Drisinil, el pasado perdido
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Drisinil, el pasado perdido
Bueno, en su día hice la presentación de Silfid aqui que me quedó un poco corta, pero que luego amplié con la presentación de dos de mis alters acá y como estoy a punto de llegar a 80 con la DK pues creo que ya la toca a ella.
Drisinil, elfa de sangre / caballero de la muerte.
Ojos, no sé sabe, ahora tienen el brillo vacio azulado característico de los caballeros de la muerte. Piel, oscura aunque probablemente en vida no fuese así. Por lo demás conserva los finos rasgos de un elfo, no se puede apreciar más ya que habitualemente oculta su rostro y su piel.
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3ª Guerra, la fuente del sol ha caido y en Lunargenta reina el caos. La plaga lo asola todo y nada parece estar a salvo.
Una familia, una cualquiera, una de tantas sufre.
-Mamá, tengo miedo.
Los ojos llorosos de una niña, el miedo reflejado en su rostro. No es una niña pequeña pero es una niña y bastante jóven para un estándar elfo. Tiene la cara sucia, unos surcos claros bajan desde sus ojos recorriendo zigzagueantes las mejillas. El pelo enmarañado y apelmazado, sucio, revuelto, negro como el acabache ha conocido tiempos mejores. Junto a ella otra jóven elfa en iguales condiciones, de pelo albino.
La mujer se agacha y besa tiernamente la frente de la niña, las mira por unos instantes y las abraza. Las atrae hacía sí y siente su calor, se reconfortan mutuamente en el abrazo. Es superior a sus fuerzas, las lágrimas afloran en los almendrados ojos de la mujer elfa. Sabe que no debe llorar pero no puede evitarlo. Con manos temblorosas separa un poco a sus hijas, la voz se le quiebra antes de salir y tiene que reunir todo el valor del que es capaz.
-Tenéis que ser fuertes hijas.- Ya las lágrimas son un torrente, sabe que no hay esperanza para ella y que es la última vez que verá a sus hijas. -"Si al menos hubiese esperanza para ellas, oh cariño ¿dónde estás?"
Se incorpora sobresaltada, la pesadilla ha terminado. Su piel está fría pero está sudando. Es una sensación extraña, todavía no se acostumbra a pesar de su nueva condición, de la cual es consciente y acepta. Estas pesadillas la asolan todas las noches desde que recuerda. De alguna manera forman parte de ella, ¿su pasado tal vez? Siempre lo ha sentido como si no fuese ella pero al mismo tiempo era una parte de ella. Bajo el control del rey exánime era una tortura que la perseguía día y noche y la atormentaba, no podía pensar en otra cosa que en matar y descuartizar, cada vez que veía la sangre parecía olvidarlas y se sentía mejor.
Desde que junto con sus hermanos y hermanas de batalla se liberó de su control, casí había sido peor porque fue cuando empezo a comprender que era una parte de sí misma que no entendía y no cesaba de perseguirla.
Así comenzó la busqueda. ¿Quién había sido? ¿Qué eran aquellos sueños?
Lunargenta
Sin duda la ciudad de los elfos era la ciudad de aquellas pesadillas. Todo empezaba allí. Emprendió camino esperanzada por vez primera desde su no vida. Recordaba su entrenamiento, ya su voluntad habñia sido doblegada como la de los demás, antes de eso todo estaba vacio. Si quería llegar al final del camino tenía que sondear ese vacio, pero no sería sencillo. Cada vez que se forzaba a recordad o su mente divagaba en aquel rumbo, hacia el pasado, el dolor la golpeaba. No era un dolor emnteramente físico, solo la parte que parecía un clavo helado en su cabeza taladrándola; en su corazón sentía como si lo más triste capaz de matar de pena la envolvía, era dificíl de describir.
Antes había estado viva, no como ahora, sino con calor en su cuerpo, pero un calor propio no absobido de fuera o parasitado. No sabía si había sido buena o mala persona, cariñosa o antipática, pero había albergado sentimientos ya fueren de amor u odio y aquellos sentimientos parecían luchar por volver. ¿Dónde estaban? ¿Por qué no alcanzaba a recuperarlos?
Había pasado una semana desde que saliera de la fortaleza de Acherus. Las tierras de la peste quedaban atrás y los bosques conocidos ahora como las tierras fantasma se extendían frente a ella.
Suspira.
Aún le quedan unos pocos días de viaje y esta noche dormirá al raso. No es que le importe, lleva haciéndolo mucho tiempo pero empieza a añorar una cama. Desde el camino localiza un claro y se dirige hacía allí.
-Este parece un buen sitio.
-Veo que tenmos los mismos gustos.
-Aaamo, vaaamonos, es una mujer frrría. A uno no le gustan las mujeres frrrías.
En un instante todos sus insistintos, entrenados para el combate se pusieron en marcha al mismo tiempo, no había advertido la presencia de nadie pero aun estaba en pie eso significaba que no se lo iba a poner fácil. En apenas una fracción de segundo desenvaina el mandoble de su espalda, se gira hacia la dirección de la que procede la voz. "Mi izquierda." Libera el poder de una de sus runas y su cuerpo y armadura quedan cubiertas de una fina capa de escarcha mágica cuya finalidad es protegerla, a su alrededor el calor desaparece y la temperatura baja drásticamente. En su línea de visión dos figuras: un varón elfo, a quien probablemente pertenecía la primera voz, juvenil y agradable; y junto a él un pequeño diablillo en cuyas manos un chisporroteo mágico empieza a formar unas llamas. "Un brujo," piensa "y si su diablillo ya está listo para atacar es que además de descuidada he sido muy lenta."
-Eh, eh, eh, espera espera. No me malinterpretes, yo no pretend...
El jóven elfo retrocede unos pasos con las manos levantadas y las palmas orientadas hacia ella pero es tarde. Una mano espectral surge ante ella y se abalanza sobre el brujo, lo agarra y lo arrastra por el aire hacia ella. Levanta la pesada espada como si fuese una pluma. Un movimiento fluido, ni elegante ni tosco, simplemente fluido y directo. Un golpe que habría abierto en canal al muchacho de no ser porque todos sus sentidos quedaron repentinamente bloqueados mientras en su cabeza las imágenes de sus pesadillas la acosaban a velocidad de vértigo. Vértigo es lo que sentía y la hizo caer de rodillas perdiendo a la par que la espada se le escaba de las manos. El diablillo estaba a punto de atacar y el brujo retrocedía nuevamente. "No no no, maldita sea. Que estupida he sido, debi haberle estrangulado en primer lugar y evitar su magia demoniaca. Ahora estoy a su merced." Los efectos parecian desaparecer pero ya estaba incapacitada.
-Ahora aaamo, mátala ahooora.
La voz del diablillo era irritante y en aquella situación, humillante. Al menos con la muerte dejaría de oírla.
-No. No es nuestra enemiga. Y si le haces algo te fulmino. ¿Entendido?
-Peeero aaaamo, es una muuujer frr...
-¡He dicho qué no! Y ahora vé y devuelvelé su arma, y nada de tonterías.
La sensación de vértigo había cesado finalmente, apenas un leve temblor estremecía ya su cuerpo. Pero no era causa del miedo mágico, sino del miedo que de verdad sentía desde lo más hondo asustándola aún. No sólo no fue consciente de su presencia sino que ni lo vio venir, él tenía preparado el conjuro de antemano y en todo momento estuvo en desventaja, él ya había anticipado todos los movimientos del combate. De haber querido habría hecho lo que quisiese.
-Perdona a mi diablillo, es muy impulsivo y aunque no tiene nada en contra de los paladines de la muerte, los que sois como tú, "fríos", le dan miedo.
"Paladín de la muerte, curioso nombre para un caballero de la m..." Al principio simplemente era un palabra, pero al repetirla en su cabeza la palabra "paladín" se convirtió en algo más. De nuevo la agonía cada vez que volvía al pasado acudió a ella. "Paladín, ¿eh? Algún paladín forma parte de mi pasado." El diablillo le tendía la espada, mientras el brujo de espaldas a ella preparaba una hoguera.
-Esto ya está, supongo que tú no la necesitaras pero yo sí y si vamos a dormir juntos esta noche no quiero que tu frío rúnico me convierta en un elemental de hielo.
-¿Quién eres? Pareces saber mucho sobre nosotros.
El brujo permanecía en pie ante la hoguera conjuro fuego en sus manos con unos rápidos movimientos y lo lanzó contra los leños, empezó a arder al instante. Ella se había acercado hasta tenerle al alcance de su brazo con solo estirarlo. Se percató que aun llevaba la espada en la mano y se apresuró a situarla nuevamente a su espalda en el pequeño gancho destinado a ello. En ese momento el brujo se dio la vuelta y pudo ver su rostro bien por primera vez, parecía mucho más joven pero sus ojos decían la verdad. Era bastante más adulto de que lo su físico aparentaba, tal vez 30 ó 40 años más.
-Los nombres son peligrosos, pueden encadenarnos. Es algo que he estudiado y aprendido. Dime ¿cuál es el tuyo?
-No lo sé, yo soy yo. Una vez tuve un nombre pero ahora ya no lo recuerdo.
-Vaya, esto sí que es una sorpresa. Has recuperado tu voluntad pero no tus recuerdos. Supongo que por eso es por lo que estoy aquí.
Una sonrisa se dibujó en su rostro, una amable. Sin embargo la intranquilizó igualmente, "¿que por eso está aquí?¿Por qué no he recuperado mis recuerdos?"
-¿Qué quieres decir?
-Sentémonos junto al fuego, vuelves a estar tensa y eso se traduce en más frío, así que por favor siéntate frente a mi. Es la mejor manera de estar juntos y tenerte lo más lejos posible. No te ofendas, pero no me gusta el frío.
Los dos elfos se sentaron frente a frente con la hoguera entre ellos. El diablillo saltaba de un lado a otro a la espalda de su amo, mirando ceñudo a la mujer.
-Bien, creo que lo primero será presentarme. Mi nombre es Wnekneen, no es el nombre que me pusieron mis padres por su puesto. Como ya te he dicho antes los nombres son poderosos. Este nombre lo elegí yo mismo cuando aprendí a hablar demónico. Debo decirte que desde pequeño tengo un don, no es algo grandioso ni opulento y apenas sí es útil, pero ahí está. En ocasiones tengo, como decirlo, como pálpitos o presentimientos. No podría ser un oráculo o un adivino pero me prepara. Nunca falla. Cuando salí de Lunargenta sentí que alguien venía precisamente hacía allí, que me encontraría con él y que tendría que ayudarle.
-Suena un poco a cuento, ¿no crees? Hace tiempo que olvidé como es pero me da la sensación de que estás flirteando conmigo.
-Jajajajaja. Por favor, me ofendes. No espero que me creas, pero te aseguro que no eres mi tipo, es más, apenas puedo verte la cara. A mi me van más las diablesas, son más juguetonas y rebeldes, no sé si me entiendes.
-Juegas con fuego.
-Eso es, si quisiese flirtear contigo jugaría con hielo, tú misma lo has dicho: "juegas con fuego."
-Nos estamos desviando.
-Cierto. Sé que mis pálpitos son reales porque llegado el punto del que me advertían mis vivencia del momento es como más intensa, más vívida. Y cuando me dijiste que no recordabas tu nombre lo he visto claro. Tú no recuerdas tu nombre, y yo creo que los nombres guardan poder, escondo el mio y ato a mis demonios con sus nombres, estudio la magia que los rige. Y conozco maneras de averiguarlos. Por eso sé que puedo ayudarte a recordar el tuyo y ayudarte.
-Lo cierto es que no recuerdo nada de mi anterior existencia, ni mi nombre. Sería una gran ayuda.
-¿Pero?
-¿Qué garantias tengo de que no intentaras esclavizarme con mi nombre como dices que puedes hacer y no dudo que hagas?
-No las tienes. Yo te ofrezco ayudarte. Si hay un precio que pagar y pretendo engañarte cualquier cosa que diga irá encaminada tal fin. Por tanto sólo te ofrezco una garantía: Esta noche conocerás tu nombre. Si es que quieres.
Los ojos de ambos permanecían fijos en los del otro, estudiándose.
Cuando despertó estaba sola, las ascuas de la hoguera aun emitian algo de calor. Aparte de que el brujo se había ido muy temprano otra cosa la inquietaba. ¡No se había despertado sobresaltada! ¡Esta noche no ha habido pesadillas! Y entonces sintió que el demonio no había mentido, era su verdadero nombre, y eso tranquilizó su atormentada alma. Había recuperado una parte de sí misma que luchaba por volver a la superficie y por eso hubo tranquilidad.
-Drisinil.
Recogió sus cosas, y emprendió nuevamente camino a Lunargenta, había dado un gran paso gracias a Wnekneen.
Al fin Lunargenta. Algo le decía que ya quedaba menos. Pero encontrar lo que no sabes que buscas sería una tarea difícil aun sabiendo donde buscar. Sabía dónde buscar realmente. No, no era tan sencillo, no era llegar allí y encontrárselo de frente. Tenía que pensar, pero pensar era recordar y volver al pasado. Volver al pasado era dolor. Mucho sufrió hace unas noches. Pero mereció la pena, la recompensa fue superior a cualquier sufrimiento. Tenía que forzarse pero no a la puertas de la ciudad. Entró y recorrió las calles buscando un lugar donde pasar la noche, dió con una posada cerca de la entrada y no lo pensó más. Una cama después de tanto tiempo, cualquiera serviría.
Dejo sus cosas en la habitación, y preguntó donde podía dejar su montura. El posadero miro entre asustado y preocupado de hito en hito al destrero y a Drisinil. Finalmente la dijo que ninguna caballeriza de la ciudad admitiría tal montura, asustaría al resto de bestias y podría provocar problemas. Lo mejor sería dejarlo en las caballerizas de los atracasol a las afueras de la ciudad, aunque el posadero no creía que nadie en su sano juicio intentase montar o robar un destrero fantasmal. Drisinil dio las gracias, dejo unas monedas en adelanto y fue a dejar su montura donde le habían indicado.
¿Por dónde empezar? ¿Qué buscaba? Se sentó en unos bancos situados a la entrada de la ciudad y empezó a rememorar las pesadillas. Estás habían vuelto inmediatamente a la noche siguiente a su encuentro con Wnekneen, pero al menos aquella noche durmió en paz. Recordarlas era tan tortuoso como tenerlas, sin embargo tenía que buscar algo, algún detalle, una pista, cualquier cosa. LLamas, zombis, cadáveres..., las calles eran caóticas... Eso era. Las calles. Las calles aparecian confusas y devastadas pero podría reconocerlas con suerte, y llegar a la casa donde se desarrollaba aquella escena. Drisinil se puso en pie y comenzó a recorrer las calles de Lunargenta buscando algo que le recordase a las calles de sus pesadillas.
Dos días y aun no había encontrado nada, estaba convencida de que las había recorrido todas y sin embargo no daba con ninguna pista. Más que una calle precía un callejón sin salida, la ocurrencia la hizo reir haciendo que la gente a su alrededor se apartase aun más de lo normal al oír aquella risa cavernosa y de ultratumba. Miró a la gente, como la huían, cada vez más lejos. Lejos, sí, apartados. Había recorrido toda la ciudad pero la parte en ruinas situada en las afueras no. Con paso firme y presuroso, nerviosa por la posibilidad de encontrar al fin lo que buscaba, y temerosa de no encontrarlo. se dirijió a la salida de la ciudad. Tan pronto empezó a recorrer las ruinas, aunque ya estaban reconstruyendo la zona, las sienes empezaron a palpitarle. La sombra en su corazón se cernió con fuerza y un martillo golpeaba su cabeza, sin duda se acercaba. Sin duda estaba todo muy cambiado, pero conocía todo aquello, sí que lo conocía. Sus pasos iban en una dirección y lo hacían sin pensar, como siguiendo un camino que hubiesen recorrido durante años y años.
Se detuvo ante una casa, era nueva. Seguramente otra morada hubiese habido allí pero no quedaba nada ya. Todo su ser le decía que era allí y sin embargo nada quedaba que pudiese ayudarla. Desilusionada dejo que sus piernas flaqueasen y cayó al suelo. ¿Había llegado tan lejos para nada?
-¿Qué te pasa? ¿Estás bien? -Una mujer al verla caer se acercó preocupada. No se había dado cuenta de su naturaleza hasta que Drisinil levantó la vista y el brillo azulado de sus ojos vacios llegó a ella a traves de la oscuridad de su capucha. -Perdona, ya me iba.
-No, espera. Por favor
La mujer se detuvo, pero cautelosa permaneció donde estaba. Miró interrogante a Drisinil que aún permanecía en el suelo. Asintió, agredeciendo con el gesto que no se hubiese marchado y señaló la casa frente a ellas.
-Sabes quién vivía aquí antes, antes de... Quiero decir, que es lo que paso.
El semblante de la mujer cambió del miedo a la tristeza, la tensión de su cuerpo se desvaneció. Y comenzó su relato.
-La familia de Hojadeplata. Era un guerrero fuerte que defendió la ciudad hasta su último aliento. Su muerte fue dura para todos pero más para su familia, y sin embargo la desgracia aun no tuvo bastante. Su mujer, se sacrificó para salvar a sus hijas y a cuantos pudo. Era una maga muy hábil pero sin la magia de la fuente sus capacidades quedaron muy mermadas. Al final los necrófagos la dieron muerte pero ganó el tiempo suficiente para que muchos se pusiesen a salvo. A su marido lo enterramos con los demás caidos, a ella no la encontramos nunca pero su tumba permanece junto a la de él, es imposible que hubiese sobrevivido. Muy pocos conocen su historia, pero fue una heroína. Hasta hace poco creímos que sus hijas no se habían salvado pero una amiga de su infancia paso por aqui no hace mucho y me contó que seguían vivas. Las dos son parte ahora de las fuerzas de la horda, y al parecer han entrado en la fuerza más antigua y con más honor y prestigio de Orgrimmar. Sin duda sus padres estarían muy orgullosos.
A medida que escuchaba la historía los recuerdos afloraban en la superficie de su maltratada mente. Todo iba cuadrando, los sueños, los sentimientos. Era ella, y las niñas sus hijas.
-¿Puedes, llevarme a tumba? Por favor.
La mujer se quedó mirando unos instantes a la portadora de muerte extrañada. Se encogió de hombros y la hizo un gesto para que la siguiese.
El cementerio al que la condujo no se hallaba lejos. Pareció dudar en un par de cruces pero finalmente llegaron ante una lápida sencilla pero pulcramente cuidada. Drisinil se adelantó y se agachó para verla mejor. Allí, en thalasianno estabán escritos 4 nombres, aunque los dos últimos estaban siendo borrados aun podían leerse: Hojadeplata, Drisinil Silverleaf, Silfid Silverleaf, Sinfild Silverleaf. Cuando terminó de leer el nombre de la menor de sus hijas el último velo que nublaba la memoría de Drisinil se retiró desgarrando una última vez su mente, haciéndole daño, como si fuese un ser vivo que agarrado se resisteriera con uñas y dientes a dejar el sitio donde se había establecido.
El fulgor de sus ojos se intensifico, ya no estaban vacios. La pupila y el iris ahora eran perceptibles a traves del resplandor azulado. Apreto los puños y gritó. Gritó con todas su fuerzas, desgarrando sus pulmones y su garganta. Los puños se cerraban más y más hasta el punto que las uñas se clavaron en su carne abriendo heridas en las palmas de sus manos. Finalmente. Al cabo de un rato se percato de que estab sola, todo estaba en silencio, no se oían ni animales ni insectos y la mujer que la acompañó no estaba por ningún lado. Recordó entonces que seguía siendo y sería un caballero de la muerte. Su voz trae consigo el sonido del inframundo, a su alrededor todo moría congelado si no podían producir más calor del que ella parasitaba, su presencia asustaba a cualquier criatura viva. Tal era su naturaleza. Miro su manos ensangrentadas y no le dio importancia. No había tiempo que perder, tenía que viajar a Orgrimmar, tal vez en la escula de magia podrían hacerla un portal si podía permitirse el oro que pedían por tales servicios. De otro modo tendría que viajar en zepelín, era muchísimo más peligroso y demorado, pero también mucho más barato.
-Y está es mi historia bruja. Cuando llegue a Orgrimmar preguntando por las más importantes fuerzas de la horda me dijeron varios nombres pero no el vuestro. Indagué en aquellas otras hermandades si nencontrar nada, y desesperada pregunté por la más honorable y antigua y alguien me dio vuestro nombre, también me dijeron que eraís los menos disciplinados. Me hallaba confusa y perdida pero teneís que ser vostros. Quería saber si mis hijas están aquí, verlas una vez más, que ha sido de ellas. Pero guardais con celosía a los miembros de vuestra hermandad, y no es fácil tener audiencia con vosotros. LLevo semanas para poder hablar contigo, he viajado desde Lunargenta a Orgirmmar, desde Orgrimmar hasta Dalaran, desde Dalaran otra vez a Orgrimmar, y finalmente aquí a Entrañas. Pasando la varita de uno a otro, que si águilas que si matrices que si prelado que si pretor que si sombras... En todo este tiempo he descubierto que aunque el resto de hermandades no os ven como sus iguales sois más de lo que aparentais. No pido que me dejeis entrar, pero por favor, necesito saberlo. Por favor.
La renegada miraba curiosa a la mujer que tenía delante. Había escuchado toda la historia con paciencia, fascinada, pero sin mostrar emociones. No era una audiencia privada, aunque estaban apartadas para que nadie pudiese oirlas cosa que no hubiese sido difícil de conseguir aun en el centro dado el ruido que estaban haciendo otros miembros de la hermandad allí presentes. En ese momento se abrió la puerta y en la sala entraron dos elfas, diferentes como la noche y el día. Una llevaba una pesada armadura pero a pesar de ello se movía con la ligereza propia de la raza, la otra iba flanqueada por dos enormes lobos y llevaba un arco colgado a su espalda. Sin embargo estudiándolas con más detenimiento podía apreciarse que sus rasgos eran casi idénticos. Reconociéndolas, Akaii se apresuró a llamarlas.
-Silfid, Sinfild. Venid, quiero presentaros a alguien.
Drisinil se apresuro a sujetar a su interlocutora por el hombro, y cuando akaii se giró vio la expresión de su rostro. Las dos elfas se volvieron en dirección a la voz que las llamaba. Descubrieron la figura junto a la renegada y se acercaron tranquilamente. Akaii en seguida habló nuevamente.
-Esta es Drísinil, er.... ¡Nuestra nuevo miembro! Como es una caballero de la muerte formará parte de nuestro escuadrón sombra.
Drisinil permanecía encapuchada sin mostrar su rostro. A través de las sombras de la capucha solo se veía el fulgor de sus ojos. Sin embargo Drisinil veía muy bien a ambas, Silfid permanecía ante ella, con el semblante serio. Era asombroso, irradiaba fuerza y desde luego su presencia -era un caballero de la muerte- no la inquietaba en absoluto.
-Vaya, tienes el mismo nombre que nuestra madre, somos hermanas. Está es Sinfild y yo soy Silfid.
-Sí y además Stark y Arya no han gruñido al verte. Siempre gruñen ante desconocidos y a veces ante caballeros de la muerte aunque sean conocidos. Esa es muy buena señal, creo que encajarás aquí.
-Bueno Akaii, tenemos asuntos que atender. Esa engreida de Shilvara está liándola otra vez. Espero volver a verte pronto Drisinil.
-Ansioaaaaaa.
-Ansioa chicas. Verás es nuestra despedida también es una larga historia.- Akaii se volvió hacía Drisinil. -Espero que no te importe, dadas las circunstancias es lo primero que se me vino a la cabeza. Por supuesto no tienes que unirte a nosotros si no...
A pesar de la capucha Akaii pudo ver las lágrimas de hielo que resbalaban por las mejillas de Drisinil. Gotas de agua que se helaban inmediátamente, tan terrible era la existencia de un caballero de la muerte que no puede ni derramar una lágrima cuando al fin recupera todo aquello que le han arrebatado.
-No. Está bien, formaré parte de ese escuadrón sombra, es decir, si es posible; sé que hay que pasar una prueba o algo. No permitiré que les pase nada, las perdí una vez y no volveré a perderlas. Pero concédeme una prerrogativa: Nunca les dirás que soy su madre.
Akaii estudió unos momentos más a la elfa antes de añadir:
-Tú ya has pasado la prueba.
- Spoiler:
- y prometo que aquí acaba la saga familiar aunque no las relaciones entre mis personajes quienes parece están conectados unos a otros. Os prometo que nunca lo pensé así, va saliendo solo
Drisinil, elfa de sangre / caballero de la muerte.
Ojos, no sé sabe, ahora tienen el brillo vacio azulado característico de los caballeros de la muerte. Piel, oscura aunque probablemente en vida no fuese así. Por lo demás conserva los finos rasgos de un elfo, no se puede apreciar más ya que habitualemente oculta su rostro y su piel.
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3ª Guerra, la fuente del sol ha caido y en Lunargenta reina el caos. La plaga lo asola todo y nada parece estar a salvo.
Una familia, una cualquiera, una de tantas sufre.
-Mamá, tengo miedo.
Los ojos llorosos de una niña, el miedo reflejado en su rostro. No es una niña pequeña pero es una niña y bastante jóven para un estándar elfo. Tiene la cara sucia, unos surcos claros bajan desde sus ojos recorriendo zigzagueantes las mejillas. El pelo enmarañado y apelmazado, sucio, revuelto, negro como el acabache ha conocido tiempos mejores. Junto a ella otra jóven elfa en iguales condiciones, de pelo albino.
La mujer se agacha y besa tiernamente la frente de la niña, las mira por unos instantes y las abraza. Las atrae hacía sí y siente su calor, se reconfortan mutuamente en el abrazo. Es superior a sus fuerzas, las lágrimas afloran en los almendrados ojos de la mujer elfa. Sabe que no debe llorar pero no puede evitarlo. Con manos temblorosas separa un poco a sus hijas, la voz se le quiebra antes de salir y tiene que reunir todo el valor del que es capaz.
-Tenéis que ser fuertes hijas.- Ya las lágrimas son un torrente, sabe que no hay esperanza para ella y que es la última vez que verá a sus hijas. -"Si al menos hubiese esperanza para ellas, oh cariño ¿dónde estás?"
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Se incorpora sobresaltada, la pesadilla ha terminado. Su piel está fría pero está sudando. Es una sensación extraña, todavía no se acostumbra a pesar de su nueva condición, de la cual es consciente y acepta. Estas pesadillas la asolan todas las noches desde que recuerda. De alguna manera forman parte de ella, ¿su pasado tal vez? Siempre lo ha sentido como si no fuese ella pero al mismo tiempo era una parte de ella. Bajo el control del rey exánime era una tortura que la perseguía día y noche y la atormentaba, no podía pensar en otra cosa que en matar y descuartizar, cada vez que veía la sangre parecía olvidarlas y se sentía mejor.
Desde que junto con sus hermanos y hermanas de batalla se liberó de su control, casí había sido peor porque fue cuando empezo a comprender que era una parte de sí misma que no entendía y no cesaba de perseguirla.
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Así comenzó la busqueda. ¿Quién había sido? ¿Qué eran aquellos sueños?
Lunargenta
Sin duda la ciudad de los elfos era la ciudad de aquellas pesadillas. Todo empezaba allí. Emprendió camino esperanzada por vez primera desde su no vida. Recordaba su entrenamiento, ya su voluntad habñia sido doblegada como la de los demás, antes de eso todo estaba vacio. Si quería llegar al final del camino tenía que sondear ese vacio, pero no sería sencillo. Cada vez que se forzaba a recordad o su mente divagaba en aquel rumbo, hacia el pasado, el dolor la golpeaba. No era un dolor emnteramente físico, solo la parte que parecía un clavo helado en su cabeza taladrándola; en su corazón sentía como si lo más triste capaz de matar de pena la envolvía, era dificíl de describir.
Antes había estado viva, no como ahora, sino con calor en su cuerpo, pero un calor propio no absobido de fuera o parasitado. No sabía si había sido buena o mala persona, cariñosa o antipática, pero había albergado sentimientos ya fueren de amor u odio y aquellos sentimientos parecían luchar por volver. ¿Dónde estaban? ¿Por qué no alcanzaba a recuperarlos?
* * *
Había pasado una semana desde que saliera de la fortaleza de Acherus. Las tierras de la peste quedaban atrás y los bosques conocidos ahora como las tierras fantasma se extendían frente a ella.
Suspira.
Aún le quedan unos pocos días de viaje y esta noche dormirá al raso. No es que le importe, lleva haciéndolo mucho tiempo pero empieza a añorar una cama. Desde el camino localiza un claro y se dirige hacía allí.
-Este parece un buen sitio.
-Veo que tenmos los mismos gustos.
-Aaamo, vaaamonos, es una mujer frrría. A uno no le gustan las mujeres frrrías.
En un instante todos sus insistintos, entrenados para el combate se pusieron en marcha al mismo tiempo, no había advertido la presencia de nadie pero aun estaba en pie eso significaba que no se lo iba a poner fácil. En apenas una fracción de segundo desenvaina el mandoble de su espalda, se gira hacia la dirección de la que procede la voz. "Mi izquierda." Libera el poder de una de sus runas y su cuerpo y armadura quedan cubiertas de una fina capa de escarcha mágica cuya finalidad es protegerla, a su alrededor el calor desaparece y la temperatura baja drásticamente. En su línea de visión dos figuras: un varón elfo, a quien probablemente pertenecía la primera voz, juvenil y agradable; y junto a él un pequeño diablillo en cuyas manos un chisporroteo mágico empieza a formar unas llamas. "Un brujo," piensa "y si su diablillo ya está listo para atacar es que además de descuidada he sido muy lenta."
-Eh, eh, eh, espera espera. No me malinterpretes, yo no pretend...
El jóven elfo retrocede unos pasos con las manos levantadas y las palmas orientadas hacia ella pero es tarde. Una mano espectral surge ante ella y se abalanza sobre el brujo, lo agarra y lo arrastra por el aire hacia ella. Levanta la pesada espada como si fuese una pluma. Un movimiento fluido, ni elegante ni tosco, simplemente fluido y directo. Un golpe que habría abierto en canal al muchacho de no ser porque todos sus sentidos quedaron repentinamente bloqueados mientras en su cabeza las imágenes de sus pesadillas la acosaban a velocidad de vértigo. Vértigo es lo que sentía y la hizo caer de rodillas perdiendo a la par que la espada se le escaba de las manos. El diablillo estaba a punto de atacar y el brujo retrocedía nuevamente. "No no no, maldita sea. Que estupida he sido, debi haberle estrangulado en primer lugar y evitar su magia demoniaca. Ahora estoy a su merced." Los efectos parecian desaparecer pero ya estaba incapacitada.
-Ahora aaamo, mátala ahooora.
La voz del diablillo era irritante y en aquella situación, humillante. Al menos con la muerte dejaría de oírla.
-No. No es nuestra enemiga. Y si le haces algo te fulmino. ¿Entendido?
-Peeero aaaamo, es una muuujer frr...
-¡He dicho qué no! Y ahora vé y devuelvelé su arma, y nada de tonterías.
La sensación de vértigo había cesado finalmente, apenas un leve temblor estremecía ya su cuerpo. Pero no era causa del miedo mágico, sino del miedo que de verdad sentía desde lo más hondo asustándola aún. No sólo no fue consciente de su presencia sino que ni lo vio venir, él tenía preparado el conjuro de antemano y en todo momento estuvo en desventaja, él ya había anticipado todos los movimientos del combate. De haber querido habría hecho lo que quisiese.
-Perdona a mi diablillo, es muy impulsivo y aunque no tiene nada en contra de los paladines de la muerte, los que sois como tú, "fríos", le dan miedo.
"Paladín de la muerte, curioso nombre para un caballero de la m..." Al principio simplemente era un palabra, pero al repetirla en su cabeza la palabra "paladín" se convirtió en algo más. De nuevo la agonía cada vez que volvía al pasado acudió a ella. "Paladín, ¿eh? Algún paladín forma parte de mi pasado." El diablillo le tendía la espada, mientras el brujo de espaldas a ella preparaba una hoguera.
-Esto ya está, supongo que tú no la necesitaras pero yo sí y si vamos a dormir juntos esta noche no quiero que tu frío rúnico me convierta en un elemental de hielo.
-¿Quién eres? Pareces saber mucho sobre nosotros.
El brujo permanecía en pie ante la hoguera conjuro fuego en sus manos con unos rápidos movimientos y lo lanzó contra los leños, empezó a arder al instante. Ella se había acercado hasta tenerle al alcance de su brazo con solo estirarlo. Se percató que aun llevaba la espada en la mano y se apresuró a situarla nuevamente a su espalda en el pequeño gancho destinado a ello. En ese momento el brujo se dio la vuelta y pudo ver su rostro bien por primera vez, parecía mucho más joven pero sus ojos decían la verdad. Era bastante más adulto de que lo su físico aparentaba, tal vez 30 ó 40 años más.
-Los nombres son peligrosos, pueden encadenarnos. Es algo que he estudiado y aprendido. Dime ¿cuál es el tuyo?
-No lo sé, yo soy yo. Una vez tuve un nombre pero ahora ya no lo recuerdo.
-Vaya, esto sí que es una sorpresa. Has recuperado tu voluntad pero no tus recuerdos. Supongo que por eso es por lo que estoy aquí.
Una sonrisa se dibujó en su rostro, una amable. Sin embargo la intranquilizó igualmente, "¿que por eso está aquí?¿Por qué no he recuperado mis recuerdos?"
-¿Qué quieres decir?
-Sentémonos junto al fuego, vuelves a estar tensa y eso se traduce en más frío, así que por favor siéntate frente a mi. Es la mejor manera de estar juntos y tenerte lo más lejos posible. No te ofendas, pero no me gusta el frío.
Los dos elfos se sentaron frente a frente con la hoguera entre ellos. El diablillo saltaba de un lado a otro a la espalda de su amo, mirando ceñudo a la mujer.
-Bien, creo que lo primero será presentarme. Mi nombre es Wnekneen, no es el nombre que me pusieron mis padres por su puesto. Como ya te he dicho antes los nombres son poderosos. Este nombre lo elegí yo mismo cuando aprendí a hablar demónico. Debo decirte que desde pequeño tengo un don, no es algo grandioso ni opulento y apenas sí es útil, pero ahí está. En ocasiones tengo, como decirlo, como pálpitos o presentimientos. No podría ser un oráculo o un adivino pero me prepara. Nunca falla. Cuando salí de Lunargenta sentí que alguien venía precisamente hacía allí, que me encontraría con él y que tendría que ayudarle.
-Suena un poco a cuento, ¿no crees? Hace tiempo que olvidé como es pero me da la sensación de que estás flirteando conmigo.
-Jajajajaja. Por favor, me ofendes. No espero que me creas, pero te aseguro que no eres mi tipo, es más, apenas puedo verte la cara. A mi me van más las diablesas, son más juguetonas y rebeldes, no sé si me entiendes.
-Juegas con fuego.
-Eso es, si quisiese flirtear contigo jugaría con hielo, tú misma lo has dicho: "juegas con fuego."
-Nos estamos desviando.
-Cierto. Sé que mis pálpitos son reales porque llegado el punto del que me advertían mis vivencia del momento es como más intensa, más vívida. Y cuando me dijiste que no recordabas tu nombre lo he visto claro. Tú no recuerdas tu nombre, y yo creo que los nombres guardan poder, escondo el mio y ato a mis demonios con sus nombres, estudio la magia que los rige. Y conozco maneras de averiguarlos. Por eso sé que puedo ayudarte a recordar el tuyo y ayudarte.
-Lo cierto es que no recuerdo nada de mi anterior existencia, ni mi nombre. Sería una gran ayuda.
-¿Pero?
-¿Qué garantias tengo de que no intentaras esclavizarme con mi nombre como dices que puedes hacer y no dudo que hagas?
-No las tienes. Yo te ofrezco ayudarte. Si hay un precio que pagar y pretendo engañarte cualquier cosa que diga irá encaminada tal fin. Por tanto sólo te ofrezco una garantía: Esta noche conocerás tu nombre. Si es que quieres.
Los ojos de ambos permanecían fijos en los del otro, estudiándose.
* * *
Cuando despertó estaba sola, las ascuas de la hoguera aun emitian algo de calor. Aparte de que el brujo se había ido muy temprano otra cosa la inquietaba. ¡No se había despertado sobresaltada! ¡Esta noche no ha habido pesadillas! Y entonces sintió que el demonio no había mentido, era su verdadero nombre, y eso tranquilizó su atormentada alma. Había recuperado una parte de sí misma que luchaba por volver a la superficie y por eso hubo tranquilidad.
-Drisinil.
Recogió sus cosas, y emprendió nuevamente camino a Lunargenta, había dado un gran paso gracias a Wnekneen.
* * *
Al fin Lunargenta. Algo le decía que ya quedaba menos. Pero encontrar lo que no sabes que buscas sería una tarea difícil aun sabiendo donde buscar. Sabía dónde buscar realmente. No, no era tan sencillo, no era llegar allí y encontrárselo de frente. Tenía que pensar, pero pensar era recordar y volver al pasado. Volver al pasado era dolor. Mucho sufrió hace unas noches. Pero mereció la pena, la recompensa fue superior a cualquier sufrimiento. Tenía que forzarse pero no a la puertas de la ciudad. Entró y recorrió las calles buscando un lugar donde pasar la noche, dió con una posada cerca de la entrada y no lo pensó más. Una cama después de tanto tiempo, cualquiera serviría.
Dejo sus cosas en la habitación, y preguntó donde podía dejar su montura. El posadero miro entre asustado y preocupado de hito en hito al destrero y a Drisinil. Finalmente la dijo que ninguna caballeriza de la ciudad admitiría tal montura, asustaría al resto de bestias y podría provocar problemas. Lo mejor sería dejarlo en las caballerizas de los atracasol a las afueras de la ciudad, aunque el posadero no creía que nadie en su sano juicio intentase montar o robar un destrero fantasmal. Drisinil dio las gracias, dejo unas monedas en adelanto y fue a dejar su montura donde le habían indicado.
¿Por dónde empezar? ¿Qué buscaba? Se sentó en unos bancos situados a la entrada de la ciudad y empezó a rememorar las pesadillas. Estás habían vuelto inmediatamente a la noche siguiente a su encuentro con Wnekneen, pero al menos aquella noche durmió en paz. Recordarlas era tan tortuoso como tenerlas, sin embargo tenía que buscar algo, algún detalle, una pista, cualquier cosa. LLamas, zombis, cadáveres..., las calles eran caóticas... Eso era. Las calles. Las calles aparecian confusas y devastadas pero podría reconocerlas con suerte, y llegar a la casa donde se desarrollaba aquella escena. Drisinil se puso en pie y comenzó a recorrer las calles de Lunargenta buscando algo que le recordase a las calles de sus pesadillas.
Dos días y aun no había encontrado nada, estaba convencida de que las había recorrido todas y sin embargo no daba con ninguna pista. Más que una calle precía un callejón sin salida, la ocurrencia la hizo reir haciendo que la gente a su alrededor se apartase aun más de lo normal al oír aquella risa cavernosa y de ultratumba. Miró a la gente, como la huían, cada vez más lejos. Lejos, sí, apartados. Había recorrido toda la ciudad pero la parte en ruinas situada en las afueras no. Con paso firme y presuroso, nerviosa por la posibilidad de encontrar al fin lo que buscaba, y temerosa de no encontrarlo. se dirijió a la salida de la ciudad. Tan pronto empezó a recorrer las ruinas, aunque ya estaban reconstruyendo la zona, las sienes empezaron a palpitarle. La sombra en su corazón se cernió con fuerza y un martillo golpeaba su cabeza, sin duda se acercaba. Sin duda estaba todo muy cambiado, pero conocía todo aquello, sí que lo conocía. Sus pasos iban en una dirección y lo hacían sin pensar, como siguiendo un camino que hubiesen recorrido durante años y años.
Se detuvo ante una casa, era nueva. Seguramente otra morada hubiese habido allí pero no quedaba nada ya. Todo su ser le decía que era allí y sin embargo nada quedaba que pudiese ayudarla. Desilusionada dejo que sus piernas flaqueasen y cayó al suelo. ¿Había llegado tan lejos para nada?
-¿Qué te pasa? ¿Estás bien? -Una mujer al verla caer se acercó preocupada. No se había dado cuenta de su naturaleza hasta que Drisinil levantó la vista y el brillo azulado de sus ojos vacios llegó a ella a traves de la oscuridad de su capucha. -Perdona, ya me iba.
-No, espera. Por favor
La mujer se detuvo, pero cautelosa permaneció donde estaba. Miró interrogante a Drisinil que aún permanecía en el suelo. Asintió, agredeciendo con el gesto que no se hubiese marchado y señaló la casa frente a ellas.
-Sabes quién vivía aquí antes, antes de... Quiero decir, que es lo que paso.
El semblante de la mujer cambió del miedo a la tristeza, la tensión de su cuerpo se desvaneció. Y comenzó su relato.
-La familia de Hojadeplata. Era un guerrero fuerte que defendió la ciudad hasta su último aliento. Su muerte fue dura para todos pero más para su familia, y sin embargo la desgracia aun no tuvo bastante. Su mujer, se sacrificó para salvar a sus hijas y a cuantos pudo. Era una maga muy hábil pero sin la magia de la fuente sus capacidades quedaron muy mermadas. Al final los necrófagos la dieron muerte pero ganó el tiempo suficiente para que muchos se pusiesen a salvo. A su marido lo enterramos con los demás caidos, a ella no la encontramos nunca pero su tumba permanece junto a la de él, es imposible que hubiese sobrevivido. Muy pocos conocen su historia, pero fue una heroína. Hasta hace poco creímos que sus hijas no se habían salvado pero una amiga de su infancia paso por aqui no hace mucho y me contó que seguían vivas. Las dos son parte ahora de las fuerzas de la horda, y al parecer han entrado en la fuerza más antigua y con más honor y prestigio de Orgrimmar. Sin duda sus padres estarían muy orgullosos.
A medida que escuchaba la historía los recuerdos afloraban en la superficie de su maltratada mente. Todo iba cuadrando, los sueños, los sentimientos. Era ella, y las niñas sus hijas.
-¿Puedes, llevarme a tumba? Por favor.
La mujer se quedó mirando unos instantes a la portadora de muerte extrañada. Se encogió de hombros y la hizo un gesto para que la siguiese.
El cementerio al que la condujo no se hallaba lejos. Pareció dudar en un par de cruces pero finalmente llegaron ante una lápida sencilla pero pulcramente cuidada. Drisinil se adelantó y se agachó para verla mejor. Allí, en thalasianno estabán escritos 4 nombres, aunque los dos últimos estaban siendo borrados aun podían leerse: Hojadeplata, Drisinil Silverleaf, Silfid Silverleaf, Sinfild Silverleaf. Cuando terminó de leer el nombre de la menor de sus hijas el último velo que nublaba la memoría de Drisinil se retiró desgarrando una última vez su mente, haciéndole daño, como si fuese un ser vivo que agarrado se resisteriera con uñas y dientes a dejar el sitio donde se había establecido.
El fulgor de sus ojos se intensifico, ya no estaban vacios. La pupila y el iris ahora eran perceptibles a traves del resplandor azulado. Apreto los puños y gritó. Gritó con todas su fuerzas, desgarrando sus pulmones y su garganta. Los puños se cerraban más y más hasta el punto que las uñas se clavaron en su carne abriendo heridas en las palmas de sus manos. Finalmente. Al cabo de un rato se percato de que estab sola, todo estaba en silencio, no se oían ni animales ni insectos y la mujer que la acompañó no estaba por ningún lado. Recordó entonces que seguía siendo y sería un caballero de la muerte. Su voz trae consigo el sonido del inframundo, a su alrededor todo moría congelado si no podían producir más calor del que ella parasitaba, su presencia asustaba a cualquier criatura viva. Tal era su naturaleza. Miro su manos ensangrentadas y no le dio importancia. No había tiempo que perder, tenía que viajar a Orgrimmar, tal vez en la escula de magia podrían hacerla un portal si podía permitirse el oro que pedían por tales servicios. De otro modo tendría que viajar en zepelín, era muchísimo más peligroso y demorado, pero también mucho más barato.
* * *
-Y está es mi historia bruja. Cuando llegue a Orgrimmar preguntando por las más importantes fuerzas de la horda me dijeron varios nombres pero no el vuestro. Indagué en aquellas otras hermandades si nencontrar nada, y desesperada pregunté por la más honorable y antigua y alguien me dio vuestro nombre, también me dijeron que eraís los menos disciplinados. Me hallaba confusa y perdida pero teneís que ser vostros. Quería saber si mis hijas están aquí, verlas una vez más, que ha sido de ellas. Pero guardais con celosía a los miembros de vuestra hermandad, y no es fácil tener audiencia con vosotros. LLevo semanas para poder hablar contigo, he viajado desde Lunargenta a Orgirmmar, desde Orgrimmar hasta Dalaran, desde Dalaran otra vez a Orgrimmar, y finalmente aquí a Entrañas. Pasando la varita de uno a otro, que si águilas que si matrices que si prelado que si pretor que si sombras... En todo este tiempo he descubierto que aunque el resto de hermandades no os ven como sus iguales sois más de lo que aparentais. No pido que me dejeis entrar, pero por favor, necesito saberlo. Por favor.
La renegada miraba curiosa a la mujer que tenía delante. Había escuchado toda la historia con paciencia, fascinada, pero sin mostrar emociones. No era una audiencia privada, aunque estaban apartadas para que nadie pudiese oirlas cosa que no hubiese sido difícil de conseguir aun en el centro dado el ruido que estaban haciendo otros miembros de la hermandad allí presentes. En ese momento se abrió la puerta y en la sala entraron dos elfas, diferentes como la noche y el día. Una llevaba una pesada armadura pero a pesar de ello se movía con la ligereza propia de la raza, la otra iba flanqueada por dos enormes lobos y llevaba un arco colgado a su espalda. Sin embargo estudiándolas con más detenimiento podía apreciarse que sus rasgos eran casi idénticos. Reconociéndolas, Akaii se apresuró a llamarlas.
-Silfid, Sinfild. Venid, quiero presentaros a alguien.
Drisinil se apresuro a sujetar a su interlocutora por el hombro, y cuando akaii se giró vio la expresión de su rostro. Las dos elfas se volvieron en dirección a la voz que las llamaba. Descubrieron la figura junto a la renegada y se acercaron tranquilamente. Akaii en seguida habló nuevamente.
-Esta es Drísinil, er.... ¡Nuestra nuevo miembro! Como es una caballero de la muerte formará parte de nuestro escuadrón sombra.
Drisinil permanecía encapuchada sin mostrar su rostro. A través de las sombras de la capucha solo se veía el fulgor de sus ojos. Sin embargo Drisinil veía muy bien a ambas, Silfid permanecía ante ella, con el semblante serio. Era asombroso, irradiaba fuerza y desde luego su presencia -era un caballero de la muerte- no la inquietaba en absoluto.
-Vaya, tienes el mismo nombre que nuestra madre, somos hermanas. Está es Sinfild y yo soy Silfid.
-Sí y además Stark y Arya no han gruñido al verte. Siempre gruñen ante desconocidos y a veces ante caballeros de la muerte aunque sean conocidos. Esa es muy buena señal, creo que encajarás aquí.
-Bueno Akaii, tenemos asuntos que atender. Esa engreida de Shilvara está liándola otra vez. Espero volver a verte pronto Drisinil.
-Ansioaaaaaa.
-Ansioa chicas. Verás es nuestra despedida también es una larga historia.- Akaii se volvió hacía Drisinil. -Espero que no te importe, dadas las circunstancias es lo primero que se me vino a la cabeza. Por supuesto no tienes que unirte a nosotros si no...
A pesar de la capucha Akaii pudo ver las lágrimas de hielo que resbalaban por las mejillas de Drisinil. Gotas de agua que se helaban inmediátamente, tan terrible era la existencia de un caballero de la muerte que no puede ni derramar una lágrima cuando al fin recupera todo aquello que le han arrebatado.
-No. Está bien, formaré parte de ese escuadrón sombra, es decir, si es posible; sé que hay que pasar una prueba o algo. No permitiré que les pase nada, las perdí una vez y no volveré a perderlas. Pero concédeme una prerrogativa: Nunca les dirás que soy su madre.
Akaii estudió unos momentos más a la elfa antes de añadir:
-Tú ya has pasado la prueba.
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Re: Drisinil, el pasado perdido
LLevo desde las 11 escribiendo, espero que a los que tengais fuerzas para leerlo todo os guste.
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Re: Drisinil, el pasado perdido
Me ha gustado mucho..... y si me la he leido entera. Pero..... como norma, tengo que hacerte la segunda entrevista, con sus pruebas por supuesto....
(es solo por fastidiar)
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Re: Drisinil, el pasado perdido
Me la he leído también de cabo a rabo y me ha gustado mucho (¡¡mi elfa no es tan tocapelotas!! xD), también soy partidario de que se te haga la prueba de acceso Muhahahaha. Muy currada =D!. Como único detalle negativo a comentar... demasiados puntos seguidos, un poco más de posibilidad de leer frases seguidas agiliza la lectura =P.
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Re: Drisinil, el pasado perdido
Akaii, estoy todas las tardes en casa
Serge, la verdad es que creo q de normal mis frases son muy largas por eso tantísimo punto xD creo que no tengo punto medio. Gracias por el consejo lo tendré presente para el próximo relato.
Serge, la verdad es que creo q de normal mis frases son muy largas por eso tantísimo punto xD creo que no tengo punto medio. Gracias por el consejo lo tendré presente para el próximo relato.
hyuuga_shi- Tio cansino
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Re: Drisinil, el pasado perdido
Acabo de leermela entera y me ha gustado bastante (como nos gusta el drama a todos ) es lo que tiene. Sergestus, tu elfa es asi de tocapelotas y mas Gae lo atestigua. a ver si me decido yo yambien a poner continuacion a mi historia (que perro que ando en verano XP)
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Re: Drisinil, el pasado perdido
No te preocupes por la perreria Ga, yo hace ya meses que migre a la maga y aun no le he encontrado el punto a la historia para publicarla...sigue incompleta xD
Y he de decirte que tienes mas razon que un santo...nos encanta el drama!!! xD
Y he de decirte que tienes mas razon que un santo...nos encanta el drama!!! xD
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Re: Drisinil, el pasado perdido
Hyuuga_Shi escribió:Akaii, estoy todas las tardes en casa
Pues en cuanto vuelva a madrid, hablamos de la entrevista....... (a ver que se me ocurre para esta....... wahhahaahahahahahahaahahahahahahahaaha)
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Re: Drisinil, el pasado perdido
dime fecha y hora
hyuuga_shi- Tio cansino
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