Un mal profundo (AVENTURA RP)

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-No puedes seguir así...últimamente tienes más vendas que ropa puesta y más pociones que sangre por tus venas.-

Buck se dió la vuelta como buenamente pudo y cogió la ropa manchada con su propia sangre que, hecha un guiñapo, se encontraba a los pies de la cama.
Conocía bien esas casas de curación. Ya era un asiduo de ellas; pero no tenía otro remedio. Debía seguir adelante.

Su lobo, Sombraveloz, se acercó a la ventana y la golpeó con el hocico, en un símbolo de preocupación por él. Un lobo de monta era de por si grande; pero siendo para un tauren, resultaban amenazadores...y encontrarle hueco era complicado, sobre todo cuando se negaba a separarse de su jinete.

-Tengo que hacerlo. No me queda otra.-

Con un suspiro, la curandera tauren negó con la cabeza.

-No comprendo tu mal; no es nada con lo que haya tenido que tratar nunca. Tus desvanecimientos son cada vez más frecuentes, Buck y vuelves de ellos con el rostro de la muerte por cara.-

Alargando el brazo para coger una camisa de lino limpia, el tauren arrugó su hocico en una pequeña mueca; que se transformó en un gruñido contenido al ponérsela. Le habían zurrado una buena. En plena caza de un líder magnatauro se había desmayado y ahora se sentía como si le hubieran usado como trapo para quitarle el polvo y la nieve a las rocas de todo el Cementerio de dragones.

Sus huesos se habían recuperado, pero se encontraba débil y sobre todo sediento.

Repentinamente, el mundo se tornó oscuridad. Durante lo que le parecieron un par de segundos, vio ante sus ojos un vergel inabarcable, a la vez que sentía que tiraban de él.

-¡¡BUCK!!-

El grito de la curandera devolvió todo a la realidad...aunque diferente a como pensaba. La tauren había dado un salto hacia atrás cuando la jarra de agua que Buck recordaba intentar coger, se había estrellado en el suelo.

-¿Ves a lo que me refiero? Tu mente se va. Tu cuerpo sigue aqui, pero no reaccionas. Te quedas estático o caes como un muñeco de trapo.-

-¿Y qué me sucede entonces?- preguntó Buck con cara de impotencia

-Ojalá lo supiera, Buck. En serio. Tu cuerpo está bien...la sanación no te ayuda y ningún veneno o enfermedad que conozca parecen estar afectándote.-

-Entonces; estoy bien.- sentenció Buck tras un par de segundos.

Reprimió una mueca de dolor mientras se levantaba y se volvía a vestir. Por el rabillo del ojo, vio a Sombraveloz salir corriendo, sin duda a la puerta de entrada.

El sol bañó su rostro cuando salió de las casas de curación junto con la curandera. De inmediato, el enorme lobo se abalanzó contra él y subido sobre sus hombros, comenzó a lamerle la cara.

-Eh, eh...tranquilo. Estoy bien.-

-Jamás había visto tanta devoción en una montura.- Dijo la sacerdotisa antes de exhalar un suspiro.

-Estaré bien; no te preocupes.-

-Si..o quizá la próxima vez vuelvas muerto. Ve con cuidado, Gran Buck.-


Agmar ya había desaparecido a sus espaldas. Montado sobre el lobo, Buck no dejaba de preguntarse qué le estaba sucediendo. De algún modo no le preocupaba...pero era extraño.

Una pequeña falla se abría ante él; ya la conocía y sabía que podría saltarla.

Estaba en el aire cuando le aconteció un nuevo desmayo; pero esta vez fue como si el mundo a su alrededor fuera más despacio hasta detenerse por completo y acabar apagándose; sumiéndose en una profunda oscuridad.

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Una ventisca se desató sobre la llanura; y en su centro, corriendo como el viento y azuzado por la necesidad, la figura negra del lobo cruzaba la planicie nevada.
El bulto del jinete inconsciente sobre su lomo se llenaba de nieve cuando paraba a olfatear el suelo y las escasas huellas que encontraba.

Se detuvo en seco al ver una figura. Un elfo portando una lanza y una armadura verde estaba en mitad de la nieve.

El lobo gruñó y erizó el pelo del lomo por un instante, mientras la figura se acercaba a ellos; hasta que algo en la presencia del elfo lo tranquilizó, inundándolo de confianza hasta dejarlo completamente manso.

Con un movimiento, el elfo apartó la nieve que se había ido acumulando en el rostro del tauren y sonrió.

-Eres un misterio de lo más perseverante...hasta a su llamada te resistes y no sabemos por qué.-

Tras terminar de limpiarlo de nieve, envolvió a Buck con la capa de este. La respiración del tauren volvió a ser estable. Estaba inconsciente, pero vivo.

-No puedo influir más de lo que ya lo hago, pues pronto también sufriré como tú.-

-Te has hecho un hueco en esta tierra...y es bueno, pues serán los que la habitan los que habrán de ayudarte, Gran Druída Buck Pezuñahendida.-

Arrodillándose frente al lobo, mostró al animal una extraña huella que hasta entonces había descartado. Era como una línea recta y desprendía un olor nauseabundo entre el que se mezclaban otros dos muy tenues.

El lobo gimió y golpeó con suavidad el rostro del elfo con su cabeza. El elfo echó a andar y su figura desapareció entre la nieve cuando el lobo aulló con toda la fuerza de su garganta.

El quejido lastimero pareció durar una eternidad mientras recorría el lugar, resonando entre las montañas.

Otros lobos agacharon las orejas y respondieron a la llamada; llenando la zona con el coro de sus aullidos y comenzaron a bajar desde los bosques; olfateando todo rastro que se ponía en su camino.
Los osos gruñeron al aire y los mamuts barritaron con fuerza, elevándose algunos sobre sus patas traseras, haciendo temblar el suelo al caer.

Un dragón verde rugió con fuerza en el cielo.

Cualquiera que estuviera en el cementerio de dragones, vería el extraño comportamiento. Escucharía los aullidos o los gruñidos o se vería sobresaltado por el barritar o la presencia del dragón.

Con unas energías que nunca había sentido; el lobo de monta se lanzó a la carrera; siguiendo el fino rastro que le habían indicado.

Ella le conocía...podría ayudarle. O eso esperaba.

*Orgrimmar. Kalimdor*

Cuatro días...cuatro putos días parado en una taberna de Orgrimmar a la espera de novedades.

-¿Será tan condenadamente difícil encontrar a un puñetero tauren marrón montado en lobo gris en mitad de una planicie blanca?-

Dos tipos tras de él parecían estar comenzando una pelea a puñetazo limpio...aunque ya empezaban a pasar a las sillas, mesas y jarras.

-Eh...meted menos ruído. No dejáis pensar a la gente.-

Darkeld observaba la escena desde un rincón, disfrutando de la bebida. El espectáculo de una pelea sería entretenido. Entre tanta lucha siempre tenia un momento para comprarle un regalo a Neida.

La gresca empezaba a incluir a cada vez más gente...y viendo que no había forma de concentrarse mínimamente, Mèlkaré dejó un par de monedas sobre la barra y se dirigió a la puerta.

En el último momento, esquivó por los pelos un jarrazo volador que había errado en su destino (la cabeza de un orco cercano) y se dio la vuelta dispuesto a sacudir un par de guantazos.

-¿Quién ha sido el de la nefasta puntería, que casi me da a mi?-

-Ed de da pedfecta puntedía que de ha dado a ese otro edfo.- respondió un troll cercano

Al volverse, más por curiosidad que otra cosa, pudo constatar el hecho de que una armadura de cuero muy bonita y muy cara había sido empapada en toda la zona de la espalda por algo parecido a cerveza tibia...o meada de burro; no estaba muy claro.

La cara de pocos...o ningún amigo del tipo en cuestión no dejaba lugar a dudas de lo que estaba a punto de pasar; por lo que Mèlkaré decidió separarse un par de pasos y sentarse en una banqueta alejada de las salpicaduras de sangre. El elfo al que había impactado la jarra simplemente comenzó a avanzar con una sonrisa en la boca.

Sin nada mejor que hacer, Mèl observó la salva de palos que se propinaban...y durante un momento, el aspecto del elfo le recordó a una de las personas que Buck solía mencionar de vez en cuando. Elfo...rubio...mala leche...mucha mala leche...
Un tal Dar...algo..aparte de palos.

Sólo cuando todo hubo terminado y los participantes peor parados rebuscaban sus dientes por el suelo jugando al "sile"-"nole" se decidió Mèl a actuar.

Si era...sería una feliz casualidad. Y si no, lo peor que podía pasar era que los dos tuvieran que rebuscar también dientes.

-*Ahem* Buen trabajo aquí...le das un nuevo significado a la palabra "el último que quede en pie".-

Mirando de hito en hito a su interlocutor, el elfo rubio dejó caer una frase mientras continuaba sonriendo.

-Técnicamente; aún quedas tú.-

Se veía colgando de la lámpara...pero estaba demasiado acostumbrado a matones como para dejarse amilanar. Aún así, no le quitó el ojo de encima. De repente, se acordó.

-¿Eres Darkeld?-

Las cejas del elfo rubio se inclinaron ligeramente.

-¿Quién pregunta?-

-Un amigo de Buck...-

Darkeld sonrió.

- Has tardado en decirlo, bebamos algo juntos... seguro que ahora podremos hacerlo tranquilamente - El picaro dirigió una mirada fria al que le habia tirado la jarra encima - si es que nadie quiere reunirse con su hacedor precipitadamente, por supuesto - Darkeld volvio a sonreir - ¿Y tu eres...? -

Extendiendo la mano en saludo, el aludido respondió a la pregunta.

-Mèlkaré...pero puedes llamarme Mèl.-

Llevaban un mes desaparecidos.

Imposibilitado por la nieve y los continuos movimientos de magnatauros o seres de la plaga, Sombraveloz no había tenido más remedio que rendirse ante la evidencia de que no iban a encontrar ayuda y cargó con su jinete hasta la cueva en la que ahora se encontraban.

La crudeza del invierno parecía remitir lentamente, aunque el aire aún era frío y cortante. Tras dos días de severo temporal en la llanura por fin los animales se atrevían a salir de sus refugios y el lobo no era ninguna excepción.

Había pasado todo el temporal acurrucado junto a su amo, su compañero; proporcionándole el calor que podía, pero debía salir a alimentarse o poco iba a poder hacer por los dos.

Ya caía la noche cuando volvía con su presa...una liebre de las nieves. Insuficiente para un banquete, pero suficiente para mantener el hambre a raya.

En el interior de la cueva, apenas se veía; aunque no fue impedimente para que el lobo se tumbara de nuevo junto al tauren. Ya había devorado el cadáver aún caliente de la liebre cuando sus oídos captaron más silencio del que debería haber y contra su lomo, pudo notar un cambio.

El tauren había dejado de respirar. No había llegado a oir la expiración, pero el pecho del druida había dejado de alzarse.

Se movió como loco. Arañó el suelo de roca. Empujó con el hocico el cuerpo inerme de su jinete, moviéndolo. Mordió con suavidad una de las pezuñas y tironeó de él, arrastrándolo; pero nada hacía reaccionar al tauren

Aulló con fuerza, provocando eco en el interior de la cueva; sin preocuparse de si el ruido pudiera alertar a amigos o enemigos.
Su jinete, su amo, su compañero; había muerto. Su mananda se había roto en mil pedazos.

Un fogonazo puso en guardia a la bestia. En la entrada de la cueva, un juego de luces danzaba en el aire y una a una fueron transformándose en elfos. Sus figuras eran translúcidas, aunque en cierto modo, materiales.

Avanzaron hacia el cuerpo tendido de Buck, quedando este rodeado por cuatro elfos.

Ante la mirada incrédula y asustada del lobo, el cuerpo de Buck se alzó en el aire, tornándose también translúcido conforme ascendía.

Impotente e iracundo por no poder hacer nada; el lobo gruñó con fuerza y se abalanzó contra las figuras que portaban al druida; atravesándolas como si no existieran.
Los elfos siguieron caminando.

Desde donde había caído, hizo nuevo intento, con el mismo resultado.
Los elfos estaban a punto de salir de la cueva.

Volvió a saltar; pero esta vez hacia el cuerpo de Buck.

Las patas delanteras tocaron firme. Se apoyaron sobre el pecho del tauren, empujándolo hacia abajo y ambos golpearon con rudeza el suelo.

Moviéndose sobre y alrededor de Buck, el lobo volvió a emitir un gruñido que quedó cortado cuando se dio cuenta de que el pecho del tauren volvía a moverse con normalidad. Lo notaba bajo sus zarpas y Buck parpadeó, despertando y tratando de incorporarse.

No pasaron ni dos segundos antes de que Buck se encontrase cubierto de lametones. Con mirada perdida, observó dónde se encontraba, observó a las figuras y fue a encontrarse con los ojos húmedos y la mirada alegre de Sombraveloz.
Al instante, abrazó al lobo por el cuello.

-Está bien amigo...está bien. Me encuentro mejor. Aunque ha sido un viaje bastante extraño.-

Aún sujeto al cuello del lobo, volvió a mirar a su alrededor.

-He hablado con ella. Aún me queda tiempo aquí, así que podéis ir en paz.-

Las figuras hicieron una reverencia al unísono y desaparecieron tras transformase nuevamente en pequeñas bolas de luz.

Una vez a solas, Buck revolvió el pelo de Sombraveloz, que se había tumbado sobre sus rodillas.

-Te las has apañado bien, ¿eh hermano?. Tengo comida de sobra, así que encenderé una buena hoguera y pasaremos un par de días más aquí.-

Volvió a levantarse una nueva ventisca y de nuevo duró dos días que fueron de reposo y paz para tauren y lobo tras los cuales ambos volvieron a atravesar la blanca llanura, en dirección a su casa. A la casa de Recios.

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Brillaba un sol de invierno en un día bastante agradable y ambos llegaron caminando; lentamente, uno junto al otro como dos viejos amigos; con todo el aspecto de haber vivido muchos más días de los que realmente habían pasado.

Buck se apoyaba mucho más en su bastón y el pelo de ambos, antes oscuro, ahora era gris e incluso blanco en determinadas zonas. Habían perdido fuerza física, pero irradiaban fuerza de espíritu.

Un lobo viejo. Un tauren viejo. El valor reforzado. La sabiduría en cada fibra de sus cuerpos cuya fuerza física se encontraba mermada pero con la fuerza de espíritu muchas veces aumentada. La resolución de una voluntad férrea en cada paso en el camino.

Ambos se habían hecho viejos en un mes...o más bien en el tiempo en que los elfos habían estado presentes; sin que ninguno de los dos llegara a darse cuenta.

Uno de los vigilantes se adelantó a recibirles.

-Prelado Buck. Llevabas tiempo desaparecido y algunos empezábamos a preocuparnos. ¿Dónde habéis estado?-

Con una mirada tranquila, el tauren respondió.

-Lejos, amigo mío. Muy lejos.-

SOnriendo, Buck descansó una de sus manos en el hombro del joven vigilante al tiempo que cambiaba parte de su peso del bastón al vigilante.

-Allá donde no existe el tiempo ni el espacio. Donde la vida y la muerte no tienen el mismo significado y donde la existencia no la guían los latidos del corazón.-

Dando un par de palmadas al vigilante antes de volver a cargar peso en su bastón, Buck añadió una última frase mientras continuaba pausadamente su camino hacia el interior de la casa de Recios.

-Muy lejos; pero como en casa...en ningún sitio.-

El vigilante habría querido preguntarle por el cambio que había sufrido, pero simplemente volvió a su puesto, sonriente.

Abriendo las pesadas puertas de roble, el tauren volvió de nuevo entre los suyos.

El mismo Buck, pero diferente.

Los pesados cortinajes estaban echados y el interior de la sala común de Recios estaba en semi penumbra. En la gran chimenea apenas quedaban unas cuantas ascuas encendidas y la gran mesa comunal, con el emblema de Recios en su centro, estaba vacía y todas las sillas colocadas. Las pesadas lámparas de hierro tenían sus velas apagadas y en los quemadores de incienso sólo se veían asomar los restos de los palos. Daba el extraño aspecto de no haberse usado en un tiempo...

De repente cayó en la cuenta. Era temprano aún. El sol apenas hacía una hora que acababa de despuntar.

Aunque miró con desconfianza la mesa. Faltaban sillas en esa mesa; demasiadas.

-Grrmpf...algo ha sucedido en nuestra ausencia. Y no tiene pinta de ser bueno.-

Con paso decidido, se acercó a la leñera y cargó entre sus brazos con varios troncos de buen tamaño y muchas ramitas que depositó en el interior de la chimenea; formando una buena estructura. Al poco tiempo, una gran hoguera ardía en el hogar, caldeando e iluminando la sala.

No supo por qué lo hacía, pero se vio sorprendido al encontrarse a si mismo hablando solo
-Que el fuego de Recios arda con fuerza nuevamente; pues todos los intentos de extinguirlo han fracasado. Y fracasarán.-

Saliendo de nuevo al exterior, paseó por el lateral del edificio abriendo las contraventanas de madera para después, nuevamente en el interior, descorrer los cortinajes, dejando que la luz del sol de invierno y el calor que traía con ella penetrasen en el amplio espacio.
Abrió de par en par las ventanas durante un rato; mientras, colocó los libros de algunas de las estanterías.

Sombraveloz dió un par de vueltas alrededor de un punto cerca de la chimenea; hasta que decidió tumbarse.

-Nos hacemos mayores, ¿verdad amigo?-

El lobo le dedicó un leve gañido, acompañado de una mirada soñolienta aunque alegre antes de quedarse dormido.

-Demasiado...en demasiado poco tiempo...- murmuró Buck mientras asentía.

Miró a sus bolsas y mochilas, amontonadas en la puerta y se fue directo a por una de ellas, llevándola hasta la cocina.

Había comprado ingredientes de pastelería más que de sobra en Dalaran, buen y fuerte café en Shattrath y fresca leche en Cima del Trueno. Era hora de despertar a la hermandad...era hora de volver a reunirse con ellos. Había vuelto y les necesitaba a todos más que nunca...pero todo a su debido tiempo.

Silbando una tonadilla que había aprendido de Mèlkaré, se puso manos a la obra y en poco tiempo, el aroma de un gran y sabroso desayuno se había extendido por el edificio y sus alrededores, llegando a todos los que estuvieran en él o en sus proximidades.

Una carta que sin saber como habia llegado a mis manos... pero que pedia ayuda, una reunion un tanto extraña de seres intangibles parecidos a elfos que se acercaban a una cueva... serian ilusiones por la deshidratación...

No puedo aguantar sobre mis piernas cuando recuerdo las palabras que el traidor de Razzovius me enseño a pronunciar...

Las marcas aparecen en el suelo y justo cuando termino, un relincho salido casi desde el mismo infierno estalla y con el una criatura invocada por "esas" palabras se postra a mi lado para que pueda subirme a su lomo. Debo seguir a esos elfos, algo me dice que las luces no son del todo falsas, algo me empuja a subirme al caballo y parece que el sepa lo que debe hacer sin decirle nada...

Cuando iba a empezar la marcha un gruñido algo conocido me pilló por sorpresa... Todos esos lobos gruñen igual pensé, en el valle de Alterac se crian salvajes y son domesticados por los orcos, tal vez un aliado esté cerca...

Desmonté y me detuve a ver si los elfos salian de la cueva... cuando de repente, la nieve que cubria mis pies se vino abajo arrastrandome tras de si a un precipicio...

Todo es blanco... poco queda por hacer, no siento fuerza... Nada puedo hacer para no caer en el olvido...

Mi nombre... (Rëtazos) empieza a difuminarse con la nieve... junto con mi cuerpo... Un arrebato de fuerza hace que mueva mi maza intentando que asome el ribete de la empuñadura por encima de la nieve... no se si lo he conseguido... no se si alguien podrá verla

Sombraveloz se desperto gruñendo, en la puerta ahora abierta de par en par, se perfilaba la sombra de una enorme armadura...

El lobo, reconociendo el olor, pero sin sentir mas simpatia por el, bajo la cabeza sin parar de gruñir, vigilante...

- Yo tambien me alegro de verte mala bestia- le dijo Ragtorak mientras se quitaba la pesada coraza....- Buck! estais aqui??? Buck!

Por la escalera que descendia a la cocina, subio Buck, o alguien con cierto parecido a el.
Se quedaron los dos parados... mirandose el uno al otro... de repente, como en una obra de teatro comica, los dos dijeron a la vez

- Has Cambiado!

- Bueno - se apresuro a corregir Buck, en un tono mas serio- sigues siendo igual de feo..

- Tu sin embargo, conservas el mismo mal gusto... - dijo Ragtorak señalando el chillon delantal que llevaba Buck... mientras se adelantaba y palmeaba los dos hombros de su viejo amigo...- Te he extrañado hermano, cuentame donde has estado y que te ha ocurrido, parece que te hayas vuelto mas fragil, aunque en tus ojos fluye mas fuerza que antes...

- Tu sin embargo, estas mas vivo, como si a cada dia que pasa fueras recobrando tu perdida vida... que ha pasado aqui?- Dijo haciendo un ademan que abarcaba toda la sala...

- Bueno - dijo Ragtorak mientras se sentaba en la mesa - que te parece si hablamos mientras das cuenta de todo esto que has preparado? yo, te acompañare si no te importa, con una jarra de hidromiel caliente... Tal vez alquien mas venga...

- Muchos cambios han habido en tu ausencia Buck, una parte de la gente que conociste decidieron marchar de Recios, aun visitan esta casa, pero su defensa de Rasganorte les impedia seguir por aqui, asi que, decidieron marchar bajo otro estandarte...

- Y no podian hacerlo bajo el nombre de Recios?

- Se ve que no... pero no dudes de ellos, pues en las incursiones mas peligrosas, aun nos unimos como un solo clan...

- Quienes?

- Beo, Shilvara, Kolgork, Fufe, Gweonar... como embajador tengo una lista oficial del clan por aqui...- Dijo Ragtorak mientras rebuscaba entre los bolsillos de su capa

- Y el resto???

- Estamos desperdigados, entre el frente de batalla al norte, y lo que a cada uno nos ocupa, pocos pisamos estas salas, pero que no te engañe la apariencia, es ahora cuando el espiritu de Recios se nota, seguimos adelante, sin retroceder, levantandonos una vez mas, seguimos intactos...
Pero cuantame, que ha pasado? Donde has estado? Estabamos muy preocupados Buck...

La conversación de los dos taurens avanzaba a ritmo normal, recuerdos, puestas al dia de dos compañeros que no se han visto en mucho tiempo. Al tiempo que, al final y, con la boca algo reseca de tanta conversación, fueron a apurar el resto de las jarras de bebida que tenian enfrente.

- Por Thrall! si no fuera porque juraria que tenia la bebida templada hace un momento, creeria que la había sacado de un cubo de hielo!- A Buck le rechinaron los dientes, y notó una ligera brisa helada que le recorrió la coumna vertebral.

Al poco, oyeron la puerta de la sala cerrarse, seguida de pasos metálicos pesados. Una elfa sanguinaria de pasos desgarbados se acercaba, sentándose en la mesa contigua, sin quitarse la armadura y dejando caer sus pies enfundados en metal sobre la mesa, que emitió un sonido quejido de protesta. Escarcha y cristalillos se formaban a su alrededor, como diablillos juguetones al lado de un buen botín.

- Vaya, había llegado a mis oidos, la presencia de un Druida entre nuestras filas, pero apostaría que me lo habían descrito mas.....joven. Los años no pasan en balde, Tauren. Me presentaré, me llaman Lirieth Il'Derar, siento lo de su bebida. Saludos Ragtorak, espero sus deliberaciones en embajadas agenas no le quiten el sueño. ¿eso de ahí es comestible? probaría un trozo si no es molestia.

-Es una historia muy larga...y difícil de comprender. Demasiado quizá si es revelada toda de un golpe.-

-Antes...mejor ponerme al día...con esto.- con lentitud recogió la hoja donde Ragtorak resumía su actividad como embajador.

Se pudo ver cómo en el rostro del tauren se dibujaban sentimientos encontrados entre la marcha de compañeros y el saber que era el destino que cada uno de ellos quería mientras leía uno por uno los nombres de los que habían abandonado Recios.

-Se han ido valiosas y valerosas personas...espero que sigan bien allá donde estén.-

Dejó durante un momento el dedo sobre el nombre de Beo.

-Así que por eso el vigilante me ha llamado Prelado...- murmuró

Frunciendo el ceño, movió el dedo hasta dos de los nombres que integraban la lista.

-¿Ninwë y Gabst?...- el druida tragó saliva...que le supo amarga -¿Tampoco portan ya el tabardo de Recios?-

Ragtorak suspiró profundamente y bajó la mirada.

Como si algo atenazara su garganta, Buck no encontró la forma de continuar hablando. Hizo un esfuerzo visible por sobreponerse y su mano tembló ligeramente al llevarla hacia la jarra de tibio café y dio un largo trago; que encontró helado.

La llegada de la elfa dejó extrañado a Buck por unos instantes. Buscando sus ojos, Buck clavó la mirada en el fondo de ellos, mientras parecía examinar algo más allá de la propia elfa...o más profundamente escondido. Después, se presentó.

-Yo soy Buck y si, soy druida.- el tauren sonrió mientras dejaba al alcance de la elfa una bandeja llena de bollos tras la petición de la misma de comer algo.

-Por supuesto que no es molestia; aquí tienes. Y hay café caliente o leche fresca en la cocina. Tenemos desayuno para clan y medio...aunque por lo que se ve, con medio iba a haber bastado.-

Mirando el fondo de su jarra, Buck permaneció en silencio.

-También Ninwë y Gabst...- murmuró para sí mismo. -...¿por qué?- pronunció entrecortadamente.

-¿Por qué, Ragtorak? Entiendo que Beo, Sergestus y los demás...hayan sido llamados a mayores esfuerzos pero...- Buck dejó la frase en el aire

Es una pena que tan dulces bocados se amarguen, pero demorarlo mas es inutil....

Desconozco el por que de la marcha de Ninwë, realmente... no lo se, lo que si se es que marcho con Gäbst, y sospecho que el motivo de este era por que ha vuelto a abrazar las sombras... intente sin exito hablar con ellos, es, de momento, mi primer error como embajador, y es doblemente malo, por que al igual que tu, habria muerto por ellos dos, mil veces...

Las relaciones se tensaron hasta romperse, hoy por hoy nos ignoran y tampoco tengo ganas de cambiar eso, hay cosas, que es mejor tenerlas bien lejos, aunque por el camino se hayan perdido dos amigos....

Lo siento, Buck.

Ragtorak dio un gran sorbo de hidromiel, y se sirvio otro cuerno...

Todo es blanco, noto como el frio penetra a traves de la armadura y con un esfuerzo consigo separar mis dedos medio congelados de mi arma...

Siento la llamada de nuevo... algo susurra a mi lado... MI CABEZA arde, vuelvo a sentir la llamada del exánime... me ofrece perdón... se que si no vuelvo con él... MORIRÉ!

Intentaré aguantar un poco más...

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El sonido de un aleteo nubla mi mente... se hace mas sonoro, casi tanto que noto como el aire puede remover todo lo que a mi alrededor hay... Nieve...

Este sonido... suena a lucha, a un esfuerzo por la vida... al instante noto un movimiento preciso de un filo que roza mi brazo, mi pierna, mi torso...

Aire... Noto como la brisa helada vuelve a golpearme el cuerpo casi abandonado a toda vida... esa precision en las estocadas que separan nieve de carne y armadura... requiere un gran manejo de...
¿dagas?

Un sonido cortante detras de otro, a toda velocidad... esos movimientos... me resultan familiares... destapa mi cara y consigo observar a una joven elfa... moviendo los brazos y arremetiendo contra la nieve como si se tratara de algun enemigo mortal, que en parte, ¡es!

-Bonito verte de nuevo orco pálido.
son las palabras que oigo de la elfa... aunque muy lejanas, resultan agradables...

-Sinercia me habló de ti, esos ribetes en tu maza... son por una buena causa... si no la hubiera visto, ni me hubiera molestado en desenterrarla...

-Buen dia... para renacer, ¿no crees orco?
Dijo una voz que no era la de la elfa...

Y como si de un milagro se tratara, la armadura que medio oxidada me impedia moverme, hizo que me levantara, brillando con un tono desconocido para mi...

un baston se deja caer en el hombro de la elfa con suavidad haciendola apartarse a un lado...

- Mi nombre es Pestes, soy un sacerdote dedicado al cuidado de los seres que me rodean, juego con la luz, aunque tengo amplios conocimientos de las sombras, si necesitas algo, estaré encantado de ayudarte...

y dicho esto, me sonrio y apareció la cara que soltaba esas palabras... un Renegado bajo una capucha, con unas extrañas alas sobre su espalda... Golpeó el suelo y noté como me abrasaba la armadura, todo atisbo de miedo desapareció de repente y toda la oscuridad que pesaba sobre mi, se esfumó...

Un silbido extraño atravesó el lugar donde nos encontrabamos y con agilidad, la elfa hizo un rápido movimiento y levanto su daga, un segundo mas tarde, chisporroteo y calló al suelo una flecha destrozada por el choque, acto seguido la elfa desapareció

- Me encanta esta parte -dijo Pestes- y se sentó en el suelo, disfruta del espectáculo...

cuando levante la mirada, vi a tres furgols disparando flechas hacia donde nos encontrabamos y con sonidos metalicos, iban desapareciendo, cuando de repente... un sonido de ahogo, salió de uno de los furgols, calló al suelo con la garganta sajada, dos segundos mas tarde otro calló de rodillas y antes de que las dos tocaran el suelo... se desprendió la cabeza de su cuerpo... formando un estrepitoso charco de sangre en la nieve blanca... Un sonido de victoria se alzó en el aire cuando la elfa le asestó una patada en los morros al furgol que quedaba en pie.

-SIGAMOS! -Chilló la elfa- IRÉ UN POCO ANTES PARA QUE NO NOS INTENTEN EMBOSCAR

Y dandome una palmada en la espalda Pestes pidió que le acompañara...

- Unos amigos viven cerca, no nos demoremos más

- De acuerdo -Dije, y nos aventuramos hacia el blanco paraje adentrandonos aún mas en él-

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Esta puerta no la puedo atravesar contigo, aunque Suka, que así se llama la elfa, está como en su casa, pasa y encuentra algunos compañeros de viaje, ellos te serán de ayuda.

Acto seguido, dio media vuelta (y comenzó a cargar ) y desapareció

-¿Hay alguien? dije mientras empujaba la puerta

y observé a dos taurens sentados en la mesa charlando y a una elfa en una silla comiendo bollitos de algo que parecia crema... (mmmmm )

-Ya nos avisaron que posiblemente vendrías -dijo uno de los taurens- sientate, un aliado nunca viene mal en tiempos dificiles. Nos dejaron esta nota para ti -Extendió su mano con algo parecido a un pergamino y me lo tendió-

Supongo que sería la elfa quien os lo dejó. Mi nombre es Rëtazos, quizá tampoco sea tan mala idea hacerme un poco mas sociable, si me permitís, tomaré asiento - yhaciendo una reverencia se sentó en una de las tantas sillas que habia en la habitación-

-Hola, Buck, cuando haz vuelto?- Dijo una voz desde las sombras que envolvían las vigas del techo.
Jada'Lay se dejó caer ágilmente de una viga, y se sentó en una silla con los pies en la mesa
-Hacía mucho que no te veía, donde te habíaz metido?- Comentó, cogiendo algo de comida sin mirarla y mascando rápidamente -Deconozco que yo tambien llevo un tiempo dezapadecido...- comentó mirando los huecos donde debería haber sillas con una mirada madura y dolida que desentonaba en su rostro jóven -Pedo ya llevabaz un tiempo fueda cuando yo me fui...- y se dispuso a escuchar la historia

- Urj… Willi, ¿tusa saber? Esta pupa ser mucho coñazo. Misa redondos del amor estar mucho doloridos después de fiosta del celo con furcias gratis. Ser como calor que picar... aaaaarjjj!!!

El trol y su extraño compañero, una especie de boca babeante y cíclope, comenzaban a adentrarse en la ciudad. Pasaron cerca de las caballerizas, y Tatanga no pudo evitar que una, y quizás la mejor de su vida, idea pasara por su cabeza.

- ¡¡Oh Willi!! ¡Tusa mirar ese tronco con agua! - Mientras corría hacia el abrevadero desabrochándose sus sucios pantalones - Oiiii.. mucho fresquito...

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- Perdona trol, pero por ahora las puertas están cerradas. - Afirmó el centinela, un joven elfo deseoso de probar su valía. - Hasta entrada la tarde no se podrán atender asuntos oficiales.
- Ofisia..ein? - Tatanga se rascó la cabeza - Bah... tusa quitar que misa mucho prisa. - El centinela miró de reojo la gran mancha húmeda en los pantalones del trol.
- Le repito que no se aceptan visitas oficiales en estos momento, señor trol. Los Recios ahora mismo no están disponibles. Si lo que necesita es una letrina...
- Orejitas de la puerta, misa ser Recio, si tusa no saber tusa poder preguntar misa y misa decir a tusa que misa ser Tatanga el Recio, y si tusa seguir con duda, tusa poder volver a preguntar misa que si misa ser Recio, y entonces misa responder que misa mucho Recio como tusa, ¿verdá Willi?.
En la cara del elfo se dibujó una mueca extraña tratando de descifrar las palabras del trol.
- Nosa ser Tatanga Uritata - mientras se golpeaba el pecho - y Willi el tuetto.
- Tatanga... ¡a sí, claro! Pérdoneme por favor, no era mi intención dudar de usted, señor.
Una amplia sonrisa se dibujó en la cara del trol, y sacó una bolsa empapada en algo viscoso y atada con unos mechones de pelo rosa.
- Tusa no preocupar, tusa bueno orejitas. Nosa amijos. ¿Tusa querer ojos de gnomo? Ser recientes y mucho ricos para gran cuerno.
El centinela le habría la puerta de paso con una mano, mientras con la otra intentaba aguantar una prominente arcaba tapándose la boca.

Tatanga estaba impaciente por ver de nuevo a sus amigos. Todos esos meses de retiro en las islas de su pueblo le habían agotado y, a decir verdad, les había echado mucho de menos. ¿Estarían todos allí? Esperaba que sí...

La puerta se abrió y todos los presentes miraron con duda al recien llegado. Algunos se extrañaron un poco de que semejante individuo continuara con vida, pero pronto las expresiones cambiaron a semblantes más alegres al ver a su viejo compañero.

- ¡Oh! Tatanga! Zientate aqui conmigo, tenemos cozaz zediaz de laz que hablá. - Le invitó el otro trol de la sala, Jadalay.
Tatanga lamió el estandarte de Recios que pendía sobre la chimenea en señal de respeto, y se apresuró a sentarse junto con sus compañeros a terminar de desayunar. Metió uno de sus mugrientos dedos en su oreja, rebuscó hasta que encontró y sacó algo de lo que sólo él podía estar satisfecho, para después guardarlo en uno de sus bolsillos.
- ¡Ya! Misa ser todo orejas. Vosa decir qué pasar, ¿nosa no esperar resto?

Seguían escuchándose cada vez más susurros convertidos ahora en un leve murmullo al compás de armaduras, puertas y gruñidos.
Lith suspiró profundamente aún tendida en su lecho mientras mascullaba entre dientes

- Está claro que por aquí es más difícil intentar descansar que en medio del Cementerio de Dragones…

Suspiró nuevamente y envolviendo su cuerpo entre las sábanas se aproximó hasta la ventana donde tras apartar con suavidad la pesada cortina, comprobó que aún no terminaban de despuntar los primeros rayos del sol.
Con calma, puso en orden sus ideas y comenzó a vestirse. Tras dudarlo un par de veces, escondió una daga en su bota como única arma y descendió escaleras abajo hacia el lugar de donde provenían las voces. No era un lugar hostil, pero siempre iba armada, pues nadie sabía cuando podría sufrir un ataque.
Al llegar al umbral de la puerta contempló una escena un tanto insólita. Una elfa, como ella, sentada plácidamente en el gran salón conversando con dos tauren y dos trols. No era habitual que en aquel lugar se encontrasen más que ella y su desaparecida prelada entre largos descansos y estudios diversos. Con tranquilidad y envuelta en su halo de sombras particular, se dirigió hacia la cocina en busca de bebida ante la atónita mirada de uno de los tauren.

- Ante la sorpresa se ve que no os presentaron en ningún momento – dijo quedamente Ragtorak al otro tauren.

El tauren negó con la cabeza al tiempo que quedaba pensando en todo lo sucedido en su ausencia y los cambios que habían hecho dentro de su hogar.

- Buck, se trata de Lith Varenna, es la Legada del Escuadrón Sombra- respondió Ragtorak

El tauren de aspecto más anciano examinó a la elfa intentado encontrar algo familiar,algo que le indicase por qué una elfa de semejante indumentaria sería merecedora de tal confianza.
Lith, se acercó con tranquilidad mientras resonaba el crujir de su armadura en toda la sala.
Miró a Ragtorak quien le dedicó una reverencia y acto seguido cogió una silla, situándola entre la mesa donde se hallaba la elfa, Lirieth y los tauren, dispuesta a escuchar una buena conversación en aquel salón desde hacía mucho tiempo y por ende descubrir quien era aquel tauren que merecía tantas atenciones e informes por parte del embajador.

Ruido, demasiado, de las estancias principales de la sala de reuniones salian gritos, voces y un olor delicioso, Yen se sacudio el enmarañado y sucio pelo mientras despachaba a su montura antes de entrar en la estancia, se rasco el parche del ojo derecho, aun no se acostumbraba a llevarlo.

Llevaba demasiado tiempo en una larga mision y su aspecto era deplorable, la otrora lustrosa armadura estaba manchada de barro y sangre y la capa desilachada y hecha jirones, en otro tiempo se habria enfadado por aparecer asi, pero eran otros tiempos, Yen habia cambiado, se sopló el mechon que le cubria el rostro e instintivamente volvio a cubrirse la parte de la cara que se cubria con el (el parche de su ojo derecho)

Al entrar tardo un poco en acostumbrarse a la luz interior, la sala estaba caldeada, era agradable sentir el calor en el rostro despues de tantas jornadas a la intemperie "Necesito un baño" pensaba cuando varios pares de ojos la observaron entrar y desabrocharse la pesada y embarrada capa y descolgarse el enorme hacha que era ahora su arma crepitando con el poder sagrado imbuido en su hoja:

-Saludos a todos, Lock thar camaradas- saludo a los oficiales y compañeros que conocia, a pesar de su ausencia estaba informada de los cambios aunque algunos de los rostros le eran desconocidos, los presentes le devolvieron el saludo.

Acabo de regresar de mi última misión en la Capilla de la Luz y me quedare por pocos dias, ¿puedo sentarme por aqui?- se hizo un hueco sin esperar respuesta, con el rostro impasible, y se dispuso a participar en la conversacion ya empezada.

-Contadme, ¿que nuevas traeis desde Northrend?...

Buck sonreía y se iba presentando a todos aquéllos que no conocía mientras observaba, contento, cómo la sala volvía a bullir de actividad y de conversaciones.

El fuego ardía nuevamente y estaba claro que nunca se había apagado.

Llegado el momento en el que las preguntas se sucedían, suspiró profundamente y pronunció una sentencia que no pasó desapercibida.

-Podría decirse que he estado muerto, Ragtorak.-

Ante las miradas de extrañeza, Buck hizo un gesto tranquilizador.

-Aún sangro si me pinchan, no os preocupéis.- dijo, mientras sonreía. -Esta es la única forma que tengo de comprender y de explicaros el trance por el que he pasado.-

Volviendo a coger aire, el tauren continuó su historia. De alguna manera, había perdido su característica forma de expresarse y su voz parecía más débil, pero más profunda.

-El propio Cenarius enseñó a taurens y elfos los caminos del druidismo. Guardianes del mundo, seguimos el camino que la naturaleza nos marca, basándonos en la sabiduría de los antiguos y del propio Cenarion.-

-Quedamos ligados a Ysera, la Soñadora; y en su reino, el Sueño Esmeralda, es donde habitamos. En otro tiempo. En otro espacio. Otra realidad donde el tiempo y la existencia no están regidos por reloj alguno.-

El fuego en la hoguera crepitó con la humedad que varias ramas aún guardaban mientras Buck vertía una jarra de agua en en una amplia fuente. Cuando la superficie se hubo tranquilizado, Buck comenzó a dibujar en ella con una astilla y las formas que iba haciendo permanecieron como si de un papel se tratase; ampliándose después ellas solas.

La imagen completa apenas duró unos segundos; pero suficientes para mostrar un vergel salvaje; ajeno a todo lo que conocían, donde dormía profundamente una enorme dragona de color verde.

Esta vez haciendo un esfuerzo visible, Buck volvió a dibujar sobre el agua y la nueva imagen que se dibujó fue la del Portal Oscuro y varios demonios.

-Los druidas despertamos junto a Malfurion para luchar contra la Legión y tras la victoria sobre Archimonde, permanecimos despiertos en este mundo para ayudar a recuperar las devastadas tierras. El ataque de la Legión dejó una terrible cicatriz que hemos intentado curar desde entonces.-

Un suspiro, mezcla de cansancio, resignación y tristeza, salió de Buck a la vez que el agua volvía a reflejar la realidad.

-Pero no pertenecemos totalmente a este lugar. Seguimos atados al Sueño y a Ysera como el primer día...y todo lo que la afecta a ella y a su reino; nos afecta a nosotros. Y el Sueño... se está viendo afectado.-

Nuevamente el agua se movió, reflejando el mismo vergel que antes...pero oscuro y distorsionado. Tenebroso, corrupto.

-Lo llaman la Pesadilla...y corrompe todo lo que toca. El propio Malfurion, en su Sueño, lucha contra ella, aunque la victoria está muy lejos de ser alcanzada y la derrota demasiado cercana como para ignorarla.-

El agua volvió a su estado normal y Buck permaneció unos instantes en silencio, observándola.

-A esa lucha es a la que me han reclamado...y a esa reclama es a la que me he resistido hasta hace poco...y por la que habría muerto de no ser por mi pequeño amigo.-

Tras señalar al lobo, alzó la vista con una mirada cargada de fuerza y fue mirando a los presentes uno por uno.

-He visto la Pesadilla. He visto sus corruptas raíces contaminar el Sueño y la mente de muchos druidas y no podía ni quería quedarme alli. Porque la realidad del Sueño y la nuestra están comunicadas y si el Sueño peligra, también peligra Azeroth.-

Apoyándose sobre la mesa y ayudándose con el bastón, se levantó con un pequeño esfuerzo, abarcando a todos con la mirada.

-Y he vuelto para ayudar a combatir ese peligro.-

Estirándose todo lo alto que era, continuó hablando.

-Pero también porque mi lugar está aquí, entre vosotros. Porque aunque he ido al sueño y allí encuentro el equilibrio y la paz; lo que siento como mi hogar es este. Porque aunque mis hermanos sean los druidas...tengo más razones para llamaros así a vosotros que a ellos. Porque es fuerte el lazo que me une a Ysera; pero también el que me une a Recios...a todos vosotros.-

Tras una inclinación de cabeza, continuó hablando.

-Y ahora, el tauren que ha sido y el druida que es; os piden ayuda en esta empresa.-

Sólo la luz de una vela iluminaba el escritorio del sacerdote, donde estaban esparcidos pergaminos rotos y gruesos libros descoloridos. Su pelo había crecido, absorto en sus estudios sobre Karazhan y los entes demoniacos que los Recios habían destruido hacía ya 5 meses. El tiempo no había pasado para él, seguía anclado en ese momento, debanándose las ideas por encontrar la mejor forma de controlar sus poderes oscuros. La Sombra ya no volvería a ser un problema, y en esa solitaria habitación de Sattrath, Nouda había aprendido a controlar y potenciar sus dotes sombrías.

El temblor de la llama hizo percatarse a Nouda de que había visita en el cuarto. Sabía quien era esa visita sin necesidad de mirar.

- Si crees que puedes sorprenderme a estas alturas, es que eres más necio de lo que creia -dijo Nouda sin levantar la mirada de sus lecturas.

Otro elfo, de rasgos más duros y el pelo corto, se aproximó desde las sombras dejando que las velas iluminaran su rostro y sus ropajes negros. El bribón se dirigió al Sacerdote con una sonrisa pícara en sus labios.

- Te aseguro que si quisiera entrar sin que lo notases, podría robarte hasta la última moneda de tu bolsa... como otras veces- dijo Yarael en tono burlón- Además, llevas tanto tiempo aquí dentro que hasta el revuelo de una mosca es novedoso para tí, sacerdote -paseaba informalmente por la habitación, toqueteando distintos objetos mágicos sin la menor vergüenza-. Deberías salir un poco, tomar el aire, conocer preciosas elfas... -el pícaro estuvo a punto de tirar un artefacto brillante de una estantería, pero lo recogió al vuelo y lo volvió a colocar.

Nouda cerró el libro en el que estaba absorto y miró al otro elfo. El tono guasón de Yarael le hizo relajarse, aunque su rostro seguía con ese aspecto duro y mortífero que le caracterizaba. Hizo un gesto al pícaro para que siguiera hablando, y se cruzó de brazos mientras se recostaba en la silla.
Yarael siguió paseando por el cuarto, toqueteando todo, mientras explicaba su visita.

- Nos necesitan -y dicho esto se volvió en seco al sacerdote-. Hay cosas importantes que hacer en el hogar, parece que la Horda necesita de Recios para ayudar en Rasganorte, y requieren de todos sus efectivos, nuevos y veteranos.

- No conocemos a esos Recios, nuestro tiempo pasó Yarael. Deja a los jóvenes conseguir su gloria y su honor.- se puso de pié y empezó inconscientemente a meter cosas en su mochila, llena de polvo.

- Sí... gloria, honor... los dos buscábamos eso una vez. Y se que lo echas de menos, tanto como yo.- Yarael se guardó discrétamente un objeto de la estanteria dentro de su chaqueta ajustada-. No deberías dejar de buscarlo sacerdote. Esas tierras heladas del Norte pueden darte algo que echabas de menos. Yo voy a volver-sentenció el pícaro.

- Suerte en tu camino entonces. Yo no necesito nada de lo que una nueva tierra pueda ofrecerme- respondió Nouda mientras seguía recogiendo cosas de su habitación.

- No se trata de lo que pueda ofrecerte a tí, sino de lo que tu puedas ofrecer, a Recios. Nos necesitan para nuevos tiempos. Además, si no quisieras ir ¿por que estas recogiendo tus ropas de viaje?

Nouda se paró en seco percatándose de lo cierto de las palabras. Había recogido sus libros, sus ropas, sus amuletos, y se estaba arreglando su largo pelo. Había cambiado, sí, pero no más que aquellos amigos que le esperaban en el hogar de Recios. Sonrió como hacía tiempo que no sonreía.

Cuando se volvió, Yarael ya se había marchado.

Lith escuchaba con calma las palabras del anciano druida mientras se perdía en sus cavilaciones. Sabía que lo que decía era cierto, pues no hace mucho había recibido órdenes de ayudar a los viejos dragones, a los guardianes.
Por su cabeza pasaban infinidad de pensamientos y parecía perderse junto a la mirada que dirigía hacia la leña que ardía en el hogar, hasta que se cruzó entre ellas la mirada azulada del rudo tauren, Ragtorak.

- Se lo que piensas, jovencita – comenzó con calma inusual – pero la verdad es que deberías guardar algo de respeto hacia los veteranos como Buck.

Poniendo los ojos en blanco, suspiró profundamente mientras veía por el rabillo del ojo una sonrisa de Lirieth ante la reprimenda.

- Sí, lo sabeis. No me gusta que me distraigan de mis asuntos y más aún si estoy descansando de los mismos – hizo una pausa y mirando fríamente al druida exclamó con dureza – pero sabeis también que me gustan menos aún los extraños.

La expresión de Ragtorak cambió por completo hasta reflejar un tono más que alarmante ante las palabras de la elfa.
El druida por su parte y con media sonrisa, tocó el hombro del otro tauren con intención de calmarle:

- Tranquilo amigo. Pero la elfa tiene razón, aunque en este caso… ¿quien es el extraño? Que yo recuerde no andabas por aquí en mi llegada…

Por momentos, Ragtorak cambiaba de color y expresión con una rapidez pasmosa ante las palabras de sus dos compañeros, tanto, que cualquiera diría que estaba siendo fruto de algún extraño experimento de un boticario loco o un goblin con algunas cervezas de más.
Al apreciarlo, la elfa cogió con extraña confianza la mano del tauren ante la atónita mirada de los presentes

- Tranquilo Ragto, esos tiempos pasaron – hizo una pausa para contemplar la estancia – sabeis que Akaii me ha instruido a la perfección y además, por mucho que mi naturaleza quiera zanjar todo asunto con la espada y vulgares peleas de taberna…- suspiró – Recios no funciona de ese modo, tranquilizaos, amigo. No voy a quemar mi hogar…nuevamente…

Ragtorak parecía convencido pero aún seguía tenso por la osadía de la que hacía gala la elfa tan a menudo aún con Recios y con casi cualquiera de sus miembros. Estaba seguro de que solamente era parte de su naturaleza, que afloraba en momentos puntuales, pero también estaba seguro de que su lugar era ese y de que Akaii la llevaría por el camino correcto a pesar de su juventud.
Por un momento la sala quedó en un silencio sepulcral que pocos se atreverían a romper del modo en que lo hizo Yenefer:

- Vaya…se ha terminado la bebida… - dijo con poco entusiasmo – ¿alguien quiere más hidromiel? –continuó esta vez más alegre mientras se contoneaba hacia la cocina -

El orco levantó la mano y pidió mas hidromiel, parecia que pasaba desapercibido y eso le gustaba.

- Si es tan amable, acepto el trago ¿Cómo dijo que se llamaba elfa?

y sonriendo la invito a sentarse a su lado