había mirado de la misma forma, no ejercían ese efecto sobre ella.
Se obligó a apartar la mirada y alargó la mano hacia el Cántaro de Hidromiel, que había dejado a medias en su conversación nocturna, y le dió un largo trago, que no tardó en ser acompañado de otro.
Valus era un hombre torturado por su pasado, pero con coraje suficiente como para arreglar el presente. Soportaba una terrible carga, pero lograba enterrar a sus demonios internos día a día con el mero fin de ser feliz.
Aún no comprendía porque se sentía tan bien a su lado, el siempre había acudido a su llamada cuando ella le había necesitado, sabía que podía confiar en el y que algún día le aguantaría la mirada.
Apuró el cántaro y se volvió a tumbar a su lado, solo que esta vez lo observaba de frente. Le apartó el cabello del rostro, retirandolo tras sus orejas, y volvió a sonreir una vez mas antes de quedar profundamente dormida.
Estaba nerviosa, lo que le imposibilitaba dormir, así que se reclinó hasta quedar sentada intentando no enturbiar el sueño de su acompañante.
Había sido un día duro para la joven elfa. Había combatido contra demonios por primera vez y le dolían los pies de caminar por innumerables tierras desconocidas. También había conocido a Buck y le había parecido encantador, desde luego ahora no vería a los Tauren de la misma manera.
Pensó en Gäbst y tu que reprimir un suspiro.
El elfo había abierto su corazón ante ella, dejándo sus sentimientos encima de la mesa como si fueran las cartas de una baraja, solo que el esperaba que ella decidiera la siguiente jugada, y ella se había plantado.
"Apenas te conozco..." le había dicho en apenas un hilo de voz
"Esperare lo que sea necesario" había respondido el cabizbajo dejándola francamente sorprendida.
La figura a su lado se agitó levemente sacándola de sus pensamientos. Hoy el sudor no perlaba su frente como el día anterior. Hoy las pesadillas se habían alejado y la elfa parecía satisfecha, así que lo observó dormir durante largo rato.
No pudo evitar dirigir la mirada hacia el pecho descubierto del elfo, lo que le provocó un leve rubor en las mejillas.
En la academia había visto varones descamisados presa del calor producido por un duro entrenamiento, pero no los había mirado de la misma forma, no ejercían ese efecto sobre ella.
Se obligó a apartar la mirada y alargó la mano hacia el Cántaro de Hidromiel, que había dejado a medias en su conversación nocturna, y le dió un largo trago, que no tardó en ser acompañado de otro.
Valus era un hombre torturado por su pasado, pero con coraje suficiente como para arreglar el presente. Soportaba una terrible carga, pero lograba enterrar a sus demonios internos día a día con el mero fin de ser feliz.
Aún no comprendía porque se sentía tan bien a su lado, el siempre había acudido a su llamada cuando ella le había necesitado, sabía que podía confiar en el y que algún día le aguantaría la mirada.
Apuró el cántaro y se volvió a tumbar a su lado, solo que esta vez lo observaba de frente. Le apartó el cabello del rostro, retirandolo tras sus orejas, y volvió a sonreir una vez mas antes de quedar profundamente dormida.
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