Solicitud de ingreso - Lalillian

Galades abría la marcha, apuraba el paso de la expedición pues sabia que los goblins no solían quedarse
demasiado tiempo en el mismo sitio, el arco tenso, a la espera; las espadas a cada lado de su cintura, sus compañeros a su espalda.
Diez de sus camaradas habían salido con el esa noche. No eran habituales las avanzadillas elfas en las tierras del norte pero la población de goblins aumentaba demasiado y los soldadosde la orden del Grifo temían no poder hacer frente a la situación. Emisarios de“Paso alto” llegaron con misivas de ayuda a los altos elfos, el rey prometió su ayuda a los hombres del imperio para diezmar el creciente problema.
Una avanzadilla fue enviada hacia el norte con una legión de unos doscientos de los suyos. Al llegar a tierra, pequeños grupos fueron enviados a través de los bosques para contactar con los hombres y
examinar el terreno.
Galades avanzaba, sentía el movimiento a su arredor.
Llegaron a un claro a no más de diez kilómetros de las costas. Los elfos prepararon sus arcos, una gran congregación de goblis se repartían a lo largo de todo el claro. Más de cien de esas viles criaturas se arremolinaba al rededor de un altar de piedra, en la parte más alejada del claro. Rápidamente Galades ordenó a sus hermanos apostarse endiferentes puntos del terreno, en las copas de los árboles, y envió unmensajero para alertar a las demás avanzadillas que acudiesen rápidamente. Tiendas de campaña apostadas por todo el terreno indicaban que no era un asentamiento permanente,le extrañó esa extraña congregación de goblins en terreno abierto pues estas criaturas suelen preferir las cuevas o túneles para fijar sus asentamientos.
No tuvieron que esperar mucho hasta que vieron una figura salir de una de las tiendas. Era alta, al menos paralos estándares de su raza, ceñía un gran tocado en forma de cráneo sobre la cabeza y portaba un gran báculo del que colgaban infinidad de pequeños huesos y diversos objetos algunos de ellos seguramente mágicos. El resto de goblins caían a su paso en una especie de frenesí religioso, aullaban y se removían por el suelo presa de espasmos y convulsiones. Era una escena grotesca. El chaman se dirigía el altar seguida de dos hembras goblins, con la cabeza tapada completamente con una capucha negra y roja y atada al cuello con tiras de cuero. Sujetaban entre las dos una especie de bandeja ovalada, en la que portaban un bulto, tan grande como un goblin de pequeña estatura. Los elfos observaban la escena desde las copas los árboles expectantes y alerta, con los arcos tensados y las aljabas llenas de relucientes flechas. Esperaban a sus compañeros con expectación, no sabían lo que los goblins se traían entre manos pero la escena no les gustaba, sentían en la piel que la magia impregnaba toda la zona. El chaman llego al altar através de toda la alborotada muchedumbre, con un gesto de la mano indico a las hembras que situasen la bandeja sobre la mesa de piedra. El chaman y sus acolitas se situaron a un lado del altar mientras que el resto de las asquerosas criaturas observaban la escena desde cierta distancia, como asustados o mas bien atemorizados. Las hembras colocaron la bandeja sobre el altar. Galades pudo ver como el velo que tapaba su contenido se retorcía con rápidos movimientos, no podía imaginarse la horrenda criatura que provocaba tal frenesí entre los goblins. El chaman agarró el velo y con un gesto de mano retiro el oscuro sudario. La conmozion fue atronadora, los goblins se retorcían como alimañas mientras gritaban el nombre sus dioses oscuros. Galades vio a la criatura sobre el altar, y su estupor no le dejaba respirar, la abismal criatura no era mas que un niño humano, poco mas que un recién nacido, seguramente arrancado de las inertes manos de sus padres. Un sacrificio a sus dieses eso era para los goblins los hijos de los hombres, una lagrima se abrió paso a través de su mejilla, asta caer sobre la reluciente armadura, pues sabia que sus hermanos no llegaría antes de que el chaman abriera en dos a la joven criatura.
Pero el chaman no cogio ningún cuchillo, en su lugar comenzó un salmo entre dientes mientra agitaba los brazos de forma frenética pero rítmica, estaba invocando algo.
El aire empezó a vibrar, un portal de otro plano se abrió a sus espaldas, un demonio surgió de la grieta, no por completo, solo la parte superior, su forma terrenal todavía no estaba completa, quizás solo hiciese falta un ultimo sacrificio.
Galades no lo podía permitir, la llegada de esa deforme criatura podría significar el final de todas las tierras del norte. Saltó de la copa del árbol y antes de tocar el suelo sus mortíferas espadas adornaban sus manos. Sus hermanos comprendieron lo que se proponía inmediatamente, aprovechando la sorpresa salio disparada hacia la enorme masa de goblins la mayoría aullando como perros a causa del frenesí otros aullando de dolor con una saeta clavada en el cráneo. Las espadas de Galades le habrían paso a trabes de las bestias, hacia el altar, una lluvia plateada llegaba desde los árboles abriendo camino, sabia que tenia que hacer algo mientras el chaman permanecía indefenso, continuando con su salmo. Tendría que ser rápido para parar la invocación. Cuando levanto la vista hacia el altar pudo ver como el demonio arrancaba un ojo a la joven criatura y se lo metía entre sus fauces, adoptando una forma más corpórea.
Las dos espadas brillaban en plata y sangre. Los goblis más cercanos a los árboles consiguieron reaccionar y sus hermanos ya se encontraban espada en mano defendiéndose de una marea de enemigos. Galades sabía que sus acciones le costarían la vida de todos sus hermanos. Pero no poda permitir que esa demonio irrumpiera en las tierras de lo hombres. Como una exhalación llego al altar y un segundo después la cabeza del chaman reposaba al lado del niño. Lo había conseguido; el portal se cerraba, y el demonio tendría que volver a su plano para siempre. Galades se preparó para morir.
En los últimos instantes de su larga vida solo sintió no poder salvar al niño. La vida de los hombres es tan
corta, deberían tener la oportunidad de luchar.
Los goblis se acercaban, y se pregunto cuantas vidas arrebatarían sus espadas antes de caer. La primera
oleada llegaba, y a su vez un suave silbido le acaricio los oídos. Una flecha se clavaba en el pecho del primero de los goblis. Los elfos llegaban. Rápidamente se agacho y agarro al pequeño, sus hermanos ya
estaban a su lado. La vida de los goblins llagaba a su fin.

El niño no paraba de llorar mientras los sanadores elfos lanzaban sus hechizos de curación, no recuperaría
el ojo, la cicatriz permanecería allí el resto de su vida. Pero los dioses le salvaron, y ocho de sus hermanos murieron en su defensa, algo grande auguraba a ese pequeño; o eso esperaba.

Lalillian ese será su nombre “Hijo de la lucha”.