Caballeros de la Muerte.....
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Caballeros de la Muerte.....
La piedra de comunicación comenzó a vibrar en el fondo de mi mochila. Una voz grave y cansada estaba llamándome. El miedo se apoderó de mí por unos instantes, la persona que me llamaba parecía enfadada.
- Akaii, ¿dónde estás?
- Cerca. No tardare en llegar.
- Date prisa, tenemos que hablar.
- En seguida, señor.
Guardé la piedra ahora manchada con la sangre del ser que agonizaba a mis espaldas, miré a mi guardia vil y le di la orden de marcharnos, nuestro trabajo allí había terminado por el momento. Eché un último vistazo atrás, intentando no escuchar los alaridos de dolor que él emitía, manteniendo una lucha interna que debía librar solo.
- Nos veremos pronto, amigo.- Comencé a andar en dirección a casa, no quería que el jefe se enfadase aun mas.
Las palabras del Pretor fueron concisas. Tenía que hablar conmigo inmediatamente y por como sonaron, parecía serio, aunque yo intuía de qué se trataba.
Llegue a la taberna de Rémol a primera hora de la mañana y como era de esperar, el jefe Urtoroth Lobopálido, ya estaba allí, aguardando en un rincón de la pequeña sala.
- Saludos Pretor.- Hice una reverencia y espere.
- Siéntate Akaii. – El jefe parecía sufrir un agotamiento extremo debido a su edad.- Seré breve, joven renegada. Supongo que eres consciente de que llevas varios días desaparecida, has dejado a tu escuadrón sin un líder, y has abandonado tus responsabilidades dentro del clan.
- Si, señor. Puedo explicarlo…- Me temblaba la voz, siempre me dio miedo el gran Urtoroth, en ese momento, más que miedo, sentía pánico. Era la primera vez que me encontraba a solas con él y eso hacía que me temblara todo el cuerpo.
- ¿Dónde has estado?
- Señor…hace tiempo que me siento confusa ante mi condición de renegada, sentía que debía aclarar las dudas de mi corazón y encontrar el camino correcto. Sé que hice mal al no avisaros de mi partida, pero en ese momento la inesperada necesidad de respuestas, nubló mi juicio, lo único que sabía era que si quería descubrir el verdadero camino, tenía que hacerlo sola…
- Comprendo- El gesto del Pretor se había ido ablandando a medida que yo hablaba, incluso pude atisbar algo de ternura en él.- ¿has encontrado lo que buscabas?
- ¿La verdad?- Urtoroth asintió- La verdad jefe, es que cuando iba a darme por vencida, vi algo que me hizo comprender cuál es mi sitio aquí, el sentido de ser quien soy, precisamente de eso quería hablaros, si tenéis tiempo.
El jefe esbozo media sonrisa.
- ¿Tiempo? Hace mucho que deje de preocuparme por el tiempo, joven renegada, cuando el mío llegue a su fin, estaré luchando por lo que yo creo y estaré listo, así que, cuéntame, te escucho.
Tomé aire y comencé a relatarle mi historia.
Todo empezó cuando mis pasos llegaron a las Tierras de la Peste. Estaba descansando, sentada en una roca, recuperando fuerzas para seguir, cuando escuche unos gritos que provenían de un lugar no muy lejos de donde me encontraba. Los gritos desgarradores me hicieron pensar que alguien estaba sufriendo un dolor inexplicable y opte por acercarme a ver que estaba sucediendo. Cuando llegue a la pequeña aldea, el horror me helo la sangre.
La aldea estaba completamente arrasada, el suelo era una alfombra de cadáveres que se amontonaban unos encima de otros y los pocos aldeanos que quedaban vivos, corrían de un lado para otro, huyendo del terrible destino que les esperaba. Fue entonces cuando le vi. Era un ser de una raza que no había visto antes. Un ser envuelto en una armadura negra que oscurecía aun mas su turbio espíritu.
Me arme de valor y corrí hacia donde estaba, dispuesta a luchar contra él para salvar a esas pobres gentes, pero cuando estuve al rango necesario para atacar, aquel ser se arrodillo y lanzo un grito desesperado segundos antes de que mi ataque le alcanzara y le diese en el hombro.
- Maldita, ¿qué haces?
- Tú qué crees, engendro. Protejo a estos inocentes.
- Entonces, tu también morirás.- Corrió hacia mí, levantando su arma, con un brillo aterrador en sus ojos, pero cuando iba a asestarme el golpe, algo le frenó. Tiro el arma al suelo, con la mirada puesta en la montaña de muertos que había tras de mí y se desplomo.
Más tarde averigüe que se trataba de un caballero de la muerte, o por lo menos así los llamaban los aldeanos. Seres cuyo alma estaba dominada por el poder de un ser superior, un ser infernal que deseaba la destrucción de todo hombre, mujer y niño.
El caballero que yo había visto, se llamaba Ferenczy. Formaba parte de un grupo de caballeros que había conseguido liberarse en gran parte del yugo de su poderoso amo, Él había sido el último en hacerlo y todavía, de vez en cuando, escuchaba la voz de aquel ser del inframundo doblegando su voluntad, obligándole a cometer atrocidades como la que yo había presenciado unas horas antes.
Aquella noche, estuve hablando con Ferenczy durante horas. Mientras escuchaba sus palabra mis dudas se iban disipando, ahora sabía que mi lugar estaba liderando el escuadrón sombra acompañada de estos extraños guerreros.
En cinco días nos reuniríamos en la capilla de la luz para hacerlo oficial así me daría tiempo para hablarlo con usted y me diera su aprobación.
Durante el relato, la presencia calmada del orco me fue tranquilizando, me había prestado atención con respeto, ahora callaba, reflexionando lo que había oído.
El miedo volvió apoderarse de mí.
- Como Prelada respeto tu decisión pero iré contigo para cerciorarme que esos seres no traicionaran al clan…
- Akaii, ¿dónde estás?
- Cerca. No tardare en llegar.
- Date prisa, tenemos que hablar.
- En seguida, señor.
Guardé la piedra ahora manchada con la sangre del ser que agonizaba a mis espaldas, miré a mi guardia vil y le di la orden de marcharnos, nuestro trabajo allí había terminado por el momento. Eché un último vistazo atrás, intentando no escuchar los alaridos de dolor que él emitía, manteniendo una lucha interna que debía librar solo.
- Nos veremos pronto, amigo.- Comencé a andar en dirección a casa, no quería que el jefe se enfadase aun mas.
Las palabras del Pretor fueron concisas. Tenía que hablar conmigo inmediatamente y por como sonaron, parecía serio, aunque yo intuía de qué se trataba.
Llegue a la taberna de Rémol a primera hora de la mañana y como era de esperar, el jefe Urtoroth Lobopálido, ya estaba allí, aguardando en un rincón de la pequeña sala.
- Saludos Pretor.- Hice una reverencia y espere.
- Siéntate Akaii. – El jefe parecía sufrir un agotamiento extremo debido a su edad.- Seré breve, joven renegada. Supongo que eres consciente de que llevas varios días desaparecida, has dejado a tu escuadrón sin un líder, y has abandonado tus responsabilidades dentro del clan.
- Si, señor. Puedo explicarlo…- Me temblaba la voz, siempre me dio miedo el gran Urtoroth, en ese momento, más que miedo, sentía pánico. Era la primera vez que me encontraba a solas con él y eso hacía que me temblara todo el cuerpo.
- ¿Dónde has estado?
- Señor…hace tiempo que me siento confusa ante mi condición de renegada, sentía que debía aclarar las dudas de mi corazón y encontrar el camino correcto. Sé que hice mal al no avisaros de mi partida, pero en ese momento la inesperada necesidad de respuestas, nubló mi juicio, lo único que sabía era que si quería descubrir el verdadero camino, tenía que hacerlo sola…
- Comprendo- El gesto del Pretor se había ido ablandando a medida que yo hablaba, incluso pude atisbar algo de ternura en él.- ¿has encontrado lo que buscabas?
- ¿La verdad?- Urtoroth asintió- La verdad jefe, es que cuando iba a darme por vencida, vi algo que me hizo comprender cuál es mi sitio aquí, el sentido de ser quien soy, precisamente de eso quería hablaros, si tenéis tiempo.
El jefe esbozo media sonrisa.
- ¿Tiempo? Hace mucho que deje de preocuparme por el tiempo, joven renegada, cuando el mío llegue a su fin, estaré luchando por lo que yo creo y estaré listo, así que, cuéntame, te escucho.
Tomé aire y comencé a relatarle mi historia.
Todo empezó cuando mis pasos llegaron a las Tierras de la Peste. Estaba descansando, sentada en una roca, recuperando fuerzas para seguir, cuando escuche unos gritos que provenían de un lugar no muy lejos de donde me encontraba. Los gritos desgarradores me hicieron pensar que alguien estaba sufriendo un dolor inexplicable y opte por acercarme a ver que estaba sucediendo. Cuando llegue a la pequeña aldea, el horror me helo la sangre.
La aldea estaba completamente arrasada, el suelo era una alfombra de cadáveres que se amontonaban unos encima de otros y los pocos aldeanos que quedaban vivos, corrían de un lado para otro, huyendo del terrible destino que les esperaba. Fue entonces cuando le vi. Era un ser de una raza que no había visto antes. Un ser envuelto en una armadura negra que oscurecía aun mas su turbio espíritu.
Me arme de valor y corrí hacia donde estaba, dispuesta a luchar contra él para salvar a esas pobres gentes, pero cuando estuve al rango necesario para atacar, aquel ser se arrodillo y lanzo un grito desesperado segundos antes de que mi ataque le alcanzara y le diese en el hombro.
- Maldita, ¿qué haces?
- Tú qué crees, engendro. Protejo a estos inocentes.
- Entonces, tu también morirás.- Corrió hacia mí, levantando su arma, con un brillo aterrador en sus ojos, pero cuando iba a asestarme el golpe, algo le frenó. Tiro el arma al suelo, con la mirada puesta en la montaña de muertos que había tras de mí y se desplomo.
Más tarde averigüe que se trataba de un caballero de la muerte, o por lo menos así los llamaban los aldeanos. Seres cuyo alma estaba dominada por el poder de un ser superior, un ser infernal que deseaba la destrucción de todo hombre, mujer y niño.
El caballero que yo había visto, se llamaba Ferenczy. Formaba parte de un grupo de caballeros que había conseguido liberarse en gran parte del yugo de su poderoso amo, Él había sido el último en hacerlo y todavía, de vez en cuando, escuchaba la voz de aquel ser del inframundo doblegando su voluntad, obligándole a cometer atrocidades como la que yo había presenciado unas horas antes.
Aquella noche, estuve hablando con Ferenczy durante horas. Mientras escuchaba sus palabra mis dudas se iban disipando, ahora sabía que mi lugar estaba liderando el escuadrón sombra acompañada de estos extraños guerreros.
En cinco días nos reuniríamos en la capilla de la luz para hacerlo oficial así me daría tiempo para hablarlo con usted y me diera su aprobación.
Durante el relato, la presencia calmada del orco me fue tranquilizando, me había prestado atención con respeto, ahora callaba, reflexionando lo que había oído.
El miedo volvió apoderarse de mí.
- Como Prelada respeto tu decisión pero iré contigo para cerciorarme que esos seres no traicionaran al clan…
Akaii- Oficial
- Juego : WoW
Clan : a uno pequeño.... cachi no recuerdo su nombre... pero siempre gritan como locos ¡¡¡¡AL TURROONNN!!!!
PJ principal : Akaii
Antigüedad : 04/05/2008
Mensajes : 1306
Edad : 44
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