Ström Jin: La Reunión
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Ström Jin: La Reunión
La luz se abría paso con fuerza entre las ramas de los árboles atravesando al tiempo con suavidad las hojas de palmera que cubrían parte de la vieja casa en que plácidamente descansaba en Sen Jin.
La claridad impactó en mis ojos deslumbrándome hasta el punto de llegar a sobresaltarme lo suficiente como para ponerme en guardia. Acababa de despertarme tras unos extraños sueños sin sentido alguno, incluso para mi naturaleza espiritual. Aún aturdida, contemplaba la estancia en busca de algun posible enemigo o acompañante. No recordaba casi nada de lo sucedido la noche anterior. Tras tomar un licor élfico un tanto extraño, mis recuerdos terminaron por ahogarse a media noche en alguna posada de Lunargenta junto con un fuerte dolor en el pecho.
Tras una última inspección a mi estancia me puse en pie, y tras un ligero tambaleo, me encaminé hacia el mar en forma lupina, ocultándome entre las pocas sombras que dejaba el amanecer, murmurando – ezto me paza pod fiadme de loz marditoz erfoz…-
No tenía tareas lo suficientemente urgentes para esa mañana, por lo que me tomé mi tiempo chapoteando en el agua y acicalando mi azulada melena
[…]
Este último detalle, no dejaba de llamarme la atención, pues tras mi llegada al otro mundo, Terrallende, mi físico había sufrido algunos cambios involuntarios.
Mi aspecto se había vuelto más duro y agresivo, mi pelo blanco como la nieve había adquirido una nueva tonalidad azulada oscura, rozando el negro, al tiempo que aumentara considerablemente su longitud, por lo que no me quedaba más remedio que llevarlo trenzado.
Tal hecho no me habría preocupado demasiado (ya que debido a mi naturaleza se daban estos casos) de no ser por encontrar a los maestros algo nerviosos debido a los rumores que circulaban por las ciudades a cerca de una rebelión de no muertos, antes bien controlados.
Procuraban mantener el secreto, pero en los tiempos que corrían por Azeroth, era harto difícil
[…]
Una vez estuve lo suficientemente aseada y despejada, me dirigí hacia los establos y recogí a mi fiel compañero Setzh, un raptor azulado, cubierto con una lustrosa armadura verdosa y dorada.
Tras un gesto de afecto y complicidad, subi en su lomo y me encaminé a la capital, Orgrimmar, donde sería partícipe de las novedades del día mientras tomaba algo de carne de talbuk ahumado con hidromiel y pan con bayas lunares.
Mi entrada a la ciudad a un trote pausado, no despertó la mayor atención de sus habitantes, pues muchos combatientes y fieles de Thrall llegaban a diario para reponer fuerzas y continuar la marcha o bien con importantes mensajes de todos los rincones del mundo.
Me dirigí a una de las posadas de la ciudad y me senté a comer.
No había pasado demasiado tiempo desde que me hallaba allí, cuando entraron por la puerta dos mensajeros. Se trataban de un renegado y un orco. No les presté mayor atención según cruzaron el umbral. Lo más probable es que viniesen en busca de descanso tras su trabajo.
A los pocos minutos, un resplandor procedente de la puerta llamó mi atención – menudo día llevo, a ezte pazo me quedo zin vizta…- para chafar mis vagas ilusiones de tener un día agradable o al menos comenzarlo de tal manera.
Se trataba de un elfo sanguinario. A decir verdad, estos personajes no despertaban en mi grandes simpatías, entre otras cosas porque no comprendía que orgullo podría suponer para un guerrero el hecho de lucir un arma o armadura lustrosas y sin signo alguno de batalla tal que muescas, restos de sangre o tal vez alguna vaga mancha de óxido.
Tenía toda la apariencia de ser un servidor de la luz, o un “apuesto caballero” como solían autodenominarse, aunque en la mayoría de los casos no fuese así.
Se quedó plantado en el umbral de la puerta contemplando la estancia a través de sus relucientes ojos de color verdoso que hacían que más de una humana perdiese la cabeza. Parecía buscar algo o quizás alguien.
Seguí comiendo a pesar de la molestia por el olor procedente de aquel ser con aromas florales y dulzones, que se adherían a tus fosas nasales como si fueran resina de árbol. Por suerte, este nauseabundo olor encontraba una compensación al lado de algún que otro no muerto que se hallaba en la estancia y que miraba incluso con más repugnancia que yo la presencia de los elfos.
Estaba tan sumida en mis pensamientos y en mi desayuno, que no me percate de que estaba siendo observada demasiado cerca por alguien. Alcé la vista y caí en la cuenta de que el elfo que se quedara en el umbral con anterioridad, se había sentado en mi mesa sin mediar palabra (cosa extraña, pues padecían de verborrea aguda) y me observaba con atención.
- oh, dios…él no…- pensé con amargura
Antes de que pudiera protestar o indignarme ante tal actitud, el elfo comenzó a soltar su discurso:
- Mis disculpas bella dama trol. Siento no haberos pedido permiso para tomar asiento en la mesa que nos hallamos, pero sabía que de buen grado aceptaríais. Ninguna de las bellas damas que éste mundo nos ha proporcionado puede resistirse a los encantos de tan apuesto caballero. Milady – agarró mi mano con intención de besarla…pero obviamente besó el aire - …no os hagais la difícil, sé que me deseais.
Dicho esto, hizo gala de una blanca, reluciente y perfectamente alineada sonrisa al tiempo que me guiñaba un ojo y proseguía con su monólogo.
- Ya no recordais a tan apuesto caballero? A juzgar por vuestra sorpresa, diría que es tal la admiración que despierto en vos, que sin palabras os he dejado, bella dama.
En la pausa mental que hice para evitar en medida de lo posible comenzar a romperle cosas en la cabeza al paladín, me preguntaba le haría venir en mi búsqueda. Bien es cierto que un perro sería más rápido y eficaz, pero por suerte, aún les teníamos en más alta estima a estos dulces animalitos que a este tipo de caballeros.
- En cualquier caso, mi bella Stromy…-hizo una breve pausa al ver mi expresión por llamarme de tal manera – tranquila pequeña, no cedais tan pronto a vuestros salvajes impulsos trols, sé que me amais con locura. Pero venía en calidad de mensajero. Por supuesto me han escogido para tal fin, este caballero es el mejor en cualquier tarea encomendada y han de desprenderse de mi en algún momento, pues sus impulsos cederían ante tal maravilla por exposición prolongada.
Era el momento más adecuado para romperle una silla en la cabeza, por ejemplo, pero todavía no sabía en qué consistía dicho mensaje y quien sabe, podría tener gran importancia a pesar de su mensajero.
- Como os decía, mi bella Stromy, antes de que os vieseis embelesada por MI, Urtoroth Lobopálido me ha encomendado la tarea de informaros que en pocos días hemos de reunirnos en el Refugio Roca del Sol, pues tiene prevista una reunión con todos los miembros pertenecientes a Recios, pero desconozco cual es el fin de la misma. Debeis acompañarme, querida. Oh, pero que estoy diciendo? Sé que me acompañareis, no podríais evitarlo. No existe traba alguna en que termineis vuestro almuerzo, no tenemos que partir de inmediato pero tampoco deberíamos demorarnos.
Tras proferir un hondo y ansiado suspiro, pedí algo más de beber. En éste caso se trataría de Bourbon, pues aguantar a Sergestus durante un largo viaje con esos “delirios de grandeza”, por llamarle de alguna manera, no era nada sencillo.
- ¡Dichozo Paladín! – exclamé para mis adentros
- Vamonoz Zedgeztuz, cuanto antez noz pongamoz en madcha, antez llegademoz a nueztdo deztino – dije amargamente
- Se de buen grado, mi preciosa Stromy, que anhelais quedaros a solas cuanto antes con tan apuesto caballero, pero debeis disculparme, pues esta bella dama ha reclamado mis atenciones – dijo con una enorme sonrisa, al tiempo que señalaba a la tabernera; una fémina de raza orca y facciones marcadas, quien no parecia tener ni un solo atisbo de la paciencia que yo tenía con el elfo.
Algo cansada ya de tantas tonterías, salí por las calles de Orgrimmar en dirección al vuelo, llevando a Setzh a mi lado. Si Sergestus terminaba pronto sus adulaciones matutinas, era probable que aún a riesgo de matar a su zancudo por el galope, llegase a tiempo al vuelo.
La claridad impactó en mis ojos deslumbrándome hasta el punto de llegar a sobresaltarme lo suficiente como para ponerme en guardia. Acababa de despertarme tras unos extraños sueños sin sentido alguno, incluso para mi naturaleza espiritual. Aún aturdida, contemplaba la estancia en busca de algun posible enemigo o acompañante. No recordaba casi nada de lo sucedido la noche anterior. Tras tomar un licor élfico un tanto extraño, mis recuerdos terminaron por ahogarse a media noche en alguna posada de Lunargenta junto con un fuerte dolor en el pecho.
Tras una última inspección a mi estancia me puse en pie, y tras un ligero tambaleo, me encaminé hacia el mar en forma lupina, ocultándome entre las pocas sombras que dejaba el amanecer, murmurando – ezto me paza pod fiadme de loz marditoz erfoz…-
No tenía tareas lo suficientemente urgentes para esa mañana, por lo que me tomé mi tiempo chapoteando en el agua y acicalando mi azulada melena
[…]
Este último detalle, no dejaba de llamarme la atención, pues tras mi llegada al otro mundo, Terrallende, mi físico había sufrido algunos cambios involuntarios.
Mi aspecto se había vuelto más duro y agresivo, mi pelo blanco como la nieve había adquirido una nueva tonalidad azulada oscura, rozando el negro, al tiempo que aumentara considerablemente su longitud, por lo que no me quedaba más remedio que llevarlo trenzado.
Tal hecho no me habría preocupado demasiado (ya que debido a mi naturaleza se daban estos casos) de no ser por encontrar a los maestros algo nerviosos debido a los rumores que circulaban por las ciudades a cerca de una rebelión de no muertos, antes bien controlados.
Procuraban mantener el secreto, pero en los tiempos que corrían por Azeroth, era harto difícil
[…]
Una vez estuve lo suficientemente aseada y despejada, me dirigí hacia los establos y recogí a mi fiel compañero Setzh, un raptor azulado, cubierto con una lustrosa armadura verdosa y dorada.
Tras un gesto de afecto y complicidad, subi en su lomo y me encaminé a la capital, Orgrimmar, donde sería partícipe de las novedades del día mientras tomaba algo de carne de talbuk ahumado con hidromiel y pan con bayas lunares.
Mi entrada a la ciudad a un trote pausado, no despertó la mayor atención de sus habitantes, pues muchos combatientes y fieles de Thrall llegaban a diario para reponer fuerzas y continuar la marcha o bien con importantes mensajes de todos los rincones del mundo.
Me dirigí a una de las posadas de la ciudad y me senté a comer.
No había pasado demasiado tiempo desde que me hallaba allí, cuando entraron por la puerta dos mensajeros. Se trataban de un renegado y un orco. No les presté mayor atención según cruzaron el umbral. Lo más probable es que viniesen en busca de descanso tras su trabajo.
A los pocos minutos, un resplandor procedente de la puerta llamó mi atención – menudo día llevo, a ezte pazo me quedo zin vizta…- para chafar mis vagas ilusiones de tener un día agradable o al menos comenzarlo de tal manera.
Se trataba de un elfo sanguinario. A decir verdad, estos personajes no despertaban en mi grandes simpatías, entre otras cosas porque no comprendía que orgullo podría suponer para un guerrero el hecho de lucir un arma o armadura lustrosas y sin signo alguno de batalla tal que muescas, restos de sangre o tal vez alguna vaga mancha de óxido.
Tenía toda la apariencia de ser un servidor de la luz, o un “apuesto caballero” como solían autodenominarse, aunque en la mayoría de los casos no fuese así.
Se quedó plantado en el umbral de la puerta contemplando la estancia a través de sus relucientes ojos de color verdoso que hacían que más de una humana perdiese la cabeza. Parecía buscar algo o quizás alguien.
Seguí comiendo a pesar de la molestia por el olor procedente de aquel ser con aromas florales y dulzones, que se adherían a tus fosas nasales como si fueran resina de árbol. Por suerte, este nauseabundo olor encontraba una compensación al lado de algún que otro no muerto que se hallaba en la estancia y que miraba incluso con más repugnancia que yo la presencia de los elfos.
Estaba tan sumida en mis pensamientos y en mi desayuno, que no me percate de que estaba siendo observada demasiado cerca por alguien. Alcé la vista y caí en la cuenta de que el elfo que se quedara en el umbral con anterioridad, se había sentado en mi mesa sin mediar palabra (cosa extraña, pues padecían de verborrea aguda) y me observaba con atención.
- oh, dios…él no…- pensé con amargura
Antes de que pudiera protestar o indignarme ante tal actitud, el elfo comenzó a soltar su discurso:
- Mis disculpas bella dama trol. Siento no haberos pedido permiso para tomar asiento en la mesa que nos hallamos, pero sabía que de buen grado aceptaríais. Ninguna de las bellas damas que éste mundo nos ha proporcionado puede resistirse a los encantos de tan apuesto caballero. Milady – agarró mi mano con intención de besarla…pero obviamente besó el aire - …no os hagais la difícil, sé que me deseais.
Dicho esto, hizo gala de una blanca, reluciente y perfectamente alineada sonrisa al tiempo que me guiñaba un ojo y proseguía con su monólogo.
- Ya no recordais a tan apuesto caballero? A juzgar por vuestra sorpresa, diría que es tal la admiración que despierto en vos, que sin palabras os he dejado, bella dama.
En la pausa mental que hice para evitar en medida de lo posible comenzar a romperle cosas en la cabeza al paladín, me preguntaba le haría venir en mi búsqueda. Bien es cierto que un perro sería más rápido y eficaz, pero por suerte, aún les teníamos en más alta estima a estos dulces animalitos que a este tipo de caballeros.
- En cualquier caso, mi bella Stromy…-hizo una breve pausa al ver mi expresión por llamarme de tal manera – tranquila pequeña, no cedais tan pronto a vuestros salvajes impulsos trols, sé que me amais con locura. Pero venía en calidad de mensajero. Por supuesto me han escogido para tal fin, este caballero es el mejor en cualquier tarea encomendada y han de desprenderse de mi en algún momento, pues sus impulsos cederían ante tal maravilla por exposición prolongada.
Era el momento más adecuado para romperle una silla en la cabeza, por ejemplo, pero todavía no sabía en qué consistía dicho mensaje y quien sabe, podría tener gran importancia a pesar de su mensajero.
- Como os decía, mi bella Stromy, antes de que os vieseis embelesada por MI, Urtoroth Lobopálido me ha encomendado la tarea de informaros que en pocos días hemos de reunirnos en el Refugio Roca del Sol, pues tiene prevista una reunión con todos los miembros pertenecientes a Recios, pero desconozco cual es el fin de la misma. Debeis acompañarme, querida. Oh, pero que estoy diciendo? Sé que me acompañareis, no podríais evitarlo. No existe traba alguna en que termineis vuestro almuerzo, no tenemos que partir de inmediato pero tampoco deberíamos demorarnos.
Tras proferir un hondo y ansiado suspiro, pedí algo más de beber. En éste caso se trataría de Bourbon, pues aguantar a Sergestus durante un largo viaje con esos “delirios de grandeza”, por llamarle de alguna manera, no era nada sencillo.
- ¡Dichozo Paladín! – exclamé para mis adentros
- Vamonoz Zedgeztuz, cuanto antez noz pongamoz en madcha, antez llegademoz a nueztdo deztino – dije amargamente
- Se de buen grado, mi preciosa Stromy, que anhelais quedaros a solas cuanto antes con tan apuesto caballero, pero debeis disculparme, pues esta bella dama ha reclamado mis atenciones – dijo con una enorme sonrisa, al tiempo que señalaba a la tabernera; una fémina de raza orca y facciones marcadas, quien no parecia tener ni un solo atisbo de la paciencia que yo tenía con el elfo.
Algo cansada ya de tantas tonterías, salí por las calles de Orgrimmar en dirección al vuelo, llevando a Setzh a mi lado. Si Sergestus terminaba pronto sus adulaciones matutinas, era probable que aún a riesgo de matar a su zancudo por el galope, llegase a tiempo al vuelo.
Última edición por Jënna el Miér 12 Nov 2008, 21:37, editado 1 vez
Ztromy- Forjador de Holocrones
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Re: Ström Jin: La Reunión
Había rellenado un odre con un poco de vino bastante fuerte y me disponía a catarlo en espera de Sergestus en el punto de vuelo, cuando desde las sombras apareció su hermana Shilvara, quien me quitó el odre de las manos al tiempo que meneaba la cabeza:
- Vamos Stromy, levantate – el hecho de que ambos me llamasen así indicaba algún parentesco, pues no se parecían lo más mínimo- o piensas presentarte a una reunión oficial de esta guisa?
- Apadta zucia erfa…no tengaz que zentid miz hachaz zobde tu adodada y dubia melena…hic! – dije en tono bastante hostil y visiblemente ebrio.
- Si, ya pasó, pequeña – añadió la elfa en tono maternal – vamos…
Se vió obligada a esquivar algunos de mis aspavientos en su contra y en consecuencia, a dejarme inconsciente para poder hacer lo que debía. Cuidarme.
Ella tampoco me gustaba demasiado, pero el hecho de que me salvase la vida en algunas ocasiones hacía que me diese menos repelus que el resto de los elfos. También ayudaba a ello, el “cariño” que teniamos a su hermano, Sergestus, pero supongo que ese hecho era compartido por más de un Recio, al igual que la unión que entre todos teníamos, mucho más allá de las misiones a favor de la horda de Thrall.
Oía muchas voces, pero no lograba identificar claramente a quien pertenecían. Seguía con los ojos cerrados. No sabía donde me encontraba, pero estaba a gusto. Me limité a escuchar, pues varios seres parecían poblar la estancia y hablar entre susurros:
- La verdad es que no creí que le afectase tanto esta vez. Cuando recibió la noticia no parecía importarle demasiado – dijo una voz suave y melodiosa
- Esta mañana tenía mucho peor aspecto, querida “Dulce”. No deja de insistir en que la culpa de todo este asunto es de mi hermano. Es cierto que tiende a ponerse muy pesado con sus galanterías y demás, pero le conozco y no creo que influyese en su decisión. Por otro lado creo que el Pre… - dijo una voz algo más aguda, pero también femenina, la cual enmudeció de golpe.
- Saludos, Recias. Parecía que se hablaba de mi en esta estancia – dijo una voz algo más grave y masculina, con un tono levemente hostil hacia una de las voces
- Es bastante probable – dijo la voz apodada como “Dulce” – pero no siempre ha de equivocarse, Pretor. Hemos de tener en cuenta la situación de la trol, ha enfermado de algo que sólo el tiempo puede tratar
- Se lo que ibas a sugerir, Shilvara y he decidido que serás de gran ayuda. Te ocuparás de la trol. Ha de estar en buenas condiciones, pues se acerca el día y parece no pasar por sus mejores momentos. ¿Serás capaz de retenerla nuevamente ante un ataque de ira? No querría tener dos bajas, pues sabes que si terminara contigo, el siguiente sería tu hermano.
Bueno, al menos ya conocía dos de las voces. Shilvara, Urtoroth y una tal “Dulce”…pero seguía sin entender muy bien que era lo que sucedía. Seguía dormida o en un estado de semi inconsciencia.
- Bien, Dulce, vuelve a la capital. Shilvara se quedará aquí con Ström. Si se presentaran complicaciones, sabeis lo que teneis que hacer.
Se oyeron unos pasos, un roce…habían cerrado la estancia donde me encontraba, supongo que alguna tienda. De nuevo pasos. Una voz comenzó a hablarme.
- ¿Qué vamos a hacer contigo, pequeña? – sin lugar a dudas, era Shilvara – Nunca pensé que este tipo de zalamerías pudiesen hacer mella en alguien como tú, aparentemente tan fuerte… Al menos tengo la esperanza de que te recuperes pronto, nos quedan muchos humanos por matar y mucho hermano mío que soportar.
La verdad, debía estar bastante grave…esa actitud maternal de Shilvara no era nada natural…que sería? No lograba recordar gran cosa…
[…]
De pronto un golpe seco. Un fuerte dolor de cabeza. Abrí los ojos. Estaba tumbada en el suelo ante la atenta mirada de Setzh. Me había dormido en el camino hacia el Refugio. Por alguna extraña razón, no escogí un vuelo directo hacia el mismo y debía llevar rato sobre Setzh en dirección al punto de encuentro.
- Dichoso licor elfo! – exclamé enfadada gritando
Una de las particularidades, según me habían contando hacía algunos años, algunos licores elficos de dudosa calidad, tenían este tipo de efectos secundarios: lagunas mentales acompañadas de pérdidas de consciencia o somnolencia repentina. La verdad es que la mayoría poseían dichas cualidades, pero por separado y no en tanta medida.
Pero, donde se hallaba Sergestus? Acaso no había venido conmigo durante el viaje? Estaba muy desorientada, por lo que comencé a intentar hacer memoria…
Tenía un vago recuerdo sobre la situación: Efectivamente, la tabernera orca de la posada no había tenido la misma paciencia que yo en aguantar al paladín, por lo que según salí de la taberna, le dejó inconsciente en el suelo de un golpe con una silla. A juzgar por mi actitud, seguramente resolví en dejarle allí, pues su actitud cuando despertase, no podría ser otra que seguir en la misma con la tabernera.
- Vamos Stromy, levantate – el hecho de que ambos me llamasen así indicaba algún parentesco, pues no se parecían lo más mínimo- o piensas presentarte a una reunión oficial de esta guisa?
- Apadta zucia erfa…no tengaz que zentid miz hachaz zobde tu adodada y dubia melena…hic! – dije en tono bastante hostil y visiblemente ebrio.
- Si, ya pasó, pequeña – añadió la elfa en tono maternal – vamos…
Se vió obligada a esquivar algunos de mis aspavientos en su contra y en consecuencia, a dejarme inconsciente para poder hacer lo que debía. Cuidarme.
Ella tampoco me gustaba demasiado, pero el hecho de que me salvase la vida en algunas ocasiones hacía que me diese menos repelus que el resto de los elfos. También ayudaba a ello, el “cariño” que teniamos a su hermano, Sergestus, pero supongo que ese hecho era compartido por más de un Recio, al igual que la unión que entre todos teníamos, mucho más allá de las misiones a favor de la horda de Thrall.
Oía muchas voces, pero no lograba identificar claramente a quien pertenecían. Seguía con los ojos cerrados. No sabía donde me encontraba, pero estaba a gusto. Me limité a escuchar, pues varios seres parecían poblar la estancia y hablar entre susurros:
- La verdad es que no creí que le afectase tanto esta vez. Cuando recibió la noticia no parecía importarle demasiado – dijo una voz suave y melodiosa
- Esta mañana tenía mucho peor aspecto, querida “Dulce”. No deja de insistir en que la culpa de todo este asunto es de mi hermano. Es cierto que tiende a ponerse muy pesado con sus galanterías y demás, pero le conozco y no creo que influyese en su decisión. Por otro lado creo que el Pre… - dijo una voz algo más aguda, pero también femenina, la cual enmudeció de golpe.
- Saludos, Recias. Parecía que se hablaba de mi en esta estancia – dijo una voz algo más grave y masculina, con un tono levemente hostil hacia una de las voces
- Es bastante probable – dijo la voz apodada como “Dulce” – pero no siempre ha de equivocarse, Pretor. Hemos de tener en cuenta la situación de la trol, ha enfermado de algo que sólo el tiempo puede tratar
- Se lo que ibas a sugerir, Shilvara y he decidido que serás de gran ayuda. Te ocuparás de la trol. Ha de estar en buenas condiciones, pues se acerca el día y parece no pasar por sus mejores momentos. ¿Serás capaz de retenerla nuevamente ante un ataque de ira? No querría tener dos bajas, pues sabes que si terminara contigo, el siguiente sería tu hermano.
Bueno, al menos ya conocía dos de las voces. Shilvara, Urtoroth y una tal “Dulce”…pero seguía sin entender muy bien que era lo que sucedía. Seguía dormida o en un estado de semi inconsciencia.
- Bien, Dulce, vuelve a la capital. Shilvara se quedará aquí con Ström. Si se presentaran complicaciones, sabeis lo que teneis que hacer.
Se oyeron unos pasos, un roce…habían cerrado la estancia donde me encontraba, supongo que alguna tienda. De nuevo pasos. Una voz comenzó a hablarme.
- ¿Qué vamos a hacer contigo, pequeña? – sin lugar a dudas, era Shilvara – Nunca pensé que este tipo de zalamerías pudiesen hacer mella en alguien como tú, aparentemente tan fuerte… Al menos tengo la esperanza de que te recuperes pronto, nos quedan muchos humanos por matar y mucho hermano mío que soportar.
La verdad, debía estar bastante grave…esa actitud maternal de Shilvara no era nada natural…que sería? No lograba recordar gran cosa…
[…]
De pronto un golpe seco. Un fuerte dolor de cabeza. Abrí los ojos. Estaba tumbada en el suelo ante la atenta mirada de Setzh. Me había dormido en el camino hacia el Refugio. Por alguna extraña razón, no escogí un vuelo directo hacia el mismo y debía llevar rato sobre Setzh en dirección al punto de encuentro.
- Dichoso licor elfo! – exclamé enfadada gritando
Una de las particularidades, según me habían contando hacía algunos años, algunos licores elficos de dudosa calidad, tenían este tipo de efectos secundarios: lagunas mentales acompañadas de pérdidas de consciencia o somnolencia repentina. La verdad es que la mayoría poseían dichas cualidades, pero por separado y no en tanta medida.
Pero, donde se hallaba Sergestus? Acaso no había venido conmigo durante el viaje? Estaba muy desorientada, por lo que comencé a intentar hacer memoria…
Tenía un vago recuerdo sobre la situación: Efectivamente, la tabernera orca de la posada no había tenido la misma paciencia que yo en aguantar al paladín, por lo que según salí de la taberna, le dejó inconsciente en el suelo de un golpe con una silla. A juzgar por mi actitud, seguramente resolví en dejarle allí, pues su actitud cuando despertase, no podría ser otra que seguir en la misma con la tabernera.
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Re: Ström Jin: La Reunión
Completamente desorientada y bastante cansada me aproximaba al Refugio Roca del Sol. No recordaba nada del viaje. En teoría debería de haber tomado un vuelo que me llevaría con rapidez hacia mi destino, pero por alguna extraña razón era Setz quien me llevaba hacia el mismo.
Me detuve ante los guardias, quienes me miraron con una mezcla de indiferencia y curiosidad; tras dejarme pasar, pude escuchar como entre ellos comentaban:
- Debe de tratarse de un nuevo miembro, pues no le había visto en ninguna de las reuniones anteriores… - comentó uno
- Quien sabe…parece mentira que no sepas como funcionan ellos… – dijo el otro al tiempo que daba un codazo a su compañero tras advertir mi atención.
Me detuve ante la posada donde antes de poder desmontar, la posadera me indicó que no me establecería allí, sino en la montaña que se encontraba detrás.
Tras proferir un hondo suspiro, me recoloqué en mi montura y seguí el camino indicado con parsimonia mientras contemplaba el lugar en busca de algún conocido.
Según bordeaba la última curva que seguía hacia esa “meseta” donde nos estableceríamos, pude observar un gran orco apostado en una piedra. No se inmutó ante mi llegada, parecía tener la vista perdida en el horizonte.
- Habéis llegado más pronto de lo que esperaba, joven trol – dijo con voz ronca – viaje sin contratiempos?
- La veddad no decueddo mucho del mizmo… - dije con cierta timidez
- Después de todo no se hasta que punto habrá sido un acierto mandar a Sergestus de mensajero…por cierto, donde está?
Me encogí de hombros y acto seguido di unos toquecitos a Setz en el lomo, para que se acomodase y descansase del viaje.
- La última vez que decueddo vedle intentaba engatuzad a una tabedneda odca en nueztra capital…como ziempre que tiene ocasión… - refunfuñé
- Como os dije en alguna ocasión, hay que aceptarle tal y como es, pues aunque sea elfo y en ocasiones un poco repelente, no deja de ser un Recio – dijo con bastante seriedad el orco – y a mi entender, creo que conoces las normas…verdad, Ström? – finalizó en tono burlón
- Oh..dizculpad…pdetod…no le habia deconocido… - enmendé visiblemente avergonzada – pero…zi…conozco laz nodmaz…y de no zed Recio…no zedía tan tolerante con el… - finalicé algo más calmada
El orco soltó un par de risotadas y se giró levemente hacia mi.
- Deberias descansar…no tienes buen aspecto. En las tiendas que ves encontraras lo necesario para un buen descanso.
Asentí.
Urtoroth se giró de nuevo y siguió mirando al horizonte.
Examiné desde mi posición todas las tiendas que allí se encontraban. Elegí una al azar y tras entrar en la misma, caí rendida al momento.
Los primeros rayos de sol de la mañana se colaban por las rendijas mal tejidas que formaban la tienda donde descansaba.
Como era costumbre en mi y para desperezarme mejor, adopte forma lupina y tras estirarme convenientemente dentro de la tienda, me dirigí al exterior.
Observé la roca donde el día anterior había estado vigilante Urtoroth. Se hallaba vacía, por lo que me aproximé con cautela para contemplar la vista y de paso investigar el motivo por el cual nadie hacia guardia en el lugar.
Apenas había tomado posición en la misma, cuando un golpe seco me dejó atontada nuevamente.
Cuando más o menos recuperé la conciencia, unos ojos verdes me contemplaban a la par que una enorme sonrisa se dibujaba en el rostro del portador.
Se trataba de Shilvara y sus “delicadas” bienvenidas.
[…]
Era una elfa de escultural cuerpo enfundado en minúsculas prendas de cuero, siempre bien combinadas con todo complemento que luciese y sin descuidar en momento alguno la “utilidad” de las mismas en batalla.
Su cabello, de un color claro casi blanquecino, caía hasta la altura de su pecho realzando una vez más sus atributos femeninos de los cuales hacía gala siempre que podía.
Desde hacía tiempo, mucho antes de mí llegada a los Recios, y a pesar de tratarse de una elfa, habíamos tenido muy buen trato. No es que comenzásemos con buen pie, desde luego, pero su extraña preocupación tras salvarme de un humano con no muy buenas intenciones hacia mí, la había hecho merecedora de una gran confianza por mi parte.
[…]
En cuanto me repuse algo más del “susto” inicial, salte sobre la desprevenida jovencita derribándola al suelo para darle un par de lametones en su pálida tez.
- Quita bicho! – decía una y otra vez entre carcajadas y aspavientos
No nos habíamos dado cuenta de que la escena estaba siendo observada con una mezcla de atención y súplica por parte del Pretor al tiempo que decía:
- Y aún no han llegado el resto…menuda reunión nos espera esta vez…
Se dio la vuelta y volvió a acomodarse en su piedra.
Entre risas, mi compañera, me condujo camino a la posada previo paso por la charca que se encontraba en medio del refugio, pues sabía de mis costumbres.
- Querida – dijo con su melodiosa y cálida voz – te espero en la posada, tenemos mucho de que hablar
- Enzeguida eztadé allí – contesté con rapidez
A pesar de estar en el refugio, sabía que estaría atenta a todos mis movimientos sin perderme un segundo de vista.
De un salto, me sumergí en la charca y tras unos minutos, me senté sobre las aguas mientras sacudía mi pelaje adoptando forma trol nuevamente, con la compañía únicamente de mis “escasas” ropas tribales.
Me encontraba en medio de mis meditaciones cuando volví a escuchar un golpe seco y tras el mismo me vi cubierta de agua nuevamente mientras escuchaba las carcajadas de Shilvara en la orilla. No interrumpía nunca mis meditaciones salvo en caso de emergencia, por lo que abrí los ojos expectante.
- A mi no me ha hecho gdazia ninguna…erfa pija – rezongaba un trol mientras intentaba no ahogarse
- Querido, si estuvieses más atento a tus enseñanzas en lugar de a lo que no has de atender por el momento, no te pasarían estas cosas – continuó Shilvara aún entre risas
- Pero… - atisbé a decir
- No le recuerdas, Stromi? – comenzó la elfa
- No me llamez azi… - dije con cierta desaprobación – pero…er cazo ez que me rezulta mu familiad…
- Puez clado… - dijo el trol casi sin aliento mientras salía del agua – fui yo quien te recibió antez de formad padte de la “familia” – suspiró – ziempde tan dezpiztada…
- Oh…amigo Jadalay…dezde que padtizteiz la mayoría hacia er nuevo mundo…cazi no doy cuenta de quienez zoiz…miz dizculpaz – dije haciendo una reverencia al trol aun sobre las aguas.
- Dejate de fodmalizmoz ahoda. Idé a ved al pdetod. Buen día, zeñodita y...erfa
Tras la marcha del compañero, nos dirigimos a la posada donde finalmente comenzamos con nuestras andanzas entre risas y jarras de hidromiel y cerveza enana, pues en aquellos momentos el licor elfico no era santo de mi devocion.
*Nota* Puede haber alguna incoherencia respecto al ultimo relato debido al "tiempo" de publicación y creación de ambos.
Me detuve ante los guardias, quienes me miraron con una mezcla de indiferencia y curiosidad; tras dejarme pasar, pude escuchar como entre ellos comentaban:
- Debe de tratarse de un nuevo miembro, pues no le había visto en ninguna de las reuniones anteriores… - comentó uno
- Quien sabe…parece mentira que no sepas como funcionan ellos… – dijo el otro al tiempo que daba un codazo a su compañero tras advertir mi atención.
Me detuve ante la posada donde antes de poder desmontar, la posadera me indicó que no me establecería allí, sino en la montaña que se encontraba detrás.
Tras proferir un hondo suspiro, me recoloqué en mi montura y seguí el camino indicado con parsimonia mientras contemplaba el lugar en busca de algún conocido.
Según bordeaba la última curva que seguía hacia esa “meseta” donde nos estableceríamos, pude observar un gran orco apostado en una piedra. No se inmutó ante mi llegada, parecía tener la vista perdida en el horizonte.
- Habéis llegado más pronto de lo que esperaba, joven trol – dijo con voz ronca – viaje sin contratiempos?
- La veddad no decueddo mucho del mizmo… - dije con cierta timidez
- Después de todo no se hasta que punto habrá sido un acierto mandar a Sergestus de mensajero…por cierto, donde está?
Me encogí de hombros y acto seguido di unos toquecitos a Setz en el lomo, para que se acomodase y descansase del viaje.
- La última vez que decueddo vedle intentaba engatuzad a una tabedneda odca en nueztra capital…como ziempre que tiene ocasión… - refunfuñé
- Como os dije en alguna ocasión, hay que aceptarle tal y como es, pues aunque sea elfo y en ocasiones un poco repelente, no deja de ser un Recio – dijo con bastante seriedad el orco – y a mi entender, creo que conoces las normas…verdad, Ström? – finalizó en tono burlón
- Oh..dizculpad…pdetod…no le habia deconocido… - enmendé visiblemente avergonzada – pero…zi…conozco laz nodmaz…y de no zed Recio…no zedía tan tolerante con el… - finalicé algo más calmada
El orco soltó un par de risotadas y se giró levemente hacia mi.
- Deberias descansar…no tienes buen aspecto. En las tiendas que ves encontraras lo necesario para un buen descanso.
Asentí.
Urtoroth se giró de nuevo y siguió mirando al horizonte.
Examiné desde mi posición todas las tiendas que allí se encontraban. Elegí una al azar y tras entrar en la misma, caí rendida al momento.
Los primeros rayos de sol de la mañana se colaban por las rendijas mal tejidas que formaban la tienda donde descansaba.
Como era costumbre en mi y para desperezarme mejor, adopte forma lupina y tras estirarme convenientemente dentro de la tienda, me dirigí al exterior.
Observé la roca donde el día anterior había estado vigilante Urtoroth. Se hallaba vacía, por lo que me aproximé con cautela para contemplar la vista y de paso investigar el motivo por el cual nadie hacia guardia en el lugar.
Apenas había tomado posición en la misma, cuando un golpe seco me dejó atontada nuevamente.
Cuando más o menos recuperé la conciencia, unos ojos verdes me contemplaban a la par que una enorme sonrisa se dibujaba en el rostro del portador.
Se trataba de Shilvara y sus “delicadas” bienvenidas.
[…]
Era una elfa de escultural cuerpo enfundado en minúsculas prendas de cuero, siempre bien combinadas con todo complemento que luciese y sin descuidar en momento alguno la “utilidad” de las mismas en batalla.
Su cabello, de un color claro casi blanquecino, caía hasta la altura de su pecho realzando una vez más sus atributos femeninos de los cuales hacía gala siempre que podía.
Desde hacía tiempo, mucho antes de mí llegada a los Recios, y a pesar de tratarse de una elfa, habíamos tenido muy buen trato. No es que comenzásemos con buen pie, desde luego, pero su extraña preocupación tras salvarme de un humano con no muy buenas intenciones hacia mí, la había hecho merecedora de una gran confianza por mi parte.
[…]
En cuanto me repuse algo más del “susto” inicial, salte sobre la desprevenida jovencita derribándola al suelo para darle un par de lametones en su pálida tez.
- Quita bicho! – decía una y otra vez entre carcajadas y aspavientos
No nos habíamos dado cuenta de que la escena estaba siendo observada con una mezcla de atención y súplica por parte del Pretor al tiempo que decía:
- Y aún no han llegado el resto…menuda reunión nos espera esta vez…
Se dio la vuelta y volvió a acomodarse en su piedra.
Entre risas, mi compañera, me condujo camino a la posada previo paso por la charca que se encontraba en medio del refugio, pues sabía de mis costumbres.
- Querida – dijo con su melodiosa y cálida voz – te espero en la posada, tenemos mucho de que hablar
- Enzeguida eztadé allí – contesté con rapidez
A pesar de estar en el refugio, sabía que estaría atenta a todos mis movimientos sin perderme un segundo de vista.
De un salto, me sumergí en la charca y tras unos minutos, me senté sobre las aguas mientras sacudía mi pelaje adoptando forma trol nuevamente, con la compañía únicamente de mis “escasas” ropas tribales.
Me encontraba en medio de mis meditaciones cuando volví a escuchar un golpe seco y tras el mismo me vi cubierta de agua nuevamente mientras escuchaba las carcajadas de Shilvara en la orilla. No interrumpía nunca mis meditaciones salvo en caso de emergencia, por lo que abrí los ojos expectante.
- A mi no me ha hecho gdazia ninguna…erfa pija – rezongaba un trol mientras intentaba no ahogarse
- Querido, si estuvieses más atento a tus enseñanzas en lugar de a lo que no has de atender por el momento, no te pasarían estas cosas – continuó Shilvara aún entre risas
- Pero… - atisbé a decir
- No le recuerdas, Stromi? – comenzó la elfa
- No me llamez azi… - dije con cierta desaprobación – pero…er cazo ez que me rezulta mu familiad…
- Puez clado… - dijo el trol casi sin aliento mientras salía del agua – fui yo quien te recibió antez de formad padte de la “familia” – suspiró – ziempde tan dezpiztada…
- Oh…amigo Jadalay…dezde que padtizteiz la mayoría hacia er nuevo mundo…cazi no doy cuenta de quienez zoiz…miz dizculpaz – dije haciendo una reverencia al trol aun sobre las aguas.
- Dejate de fodmalizmoz ahoda. Idé a ved al pdetod. Buen día, zeñodita y...erfa
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