Recuerdos. El último viaje. [EDITADA]
Recios :: JUEGOS :: World of Warcraft :: [WoW] Rol
Página 1 de 1.
Recuerdos. El último viaje. [EDITADA]
La noche cubría con su manto el cielo, las estrellas brillaban con enorme intensidad. Presea miraba ese manto de estrellas fascinada por tanta belleza, sin recordar un instante sus preocupaciones, su angustia por su hija, incluso Darkeld, o Deivith. Se detuvo un momento en ese nombre, “Deivith...”. Hacía meses que no lo veía desde su partida al frente. Le echaba de menos y más en momentos difíciles. Suspiró cabizbaja, al no tener noticias de él.
- Darkeld... -pensó tras recordar a su hija.- Si hubiera sabido la verdad antes...
Empezó a recordar la partida de Darkeld al frente hace algunos años.
Neida tenia unos meses. Lunargenta fue su hogar, el hogar que habían escogido para que fueran una familia. Presea no lo amaba, pero hizo un sacrificio de amor haciéndose una promesa: Haría feliz a Darkeld, serian una familia junto con la hija de ambos, y trataría de quererlo, o amarlo... si podía.
Fue fácil quererle, había tanto amor en él, tanto amor por Neida ejerciendo de padre, que con el tiempo, se había ganado su corazón. Su partida fue dolorosa, entendió su marcha, habían vidas que proteger, vidas que salvar.
-Neida y yo estaremos bien -dijo mientras recibía el beso de su esposo en la frente.
Darkeld abrazó a ambas conteniendo las lágrimas, pues no quería que vieran su enorme tristeza por separarse de ellas a pesar de la promesa de volver con vida. Su temor era no volver a verlas jamás si la muerte le arrebatara la vida.
Imágenes del pasado le vinieron en su memoria.
Las noches durmiendo con su hija, acariciando ese rostro tan precioso, esas manitas, sus mejillas sonrosadas, sus cabellos plateados. Neida crecía... sus primeros pasos... sus primeras palabras... “Mamá..” ... “Papá...”.Si... no podía contener una sonrisa en esos recuerdos. Eran felices, aunque faltara su esposo, lo fueron.
Siempre hablaba de su padre, contándole historias de su valentía, su constancia, su coraje, su valor... lo mucho que las quería.
-¿Cuándo volverá papá? - preguntó su hija, viendo la litografía de cuando ellos dos se casaron. Siempre la miraba y en ocasiones dormía con ella. Imaginaba muchas veces la pequeña Neida cómo sería su regreso a casa.
-Prometió que volvería. Él siempre cumple sus promesas. -contestó dándole un beso en la cabeza con ternura. Aunque en su interior sabía que la vida de su esposo estaba en manos del destino y a pesar de su promesa, cada día al levantarse sentía como el corazón se encogía ante el temor de que algún soldado llamara a su puerta portando malas noticias.
Esa noche se desató una tormenta, Presea tras acostar a su hija, volvió al salón para recoger algunos juguetes que habían en el suelo tirados. Miró la litografía de su boda y la cogió de la cómoda. Con nostalgia, observaba a Darkeld, acarició con la yema de los dedos el rostro de su esposo con tristeza, sus ojos se humedecieron.
-Cuánto te echo de menos. Vuelve sano y salvo... por favor.
La niña en ese instante se despertó para pedir un poco de agua, pero encontró a su madre sentada en la silla, con los codos apoyados en la mesa, llorando en silencio. El rostro de Neida se tornó en tristeza, se fue a la cama sin hacer ruido, no pudo volver a dormir, no había visto nunca a su madre así. Presea dejó la litografía en su lugar, caminó lentamente al dormitorio. La pequeña fingió dormir. Se recostó a su lado, la dio un beso en los cabellos, mientras lloraba en silencio abrazando a su hija sin apretar demasiado, por temor de despertarla y preocuparla. Neida abrió los ojos notando la tristeza de su madre, “encontraré a Papá... lo traeré de vuelta a casa, te lo prometo mamá” pensó la niña decidida.
No había amanecido aún. La tormenta no había cesado, no paraba de llover. Neida no podía seguir durmiendo, así que despacio, sin despertar a su madre, se levantó de la cama y se vistió. Intentó no hacer ruido e ir directa a la cocina. Sacó de la alacena un zurrón, cogió algo de comida, lo que sobró de la cena y un poco de pastel de chocolate, “con esto tendré suficiente,... espero.” Se abrigó con una capa, abrió despacio la puerta y cerró con cuidado.
Presea despertó lentamente. Palpó el lado donde solía estar su hija notando el vacío. Creyó que tal vez hubiera ido a por agua en la cocina.
-¿Neida? -al no recibir respuesta se levantó de la cama. Miró en la cocina, en el salón y en lo que habría sido su habitación, donde se guardaban los juguetes. No había rastro de la niña, se asustó desesperándose cuando vio que una de las capas colgadas en la entrada de la puerta no estaba.
Salió de la casa, estaba lloviendo a cántaros. Un destello de un rayo iluminó por un segundo el cielo seguido de un estruendoso trueno. Se cubrió con la capa, y corrió hacia unos guardias que se refugiaban en un porche. Preguntó si habían visto a una niña pequeña de cabellos plateados corriendo por la ciudad o saliendo de ella. Al estar las calles solitarias por el aguacero y ser tan temprano creyó que podrían haberla visto, pero los guardias nagaron con la cabeza. Presea empezó a angustiarse pidiendo que la ayudaran a encontrarla.
-¡¡NEIDA!! -gritaba por todos los rincones de la ciudad.
Se le saltaban las lágrimas y temblaba por lo que pudiera pasarla. Miró a las puertas de la ciudad negando con la cabeza por la posibilidad de que hubiera salido fuera hacia el bosque con esta tormenta. Salió a buscarla afuera, no sabía qué dirección tomar, pero estaba decidida a peinar todo Quel'thalas si fuera necesario.
-¡¡NEEEIDAAAAA!!
Oyó el grito de la niña, cerca del Sagrario Oeste. Los ojos de la elfa se abrieron más que antes, corrió tan deprisa como pudo usando su magia de traslación para llegar antes. Un lince corría tras algo que huía a lo lejos. Trató de alcanzarlos. La niña se cayó en el lodo cerca de un pequeño barranco acorralada por el felino mas dos linces que se unieron a la caza. Presea rápidamente convocó al hielo forjando varias lanzas y con precisión atravesó los cuerpos de los felinos dándoles muerte. Neida estaba encogida y abrazándose las rodillas, llorando.
-¡Cariño... estoy aquí, estoy aquí! -dijo su madre protegiéndola con sus brazos abrazándola con fuerza.
-¡Mamá! -se aferraba a su madre llorando asustada.
-¡No vuelvas a salir de la ciudad, no vuelvas a irte de casa! -la reprendió entre lágrimas.
-Quería... buscarle... -dijo la niña entre sollozos. Presea la miró a los ojos, limpiándole las lágrimas sin entender.
-¿Buscar a quien?
- buscar a Papá... quería que volviese a casa... así dejarías de llorar.
-Mi niña... -la abrazó de nuevo con fuerza conmovida.
La niña empezó a sentir algo extraño. Notaba como una sombra cubría su cuerpo, sus ojos. Presea se asustó.
-¡Neida! ¡Neida qué te ocurre, responde! ¡AYUDADME POR FAVOR! ¡AYUDADME! -gritó. Algunos soldados que la ayudaban en su búsqueda la escucharon y la socorrieron enseguida.
- Darkeld... -pensó tras recordar a su hija.- Si hubiera sabido la verdad antes...
Empezó a recordar la partida de Darkeld al frente hace algunos años.
Neida tenia unos meses. Lunargenta fue su hogar, el hogar que habían escogido para que fueran una familia. Presea no lo amaba, pero hizo un sacrificio de amor haciéndose una promesa: Haría feliz a Darkeld, serian una familia junto con la hija de ambos, y trataría de quererlo, o amarlo... si podía.
Fue fácil quererle, había tanto amor en él, tanto amor por Neida ejerciendo de padre, que con el tiempo, se había ganado su corazón. Su partida fue dolorosa, entendió su marcha, habían vidas que proteger, vidas que salvar.
-Neida y yo estaremos bien -dijo mientras recibía el beso de su esposo en la frente.
Darkeld abrazó a ambas conteniendo las lágrimas, pues no quería que vieran su enorme tristeza por separarse de ellas a pesar de la promesa de volver con vida. Su temor era no volver a verlas jamás si la muerte le arrebatara la vida.
Imágenes del pasado le vinieron en su memoria.
Las noches durmiendo con su hija, acariciando ese rostro tan precioso, esas manitas, sus mejillas sonrosadas, sus cabellos plateados. Neida crecía... sus primeros pasos... sus primeras palabras... “Mamá..” ... “Papá...”.Si... no podía contener una sonrisa en esos recuerdos. Eran felices, aunque faltara su esposo, lo fueron.
Siempre hablaba de su padre, contándole historias de su valentía, su constancia, su coraje, su valor... lo mucho que las quería.
-¿Cuándo volverá papá? - preguntó su hija, viendo la litografía de cuando ellos dos se casaron. Siempre la miraba y en ocasiones dormía con ella. Imaginaba muchas veces la pequeña Neida cómo sería su regreso a casa.
-Prometió que volvería. Él siempre cumple sus promesas. -contestó dándole un beso en la cabeza con ternura. Aunque en su interior sabía que la vida de su esposo estaba en manos del destino y a pesar de su promesa, cada día al levantarse sentía como el corazón se encogía ante el temor de que algún soldado llamara a su puerta portando malas noticias.
Esa noche se desató una tormenta, Presea tras acostar a su hija, volvió al salón para recoger algunos juguetes que habían en el suelo tirados. Miró la litografía de su boda y la cogió de la cómoda. Con nostalgia, observaba a Darkeld, acarició con la yema de los dedos el rostro de su esposo con tristeza, sus ojos se humedecieron.
-Cuánto te echo de menos. Vuelve sano y salvo... por favor.
La niña en ese instante se despertó para pedir un poco de agua, pero encontró a su madre sentada en la silla, con los codos apoyados en la mesa, llorando en silencio. El rostro de Neida se tornó en tristeza, se fue a la cama sin hacer ruido, no pudo volver a dormir, no había visto nunca a su madre así. Presea dejó la litografía en su lugar, caminó lentamente al dormitorio. La pequeña fingió dormir. Se recostó a su lado, la dio un beso en los cabellos, mientras lloraba en silencio abrazando a su hija sin apretar demasiado, por temor de despertarla y preocuparla. Neida abrió los ojos notando la tristeza de su madre, “encontraré a Papá... lo traeré de vuelta a casa, te lo prometo mamá” pensó la niña decidida.
No había amanecido aún. La tormenta no había cesado, no paraba de llover. Neida no podía seguir durmiendo, así que despacio, sin despertar a su madre, se levantó de la cama y se vistió. Intentó no hacer ruido e ir directa a la cocina. Sacó de la alacena un zurrón, cogió algo de comida, lo que sobró de la cena y un poco de pastel de chocolate, “con esto tendré suficiente,... espero.” Se abrigó con una capa, abrió despacio la puerta y cerró con cuidado.
Presea despertó lentamente. Palpó el lado donde solía estar su hija notando el vacío. Creyó que tal vez hubiera ido a por agua en la cocina.
-¿Neida? -al no recibir respuesta se levantó de la cama. Miró en la cocina, en el salón y en lo que habría sido su habitación, donde se guardaban los juguetes. No había rastro de la niña, se asustó desesperándose cuando vio que una de las capas colgadas en la entrada de la puerta no estaba.
Salió de la casa, estaba lloviendo a cántaros. Un destello de un rayo iluminó por un segundo el cielo seguido de un estruendoso trueno. Se cubrió con la capa, y corrió hacia unos guardias que se refugiaban en un porche. Preguntó si habían visto a una niña pequeña de cabellos plateados corriendo por la ciudad o saliendo de ella. Al estar las calles solitarias por el aguacero y ser tan temprano creyó que podrían haberla visto, pero los guardias nagaron con la cabeza. Presea empezó a angustiarse pidiendo que la ayudaran a encontrarla.
-¡¡NEIDA!! -gritaba por todos los rincones de la ciudad.
Se le saltaban las lágrimas y temblaba por lo que pudiera pasarla. Miró a las puertas de la ciudad negando con la cabeza por la posibilidad de que hubiera salido fuera hacia el bosque con esta tormenta. Salió a buscarla afuera, no sabía qué dirección tomar, pero estaba decidida a peinar todo Quel'thalas si fuera necesario.
-¡¡NEEEIDAAAAA!!
Oyó el grito de la niña, cerca del Sagrario Oeste. Los ojos de la elfa se abrieron más que antes, corrió tan deprisa como pudo usando su magia de traslación para llegar antes. Un lince corría tras algo que huía a lo lejos. Trató de alcanzarlos. La niña se cayó en el lodo cerca de un pequeño barranco acorralada por el felino mas dos linces que se unieron a la caza. Presea rápidamente convocó al hielo forjando varias lanzas y con precisión atravesó los cuerpos de los felinos dándoles muerte. Neida estaba encogida y abrazándose las rodillas, llorando.
-¡Cariño... estoy aquí, estoy aquí! -dijo su madre protegiéndola con sus brazos abrazándola con fuerza.
-¡Mamá! -se aferraba a su madre llorando asustada.
-¡No vuelvas a salir de la ciudad, no vuelvas a irte de casa! -la reprendió entre lágrimas.
-Quería... buscarle... -dijo la niña entre sollozos. Presea la miró a los ojos, limpiándole las lágrimas sin entender.
-¿Buscar a quien?
- buscar a Papá... quería que volviese a casa... así dejarías de llorar.
-Mi niña... -la abrazó de nuevo con fuerza conmovida.
La niña empezó a sentir algo extraño. Notaba como una sombra cubría su cuerpo, sus ojos. Presea se asustó.
-¡Neida! ¡Neida qué te ocurre, responde! ¡AYUDADME POR FAVOR! ¡AYUDADME! -gritó. Algunos soldados que la ayudaban en su búsqueda la escucharon y la socorrieron enseguida.
Última edición por Presea el Sáb 17 Sep 2011, 00:16, editado 2 veces
Re: Recuerdos. El último viaje. [EDITADA]
Cerró los ojos ante el recuerdo doloroso. Nuevos recuerdos la vienen en su mente:
Suplicó ayuda a los sacerdotes del templo. El Sumo Sacerdote mostró un enorme interés por la niña.
-Jamás había visto tanto poder de las sombras en un infante, muy avanzado para su edad temprana, e incontrolable para alguien como ella. -dijo mientras los sacerdotes la atendían apaciguando y silenciando a la pequeña mientras dormía.- Tiene que aprender a controlarlo,si no... podría incluso hasta matarla. ¿Tenéis algún familiar que tal vez haya sido un sacerdote en las sombras? O tal vez, ¿algún hechicero?
-No, claro que no, no tenenos ningún familiar que... -de pronto recordó a Nouda. Un sacerdote de las sombras del cual le era difícil controlar su poder puesto que tenía voluntad propia. Sumida en la maldición de las tres caras de Heruainurin, Nouda complementaba la faz humilde del elfo fallecido y que la maldijo en su muerte. El sacerdote, para que no liberase las sombras de su interior, decidió suicidarse en el Altar de las Sombras de Sombraluna y devolverlas a su lugar. Cuando se tiró al vacío, su poder hizo que su cuerpo se desintegrara en múltiples partículas donde los Recios, antes de que sacrificara su vida, acudieron todos a despedirse entre lágrimas, especialmente a Presea. Esas partículas de luz se posaron en señal de gratitud y cariño a todos los Recios, y gran parte de esas partículas se posaron en ella. Por aquella época, Presea estaba embarazada de muy pocos meses de Darkeld. - Tal vez sí hubiera tenido algún familiar. -tanteó la posibilidad de que esas sombras se interesase por el feto, un ser puro e inocente no nato.
-Tendrá que entrenarse, Lady Presea. Controlar ese poder heredado.
-¡Pero, es una niña! Los entrenamientos son muy duros... ¿cómo va a soportarlo? ¡Son entrenamientos de un adulto!
El Sumo Sacerdote negó con la cabeza.
-Es el único remedio que tenemos para su... don. Pero si no lo controla... podría ser una amenaza, el anuncio de su muerte y de todo aquel que esté cerca de ella. -contestó con gravedad.
La elfa miró a su hija con angustia.
-Esta bien... pero yo estaré con ella en los entrenamientos.
El Sumo Sacerdote apoyó la mano en su hombro.
-No podría controlarlo sola si la acompañáis. Si lo hacéis, podría depender de vuestra protección. No desarrollaría su poder porque su madre estaría con ella. Debéis dejar que se entrene sola, sin vuestra protección. -al decir eso, fue hacia una caja ornamentada donde sacó de ella un orbe de cristal- Pero os daré algo para que veáis su avance. -le entregó el orbe y esta aceptó.
Los entrenamientos eran muy duros, los retos difíciles de superar, pero fueron concienzudos los sacerdotes del templo en enseñarla con paciencia y dedicación. Los meses pasaron, los progresos de Neida eran positivos, tranquilizaban a su madre.
-Lo está haciendo muy bien, tenéis una hija muy aplicada a pesar de ser tan pequeña- dijo su instructor. Presea esbozó una sonrisa de orgullo, suspiró hondo quitándose gran parte de preocupación y confió en el Templo.
Pasó casi un año, la pequeña tuvo una nueva misión lejos de Lunargenta y de Canción Eterna, Tierras Fantasma. Presea se volvió a preocupar y temió por la vida de su hija por tan peligroso lugar, habló con el Sumo Sacerdote.
-Tranquilizaos, veréis como todo saldrá bien, no os angustiéis, hay más estudiantes con ella, estará bien.
Aún así, optó por quedarse cerca de las Tierras Fantasma por si se complicaran las cosas, no le agradó demasiado la idea de que una niña tan pequeña llegue a enfrentarse a la plaga y a lo que Arthas sembró a su paso. Observó el avance de la niña durante días y pareció que su avance eran mejorables. Pero la misión terminaba en Muerthogar donde la inseguridad y el miedo invadió el interior de la pequeña frente el umbral. De pronto, una abominación de carne se aproximaba en la espalda conocido como Luzran. Putrenudillos, la otra abominación de la plaga, había olido a la niña desde lejos. Neida dio un grito aterrador corriendo hacia Tranquilien tan rápido como podía, pero los dos persecutores la estaban alcanzando. Presea, que estuvo atenta a todo su avance y ya había ido en su busca nada más haberse acercado Luzran a pocos metros de ella , corrió en su zancudo para llegar llegar en su ayuda antes de que dieran con ella.
-¡¡Corre Fénix, por lo que más quieras!! -suplicó a su zancudo.
El zancudo, habiendo pasado Tranquilien y reventado de correr hasta lo más que pudo, tropezó e hizo caer a ambos al suelo, tiempo en que antes de que pudiera dar una vuelta de campana, hizo una traslación para terminar alejada de la caída y permanecer en pie. Corrió al encuentro de su hija que la avistaba desde lejos. Los Golems la dieron alcance y arremetieron contra la niña, donde invocó un escudo sagrado para protegerse de los primeros golpes.
Suplicó ayuda a los sacerdotes del templo. El Sumo Sacerdote mostró un enorme interés por la niña.
-Jamás había visto tanto poder de las sombras en un infante, muy avanzado para su edad temprana, e incontrolable para alguien como ella. -dijo mientras los sacerdotes la atendían apaciguando y silenciando a la pequeña mientras dormía.- Tiene que aprender a controlarlo,si no... podría incluso hasta matarla. ¿Tenéis algún familiar que tal vez haya sido un sacerdote en las sombras? O tal vez, ¿algún hechicero?
-No, claro que no, no tenenos ningún familiar que... -de pronto recordó a Nouda. Un sacerdote de las sombras del cual le era difícil controlar su poder puesto que tenía voluntad propia. Sumida en la maldición de las tres caras de Heruainurin, Nouda complementaba la faz humilde del elfo fallecido y que la maldijo en su muerte. El sacerdote, para que no liberase las sombras de su interior, decidió suicidarse en el Altar de las Sombras de Sombraluna y devolverlas a su lugar. Cuando se tiró al vacío, su poder hizo que su cuerpo se desintegrara en múltiples partículas donde los Recios, antes de que sacrificara su vida, acudieron todos a despedirse entre lágrimas, especialmente a Presea. Esas partículas de luz se posaron en señal de gratitud y cariño a todos los Recios, y gran parte de esas partículas se posaron en ella. Por aquella época, Presea estaba embarazada de muy pocos meses de Darkeld. - Tal vez sí hubiera tenido algún familiar. -tanteó la posibilidad de que esas sombras se interesase por el feto, un ser puro e inocente no nato.
-Tendrá que entrenarse, Lady Presea. Controlar ese poder heredado.
-¡Pero, es una niña! Los entrenamientos son muy duros... ¿cómo va a soportarlo? ¡Son entrenamientos de un adulto!
El Sumo Sacerdote negó con la cabeza.
-Es el único remedio que tenemos para su... don. Pero si no lo controla... podría ser una amenaza, el anuncio de su muerte y de todo aquel que esté cerca de ella. -contestó con gravedad.
La elfa miró a su hija con angustia.
-Esta bien... pero yo estaré con ella en los entrenamientos.
El Sumo Sacerdote apoyó la mano en su hombro.
-No podría controlarlo sola si la acompañáis. Si lo hacéis, podría depender de vuestra protección. No desarrollaría su poder porque su madre estaría con ella. Debéis dejar que se entrene sola, sin vuestra protección. -al decir eso, fue hacia una caja ornamentada donde sacó de ella un orbe de cristal- Pero os daré algo para que veáis su avance. -le entregó el orbe y esta aceptó.
Los entrenamientos eran muy duros, los retos difíciles de superar, pero fueron concienzudos los sacerdotes del templo en enseñarla con paciencia y dedicación. Los meses pasaron, los progresos de Neida eran positivos, tranquilizaban a su madre.
-Lo está haciendo muy bien, tenéis una hija muy aplicada a pesar de ser tan pequeña- dijo su instructor. Presea esbozó una sonrisa de orgullo, suspiró hondo quitándose gran parte de preocupación y confió en el Templo.
Pasó casi un año, la pequeña tuvo una nueva misión lejos de Lunargenta y de Canción Eterna, Tierras Fantasma. Presea se volvió a preocupar y temió por la vida de su hija por tan peligroso lugar, habló con el Sumo Sacerdote.
-Tranquilizaos, veréis como todo saldrá bien, no os angustiéis, hay más estudiantes con ella, estará bien.
Aún así, optó por quedarse cerca de las Tierras Fantasma por si se complicaran las cosas, no le agradó demasiado la idea de que una niña tan pequeña llegue a enfrentarse a la plaga y a lo que Arthas sembró a su paso. Observó el avance de la niña durante días y pareció que su avance eran mejorables. Pero la misión terminaba en Muerthogar donde la inseguridad y el miedo invadió el interior de la pequeña frente el umbral. De pronto, una abominación de carne se aproximaba en la espalda conocido como Luzran. Putrenudillos, la otra abominación de la plaga, había olido a la niña desde lejos. Neida dio un grito aterrador corriendo hacia Tranquilien tan rápido como podía, pero los dos persecutores la estaban alcanzando. Presea, que estuvo atenta a todo su avance y ya había ido en su busca nada más haberse acercado Luzran a pocos metros de ella , corrió en su zancudo para llegar llegar en su ayuda antes de que dieran con ella.
-¡¡Corre Fénix, por lo que más quieras!! -suplicó a su zancudo.
El zancudo, habiendo pasado Tranquilien y reventado de correr hasta lo más que pudo, tropezó e hizo caer a ambos al suelo, tiempo en que antes de que pudiera dar una vuelta de campana, hizo una traslación para terminar alejada de la caída y permanecer en pie. Corrió al encuentro de su hija que la avistaba desde lejos. Los Golems la dieron alcance y arremetieron contra la niña, donde invocó un escudo sagrado para protegerse de los primeros golpes.
Última edición por Presea el Sáb 17 Sep 2011, 00:05, editado 1 vez
Re: Recuerdos. El último viaje. [EDITADA]
Tras lograr atravesarlo, la niña gritó aterrada y antes de que su madre convocara su magia, el poder latente de la niña se desató envolviéndola con su sombra. Torturó y mató a las abominaciones sin ninguna dificultad. La sombra iba aumentando su poder haciendo levitar a Neida sin control alguno.
-¡¡NEEEIDAAAA NO LO HAGAAAS!! -gritó Presea. La intentó parar silenciándola con un contrahechizo arcano, pero la sombra resistió su magia.- ¡¡NOO!!
La pequeña gritó de dolor al no poder contener la sombra por más que pudo hasta que finalmente, una ola oscura se extendió varios metros a la redonda barriendo todo a su paso. Presea se intentó proteger invocando una barrera de hielo, pero la sombra logra atravesarla, sin embargo, extrañamente, no la hizo ningún daño. Tras un silencio perturbador, la elfa abrió los ojos, dejó de cubrirse con los brazos e inmediatamente dio grandes zancadas hasta el cuerpo de su hija tirada en el suelo.
-¡¡¡NEEIDAA!!!-se arrodilló y la cogió intentando reanimarla.- ¡Abre los ojos, cariño, por favor... Neida... te lo suplico,... no me dejes...! - zarandeó a la niña y le dio palmadas en la mejilla, pero al ver que no reaccionaba, la tomó el pulso en el lateral de su cuello. No notó ningún latido ni tampoco respiraba, estaba muerta.-¡ no.. no.. NOOOO! -Gritó desgarrando su garganta mientras acunaba a la niña llorando amargamente.
No quiso perder la esperanza, lo cogió en volandas llamando a su zancudo rauda hacia Lunargenta, confiando en que los sacerdotes pudieran socorrerla.
-¡¡Ayudadme!!
Los sacerdotes acuden a la madre, sostuvieron a su hija e intentaron convocar el espíritu de la pequeña para que volviera a su cuerpo, pero... no hubo respuesta. No pudieron devolverla a la vida tras varios intentos. Taparon el cuerpo y dieron el pésame a la elfa.
Presea cerró los ojos donde una lágrima se deslizó en su mejilla.
Enterró a Neida al lado de sus abuelos, los padres de Presea donde descansaban los restos en el Retiro del Errante. El dolor..., la angustia..., la tristeza invadió su corazón. Su esposo no acudió al entierro de su hija tras haber enviado un mensajero portando las noticias de la gran pérdida.
La casa se le hacía grande. La cunita de Neida que solo fue usada los primeros meses y que se convirtió en su cuarto de juegos. No podía dormir en la cama donde solían dormir juntas, el llanto del dolor presionaba su pecho debilitándola. Abandonó la casa para emprender un viaje, volvería a Orgrimmar para reunirse con sus hermanos, los Recios. Dejó que el hielo cubriera su corazón para amainar su dolor, ese poder gélido que durante su vida junto a su hija no la molestó por esos días felices. Escuchó sua voz en su interior:
-Deja de sentir, los sentimientos son para los débiles. -tras esas palabras, la maga no se resistió y dejó que esa gélida oscuridad la invadiera. Sus ojos se escarchaban y perdían el brillo de antes. Sus cabellos dejaban de ser plateados tornándose en un blanco como la nieve.
Los meses transcurrían, no hablaba con nadie, permanecía en silencio. Sus hermanos se preocupaban por ella e intentaban llevarla a algunas misiones e incursiones para que dejara de pensar. Conocían su pérdida, tampoco habían recibido noticias de Darkeld su esposo. Presea sentía que podría ser una carga más que una ayuda a los Recios y barajó la posibilidad de marcharse, pero en el fondo, los necesitaba desesperadamente.
Cerca de Trinquete, se topó con un amigo, Sayax, un pícaro hermanado con Tormenta de Espadas. Conocía a la elfa, la saludó sin hallar demasiado entusiasmo o respuesta, la miró a los inertes ojos donde una profunda tristeza se reflejaba en su rostro.
-¿Qué te ha pasado? -dijo preocupado tocando la mejilla de la elfa.
Seguidamente, la maga hundió su rostro en el hombro de Sayax llorando amargamente. La abrazó esperando que responda a su pregunta cuando estuviera preparada, no supo de ella en dos años. Presea tras calmarse, le contó todo. El elfo le invadió un sentimiento de protección hacia ella, le ofrece su apoyo incondicional junto a su prometida. La maga agradeció su apoyo, necesitaba a sus amigos más que nunca, sola no iba a poder soportarlo.
Feralas era un lugar que le portaba buenos recuerdos junto a los taurens de Mojache. Creyó que la tranquilidad de esos bosques y de sus parajes llenos de paz podrían ayudarla a sosegar su espíritu, ya lo hicieron algunas veces en el pasado, incluso vivió junto a ellos un tiempo.
Subió en lo alto de la cascada donde se veía el apacible poblado, lugar donde solía ir para escuchar el arrullo del agua o el rugir de la cascada. Solían decir que los espíritus del agua si los escuchabas con atención podían dar respuesta a las inquietudes del corazón. No había recibido noticias de su esposo, ni siquiera tras recibir la noticia de la muerte de su hija. Ni una carta, ni un mensaje. El odio brotó en el interior de la maga.
-Me has abandonado... -apretó los puños con fuerza escarchándolos, dejando que la gélida oscura se apoderara de ella, un sentimiento que alimentaba su oscuridad.- ¡ME PROMETÍSTE QUE JAMÁS LO HARÍAS! -desató su furia congelando todo a su alrededor, la cascada, el río, los animales y los árboles de alrededor. Bajó de la montaña hasta el poblado, los tauren parecían temerosos por el aspecto de la maga. Abrió un sobre, depositó el anillo de casada tras una carta renunciando a él.
-que así sea. -metió la carta en el buzón y se marchó.
Sayax trató de animar y dar fuerzas a su amiga, intenta que conozca a nuevas personas y se sienta arropada. La gratitud de la maga era demasiado grande hacia él. Un mago llamado Nadril, se fijó en la belleza de la elfa. Trató de declarar sus sentimientos por ella en el momento propicio pero Presea le rechazó. No se sentía preparada para iniciar una nueva vida al lado de un hombre.
En una nueva reunión de amigos de la hermandad de Tormenta de Espadas, conoció a un paladín que pasaba unos días junto a sus hermanos tras una pausa en la guerra de los Illidari, amigo de Nadril, Deivith. Forjaron una buena amistad y congenieron en muchas cosas, se sentía cómoda y a gusto a su lado entre largas charlas y compartir distintas opiniones. A su lado, no se sentía sola, ni sentía la lástima que sus demás amigos sentían por ella tras haber perdido todo lo que tenía. Empezó a sentir algo más que una amistad por él, pero Deivith amaba a otra mujer. Sin miedo, Presea confesó sus sentimientos pero sin pretensiones a ser correspondida, no quería entrometerse en su vida. Prometió que el tiempo y su ausencia la ayudarían a dejar de tener ese sentimiento. El paladín sintió pesar por ella y confuso, se marchó al frente de Sombraluna.
Un buen día, en el Pantano de las Penas, se decía que había una hechicera que podría enseñarles un portal a todos los magos para conducirles a ese lugar tan cercano a las Tierras Devastadas. Acudieron varios magos en busca de aprender ese nuevo hechizo. Presea llegó hasta allí, su sed de magia por aprender lo desconocido jamás la abandonó. Conoció a un mago elfo con las mismas ganas de aprendizaje. Ambos se saludaron, se quedó mirándola por un momento. Tras la despedida trató de recordar el rostro de la elfa por si coincidiera en otra ocasión.
-¡¡NEEEIDAAAA NO LO HAGAAAS!! -gritó Presea. La intentó parar silenciándola con un contrahechizo arcano, pero la sombra resistió su magia.- ¡¡NOO!!
La pequeña gritó de dolor al no poder contener la sombra por más que pudo hasta que finalmente, una ola oscura se extendió varios metros a la redonda barriendo todo a su paso. Presea se intentó proteger invocando una barrera de hielo, pero la sombra logra atravesarla, sin embargo, extrañamente, no la hizo ningún daño. Tras un silencio perturbador, la elfa abrió los ojos, dejó de cubrirse con los brazos e inmediatamente dio grandes zancadas hasta el cuerpo de su hija tirada en el suelo.
-¡¡¡NEEIDAA!!!-se arrodilló y la cogió intentando reanimarla.- ¡Abre los ojos, cariño, por favor... Neida... te lo suplico,... no me dejes...! - zarandeó a la niña y le dio palmadas en la mejilla, pero al ver que no reaccionaba, la tomó el pulso en el lateral de su cuello. No notó ningún latido ni tampoco respiraba, estaba muerta.-¡ no.. no.. NOOOO! -Gritó desgarrando su garganta mientras acunaba a la niña llorando amargamente.
No quiso perder la esperanza, lo cogió en volandas llamando a su zancudo rauda hacia Lunargenta, confiando en que los sacerdotes pudieran socorrerla.
-¡¡Ayudadme!!
Los sacerdotes acuden a la madre, sostuvieron a su hija e intentaron convocar el espíritu de la pequeña para que volviera a su cuerpo, pero... no hubo respuesta. No pudieron devolverla a la vida tras varios intentos. Taparon el cuerpo y dieron el pésame a la elfa.
Presea cerró los ojos donde una lágrima se deslizó en su mejilla.
Enterró a Neida al lado de sus abuelos, los padres de Presea donde descansaban los restos en el Retiro del Errante. El dolor..., la angustia..., la tristeza invadió su corazón. Su esposo no acudió al entierro de su hija tras haber enviado un mensajero portando las noticias de la gran pérdida.
La casa se le hacía grande. La cunita de Neida que solo fue usada los primeros meses y que se convirtió en su cuarto de juegos. No podía dormir en la cama donde solían dormir juntas, el llanto del dolor presionaba su pecho debilitándola. Abandonó la casa para emprender un viaje, volvería a Orgrimmar para reunirse con sus hermanos, los Recios. Dejó que el hielo cubriera su corazón para amainar su dolor, ese poder gélido que durante su vida junto a su hija no la molestó por esos días felices. Escuchó sua voz en su interior:
-Deja de sentir, los sentimientos son para los débiles. -tras esas palabras, la maga no se resistió y dejó que esa gélida oscuridad la invadiera. Sus ojos se escarchaban y perdían el brillo de antes. Sus cabellos dejaban de ser plateados tornándose en un blanco como la nieve.
Los meses transcurrían, no hablaba con nadie, permanecía en silencio. Sus hermanos se preocupaban por ella e intentaban llevarla a algunas misiones e incursiones para que dejara de pensar. Conocían su pérdida, tampoco habían recibido noticias de Darkeld su esposo. Presea sentía que podría ser una carga más que una ayuda a los Recios y barajó la posibilidad de marcharse, pero en el fondo, los necesitaba desesperadamente.
Cerca de Trinquete, se topó con un amigo, Sayax, un pícaro hermanado con Tormenta de Espadas. Conocía a la elfa, la saludó sin hallar demasiado entusiasmo o respuesta, la miró a los inertes ojos donde una profunda tristeza se reflejaba en su rostro.
-¿Qué te ha pasado? -dijo preocupado tocando la mejilla de la elfa.
Seguidamente, la maga hundió su rostro en el hombro de Sayax llorando amargamente. La abrazó esperando que responda a su pregunta cuando estuviera preparada, no supo de ella en dos años. Presea tras calmarse, le contó todo. El elfo le invadió un sentimiento de protección hacia ella, le ofrece su apoyo incondicional junto a su prometida. La maga agradeció su apoyo, necesitaba a sus amigos más que nunca, sola no iba a poder soportarlo.
Feralas era un lugar que le portaba buenos recuerdos junto a los taurens de Mojache. Creyó que la tranquilidad de esos bosques y de sus parajes llenos de paz podrían ayudarla a sosegar su espíritu, ya lo hicieron algunas veces en el pasado, incluso vivió junto a ellos un tiempo.
Subió en lo alto de la cascada donde se veía el apacible poblado, lugar donde solía ir para escuchar el arrullo del agua o el rugir de la cascada. Solían decir que los espíritus del agua si los escuchabas con atención podían dar respuesta a las inquietudes del corazón. No había recibido noticias de su esposo, ni siquiera tras recibir la noticia de la muerte de su hija. Ni una carta, ni un mensaje. El odio brotó en el interior de la maga.
-Me has abandonado... -apretó los puños con fuerza escarchándolos, dejando que la gélida oscura se apoderara de ella, un sentimiento que alimentaba su oscuridad.- ¡ME PROMETÍSTE QUE JAMÁS LO HARÍAS! -desató su furia congelando todo a su alrededor, la cascada, el río, los animales y los árboles de alrededor. Bajó de la montaña hasta el poblado, los tauren parecían temerosos por el aspecto de la maga. Abrió un sobre, depositó el anillo de casada tras una carta renunciando a él.
-que así sea. -metió la carta en el buzón y se marchó.
Sayax trató de animar y dar fuerzas a su amiga, intenta que conozca a nuevas personas y se sienta arropada. La gratitud de la maga era demasiado grande hacia él. Un mago llamado Nadril, se fijó en la belleza de la elfa. Trató de declarar sus sentimientos por ella en el momento propicio pero Presea le rechazó. No se sentía preparada para iniciar una nueva vida al lado de un hombre.
En una nueva reunión de amigos de la hermandad de Tormenta de Espadas, conoció a un paladín que pasaba unos días junto a sus hermanos tras una pausa en la guerra de los Illidari, amigo de Nadril, Deivith. Forjaron una buena amistad y congenieron en muchas cosas, se sentía cómoda y a gusto a su lado entre largas charlas y compartir distintas opiniones. A su lado, no se sentía sola, ni sentía la lástima que sus demás amigos sentían por ella tras haber perdido todo lo que tenía. Empezó a sentir algo más que una amistad por él, pero Deivith amaba a otra mujer. Sin miedo, Presea confesó sus sentimientos pero sin pretensiones a ser correspondida, no quería entrometerse en su vida. Prometió que el tiempo y su ausencia la ayudarían a dejar de tener ese sentimiento. El paladín sintió pesar por ella y confuso, se marchó al frente de Sombraluna.
Un buen día, en el Pantano de las Penas, se decía que había una hechicera que podría enseñarles un portal a todos los magos para conducirles a ese lugar tan cercano a las Tierras Devastadas. Acudieron varios magos en busca de aprender ese nuevo hechizo. Presea llegó hasta allí, su sed de magia por aprender lo desconocido jamás la abandonó. Conoció a un mago elfo con las mismas ganas de aprendizaje. Ambos se saludaron, se quedó mirándola por un momento. Tras la despedida trató de recordar el rostro de la elfa por si coincidiera en otra ocasión.
Última edición por Presea el Sáb 17 Sep 2011, 00:06, editado 1 vez
Re: Recuerdos. El último viaje. [EDITADA]
El tiempo transcurría deprisa.
El Alba Argenta pidió ayuda a Presea coincidiendo en que la enviaron días atrás para luchar contra la plaga en Tierras de la Peste. Prefirió sentirse ocupada en algo que pudiera disipar toda sombra de angustia. Aceptó una misión fuera de lo común: debía buscar una compañía para rescatar a un explorador que dudaban si aún pudiera estar vivo. Naxxramas había tenido varios movimientos, incluso la tierra tembló como presagio de mal augurio. La plaga se estaba reuniendo y debían investigar. Temían que estuviera recobrando fuerzas y que el Rey Exánime se despertara de su letargo. Presea buscó a una compañía para adentrarse en la ciudad de Stratholme, lugar en que supuestamente encontrarían al espía. Reunió con cierta dificultad a algunos de sus hermanos y amigos: Astahendida y Zhafira, Gheerin, el mago que había coincidido en el Rocal y que confió en que su magia podría servir, y una pícara elfa amiga de Zhafira, Nishira.
Tras varias dificultades, consiguieron rescatarle. Estaba claro que un ejército se estaba levantando, la peste estaba recobrando fuerzas y los presagios eran ciertos.
Gheerin coincidió más a menudo con Presea, donde pudo conocerla aún más. Llegó a enamorarse de ella, pero no fue correspondido. Aún así, la elfa sintió una agradable compañía a su lado y no quería estropear la amistad que les unía. Por un instante, se planteó la posibilidad de que quizás pudiera emprender una nueva vida y que brotara algo en su interior junto al mago. Aceptó su cariño, pero su corazón no estaba preparado para amarlo. Tuvo una sensación extraña, como si volviera a empezar, como si se sintiera prisionera de sus errores o decisiones que no la dictaminaba el corazón.
Semanas después, el Paladín Deivith la buscó, ardía en deseos de hablar con ella. Sentía que la echaba de menos y aprovechó de nuevo los días en que le dieron permiso en la guerra. Presea se alegró de verle, y pudieron hablar brevemente, le anunció que trataba de abrirse camino junto a alguien que la quería. El elfo se entristeció y fingió alegrarse por ella. Deivith en su interior, a pesar de que había una mujer a su lado, el interés que había en su relación se fue apagando por parte de ambos y recordando día a día el rostro de Presea hizo que al anunciar la maga su nueva vida junto al lado de otro que no era él confirmara sus sentimientos. No se resignó a perderla, confesó que la amaba, y que jamás la olvidó, ni siquiera en el frente. Que a pesar de haber estado junto a una persona que creyó amar durante años, sus vidas estaban demasiado distantes el uno del otro.
Presea le escuchó, le abrazó fuerte diciendo que nunca había dejarlo de amarlo a pesar de luchar contra ella misma pero que creyó necesario porque negaba interponerse en su relación. Se prometieron que no habrían nunca más mentiras ni en sus vidas ni entre ellos, así, que decidió hablar con Gheerin, no quería volver hacer un sacrificio de amor por nadie para estar con alguien a quien no quería. El mago, a pesar de comprender sus palabras no quería perderla, pero aceptó la calidad de amigo, cualquier cosa por estar a su lado.
Un buen día, en el solsticio de verano, ambos magos se encontraban en Cima de Trueno. En varias ocasiones entrenaban sus habilidades arcanas en múltiples duelos para agudizar sus reflejos. La elfa sonreía feliz y se reflejaba en su rostro, hacía tiempo que no sentía ese sentimiento tan agradable después de tantas negruras en su vida. Entre risas y bromas alguien apareció frente a ellos. Presea al ver su rostro palideció, le da un vuelco al corazón tensándose por completo. Darkeld, tras varios años sin aparecer, regresó con un aspecto descuidado, demacrado, con una mirada fría, dura y distante. Compenzó a reprocharle por la pérdida de Neida y por abandonarle. Tuvieron una discusión acalorada llena de dolor y resentimiento, la culpó de que su hija haya muerto. Abofeteó la mejilla de su esposo con toda la fuerza que le punzaba sus palabras llena de lágrimas y de ira. Él no creyó merecer el golpe, así que le devolvió la bofetada girándole la cara. Gheerin trató de interponerse, pero después de eso, Darkeld les dejó.
La elfa, después de años sin pisar Lunargenta, regresó por si encontrara de nuevo a su esposo, Deivith la siguió, supo del desafortunado reencuentro y no quiso dejarla sola, estaba inestable y nerviosa, como si todo aquello que quiso enterrar en lo más profundo de su ser regresara sin augurarlo. Fue al cementerio del retiro del Errante con el corazón encogido. Notó algo extraño en el lugar de descanso de su hija. La tierra estaba removida. Cavó teniendo un mal presentimiento. La niña no estaba en su ataúd, habían profanado su tumba. Negando con la cabeza, el aura gélida se unió a la ira de la maga, se alió con ella para buscar a los culpables, alimentando el deseo de que tuvieran una muerte lenta y dolorosa, pensaba en torturarles con saña. Deivith trató de detenerla, pero al interponerse en su camino lo malhiere de gravedad. Se detuvo cuando forjó una lanza de hielo para darle el golpe de gracia apuntando en su cabeza. Le dejó tirado en el suelo y empezó la caza.
En los Baldíos encontró a su esposo acompañado de un Tauren, un druida que le costaba hablar en orco. Era un reciente miembro de los Recios, pidió a su aura gélida que se calmara, debía hablar con él. Le contó lo que había sucedido, sabía que habían profanado la tumba de su hija, pero aparentemente estaba tranquilo. Creyó que su tranquilidad podría ser fruto del desprecio que sentía por ella, como si fuera indiferente a todo lo que le rodeaba. Viendo su reacción despreocupante la alteró, decidió ser ella quien buscara a los profanadores y que él podía pudrirse en su rencor.
Semanas después llegó a Cima de Trueno cansada de buscar desorientada, no sabía por donde empezar, no habían dejado pistas los culpables. El druida que vio acompañar a Darkeld en los Baldíos se hallaba en la ciudad. Su nombre era Buck. Tras ver la preocupación de la elfa, confesó que él poseía el cuerpo de su hija, momento en que su cólera iba a desatarse cogiendo más fuerza que nunca el aura gélida de su interior escarchando sus ojos.
-¡Buck ayudar! ¡Buck encontrar modo de que espíritu de niña volver al cuerpo! El cuerpo no estar en mal estado, desenterrar momentos después de ver ceremonia. ¡Calma! ¡Espíritu de niña estar perdido, por eso no regresar a cuerpo!
Le escuchó, volvió a calmarse embargándola un sentimiento de confusión y de esperanza. Darkeld sabía todo, conocía al druida. Le buscó reprochándole por qué no se lo dijo.
-No estás en posición de exigir nada. -contestó en una mirada fría y despreciante.
Decidió esperar los acontecimientos y dejar que el druida haga algo por su hija, si hubiera una esperanza por pequeña que sea, merecía la pena.
Recibió una carta de Darkeld diciéndole la ubicación de donde está el cuerpo de la niña. No fue clara las indicaciones puesto que la carta era escrita por el druida. Interpretó que se encontraba entre Azshara y Vallefresno, en la gruta que había dentro de una cascada. Vio el cuerpo de la niña tendida en una roca mullida entre flores y hierbas aromáticas. De la impresión al volver a ver a la pequeña que parecía como si estuviera dormida, rompió a llorar.
-Mi niña querida...
Darkeld cogió en brazos a la pequeña en volandas, abrazándola, besando su frente acunándola mientras lloraba en silencio. Cuando él se había marchado, apenas tenía unos meses. La vio tan preciosa, que solo soñaba con volver a verla sonreír y que abriera al fin los ojos. El druida observaba a la pequeña familia reafirmando su iniciativa de ayudarles. La elfa miró con cierta gratitud al tauren, aun así, al haber sido todo tan repentino, no dudó en advertirle en que esperaba que no jugara con los sentimientos de ambos padres e intimidarle. Ella había visto la muerte de su niña y los sacerdotes no la supieron devolver a la vida. Dudaba que un joven druida fuera capaz de haber escuchado el espíritu de su hija dada la experiencia del tauren, cuando los que intentaron revivirla le aseguraron que su espíritu no estaba. Darkeld, no hubiera dudado en darla muerte si llegara a amenazar la esperanza de resucitar a Neida. Si Presea representaba un obstáculo, sería capaz de quitarla de en medio, pero cuando vio que finalmente estaba dispuesta a lo que sea con tal de que vuelva su hija de nuevo, calmó sus impulsos.
La guerra de reproches cesaron entre ambos, lo más importante, y en eso coincidían ambos, era su hija y eso hacía de que ambos tuvieran una tregua.
El Alba Argenta pidió ayuda a Presea coincidiendo en que la enviaron días atrás para luchar contra la plaga en Tierras de la Peste. Prefirió sentirse ocupada en algo que pudiera disipar toda sombra de angustia. Aceptó una misión fuera de lo común: debía buscar una compañía para rescatar a un explorador que dudaban si aún pudiera estar vivo. Naxxramas había tenido varios movimientos, incluso la tierra tembló como presagio de mal augurio. La plaga se estaba reuniendo y debían investigar. Temían que estuviera recobrando fuerzas y que el Rey Exánime se despertara de su letargo. Presea buscó a una compañía para adentrarse en la ciudad de Stratholme, lugar en que supuestamente encontrarían al espía. Reunió con cierta dificultad a algunos de sus hermanos y amigos: Astahendida y Zhafira, Gheerin, el mago que había coincidido en el Rocal y que confió en que su magia podría servir, y una pícara elfa amiga de Zhafira, Nishira.
Tras varias dificultades, consiguieron rescatarle. Estaba claro que un ejército se estaba levantando, la peste estaba recobrando fuerzas y los presagios eran ciertos.
Gheerin coincidió más a menudo con Presea, donde pudo conocerla aún más. Llegó a enamorarse de ella, pero no fue correspondido. Aún así, la elfa sintió una agradable compañía a su lado y no quería estropear la amistad que les unía. Por un instante, se planteó la posibilidad de que quizás pudiera emprender una nueva vida y que brotara algo en su interior junto al mago. Aceptó su cariño, pero su corazón no estaba preparado para amarlo. Tuvo una sensación extraña, como si volviera a empezar, como si se sintiera prisionera de sus errores o decisiones que no la dictaminaba el corazón.
Semanas después, el Paladín Deivith la buscó, ardía en deseos de hablar con ella. Sentía que la echaba de menos y aprovechó de nuevo los días en que le dieron permiso en la guerra. Presea se alegró de verle, y pudieron hablar brevemente, le anunció que trataba de abrirse camino junto a alguien que la quería. El elfo se entristeció y fingió alegrarse por ella. Deivith en su interior, a pesar de que había una mujer a su lado, el interés que había en su relación se fue apagando por parte de ambos y recordando día a día el rostro de Presea hizo que al anunciar la maga su nueva vida junto al lado de otro que no era él confirmara sus sentimientos. No se resignó a perderla, confesó que la amaba, y que jamás la olvidó, ni siquiera en el frente. Que a pesar de haber estado junto a una persona que creyó amar durante años, sus vidas estaban demasiado distantes el uno del otro.
Presea le escuchó, le abrazó fuerte diciendo que nunca había dejarlo de amarlo a pesar de luchar contra ella misma pero que creyó necesario porque negaba interponerse en su relación. Se prometieron que no habrían nunca más mentiras ni en sus vidas ni entre ellos, así, que decidió hablar con Gheerin, no quería volver hacer un sacrificio de amor por nadie para estar con alguien a quien no quería. El mago, a pesar de comprender sus palabras no quería perderla, pero aceptó la calidad de amigo, cualquier cosa por estar a su lado.
Un buen día, en el solsticio de verano, ambos magos se encontraban en Cima de Trueno. En varias ocasiones entrenaban sus habilidades arcanas en múltiples duelos para agudizar sus reflejos. La elfa sonreía feliz y se reflejaba en su rostro, hacía tiempo que no sentía ese sentimiento tan agradable después de tantas negruras en su vida. Entre risas y bromas alguien apareció frente a ellos. Presea al ver su rostro palideció, le da un vuelco al corazón tensándose por completo. Darkeld, tras varios años sin aparecer, regresó con un aspecto descuidado, demacrado, con una mirada fría, dura y distante. Compenzó a reprocharle por la pérdida de Neida y por abandonarle. Tuvieron una discusión acalorada llena de dolor y resentimiento, la culpó de que su hija haya muerto. Abofeteó la mejilla de su esposo con toda la fuerza que le punzaba sus palabras llena de lágrimas y de ira. Él no creyó merecer el golpe, así que le devolvió la bofetada girándole la cara. Gheerin trató de interponerse, pero después de eso, Darkeld les dejó.
La elfa, después de años sin pisar Lunargenta, regresó por si encontrara de nuevo a su esposo, Deivith la siguió, supo del desafortunado reencuentro y no quiso dejarla sola, estaba inestable y nerviosa, como si todo aquello que quiso enterrar en lo más profundo de su ser regresara sin augurarlo. Fue al cementerio del retiro del Errante con el corazón encogido. Notó algo extraño en el lugar de descanso de su hija. La tierra estaba removida. Cavó teniendo un mal presentimiento. La niña no estaba en su ataúd, habían profanado su tumba. Negando con la cabeza, el aura gélida se unió a la ira de la maga, se alió con ella para buscar a los culpables, alimentando el deseo de que tuvieran una muerte lenta y dolorosa, pensaba en torturarles con saña. Deivith trató de detenerla, pero al interponerse en su camino lo malhiere de gravedad. Se detuvo cuando forjó una lanza de hielo para darle el golpe de gracia apuntando en su cabeza. Le dejó tirado en el suelo y empezó la caza.
En los Baldíos encontró a su esposo acompañado de un Tauren, un druida que le costaba hablar en orco. Era un reciente miembro de los Recios, pidió a su aura gélida que se calmara, debía hablar con él. Le contó lo que había sucedido, sabía que habían profanado la tumba de su hija, pero aparentemente estaba tranquilo. Creyó que su tranquilidad podría ser fruto del desprecio que sentía por ella, como si fuera indiferente a todo lo que le rodeaba. Viendo su reacción despreocupante la alteró, decidió ser ella quien buscara a los profanadores y que él podía pudrirse en su rencor.
Semanas después llegó a Cima de Trueno cansada de buscar desorientada, no sabía por donde empezar, no habían dejado pistas los culpables. El druida que vio acompañar a Darkeld en los Baldíos se hallaba en la ciudad. Su nombre era Buck. Tras ver la preocupación de la elfa, confesó que él poseía el cuerpo de su hija, momento en que su cólera iba a desatarse cogiendo más fuerza que nunca el aura gélida de su interior escarchando sus ojos.
-¡Buck ayudar! ¡Buck encontrar modo de que espíritu de niña volver al cuerpo! El cuerpo no estar en mal estado, desenterrar momentos después de ver ceremonia. ¡Calma! ¡Espíritu de niña estar perdido, por eso no regresar a cuerpo!
Le escuchó, volvió a calmarse embargándola un sentimiento de confusión y de esperanza. Darkeld sabía todo, conocía al druida. Le buscó reprochándole por qué no se lo dijo.
-No estás en posición de exigir nada. -contestó en una mirada fría y despreciante.
Decidió esperar los acontecimientos y dejar que el druida haga algo por su hija, si hubiera una esperanza por pequeña que sea, merecía la pena.
Recibió una carta de Darkeld diciéndole la ubicación de donde está el cuerpo de la niña. No fue clara las indicaciones puesto que la carta era escrita por el druida. Interpretó que se encontraba entre Azshara y Vallefresno, en la gruta que había dentro de una cascada. Vio el cuerpo de la niña tendida en una roca mullida entre flores y hierbas aromáticas. De la impresión al volver a ver a la pequeña que parecía como si estuviera dormida, rompió a llorar.
-Mi niña querida...
Darkeld cogió en brazos a la pequeña en volandas, abrazándola, besando su frente acunándola mientras lloraba en silencio. Cuando él se había marchado, apenas tenía unos meses. La vio tan preciosa, que solo soñaba con volver a verla sonreír y que abriera al fin los ojos. El druida observaba a la pequeña familia reafirmando su iniciativa de ayudarles. La elfa miró con cierta gratitud al tauren, aun así, al haber sido todo tan repentino, no dudó en advertirle en que esperaba que no jugara con los sentimientos de ambos padres e intimidarle. Ella había visto la muerte de su niña y los sacerdotes no la supieron devolver a la vida. Dudaba que un joven druida fuera capaz de haber escuchado el espíritu de su hija dada la experiencia del tauren, cuando los que intentaron revivirla le aseguraron que su espíritu no estaba. Darkeld, no hubiera dudado en darla muerte si llegara a amenazar la esperanza de resucitar a Neida. Si Presea representaba un obstáculo, sería capaz de quitarla de en medio, pero cuando vio que finalmente estaba dispuesta a lo que sea con tal de que vuelva su hija de nuevo, calmó sus impulsos.
La guerra de reproches cesaron entre ambos, lo más importante, y en eso coincidían ambos, era su hija y eso hacía de que ambos tuvieran una tregua.
Última edición por Presea el Sáb 17 Sep 2011, 00:07, editado 1 vez
Re: Recuerdos. El último viaje. [EDITADA]
Sacudió la cabeza después de meditar en todo lo que había pasado en esos años bajando la mirada de esas estrellas brillantes del cielo. Pensó en lo que Darkeld le dijo cuando le vio en Cima de Trueno por primera vez en años. Había recibido ambas cartas a la vez, los carteros no se arriesgaban a adentrarse en plena batalla Ilidari. La correspondencia se retuvo durante dos años en la resistencia y solo había recibido esas cartas.
Darkeld... -pensó tras recordar a su hija.- Si hubiera sabido la verdad antes...
Su hija ahora era primordial, meditó el momento en que fuera posible el milagro de su resurrección qué ocurriría. Su esposo ya no estaba con ella ni contempló tal posibilidad, habían cambiado muchas cosas en todos esos años. Su vida estaba al lado de Deivith, pero supondría un choque emocional si sus padres se encontraran separados. Debía hablar con su esposo, aunque estuvieran separados no habían roto los lazos matrimoniales. Se preocupó y fue a buscarlo a Shattrath. Darkeld recibió el mensaje y quedaron en una de las torres de la Grada Arúspice. Presea estaba tensa, prevenía que tal vez hubiera un aluvión de reproches por parte de ambos, trató de hablar con calma y prudencia.
-Necesito saber la verdad en una cosa. ¿Por qué me abandonaste? No recibí ninguna noticia tuya..., nada..., tan solo esperamos día tras día en que volvieras. Habían pasado años, años Darkeld. -mientras hablaba, sus ojos se humedecían, contuvo las lágrimas.- Sólo quiero saber qué pasó.
-No te abandoné, Presea. Jamás lo hice. Ni a ti ni a Neida. Siempre cumplo mis promesas, lo sabes. Pero tú... dudaste de mí. Estuve mal herido, casi muero en batalla. La guerra era encarnizada. Solo me mantenía con vida volver a veros. -suspiró cabizbajo reteniendo el reproche que había en su corazón.- Meses después de recuperarme en el campamento Arúspice, seguí luchando para hacer retroceder al enemigo, y de pronto recibo ambas cartas. No puedes imaginarte... el dolor que sentí. Tanto por la muerte de mi hija, como tu abandono.
-¿Por qué no me lo dijiste? -le miró embargándola el sentimiento de culpa.
-Porque tú lo quisiste así. Y yo... te respeté.
-Jamás dejé de hablar de ti a nuestra hija. No sabes cuanto te quería, ambas te quisimos muchísimo. -dijo tras una pausa con una voz apagada.
El elfo esbozó una débil sonrisa en sus labios.
-No dudé de eso nunca. Fuimos una familia unida y feliz, aunque fuera por poco tiempo. Eso era lo que me sostuvo en todo este tiempo. -parecía incomodarle la verdad apartando su mirada.- Debo irme, tengo asuntos que atender.
La elfa asintió y le deseó suerte.
Al transcurrir varios días, Deivith después de meses sin verla, obtuvo el permiso para regresar a Lunargenta. Presea estaba feliz de volver a verlo, le contó todo lo sucedido en su ausencia.
El druida Buck empezó a forjar una amistad con la elfa, la confianza en el tauren se hizo fuerte y le pidió disculpas por haber dudado de él. El druida entendió el sentimiento maternal de proteger a su hija. Una mañana paseaban Buck y Presea en los jardines de la ciudad, el tauren vino de visita sabiendo que la maga se hospedaba ahí en los días de permiso de su amado. Escuchó su inquietud sobre si Neida viviera, la división que había en la familia, de Darkeld su padre, de Deivith y del trauma que podría causarle a su hija. Estaba echa un lío, necesitaba consejo.
Darkeld en ese instante aparecía en el bazar donde se hallaban ambos paseando, se miraron a los ojos sin resentimiento por primera vez. Compartieron unas palabras y finalmente se fue, en el fondo necesitaba verla. El peso del odio había desaparecido, pero no la olvidó.
Darkeld... -pensó tras recordar a su hija.- Si hubiera sabido la verdad antes...
Su hija ahora era primordial, meditó el momento en que fuera posible el milagro de su resurrección qué ocurriría. Su esposo ya no estaba con ella ni contempló tal posibilidad, habían cambiado muchas cosas en todos esos años. Su vida estaba al lado de Deivith, pero supondría un choque emocional si sus padres se encontraran separados. Debía hablar con su esposo, aunque estuvieran separados no habían roto los lazos matrimoniales. Se preocupó y fue a buscarlo a Shattrath. Darkeld recibió el mensaje y quedaron en una de las torres de la Grada Arúspice. Presea estaba tensa, prevenía que tal vez hubiera un aluvión de reproches por parte de ambos, trató de hablar con calma y prudencia.
-Necesito saber la verdad en una cosa. ¿Por qué me abandonaste? No recibí ninguna noticia tuya..., nada..., tan solo esperamos día tras día en que volvieras. Habían pasado años, años Darkeld. -mientras hablaba, sus ojos se humedecían, contuvo las lágrimas.- Sólo quiero saber qué pasó.
-No te abandoné, Presea. Jamás lo hice. Ni a ti ni a Neida. Siempre cumplo mis promesas, lo sabes. Pero tú... dudaste de mí. Estuve mal herido, casi muero en batalla. La guerra era encarnizada. Solo me mantenía con vida volver a veros. -suspiró cabizbajo reteniendo el reproche que había en su corazón.- Meses después de recuperarme en el campamento Arúspice, seguí luchando para hacer retroceder al enemigo, y de pronto recibo ambas cartas. No puedes imaginarte... el dolor que sentí. Tanto por la muerte de mi hija, como tu abandono.
-¿Por qué no me lo dijiste? -le miró embargándola el sentimiento de culpa.
-Porque tú lo quisiste así. Y yo... te respeté.
-Jamás dejé de hablar de ti a nuestra hija. No sabes cuanto te quería, ambas te quisimos muchísimo. -dijo tras una pausa con una voz apagada.
El elfo esbozó una débil sonrisa en sus labios.
-No dudé de eso nunca. Fuimos una familia unida y feliz, aunque fuera por poco tiempo. Eso era lo que me sostuvo en todo este tiempo. -parecía incomodarle la verdad apartando su mirada.- Debo irme, tengo asuntos que atender.
La elfa asintió y le deseó suerte.
Al transcurrir varios días, Deivith después de meses sin verla, obtuvo el permiso para regresar a Lunargenta. Presea estaba feliz de volver a verlo, le contó todo lo sucedido en su ausencia.
El druida Buck empezó a forjar una amistad con la elfa, la confianza en el tauren se hizo fuerte y le pidió disculpas por haber dudado de él. El druida entendió el sentimiento maternal de proteger a su hija. Una mañana paseaban Buck y Presea en los jardines de la ciudad, el tauren vino de visita sabiendo que la maga se hospedaba ahí en los días de permiso de su amado. Escuchó su inquietud sobre si Neida viviera, la división que había en la familia, de Darkeld su padre, de Deivith y del trauma que podría causarle a su hija. Estaba echa un lío, necesitaba consejo.
Darkeld en ese instante aparecía en el bazar donde se hallaban ambos paseando, se miraron a los ojos sin resentimiento por primera vez. Compartieron unas palabras y finalmente se fue, en el fondo necesitaba verla. El peso del odio había desaparecido, pero no la olvidó.
Última edición por Presea el Sáb 17 Sep 2011, 00:08, editado 3 veces
Re: Recuerdos. El último viaje. [EDITADA]
Un mes posterior a ese día, llegó correspondencia desde Azshara.
Dobló la carta con una gran incertidumbre “¿Para qué querrá verme?”. Viajó en zepelín hacia el continente de Kalimdor y desde Durotar, cabalgó hacia la región seca de Azshara, donde el Archimago Xylem, un Maestro de la magia arcana, había enseñado hechizos y conjuros avanzados. Conocía muy bien a Presea, hacía tiempo que no se veían. En Cabeza de Oso se erguía la torre del maestro. Para llegar hasta ahí, había que resolver el acertijo de un Quel'dorei que aguardaba en una runa arcana del suelo. Era el único método para llegar a Cabeza de Oso, por otros medios, imposible.
Resolvió el acertijo y la teletransportó en la runa arcana que había cerca de un sendero escarpado que hacía subida hacia la torre. Mientras caminaba, especuló cual podría ser el motivo de su llamada, “Pudo haber ocurrido algo...” pensó. Llegó a las puertas de la torre, alzó su vista hasta el ático con rostro serio. Subió el último escalón de aquellas escaleras en forma de espiral, hizo una reverencia ante el archimago.
-Me alegra volver a veros Lady Presea. Por favor, sentaos. Supongo que mi llamada os ha extrañado, hacia mucho tiempo que no nos veíamos.
–Así es... debe de ser muy importante para que me llaméis con tanta urgencia. -contestó preocupada.
El Maestro, paseó unos instantes delante de la maga para intentar buscar las palabras.
–Debo decir... que vuestro poder es impresionante. El elemento del hielo, lo habéis abrazado con ímpetu. He observado vuestros movimientos con precisión.. -se detuvo un instante.- pero... algo inquietante, sentí.
La maga continuaba mirando al humano sin comprender.
- ¿A qué os referis?
La miró antes de contestar, con inquietud.
–Al poder que desatasteis en Feralas hace años..., luchasteis contra un espíritu. Un espíritu que llegó a habitar en vuestro interior.
Presea memoró ese momento. Darkeld, Nouda y Casthorel estaban con ella. Aquellos tres elfos, fueron escogidos por el espíritu de Heru'ainurin que no descansó en paz. Momento en que maldijo a Presea en su muerte. La castigó para que viviera su tormento cuando estuvo junto a ella cuando, momentos antes de su boda, Presea decidió no seguir a su lado, la engañaba. Tenía problemas psicológicos en vida, personalidad múltiple. Esos tres escogidos complementaban las tres personalidades de Heru'ainurin.
–Superasteis mis conocimientos. Tiempo atrás, yo encerré vuestros recuerdos y sentimientos salvándoos la vida cuando murió aquel muchacho que tanto amasteis desde vuestra juventud. Os encontré cerca de la cascada de Mojache, apenas sin vida, y deseando que la muerte os llevara. Aquella elfa que estuvo a vuestro lado no sabia como ayudaros.
Recordó ese día, estaba en estado de Shock cuando supo de la muerte de Heru'ainurin. Prácticamente se suicidó tras haberle dejado poniéndose en primera línea en el frente. Näyade, una amiga, intentaba reanimarla, llegó a abofetearla de la impotencia. “¡¡LUCHA MALDITA SEA, MAGA ESTÚPIDA!!”. En ese momento apareció el Archimago. Presea estaba muy débil. Näyade iba a atacarle pero la detuvo. “No he venido a pelearme contigo Sin'dorei. Guarda tus armas. Presea es mi alumna” Xilem cogió en brazos a la maga y desapareció en un portal que llevaba a Dalaran.
El Maestro prosiguió analizando la situación.
–Sin embargo, ese poder, no fue preocupante en principio. Vuestra desesperación os llevó a desatar vuestro poder latente y en parte, me enorgulleció. La alumna... se convierte en maestra. -esbozó una sonrisa fugaz de orgullo- Pero... ese poder latente también evolucionaba. De una forma, que solo se alimentaba de vuestras mas intensas emociones. -El rostro del Archimago se tornó preocupante.- haciendo que... ese mismo poder... deje de sentir emociones... os protege, pero a la vez, os destruye. Llegué a tener noticias de la muerte de vuestra hija, eso me preocupó aún más puesto que estabais llena de dolor, e incluso pensé que vuestra hija hubiera heredado algo de lo que mantuvisteis encerrado. Cuando os posée ese poder... es capaz, de matar. Sin importar las consecuencias... incluso a las personas que amáis si se cruzaran en vuestro camino.
Presea se tensó y bajó la mirada. Recordó cuando hirió de gravedad a Deivith cuando profanaron la tumba de su hija. Cuando la poseyó la aura gélida, por razones que desconocía, creyó que podría haber parado el momento en que iba a darle el golpe de gracia y matarlo. Cerró los ojos con fuerza. El maestro observó su reacción y su preocupación se hacía más notable en sus palabras.
–Pronto dejaréis de dominar del todo a ese poder... ya no tendréis fuerzas para ello si es que no lo habéis dejado de dominar ya. Pensad en las vidas que segaríais. Las personas que amáis, las que os quieren. Si os vierais motivada a provocarla, no tendríais piedad.
Presea levanta la vista hacia el Archimago.
–Yo jamás haría daño a ninguno de los que quiero. ¡Ni a mis hermanos, ni a todas las personas que me rodean y me aprecian!
-Eso no lo sabéis Lady Presea, no lo sabéis. Si el poder evoluciona como lo está haciendo... -no pudo continuar la frase.
La maga miró el rostro de Xilem con impotencia y angustia.
–¿Qué me aconsejais?
-Solo... tenéis una alternativa, debéis ir a Rasganorte... a la ciudad de los magos en Dalaran. Ellos sabrán como enseñaros a ubicar ese poder para que no os posea y lleguéis a controlarlo del todo. Yo no tengo tanto conocimiento como para poder enseñaros... lo siento. -la miró con pesar.
-¿Por cuanto tiempo?
-No lo sé, Mi lady. No sé hasta qué punto la situación es tan grave como para deciros el tiempo de vuestra estancia allí. Pero tenéis que alejaros de todos e ir sola.
Presea se levantó sobresaltada.
–¡No puedo hacer eso! No puedo alejarme ahora, Maestro. Tengo esperanza de que mi niña vuelva a vivir, tal vez..., tal vez si tengo momentos felices con ella, eso no la motive a poseerme. Intentaré abrirme camino, pero por favor... no me pidáis algo así. -suplicó.
–Presea.. recapacitad por favor. Imaginad que por un momento algo os sucede cualquier cosa, y ese poder os vuelva a poseer en vuestro estado de furia, ira, o dolor. ¿qué creéis que puede pasar? La habéis alimentado en toda vuestra agonía por la pérdida y está más fuerte que nunca. Incluso aunque llegaran esos días felices como decís, preveo un futuro lleno de sangre y oscuridad.
La elfa consideró sus palabras. Su mayor preocupación era que Neida tenía su familia rota, no soportaría verla sufrir por que sus padres no estuvieran juntos. No sabría si pudiera volver a estar de nuevo con su esposo, cerró fuerte los párpados y negó con la cabeza, respirando con dificultad. No quería renunciar a Deivith pero... tampoco podía renunciar a su hija, era lo que más quería. Una ráfaga helada cubre su cuerpo, su corazón latía deprisa y su respiración se altera. Levantó la vista hacia los ojos de Xylem, donde tras observar los ojos verdes de la elfa, contempló como estos se cubrían de escarcha.
El hielo cristalizó la sala del ático de la torre, Xylem notó el poder gélido por primera vez en ella. Auguraba una lucha entre ambos, así que trató de prepararse. Presea comenzó a lanzar todo tipo de hechizos convocando sortilegios del hielo contra él, el Archimago repeló y esquivó sus hechizos con magia arcana y fuego. Aunque trataba de resguardarse de los ataques helados de la elfa, era muy poderosa. La hirió varias veces, pero estaba tan sumida y descontrolada, que parecía que no le afectara. Seguidamente, la maga logró atraparle cubriéndolo de hielo y silenciar su voz para que no pronunciara más hechizos. Sonrió diabólicamente y despacio entre sus dedos forjó una lanza de hielo.
-Este es tu final, humano. -dijo con voz etérea.
-¡¡Deteneos!! -gritó tratando de hacerla reaccionar cuando pudo disipar el contrahechizo- ¡¡Mira en lo que os estáis convirtiendo!! Vos no sois una asesina Presea. ¡¡Controladla!!
Antes de que se impulsara en lanzar el hechizo que terminase con la vida del humano, el rostro de la maga cambió, como si alguien estuviera deteniendo su mano. La lanza de hielo desapareció de sus manos, su cuerpo se relajó y cayó de rodillas al suelo. Sus ojos se llenaban de lágrimas dejando un hilo de escarcha en sus mejillas devolviendo el color de sus ojos. El hielo que aprisionaba a Xylem desapareció, con dificultad se acercó a la elfa y la abrazó para que se desahogara en su hombro.
-No siempre podréis dominarla... no siempre podréis hacerlo. Dalaran es el único lugar donde pueden ayudaros. -dijo con voz paternal.
Es importante que hablemos. Necesito que os reunáis conmigo
lo mas antes posible en la torre de Cabeza de Oso.
Atentamente:
Archimago Xylem.
lo mas antes posible en la torre de Cabeza de Oso.
Atentamente:
Archimago Xylem.
Dobló la carta con una gran incertidumbre “¿Para qué querrá verme?”. Viajó en zepelín hacia el continente de Kalimdor y desde Durotar, cabalgó hacia la región seca de Azshara, donde el Archimago Xylem, un Maestro de la magia arcana, había enseñado hechizos y conjuros avanzados. Conocía muy bien a Presea, hacía tiempo que no se veían. En Cabeza de Oso se erguía la torre del maestro. Para llegar hasta ahí, había que resolver el acertijo de un Quel'dorei que aguardaba en una runa arcana del suelo. Era el único método para llegar a Cabeza de Oso, por otros medios, imposible.
Resolvió el acertijo y la teletransportó en la runa arcana que había cerca de un sendero escarpado que hacía subida hacia la torre. Mientras caminaba, especuló cual podría ser el motivo de su llamada, “Pudo haber ocurrido algo...” pensó. Llegó a las puertas de la torre, alzó su vista hasta el ático con rostro serio. Subió el último escalón de aquellas escaleras en forma de espiral, hizo una reverencia ante el archimago.
-Me alegra volver a veros Lady Presea. Por favor, sentaos. Supongo que mi llamada os ha extrañado, hacia mucho tiempo que no nos veíamos.
–Así es... debe de ser muy importante para que me llaméis con tanta urgencia. -contestó preocupada.
El Maestro, paseó unos instantes delante de la maga para intentar buscar las palabras.
–Debo decir... que vuestro poder es impresionante. El elemento del hielo, lo habéis abrazado con ímpetu. He observado vuestros movimientos con precisión.. -se detuvo un instante.- pero... algo inquietante, sentí.
La maga continuaba mirando al humano sin comprender.
- ¿A qué os referis?
La miró antes de contestar, con inquietud.
–Al poder que desatasteis en Feralas hace años..., luchasteis contra un espíritu. Un espíritu que llegó a habitar en vuestro interior.
Presea memoró ese momento. Darkeld, Nouda y Casthorel estaban con ella. Aquellos tres elfos, fueron escogidos por el espíritu de Heru'ainurin que no descansó en paz. Momento en que maldijo a Presea en su muerte. La castigó para que viviera su tormento cuando estuvo junto a ella cuando, momentos antes de su boda, Presea decidió no seguir a su lado, la engañaba. Tenía problemas psicológicos en vida, personalidad múltiple. Esos tres escogidos complementaban las tres personalidades de Heru'ainurin.
–Superasteis mis conocimientos. Tiempo atrás, yo encerré vuestros recuerdos y sentimientos salvándoos la vida cuando murió aquel muchacho que tanto amasteis desde vuestra juventud. Os encontré cerca de la cascada de Mojache, apenas sin vida, y deseando que la muerte os llevara. Aquella elfa que estuvo a vuestro lado no sabia como ayudaros.
Recordó ese día, estaba en estado de Shock cuando supo de la muerte de Heru'ainurin. Prácticamente se suicidó tras haberle dejado poniéndose en primera línea en el frente. Näyade, una amiga, intentaba reanimarla, llegó a abofetearla de la impotencia. “¡¡LUCHA MALDITA SEA, MAGA ESTÚPIDA!!”. En ese momento apareció el Archimago. Presea estaba muy débil. Näyade iba a atacarle pero la detuvo. “No he venido a pelearme contigo Sin'dorei. Guarda tus armas. Presea es mi alumna” Xilem cogió en brazos a la maga y desapareció en un portal que llevaba a Dalaran.
El Maestro prosiguió analizando la situación.
–Sin embargo, ese poder, no fue preocupante en principio. Vuestra desesperación os llevó a desatar vuestro poder latente y en parte, me enorgulleció. La alumna... se convierte en maestra. -esbozó una sonrisa fugaz de orgullo- Pero... ese poder latente también evolucionaba. De una forma, que solo se alimentaba de vuestras mas intensas emociones. -El rostro del Archimago se tornó preocupante.- haciendo que... ese mismo poder... deje de sentir emociones... os protege, pero a la vez, os destruye. Llegué a tener noticias de la muerte de vuestra hija, eso me preocupó aún más puesto que estabais llena de dolor, e incluso pensé que vuestra hija hubiera heredado algo de lo que mantuvisteis encerrado. Cuando os posée ese poder... es capaz, de matar. Sin importar las consecuencias... incluso a las personas que amáis si se cruzaran en vuestro camino.
Presea se tensó y bajó la mirada. Recordó cuando hirió de gravedad a Deivith cuando profanaron la tumba de su hija. Cuando la poseyó la aura gélida, por razones que desconocía, creyó que podría haber parado el momento en que iba a darle el golpe de gracia y matarlo. Cerró los ojos con fuerza. El maestro observó su reacción y su preocupación se hacía más notable en sus palabras.
–Pronto dejaréis de dominar del todo a ese poder... ya no tendréis fuerzas para ello si es que no lo habéis dejado de dominar ya. Pensad en las vidas que segaríais. Las personas que amáis, las que os quieren. Si os vierais motivada a provocarla, no tendríais piedad.
Presea levanta la vista hacia el Archimago.
–Yo jamás haría daño a ninguno de los que quiero. ¡Ni a mis hermanos, ni a todas las personas que me rodean y me aprecian!
-Eso no lo sabéis Lady Presea, no lo sabéis. Si el poder evoluciona como lo está haciendo... -no pudo continuar la frase.
La maga miró el rostro de Xilem con impotencia y angustia.
–¿Qué me aconsejais?
-Solo... tenéis una alternativa, debéis ir a Rasganorte... a la ciudad de los magos en Dalaran. Ellos sabrán como enseñaros a ubicar ese poder para que no os posea y lleguéis a controlarlo del todo. Yo no tengo tanto conocimiento como para poder enseñaros... lo siento. -la miró con pesar.
-¿Por cuanto tiempo?
-No lo sé, Mi lady. No sé hasta qué punto la situación es tan grave como para deciros el tiempo de vuestra estancia allí. Pero tenéis que alejaros de todos e ir sola.
Presea se levantó sobresaltada.
–¡No puedo hacer eso! No puedo alejarme ahora, Maestro. Tengo esperanza de que mi niña vuelva a vivir, tal vez..., tal vez si tengo momentos felices con ella, eso no la motive a poseerme. Intentaré abrirme camino, pero por favor... no me pidáis algo así. -suplicó.
–Presea.. recapacitad por favor. Imaginad que por un momento algo os sucede cualquier cosa, y ese poder os vuelva a poseer en vuestro estado de furia, ira, o dolor. ¿qué creéis que puede pasar? La habéis alimentado en toda vuestra agonía por la pérdida y está más fuerte que nunca. Incluso aunque llegaran esos días felices como decís, preveo un futuro lleno de sangre y oscuridad.
La elfa consideró sus palabras. Su mayor preocupación era que Neida tenía su familia rota, no soportaría verla sufrir por que sus padres no estuvieran juntos. No sabría si pudiera volver a estar de nuevo con su esposo, cerró fuerte los párpados y negó con la cabeza, respirando con dificultad. No quería renunciar a Deivith pero... tampoco podía renunciar a su hija, era lo que más quería. Una ráfaga helada cubre su cuerpo, su corazón latía deprisa y su respiración se altera. Levantó la vista hacia los ojos de Xylem, donde tras observar los ojos verdes de la elfa, contempló como estos se cubrían de escarcha.
El hielo cristalizó la sala del ático de la torre, Xylem notó el poder gélido por primera vez en ella. Auguraba una lucha entre ambos, así que trató de prepararse. Presea comenzó a lanzar todo tipo de hechizos convocando sortilegios del hielo contra él, el Archimago repeló y esquivó sus hechizos con magia arcana y fuego. Aunque trataba de resguardarse de los ataques helados de la elfa, era muy poderosa. La hirió varias veces, pero estaba tan sumida y descontrolada, que parecía que no le afectara. Seguidamente, la maga logró atraparle cubriéndolo de hielo y silenciar su voz para que no pronunciara más hechizos. Sonrió diabólicamente y despacio entre sus dedos forjó una lanza de hielo.
-Este es tu final, humano. -dijo con voz etérea.
-¡¡Deteneos!! -gritó tratando de hacerla reaccionar cuando pudo disipar el contrahechizo- ¡¡Mira en lo que os estáis convirtiendo!! Vos no sois una asesina Presea. ¡¡Controladla!!
Antes de que se impulsara en lanzar el hechizo que terminase con la vida del humano, el rostro de la maga cambió, como si alguien estuviera deteniendo su mano. La lanza de hielo desapareció de sus manos, su cuerpo se relajó y cayó de rodillas al suelo. Sus ojos se llenaban de lágrimas dejando un hilo de escarcha en sus mejillas devolviendo el color de sus ojos. El hielo que aprisionaba a Xylem desapareció, con dificultad se acercó a la elfa y la abrazó para que se desahogara en su hombro.
-No siempre podréis dominarla... no siempre podréis hacerlo. Dalaran es el único lugar donde pueden ayudaros. -dijo con voz paternal.
Última edición por Presea el Sáb 17 Sep 2011, 00:08, editado 1 vez
Re: Recuerdos. El último viaje. [EDITADA]
El viaje fue largo hasta Lunargenta con el semblante triste y compungido. Deivith la esperaba antes de partir al frente de nuevo; buscaba el modo de decirle sobre su partida indefinida y no sabía cómo. En el banquillo del intercambio real se acercó para tomar asiento, darse un momento para asimilarlo, también debía decírselo a sus hermanos preguntándose si eso podría afectarles.
Deivith la vio sentada de espaldas, sonrió y se acercó lentamente sin hacer mucho ruido, la tapó los ojos. La elfa se sobresaltó, su reacción le divirtió riéndose levemente por la nariz.
-No pretendía asustarte.
Ella sonrió al escuchar su voz y ladeó la cabeza encontrándose con su rostro muy de cerca deseando recibir un cálido beso del cual correspondió.
-Odio pasar pocos días a tu lado, ojalá me hubieran dado unos días más. -dijo al separar sus labios, pero cuando vio su rostro, notó enseguida que algo andaba mal.-¿Qué ocurre?
-Necesito hablar contigo, de algo muy importante Deiv... no va a ser fácil... ni siquiera sé por donde empezar.
-Me estás asustando -frunció levemente el cejo mirando los ojos de la elfa al notar que sucumbía en las lágrimas. Su preocupación se acentuó.
Presea se levantó del banquillo notando una fuerte presión en el pecho, suspiró hondo para no llorar. Deivith la abrazó por detrás cerrando los ojos notando el dolor de la elfa.
-¿Qué es lo que no puedes decirme? -le susurró angustiado.
La elfa se dio la vuelta para mirarle a los ojos conteniendo un nudo en su garganta.
-Parto a Rasganorte...
-¿A Rasganorte? -preguntó extrañado, sin embargo, no quiso interrogar el motivo.- Pero... volverás de nuevo.. ¿verdad?
-No.. lo sé.. -contestó sin poder evitar que las lágrimas discurran por sus mejillas-. No sé cuanto tiempo.. estaré fuera.
Deivith la miró desconcertado a los ojos. Se pasó una mano en el pelo hacia atrás cabizbajo, tratando de asimilarlas palabras de la elfa sin parpadear.
-¿Por qué? ¿para qué tienes que ir a ese lugar? -preguntó inquisitivo alzando un poco la voz.
-Para salvaros... incluso para salvarte a tí. -contestó con voz quebrada.
-¿A mí? -el rostro del elfo se endureció- ¿De qué tienes que salvarme? !Sé cuidar de mi mismo Pre... no tienes que salvarme de nada!
-Deiv por favor... te lo suplico, es importante que tenga que partir. Si no lo hago... ocurrirá una desgracia y no quiero que eso pase.
-¡¿De qué desgracia hablas?! ¿Por qué no me dices de una vez qué es lo que está pasando? ¿Es que acaso no te importan mis sentimientos? ¿no te importa lo que pienso yo respecto a esto? -La miró con desconcierto, como si sintiera que la fuera a perder. Presea calló al mirar la expresión de sus ojos y bajó la mirada.
-Claro que me importan tus sentimientos. Te quiero... y no podria vivir sin saber que no estás a mi lado. -contestó sollozando. Deivith la miró compungido, notando que para ella era mucho más duro. Levantó su barbilla para encontrarse de nuevo sus miradas contemplando sus ojos verdes, reprimiendo el llanto.-¿Crees que me iria así por que quisiera dejarte? Si no lo hago... no sé que ocurrirá... casi te mato una vez... no quiero que se vuelva a repetir. ¿no lo entiendes?
El elfo la abrazó con fuerza contra su pecho donde Presea rompió a llorar amargamente. Estuvieron varios minutos abrazados, hasta que ella se calmara. Deivith cedió a una idea llena de sacrificios. La cogió suavemente de los antebrazos y la miró a los ojos de nuevo.
-Deja que vaya contigo.. a Rasganorte. Ir juntos.
-No puede ser amor mio -contestó- Te necesitan tus hermanos.
-Y yo te necesito a ti. -dijo angustiádo cogiendola de sus mejillas.
-Esta vez debo hacerlo sola, no puedes venir conmigo...
La estrechó de nuevo con fuerza cerrando los ojos, contuvo un nudo en su garganta para no llorar, no quería hacerla sufrir más de lo que estaba pasando.
-¿Cuando te irás? -preguntó finalmente.
-Mañana al ocaso mi barco zarpa desde Bahia del Botin.
Deivith asientó sin poder seguir conteniendo la angustia de su corazón ante tanta impotencia, se separó de la elfa sin poder decir una palabra. Montó su caballo mirándola unos instantes y se marchó cavalgando donde pudo llorar lejos de ella, no soportaba la idea de su partida y sin tener la certeza de volver a verla.
Deivith la vio sentada de espaldas, sonrió y se acercó lentamente sin hacer mucho ruido, la tapó los ojos. La elfa se sobresaltó, su reacción le divirtió riéndose levemente por la nariz.
-No pretendía asustarte.
Ella sonrió al escuchar su voz y ladeó la cabeza encontrándose con su rostro muy de cerca deseando recibir un cálido beso del cual correspondió.
-Odio pasar pocos días a tu lado, ojalá me hubieran dado unos días más. -dijo al separar sus labios, pero cuando vio su rostro, notó enseguida que algo andaba mal.-¿Qué ocurre?
-Necesito hablar contigo, de algo muy importante Deiv... no va a ser fácil... ni siquiera sé por donde empezar.
-Me estás asustando -frunció levemente el cejo mirando los ojos de la elfa al notar que sucumbía en las lágrimas. Su preocupación se acentuó.
Presea se levantó del banquillo notando una fuerte presión en el pecho, suspiró hondo para no llorar. Deivith la abrazó por detrás cerrando los ojos notando el dolor de la elfa.
-¿Qué es lo que no puedes decirme? -le susurró angustiado.
La elfa se dio la vuelta para mirarle a los ojos conteniendo un nudo en su garganta.
-Parto a Rasganorte...
-¿A Rasganorte? -preguntó extrañado, sin embargo, no quiso interrogar el motivo.- Pero... volverás de nuevo.. ¿verdad?
-No.. lo sé.. -contestó sin poder evitar que las lágrimas discurran por sus mejillas-. No sé cuanto tiempo.. estaré fuera.
Deivith la miró desconcertado a los ojos. Se pasó una mano en el pelo hacia atrás cabizbajo, tratando de asimilarlas palabras de la elfa sin parpadear.
-¿Por qué? ¿para qué tienes que ir a ese lugar? -preguntó inquisitivo alzando un poco la voz.
-Para salvaros... incluso para salvarte a tí. -contestó con voz quebrada.
-¿A mí? -el rostro del elfo se endureció- ¿De qué tienes que salvarme? !Sé cuidar de mi mismo Pre... no tienes que salvarme de nada!
-Deiv por favor... te lo suplico, es importante que tenga que partir. Si no lo hago... ocurrirá una desgracia y no quiero que eso pase.
-¡¿De qué desgracia hablas?! ¿Por qué no me dices de una vez qué es lo que está pasando? ¿Es que acaso no te importan mis sentimientos? ¿no te importa lo que pienso yo respecto a esto? -La miró con desconcierto, como si sintiera que la fuera a perder. Presea calló al mirar la expresión de sus ojos y bajó la mirada.
-Claro que me importan tus sentimientos. Te quiero... y no podria vivir sin saber que no estás a mi lado. -contestó sollozando. Deivith la miró compungido, notando que para ella era mucho más duro. Levantó su barbilla para encontrarse de nuevo sus miradas contemplando sus ojos verdes, reprimiendo el llanto.-¿Crees que me iria así por que quisiera dejarte? Si no lo hago... no sé que ocurrirá... casi te mato una vez... no quiero que se vuelva a repetir. ¿no lo entiendes?
El elfo la abrazó con fuerza contra su pecho donde Presea rompió a llorar amargamente. Estuvieron varios minutos abrazados, hasta que ella se calmara. Deivith cedió a una idea llena de sacrificios. La cogió suavemente de los antebrazos y la miró a los ojos de nuevo.
-Deja que vaya contigo.. a Rasganorte. Ir juntos.
-No puede ser amor mio -contestó- Te necesitan tus hermanos.
-Y yo te necesito a ti. -dijo angustiádo cogiendola de sus mejillas.
-Esta vez debo hacerlo sola, no puedes venir conmigo...
La estrechó de nuevo con fuerza cerrando los ojos, contuvo un nudo en su garganta para no llorar, no quería hacerla sufrir más de lo que estaba pasando.
-¿Cuando te irás? -preguntó finalmente.
-Mañana al ocaso mi barco zarpa desde Bahia del Botin.
Deivith asientó sin poder seguir conteniendo la angustia de su corazón ante tanta impotencia, se separó de la elfa sin poder decir una palabra. Montó su caballo mirándola unos instantes y se marchó cavalgando donde pudo llorar lejos de ella, no soportaba la idea de su partida y sin tener la certeza de volver a verla.
Última edición por Presea el Sáb 17 Sep 2011, 00:09, editado 1 vez
Re: Recuerdos. El último viaje. [EDITADA]
Bueno.. hace tiempo que no he continuado esto. Por falta de tiempo y ganas, pero ahora, quisiera continuar un poco la historia. Me ayudó en su día Bigbuck a continuarla, muchas gracias Big ^^.
----------------------------------------------------------------------------------------------------
Lentamente se dirige a Proa, mirando al horizonte. Cierra los ojos un instante escuchando el mar, las gaviotas revoloteando en el cielo, escuchando su canto. “¿Lograré concentrar mi poder sin que llegue adominarme?” pensaba.
No se avistaba ningun trozo de tierra alrededor, mar adentro. No se podia ver las estrellas en el horizonte. Habian unas nubes amenazadoras, negras. Se podia ver como se iluminaban de vez en cuando por algunos rayos, se oia el rugir de los truenos en la distancia. Empezó a levantarse un viento arrastrando humedad en el aire aunque aun estaban lejos de la tormenta. El capitán del barco, oteó el horizonte, se acercaba hacia proa donde estaba la elfa mirando las nubes con semblante serio.
-Nos acercamos a una tormenta mi Lady.
Presea mira al humano algo preocupada.
-¿Tendremos problemas Capitán?
-No lo creo. He pasado por muchas tormentas en alta mar, habrá movimiento, pero no se preocupe, todo irá bien. -el humano esboza una sonrisa confiada a la elfa. Baja hacia la tripulación dándoles órdenes de que estuvieran atentos.
Empezaba a notarse oleaje, las velas se tensaban con el viento del norte que arrastraba las nubes hacia donde estaba el barco, iban perdiendo velocidad.
-¡Replegad las velas! -ordenó el Capitán. Cogió el timón manteniendo la vista enfrente.
Los gavieros obedecían las órdenes del capitán y con habilidad trepaban por los cabos, inmunes, al parecer, al balanceo que comenzaba a coger el barco. Funambulistas del mar en plena acción, caminaban por los mástiles, recogiendo vela.
Nubes cada vez más negras se arremolinaban en el cielo y dejaban ver con claridad el inicio del frente, punto al que se dirigían directamente.
El viento arreció, levantando crestas de espuma que parecían trepar cada vez más arriba por el casco del barco.
-Va a ser mayor de lo que nos esperábamos. Debería bajar abajo, Mi Lady...-
-Claro.. -respondió mirando al capitán preocupada por su semblante ante una punzada de temor. Bajó hacia el camarote obedeciendo.
El hombre volvió a su puesto junto al timón.
Una fina llovizna comenzó a empapar todo mientras la luz del sol se desvanecía tras el muro de nubes. Ya estaban en el frente.
-Ola solitaria, por estribor.- gritó uno de los gavieros.
-Sujetáos, chicos.- bramó el contramaestre.
Los seis metros de ola barrieron el puente con inusitada fuerza, haciendo zozobrar el barco y arrastrando en su camino a cualquiera suficientemente despistado o mal agarrado.
Abajo, en las diferentes cubiertas, todo pareció volverse del revés por un instante. El contenido de armaritos y porta equipajes se vino abajo, causando contusiones a quien se encontrara debajo.
Presea se sujetó donde podia viendo como caía el equipaje, el miedo se apoderó de ella al ver como en las rendijas de la puerta empezaba a entrar agua de la ola que barrió la cubierta.
-Dioses.. -abrió la puerta viendo encharcado todo el pasillo, sentía algo de mareo por el bamboleo de las olas. Miró hacia la puerta de cubierta con los ojos bien abiertos, viendo como la espuma del mar de las olas sacudian con ferocidad el barco.
Nuevas olas, estas de mucho menor calibre, comenzaron a bambolear el barco. Al timón, el capitán intentaba encontrar un camino entre ellas mientras miraba alternativamente al mar y el cielo que, ya completamente oscuro, parecía abalanzarse sobre ellos.
-No hay forma de capear esto. Tendremos que largar trapo y confiar en atravesarlo.-Volvió a sujetar el timón con fuerza intentando permanecer seguro-que la Luz nos ayude.- murmuró antes de bramar nuevamente órdenes. -Abajo todo aquél que no sea de ayuda aquí! Ordenad que sujeten todo bien y preparáos...por si hubiera que aligerar peso.
Bajaron algunos mientras un marinero, sujetandose en el tindel de la puerta gritó las ordenes de su capitán.
-Sujetad lo que podais!! -miró a la elfa que esta se asomaba con rostro desencajado.-My Lady, vos tambien, ayudadnos.
La elfa asintió reaccionando dirigiéndose hacia la bodega donde algunos empezaban a sujetar con cuerdas las mercancias y los cañones.
Abandonando su puesto al lado del timonel, el humano se lanzó a cubierta, moviéndose de un lado a otro como el tiempo y la experiencia le habían enseñado.
Levantaba grumetes del suelo, recogiéndolos cuando resbalaban o halaba de los cabos que necesitaban de mayor sujección.
Con inusitada fuerza, la tormenta se abatió sobre el frágil barco y pronto los esfuerzos del timonel no fueron suficientes para sostener el timón.
Con un crujido que recorrió el barco entero, la caña que ayudaba a gobernar el barcó, se astilló en cientos de pequeños trozos.
-¡Hemos perdido la caña! ¡Es ingobernable!- anunció el timonel, con voz rota.
Mientras aunaba esfuerzos con la tripulación para recoger vela, el capitán gritó a voz en cuello.
-¡Desde que los primeros troncos flotaron, los barcos se han gobernado por las velas, así que todos a ellas!-
En las cubiertas inferiores, el estampido de las olas al chocar contra el casco lo inundaba todo mientras la tablazón de las paredes parecía sudar, al condensarse el calor de los que entre ellas se refugiaban.
Granjeros o nobles, soldados, héroes o bandidos, se miraban entre ellos, buscando una mirada confiada...pero nadie parecía querer o poder ponerla. Las náuseas ya hacía tiempo que habían aparecido y el olor a humedad mezclado con vómitos cargaba el ya de por si saturado ambiente.
Del exterior sólo llegaba el repiqueteo del agua, los pasos acelerados sobre cubierta y una amalgama de gritos y órdenes. Hasta que un leve crujido hizo el silencio de estas últimas.
Como si el mundo se hubiera dado la vuelta, dejó de existir el arriba y el abajo y todos se encontraron tirados en el suelo. Un fuerte tirón sacudió el barco y el sonido de algo rasgándose interminablemente, pareció un hondo quejido agónico.
Alguien anunció lo ocurrido...o todos de inmediato lo supieron. En cualquier caso, daba igual; la fuerza del viento había provocado tal tensión en las velas que estas se habían desgarrado.
Sin timón ni vela suficiente...la suerte estaba echada.
Por la escotilla, aparecieron dos marineros, con un deje de resignación y pánico en la mirada. No dirigieron una sola palabra a nadie...ni tan siquiera una mirada. Con paso firme, desaparecieron entre la gente, en dirección a una cabina adyacente.
En cubierta, el capitán cerró los ojos un momento y murmuró una oración antes de volverse a mirar a la tormenta y a las nubes.
Oscuridad. En todas partes, oscuridad.
Un grito. Una nueva órden. Aún no se había rendido...aunque supiera que la lucha estaba ya terminada y el destino sentenciado. Nunca había doblado la rodilla ante nadie...no pensaba hacerlo ahora.
El barco se hundia ante una inmensa ola, el peso de la masa acuosa lo arrastraba hacia el abismo.
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Continuara...
----------------------------------------------------------------------------------------------------
Lentamente se dirige a Proa, mirando al horizonte. Cierra los ojos un instante escuchando el mar, las gaviotas revoloteando en el cielo, escuchando su canto. “¿Lograré concentrar mi poder sin que llegue adominarme?” pensaba.
Presea mira al humano algo preocupada.
Empezaba a notarse oleaje, las velas se tensaban con el viento del norte que arrastraba las nubes hacia donde estaba el barco, iban perdiendo velocidad.
-¡Replegad las velas! -ordenó el Capitán. Cogió el timón manteniendo la vista enfrente.
El viento arreció, levantando crestas de espuma que parecían trepar cada vez más arriba por el casco del barco.
-Va a ser mayor de lo que nos esperábamos. Debería bajar abajo, Mi Lady...-
Una fina llovizna comenzó a empapar todo mientras la luz del sol se desvanecía tras el muro de nubes. Ya estaban en el frente.
-Ola solitaria, por estribor.- gritó uno de los gavieros.
Los seis metros de ola barrieron el puente con inusitada fuerza, haciendo zozobrar el barco y arrastrando en su camino a cualquiera suficientemente despistado o mal agarrado.
Presea se sujetó donde podia viendo como caía el equipaje, el miedo se apoderó de ella al ver como en las rendijas de la puerta empezaba a entrar agua de la ola que barrió la cubierta.
Bajaron algunos mientras un marinero, sujetandose en el tindel de la puerta gritó las ordenes de su capitán.
Con un crujido que recorrió el barco entero, la caña que ayudaba a gobernar el barcó, se astilló en cientos de pequeños trozos.
-¡Hemos perdido la caña! ¡Es ingobernable!- anunció el timonel, con voz rota.
-¡Desde que los primeros troncos flotaron, los barcos se han gobernado por las velas, así que todos a ellas!-
Como si el mundo se hubiera dado la vuelta, dejó de existir el arriba y el abajo y todos se encontraron tirados en el suelo. Un fuerte tirón sacudió el barco y el sonido de algo rasgándose interminablemente, pareció un hondo quejido agónico.
Sin timón ni vela suficiente...la suerte estaba echada.
En cubierta, el capitán cerró los ojos un momento y murmuró una oración antes de volverse a mirar a la tormenta y a las nubes.
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Continuara...
Re: Recuerdos. El último viaje. [EDITADA]
Los ojos abiertos hacia la superficie.
Un intento desesperado por llegar hasta allí... quedaba tan lejos.
La conciencia se hacia tan clara, era el fín.
Todos sus recuerdos pasaban rápido en su mente, la imagen grabada...
Neida... “Hija...”. Los ojos se escarchan, su rostro se endurece, por primera vez, habla con ella.
-No quiero morir.. ¿deseas la muerte,.. cuando lo tuviste todo a tu alcance? Podias haberte vengado de todos usándome... Te protegí... Aplaqué tu dolor ante una muerte...y consumí los recuerdos...-La voz era fria, un susurro tenebroso en su cabeza, a medida que iba perdiendo la consciencia y el aire dejaba de quedarse en sus pulmones.
-No hay venganza... Si tu eras el peligro.. Morirás conmigo.
El agua entraba en sus pulmones..
La lucha por respirar una bocanada de aire no existia.
La mirada fija en la superficie tan distante.
El barco se hundia en el abismo junto a ella y todos los de la tripulación.
La muerte... apagaba su vida.
Una voz desconocida se oye:
-Levántate...despierta a un nuevo amanecer.. sirve a la Plaga... y te otorgaré la inmortalidad.
Ambas oyen la voz, una rehusa, desea la muerte, otra codicia..
-Deseo servirte... libérame, no quiero morir...
Aparece la voz... parecía un humano... ¿quien es?
Sus ojos escarchados...
Escudriña el cuerpo de la elfa antes de ser levantada.
No es la voz de ella..
Un extraño interes ante la voz que hablaba por ella.
-Dame su cuerpo... y seré tu fiel.. servidora...
Una sonrisa maliciosa se esboza en el rostro del humano. Extiende la espada, una espada con extrañas runas en el filo apuntando el pecho de la elfa flotando en la profundidad acuosa. Los ojos de la elfa se abren y de su interior sale un espíritu con un grito aterrador.
El aura gélida se libera, se extiende en el cuerpo, lo hace suyo sin privaciones, sin contenciones, no existe mágia. Sonrie con malicia mirando a su Maestro.
-He aquí a tu sierva... Maestro.
-Tu nombre será.. Hielea.. sirve a la plaga y únete a mi ejercito.
-Si...mi señor.
Un intento desesperado por llegar hasta allí... quedaba tan lejos.
La conciencia se hacia tan clara, era el fín.
Todos sus recuerdos pasaban rápido en su mente, la imagen grabada...
Neida... “Hija...”. Los ojos se escarchan, su rostro se endurece, por primera vez, habla con ella.
-No quiero morir.. ¿deseas la muerte,.. cuando lo tuviste todo a tu alcance? Podias haberte vengado de todos usándome... Te protegí... Aplaqué tu dolor ante una muerte...y consumí los recuerdos...-La voz era fria, un susurro tenebroso en su cabeza, a medida que iba perdiendo la consciencia y el aire dejaba de quedarse en sus pulmones.
-No hay venganza... Si tu eras el peligro.. Morirás conmigo.
El agua entraba en sus pulmones..
La lucha por respirar una bocanada de aire no existia.
La mirada fija en la superficie tan distante.
El barco se hundia en el abismo junto a ella y todos los de la tripulación.
La muerte... apagaba su vida.
Una voz desconocida se oye:
-Levántate...despierta a un nuevo amanecer.. sirve a la Plaga... y te otorgaré la inmortalidad.
Ambas oyen la voz, una rehusa, desea la muerte, otra codicia..
-Deseo servirte... libérame, no quiero morir...
Aparece la voz... parecía un humano... ¿quien es?
Sus ojos escarchados...
Escudriña el cuerpo de la elfa antes de ser levantada.
No es la voz de ella..
Un extraño interes ante la voz que hablaba por ella.
-Dame su cuerpo... y seré tu fiel.. servidora...
Una sonrisa maliciosa se esboza en el rostro del humano. Extiende la espada, una espada con extrañas runas en el filo apuntando el pecho de la elfa flotando en la profundidad acuosa. Los ojos de la elfa se abren y de su interior sale un espíritu con un grito aterrador.
El aura gélida se libera, se extiende en el cuerpo, lo hace suyo sin privaciones, sin contenciones, no existe mágia. Sonrie con malicia mirando a su Maestro.
-He aquí a tu sierva... Maestro.
-Tu nombre será.. Hielea.. sirve a la plaga y únete a mi ejercito.
-Si...mi señor.
Temas similares
» El ultimo que cierre la puerta
» Recuerdos del Server Los Errantes.
» Tres recuerdos. Un truco de magia.
» Avance del parche 4.3 El baul de los recuerdos
» En viaje a Nar Shaddaa
» Recuerdos del Server Los Errantes.
» Tres recuerdos. Un truco de magia.
» Avance del parche 4.3 El baul de los recuerdos
» En viaje a Nar Shaddaa
Recios :: JUEGOS :: World of Warcraft :: [WoW] Rol
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.