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El que camina de noche

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Mensaje  Invitado Vie 14 Nov 2008, 23:16



Viajemos en el tiempo... años y más años atras.

En los bellos y frondosos bosques de Vallfresno, un joven elfo escapa sollozando de lo que era antiguamente la ciudad de los enigmaticos elfos de la noche.

Corría descalzo, las ramas del suelo ya no hacían daño a sus ágiles pies, ya que el paso de los años había endurecido su piel delicada, pero a la véz, salvaje.

Corrió hasta que casi escupió los pulmones del cansancio, paró en seco delante de un pozo, cuyas cristalinas aguas reflejaban el rostro de Elune.

Se miró unos instantes, su propio reflejo. No era exactamente un elfo de la noche... pero tampoco un elfo noble. Su rostro era delicado, sin embargo la mirada salvaje propia de los elfos de la noche le miraba con aquellos ojos misteriosos e inquietantes desde el otro lado del agua. Su piel era clara y sus musculos poco voluminosos para los de un elfo de la noche.

"No me querrán nunca, soy un monstruo..." sollozó.

"
Jamás podrás ser uno de nosotros, eres un mestizo, un sangre impura, un primo al que rechazamos hace milenios. Vé, huye y atragantate con la magia, pero deja nuestros bosques en paz, elfos como tú solo traen desgrácias a Azeroth..." Recordó las duras palabras del druida.

En esos instantes el joven Gabst había deseado no haber nacido.




- Eh , tssss, tú, el marginado! - El joven elfo se giró aún con lagrimas en los brillantes ojos y vió un elfo de la noche que le impactó.

Dicho elfo estaba vestido con ropas negras, la luna en lo alto brillaba lo suficiente pero no conseguía distinguir el rostro del recien aparecido.

- Quien eres... - Gabst tanteó el suelo en busca de alguna roca afilada mientras le mantenía la mirada al siniestro elfo.

- Ya lo sabrás más adelante, el caso es que vengo a proponerte una cosa. Los elfos de la noche no solo somos un puñado de druidas fumahierbas. Un reducido grupo de nosotros nos ocultamos en la urbidumbre sombría y practicamos artes prohibidas. -


El elfo desapareció y Gabst se sobresaltó mirando a todas partes incrédulo.

- Si quieres puedes venir con migo y aprender dichas artes. - El elfo reapareció sentado al lado de Gabst, jugueteando con un dardo.

El mestizo se sobresaltó de nuevo y frunció el ceño mirando de arriba a abajo al asesino que tenía al lado. Un elfo de la noche común, solo que su ropa era distinta a las polvorientas faldas de los druidas, y su sonrisa... su sonrisa? sí, su sonrisa picaresca.
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