Yun-Gon Tahl, Un error imperdonable.
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Yun-Gon Tahl, Un error imperdonable.
Primera historia de un alter que, teniendo en cuenta el escaso tiempo que tengo para jugar, apenas podré jugarlo pero bueno, hay que explorar la rama de telekinesis del jedi sage
La historia se toca tangencialmente con la de mi main (Sanitario)
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Lugar: Templo Jedi en Tython, salones de sanación
Los salones de sanación de Tython son un pálido reflejo de aquellas majestuosas instalaciones de la parte suroeste del templo de Coruscant. No hay viajeros, ni grandes historias, ni aprendices sorprendidos por el poder de la Fuerza, solo silencio, brevemente interrumpido por los desplazamientos de los droides médicos de acá para allá.
La noche en Tython es profundamente oscura, mucho más de lo que fue nunca en la insomne Coruscant, la mortecina luz verdosa de los tanques Bacta es la única luz de la sala.
En uno de ellos reposa un anciano falleen, débil e inconsciente pero vivo. Frente a él un joven mirialano reposa en silencio, dialogando sin respuesta frente a su maestro.
- Sabes maestro, a veces pienso en cómo nos conocimos, yo correteando por pasillos del templo y, de repente, tropiezo contigo. Ya de aquellas había oído hablar de ti, el frío maestro Caris, el gran orador, el inflexible falleen de mirada penetrante. Los padawan más mayores contaban historias de como los habías dejado en evidencia sin esfuerzo. Y yo me eché a temblar, si algo aprendí en mi infancia fue que meterte con el tipo equivocado significaba acabar siendo el siguiente desayuno de un Vrblther, no hay lugar para chiquilladas en Nar Shaddaa.
Me tiré a tus pies como hacía con aquellos camorristas y te supliqué por mi vida ¿Qué tontería verdad? Pero yo era un niño con raras costumbres.
Tú me ayudaste a levantar. Aún recuerdo tus palabras: “algún día tú tendrás ese poder que ahora envidias, ese día recuerda bien tu dura infancia, mirialano”
Después llegó la instrucción, sólo ahora entiendo, tus movimientos en la sombra, yo te veía aparecer fugazmente aunque no me mirabas, hablabas con algún instructor y al poco me sugerían tal entrenamiento y así hasta el ingreso en los cuerpos de sanadores, tan sólo hace poco he comprendido fuiste tú, y solamente tú quien decidió que debía ser un consular y he necesitado ver tu sangre, ver tu vida escapárseme de entre los dedos, he necesitado que un estúpido y delgaducho sanitario me ponga en evidencia para poder decirte, si maestro, que has cometido un gran error conmigo...
Quizás te sorprenda, aunque lo más probable es que te irrite, sé que no estás acostumbrados a que te contradigan los “jovenes” pero ahora soy consciente de que mi camino no estaba ligado a los cuerpos médicos del templo, ni siquiera a los caminos de la diplomacia y la oratoria que tanto admiras. Siempre lo he sabido pero tú tienes tanto carisma...
Por eso lloraba de frustración cuando no conseguía dominar la fuerza viviente en los entrenamientos, cuando Naia hacía florecer las rosas ithorianas con su sonrisa y yo como un imbecil embobado me esforzaba por sentir su energía.
Si maestro, siento la Fuerza en mí pero no como la amalgama que todo lo une sino como el poder para hacer justicia y hacer prevalecer la luz sobre la oscuridad
Porque no vivimos en una galaxia justa, no hay equilibrio más allá del escrito en el código Jedi. El lado oscuro golpea día tras día. Los muertos de Coruscant, las ruinas del templo claman por su justicia, esa que ni nosotros ni la república hemos conseguido traerles. Y yo se bien como se sienten, ¿nunca te has preguntado que hacía un chiquillo mirialano vagabundeando por los barrios de Nar Shadaa? Nadie debería crecer allí, es un pozo despiadado que trastoca tus sueños infantiles en deseos de muerte, supervivencia y venganzas...
Mis padres dejaron la dura vida de Mirial con promesas de un buen trabajo y un techo caliente, los recuerdo con cariño, gente honrada y trabajadora cuando esas palabras aún tenían algún significado. Un malnacido contrabandista llamado Skavak les convenció de que en Nar Shadaa les esperaba el paraíso que buscaban para ellos y su familia. Ojala esa sucia rata haya encontrado lo que se merece.
Nada más llegar mis padres descubrieron cuan ruin es la Luna de los Contrabandistas, uno de los jefes Hutt los puso a ellos y a otros mirialanos a trabajar en laboratorios de especia. Esa droga es un cancer, maestro, tuve que ver como mis padres se iban consumiendo poco a poco, como dejaban de reconocerme y se apagaban hasta que al final se fueron y yo me quedé solo.
¡Solo de verdad, maldición! Coincidí con otros huerfanos en los basureros de Nar Shadaa, muchos de ellos desaparecían sin que siquiera hubiera sabido su nombre, robé para comer y todas esas cosas de las que uno se avergüenza al recordarlas y, mientras tanto, vi pasar un par de veces a Skavak, haciendo el imbecil entre risas con la bailarinas twi'lek del Club Vertical y vi mil y una veces a los Hutt abusando de la gente de formas crueles.
¿Sabes qué castigo han recibido por su acciones, maestro? Ninguno
La república, con sus senadores, tan expertos en las palabras como tú lo eres, no entrará en conflicto con los Hutt, el dolor por mis padres me acompañará siempre y la justicia que les debo no se cumplirá ¿Y tú pretendes que dialogue? ¿Pretendes que utilice la Fuerza viva para sanar estas heridas?
No, maestro, no es ya el tiempo de tus queridas palabras, ahora más que nunca es el momento de hacer resplandecer la luz mediante el poder de la Fuerza
Una mesa cercana comenzó a levitar lentamente aunque Yun-Gon casí ni se concentraba en ella, en pocos segundos el metal crujía con fuerza mientras cedía al poder del jedi hasta que al final un amasijo irreconocible fue catapultado a varios metros de distancia.
¡Yo seré el faro que la Fuerza necesita en estos aciagos días! Porque he aprendido, más allá de lo que tú deseabas supongo, te he observado, he aprendido a doblegar las voluntades tal como sutilmente haces, he aprendido y ya sé dominar la materia. Ha llegado mi momento...
Una voz, increiblemente débil, resonó en la mente de Yun-Gon, una voz severa y calmada, en la que el aprendiz reconoció a su maestro, Sao-Te Caris, que, aparentemente, seguía inconsciente en el tanque de bacta.
- ¡Estupido jovenzuelo! Te queda tanto por aprender, aún sigues los pasos que he marcado para ti, aún bailas al son de la música porque todavía no sabes de donde viene. Vete ahora si tanto lo deseas pero recuerda que yo estaré allí cuando caigas y no seré clemente...
- No maestro, no más giros ni sorpresas, la jugada te ha salido mal. Hoy estarías muerto de no ser por el sanitario de Recios que quizás me haya enseñado más sobre mis capacidades que tú en todo el tiempo que llevas adiestrandome.
No maestro, mi camino seguirá ligados a Recios y no a ti. Tenías razón en confiar en ellos ahora lo veo claro. Conozco al Princeps Dorian desde nuestros estudios en la academia y sé que hará lo verdaderamente necesario, más allá de las restricciones de torpes políticos y de maestros encerrados en torres de marfil.
Yun-Gon Tahl se levantó e hizó una última reverencia a su maestro, en el fondo de su mente aún sospechaba si todo no sería otra jugada de su retorcido maestro. Mientras se alejaba de los silenciosos salones, sonrío levemente y dijo,
- Además no puedo permitir que Dorian se llevé toda la gloria él solo, al fin y al cabo, ya se ha llevado demasiadas cosas...
La historia se toca tangencialmente con la de mi main (Sanitario)
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Lugar: Templo Jedi en Tython, salones de sanación
Los salones de sanación de Tython son un pálido reflejo de aquellas majestuosas instalaciones de la parte suroeste del templo de Coruscant. No hay viajeros, ni grandes historias, ni aprendices sorprendidos por el poder de la Fuerza, solo silencio, brevemente interrumpido por los desplazamientos de los droides médicos de acá para allá.
La noche en Tython es profundamente oscura, mucho más de lo que fue nunca en la insomne Coruscant, la mortecina luz verdosa de los tanques Bacta es la única luz de la sala.
En uno de ellos reposa un anciano falleen, débil e inconsciente pero vivo. Frente a él un joven mirialano reposa en silencio, dialogando sin respuesta frente a su maestro.
- Sabes maestro, a veces pienso en cómo nos conocimos, yo correteando por pasillos del templo y, de repente, tropiezo contigo. Ya de aquellas había oído hablar de ti, el frío maestro Caris, el gran orador, el inflexible falleen de mirada penetrante. Los padawan más mayores contaban historias de como los habías dejado en evidencia sin esfuerzo. Y yo me eché a temblar, si algo aprendí en mi infancia fue que meterte con el tipo equivocado significaba acabar siendo el siguiente desayuno de un Vrblther, no hay lugar para chiquilladas en Nar Shaddaa.
Me tiré a tus pies como hacía con aquellos camorristas y te supliqué por mi vida ¿Qué tontería verdad? Pero yo era un niño con raras costumbres.
Tú me ayudaste a levantar. Aún recuerdo tus palabras: “algún día tú tendrás ese poder que ahora envidias, ese día recuerda bien tu dura infancia, mirialano”
Después llegó la instrucción, sólo ahora entiendo, tus movimientos en la sombra, yo te veía aparecer fugazmente aunque no me mirabas, hablabas con algún instructor y al poco me sugerían tal entrenamiento y así hasta el ingreso en los cuerpos de sanadores, tan sólo hace poco he comprendido fuiste tú, y solamente tú quien decidió que debía ser un consular y he necesitado ver tu sangre, ver tu vida escapárseme de entre los dedos, he necesitado que un estúpido y delgaducho sanitario me ponga en evidencia para poder decirte, si maestro, que has cometido un gran error conmigo...
Quizás te sorprenda, aunque lo más probable es que te irrite, sé que no estás acostumbrados a que te contradigan los “jovenes” pero ahora soy consciente de que mi camino no estaba ligado a los cuerpos médicos del templo, ni siquiera a los caminos de la diplomacia y la oratoria que tanto admiras. Siempre lo he sabido pero tú tienes tanto carisma...
Por eso lloraba de frustración cuando no conseguía dominar la fuerza viviente en los entrenamientos, cuando Naia hacía florecer las rosas ithorianas con su sonrisa y yo como un imbecil embobado me esforzaba por sentir su energía.
Si maestro, siento la Fuerza en mí pero no como la amalgama que todo lo une sino como el poder para hacer justicia y hacer prevalecer la luz sobre la oscuridad
Porque no vivimos en una galaxia justa, no hay equilibrio más allá del escrito en el código Jedi. El lado oscuro golpea día tras día. Los muertos de Coruscant, las ruinas del templo claman por su justicia, esa que ni nosotros ni la república hemos conseguido traerles. Y yo se bien como se sienten, ¿nunca te has preguntado que hacía un chiquillo mirialano vagabundeando por los barrios de Nar Shadaa? Nadie debería crecer allí, es un pozo despiadado que trastoca tus sueños infantiles en deseos de muerte, supervivencia y venganzas...
Mis padres dejaron la dura vida de Mirial con promesas de un buen trabajo y un techo caliente, los recuerdo con cariño, gente honrada y trabajadora cuando esas palabras aún tenían algún significado. Un malnacido contrabandista llamado Skavak les convenció de que en Nar Shadaa les esperaba el paraíso que buscaban para ellos y su familia. Ojala esa sucia rata haya encontrado lo que se merece.
Nada más llegar mis padres descubrieron cuan ruin es la Luna de los Contrabandistas, uno de los jefes Hutt los puso a ellos y a otros mirialanos a trabajar en laboratorios de especia. Esa droga es un cancer, maestro, tuve que ver como mis padres se iban consumiendo poco a poco, como dejaban de reconocerme y se apagaban hasta que al final se fueron y yo me quedé solo.
¡Solo de verdad, maldición! Coincidí con otros huerfanos en los basureros de Nar Shadaa, muchos de ellos desaparecían sin que siquiera hubiera sabido su nombre, robé para comer y todas esas cosas de las que uno se avergüenza al recordarlas y, mientras tanto, vi pasar un par de veces a Skavak, haciendo el imbecil entre risas con la bailarinas twi'lek del Club Vertical y vi mil y una veces a los Hutt abusando de la gente de formas crueles.
¿Sabes qué castigo han recibido por su acciones, maestro? Ninguno
La república, con sus senadores, tan expertos en las palabras como tú lo eres, no entrará en conflicto con los Hutt, el dolor por mis padres me acompañará siempre y la justicia que les debo no se cumplirá ¿Y tú pretendes que dialogue? ¿Pretendes que utilice la Fuerza viva para sanar estas heridas?
No, maestro, no es ya el tiempo de tus queridas palabras, ahora más que nunca es el momento de hacer resplandecer la luz mediante el poder de la Fuerza
Una mesa cercana comenzó a levitar lentamente aunque Yun-Gon casí ni se concentraba en ella, en pocos segundos el metal crujía con fuerza mientras cedía al poder del jedi hasta que al final un amasijo irreconocible fue catapultado a varios metros de distancia.
¡Yo seré el faro que la Fuerza necesita en estos aciagos días! Porque he aprendido, más allá de lo que tú deseabas supongo, te he observado, he aprendido a doblegar las voluntades tal como sutilmente haces, he aprendido y ya sé dominar la materia. Ha llegado mi momento...
Una voz, increiblemente débil, resonó en la mente de Yun-Gon, una voz severa y calmada, en la que el aprendiz reconoció a su maestro, Sao-Te Caris, que, aparentemente, seguía inconsciente en el tanque de bacta.
- ¡Estupido jovenzuelo! Te queda tanto por aprender, aún sigues los pasos que he marcado para ti, aún bailas al son de la música porque todavía no sabes de donde viene. Vete ahora si tanto lo deseas pero recuerda que yo estaré allí cuando caigas y no seré clemente...
- No maestro, no más giros ni sorpresas, la jugada te ha salido mal. Hoy estarías muerto de no ser por el sanitario de Recios que quizás me haya enseñado más sobre mis capacidades que tú en todo el tiempo que llevas adiestrandome.
No maestro, mi camino seguirá ligados a Recios y no a ti. Tenías razón en confiar en ellos ahora lo veo claro. Conozco al Princeps Dorian desde nuestros estudios en la academia y sé que hará lo verdaderamente necesario, más allá de las restricciones de torpes políticos y de maestros encerrados en torres de marfil.
Yun-Gon Tahl se levantó e hizó una última reverencia a su maestro, en el fondo de su mente aún sospechaba si todo no sería otra jugada de su retorcido maestro. Mientras se alejaba de los silenciosos salones, sonrío levemente y dijo,
- Además no puedo permitir que Dorian se llevé toda la gloria él solo, al fin y al cabo, ya se ha llevado demasiadas cosas...
Madroño- Pisaenanos
- Juego : Guild Wars 2
Clan : Recios
PJ principal : Chuichui
Antigüedad : 30/08/2010
Mensajes : 483
Edad : 44
Re: Yun-Gon Tahl, Un error imperdonable.
OFF ROL: Bueno tenía que escribir este interludio entre la historia de Yun-Gon y la de Hebra, la idea de mi Legacy es un poco bizarra pero me hace ilusión desde un punto de vista narrativo. Consiste en que cada personaje aparece en un momento clave del discurrir de acontecimientos del siguiente influyendo en sus acciones.
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Yun-gon avanzaba por el asqueroso lodazal que era Taris, volver a aquel planeta le provocaba sensaciones encontradas, Taris siempre sería el lugar donde había “despertado”, donde había empezado a ver las cosas tal y como realmente son. Pero al mismo tiempo le recordaba que su despertar no había sido amable, su maestro casi había muerto, sus habilidades habían resultado un fracaso total y su humillación completa.
Pero tenía que regresar, algo más profundo preocupó a su maestro cuando sintió la presencia imperial en aquel planeta, algo más profundo que unos agentes y un solitario Sith. Ahora era tarea suya y solo suya averiguarlo.
Le costó mucho dar con el puesto imperial, días y días de vagar por la jungla exterminando esos odiosos Rakghouls pero al fin dio con ellos. El siguiente paso fue más sencillo, interceptar una patrulla, acabar con todos menos uno, extraer toda la información del superviviente. Sus métodos de interrogación resultaban cada vez más eficaces, ciertamente añadir algo de dolor al sondeo mental hacía a los individuos bastante más colaboradores.
Así fue como oyó hablar por primera vez de los “Agentes Libres” aunque el soldado imperial tampoco sabía demasiado, no eran ni siquiera un grupo oficial, tan solo una sección que operaba bajo sus normas, con sus propios objetivos y sus propias normas aunque bajo la cobertura del imperio y con la bendición del emperador.
Decidido a obtener respuestas Yun-Gon se infiltró en la base imperial, los soldados más afortunados no le vieron o fueron persuadidos de no verle, los más perspicaces comprendían cuan insignificante eran sus armas frente al poder de la Fuerza justo antes de que la presión sobre su cuello les dejase sin sentido.
Al llegar a las secciones inferiores Yun-Gon escuchó unos gritos rabiosos, mezclados entre golpes y voces nerviosas de soldados imperiales. Cuando se asomó a lo que parecía una sala de interrogatorios tan sólo llegó a ver como dos soldados sujetaban dificultosamente a una alta mujer zabrak que forcejeaba rabiosa mientras un oficial le apuntaba con su pistola blaster.
¡Eres imposible mujer! – Gritó el oficial imperial, Yun-Gon observó como le sangraba la mejilla y tenía un moratón en el ojo izquierdo – Si no piensas colaborar ya no te necesitamos.
Solo hizo falta un leve empuje de la Fuerza para que la pistola del oficial errase su objetivo e impactase sobre uno de los guardias que sujetaban a la prisionera. Esta, sin dudar ni un instante, le propinó una patada en la entrepierna al oficial mientras se deshacía con facilidad del otro soldado que la sujetaba.
Yun-Gon observaba la fluidez de sus movimientos, entrenamiento militar sin duda, aunque vestía de civil. Desvió dos disparos de otro soldado antes de aturdirle y lanzarle varios objetos, aunque realmente estaba disfrutando con el espectáculo que daba aquella mujer.
Claramente la Fuerza estaba con ella, todos sus sentidos convergían en sus enemigos, era como si la misma Fuerza les golpease antes de que ella llegase. Su determinación era total, su concentración perfecta; Yun-Gon había conocido a muchos Jedis que ansiaban llegar a ese grado de concentración.
Unos pocos minutos más y en la habitación se hizo el silencio, la extraña mujer Zabrak sostenía la pistola del oficial mientras que este, arrodillado, asistía atónito al increíble cambio de papeles.
Yun-Gon sabía que ella sabia que él estaba allí y no hizo ni siquiera ademán de presentarse, se acercó a la mujer y al oficial imperial, notaba como una llama en el aura de aquella extraña criatura, Yun-Gon reconoció ira, venganza y dolor pujando por controlar su voluntad. Era fascinante a los ojos del, como un extraño puzle a punto de saltar por los aires, era palpable incluso en la tensión de sus músculos o en el rictus de su cara.
Disculpe un instante señorita – Yun-Gon se acercó cautelosamente hasta el oficial, de forma teatral puso el índice sobre su frente mientras usaba la Fuerza para que aquella piltrafa imperial cantase como un canario. Poca cosa tristemente…
Sin embargo, aquello había pasado a un segundo plano, aquella mujer… El maestro Caris, siempre insistía en como la Fuerza coloca a cada ser en el momento adecuado para que cumpla su misión y allí estaba ella. Una energía salvaje, concentrada, dirigida, con un solo objetivo.
Quizás… sí… todo convergía en este momento, la derrota, el duro despertar, esa agonía de pregunta no resuelta… quizás Yun-Gon estaba allí por ella, para mostrarle el camino.
- De acuerdo Zabrak, este imperial ya no nos resulta útil, puedes acabar con él.
La mujer abrió los ojos y miró incrédula al Jedi. Yun-gon notó sus emociones encontradas, su lucha interior, esa fútil resistencia a despertar. El oficial temblaba de forma evidente aunque era incapaz de articular una palabra.
Acaba con él, sabes que él no dudaría, sabes que si no lo haces otros sufrirán las consecuencias, gente inocente, otras…- Yun-Gon hizo una pausa al entender con claridad la situación- otras familias…
Con un grito histérico Hebra Danastiri descargó varios disparos sobre la cabeza del oficial imperial que se desplomó como un saco humeante, tras ello soltó la pistola y se dejó caer sobre sus rodillas. Las lágrimas caían por su rostro magullado.
Yun-Gon levantó una ceja mientras susurraba para sí- interesante…-
Se acercó y le secó las lagrimas –Tranquila mujer, abandonar el sueño duele pero es el principio del camino a la verdad – le ayudó a incorporarse – Sígueme ahora, yo te enseñare el lugar donde hallarás los instrumentos de tu venganza.
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Yun-gon avanzaba por el asqueroso lodazal que era Taris, volver a aquel planeta le provocaba sensaciones encontradas, Taris siempre sería el lugar donde había “despertado”, donde había empezado a ver las cosas tal y como realmente son. Pero al mismo tiempo le recordaba que su despertar no había sido amable, su maestro casi había muerto, sus habilidades habían resultado un fracaso total y su humillación completa.
Pero tenía que regresar, algo más profundo preocupó a su maestro cuando sintió la presencia imperial en aquel planeta, algo más profundo que unos agentes y un solitario Sith. Ahora era tarea suya y solo suya averiguarlo.
Le costó mucho dar con el puesto imperial, días y días de vagar por la jungla exterminando esos odiosos Rakghouls pero al fin dio con ellos. El siguiente paso fue más sencillo, interceptar una patrulla, acabar con todos menos uno, extraer toda la información del superviviente. Sus métodos de interrogación resultaban cada vez más eficaces, ciertamente añadir algo de dolor al sondeo mental hacía a los individuos bastante más colaboradores.
Así fue como oyó hablar por primera vez de los “Agentes Libres” aunque el soldado imperial tampoco sabía demasiado, no eran ni siquiera un grupo oficial, tan solo una sección que operaba bajo sus normas, con sus propios objetivos y sus propias normas aunque bajo la cobertura del imperio y con la bendición del emperador.
Decidido a obtener respuestas Yun-Gon se infiltró en la base imperial, los soldados más afortunados no le vieron o fueron persuadidos de no verle, los más perspicaces comprendían cuan insignificante eran sus armas frente al poder de la Fuerza justo antes de que la presión sobre su cuello les dejase sin sentido.
Al llegar a las secciones inferiores Yun-Gon escuchó unos gritos rabiosos, mezclados entre golpes y voces nerviosas de soldados imperiales. Cuando se asomó a lo que parecía una sala de interrogatorios tan sólo llegó a ver como dos soldados sujetaban dificultosamente a una alta mujer zabrak que forcejeaba rabiosa mientras un oficial le apuntaba con su pistola blaster.
¡Eres imposible mujer! – Gritó el oficial imperial, Yun-Gon observó como le sangraba la mejilla y tenía un moratón en el ojo izquierdo – Si no piensas colaborar ya no te necesitamos.
Solo hizo falta un leve empuje de la Fuerza para que la pistola del oficial errase su objetivo e impactase sobre uno de los guardias que sujetaban a la prisionera. Esta, sin dudar ni un instante, le propinó una patada en la entrepierna al oficial mientras se deshacía con facilidad del otro soldado que la sujetaba.
Yun-Gon observaba la fluidez de sus movimientos, entrenamiento militar sin duda, aunque vestía de civil. Desvió dos disparos de otro soldado antes de aturdirle y lanzarle varios objetos, aunque realmente estaba disfrutando con el espectáculo que daba aquella mujer.
Claramente la Fuerza estaba con ella, todos sus sentidos convergían en sus enemigos, era como si la misma Fuerza les golpease antes de que ella llegase. Su determinación era total, su concentración perfecta; Yun-Gon había conocido a muchos Jedis que ansiaban llegar a ese grado de concentración.
Unos pocos minutos más y en la habitación se hizo el silencio, la extraña mujer Zabrak sostenía la pistola del oficial mientras que este, arrodillado, asistía atónito al increíble cambio de papeles.
Yun-Gon sabía que ella sabia que él estaba allí y no hizo ni siquiera ademán de presentarse, se acercó a la mujer y al oficial imperial, notaba como una llama en el aura de aquella extraña criatura, Yun-Gon reconoció ira, venganza y dolor pujando por controlar su voluntad. Era fascinante a los ojos del, como un extraño puzle a punto de saltar por los aires, era palpable incluso en la tensión de sus músculos o en el rictus de su cara.
Disculpe un instante señorita – Yun-Gon se acercó cautelosamente hasta el oficial, de forma teatral puso el índice sobre su frente mientras usaba la Fuerza para que aquella piltrafa imperial cantase como un canario. Poca cosa tristemente…
Sin embargo, aquello había pasado a un segundo plano, aquella mujer… El maestro Caris, siempre insistía en como la Fuerza coloca a cada ser en el momento adecuado para que cumpla su misión y allí estaba ella. Una energía salvaje, concentrada, dirigida, con un solo objetivo.
Quizás… sí… todo convergía en este momento, la derrota, el duro despertar, esa agonía de pregunta no resuelta… quizás Yun-Gon estaba allí por ella, para mostrarle el camino.
- De acuerdo Zabrak, este imperial ya no nos resulta útil, puedes acabar con él.
La mujer abrió los ojos y miró incrédula al Jedi. Yun-gon notó sus emociones encontradas, su lucha interior, esa fútil resistencia a despertar. El oficial temblaba de forma evidente aunque era incapaz de articular una palabra.
Acaba con él, sabes que él no dudaría, sabes que si no lo haces otros sufrirán las consecuencias, gente inocente, otras…- Yun-Gon hizo una pausa al entender con claridad la situación- otras familias…
Con un grito histérico Hebra Danastiri descargó varios disparos sobre la cabeza del oficial imperial que se desplomó como un saco humeante, tras ello soltó la pistola y se dejó caer sobre sus rodillas. Las lágrimas caían por su rostro magullado.
Yun-Gon levantó una ceja mientras susurraba para sí- interesante…-
Se acercó y le secó las lagrimas –Tranquila mujer, abandonar el sueño duele pero es el principio del camino a la verdad – le ayudó a incorporarse – Sígueme ahora, yo te enseñare el lugar donde hallarás los instrumentos de tu venganza.
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