Origen de Recios en Star Wars.
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Origen de Recios en Star Wars.
Pues si el otro texto es la presentación... esta es una primera y posible aproximación a la historia y sus orígenes.
Se aceptan modificaciones, propuestas y por supuesto aportaciones.
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El humo y las cenizas se pegaban a la armadura potenciada del soldado de asalto que vigilaba, desde una ventana, la calle que daba al edificio que servía de improvisado refugio en el que se había establecido junto con los restos de su unidad y algunos combatientes, civiles y jedis.
No se volvió para mirar a los que estaban en la misma habitación. Lo único que importaba era seguir vivos y para eso no debían encontrarles.
En un silencio solamente roto por el sonido de los susurros, recordaba las horas precedentes; cuando todo se había ido a la mierda por correo urgente.
Los siths habían traicionado a la República. Mientras una delegación de senadores y jedis estaban en Alderaan para la firma de un tratado de paz, la flota sith al completo había bajado del hiperespacio justo ante Coruscant y la habían bombardeado casi hasta los mismos cimientos y ahora, de las zonas más altas de la ciudad, únicamente quedaban ruinas, fuego y cenizas.
Habían cortado sus comunicaciones y aislado las diferentes secciones de defensa planetaria. Habían desembarcado tropas y droides como para invadir todo el planeta.
Les habían cogido por las orejas y dado por el culo. A ellos y a la República.
Su unidad había sido asignada a defender el corredor Myrk; una zona prácticamente residencial y de alta clase hotelera. Un objetivo poco importante a primera vista; hasta que se convirtió en la vía de escape o de repliegue tanto de militares como de civiles o incluso jedis.
Nadie les había preparado para ello. No había habido ni una sola comunicación acerca de que su zona iba a ser usada para ello. De hecho, desde que la lanzadera les dejara en medio de la calle, no había habido comunicación alguna; pero cuando vio la batalla acercarse y cómo hombres y mujeres eran masacrados en su huída supo que podía pasarse sus órdenes principales por el forro de la armadura.
Vio las explosiones desde lejos. Escuchó los gritos y los disparos desde mucho antes de ver a los que huían o se defendían; pero aún así parecía poco lo que logró.
Había colocado a sus hombres lo mejor que podía. Había fabricado las barricadas que tuvo tiempo; incluso demoliendo paredes de edificios adyacentes para crear un cuello de botella.
Habían convertido en chatarra a casi un centenar de los droides de guerra que cercenaban todo lo que se moviera ante ellos. Habían disparado y bombardeado a tantos sith como habían podido; pero nada había sido suficiente y habían tenido que replegarse hacia los niveles inferiores.
A pesar de todo lo que había hecho, habían podido con ellos.
Y aún podía decir que había tenido suerte cuando, en medio del repliegue, un sith, saltando de forma inhumana sobre la barricada, se había lanzado sobre él y le había reventado su casco de un sablazo, cercenando parte de su oreja y dejando una bonita quemadura en la cara.
Al menos, había podido destriparle con su vibroarma antes de que tuviera una segunda oportunidad.
Las fuerzas sith, que iban penetrando cada vez más en los niveles inferiores, les empujaban y arrinconaban más y más y aunque habían sido capaces de retenerlos y eliminar a varios en algunos puntos, seguían teniendo que replegarse. Y tras cada repliegue que se veía forzado a ordenar, quedaban menos soldados en su unidad y más civiles que proteger. Ya no eran una unidad...ni siquiera el esqueleto de una unidad. Eran un grupo de hombres y mujeres unidos por la necesidad de sobrevivir a ese traicionero ataque y, con suerte, devolver ese mismo golpe en la medida en que su vida y sus fuerzas se lo permitieran.
El viento hizo que una gota de lluvia atravesara la destrozada ventana y golpeó en su hombrera de capitán.
La noche en las zonas altas de Coruscant nunca era fría; o nunca hasta ahora lo había sido y aunque en las zonas inferiores como en la que se encontraban la cosa cambiaba, algo le decía que iba a ser una mala noche. Los sistemas de autoclima habían sido destrozados en la batalla y desde luego reiniciarlos no era la prioridad.
Casi al instante comenzó a llover de forma torrencial y escuchó los movimientos de la gente tras él. Al menos la lluvia confundiría los sensores de calor de los droides o de las naves.
Tranquilizado por ese pensamiento, fue entonces cuando se dio la vuelta y por primera vez se paró a contar y a pensar en el número de personas que dependían de él para su seguridad.
Con lentitud, recorrió los diferentes pisos.
Apenas quedaban una veintena de soldados, más otros cinco en el exterior, como observadores. La munición estaba poco menos que agotada y las armas más pesadas o los explosivos hacía mucho que habían pasado a la historia.
Y en el edificio se hacinaban más de un centenar de civiles de todas las razas. Habitantes tanto de las zonas altas como de las intermedias de la ciudad compartiendo los mismos metros cuadrados.
También había algunos viajeros espaciales; quizá comerciantes o quizá contrabandistas. Trajes de sintecuero o uniformes de compañías de transporte, daba igual. Malencarados y cabreados con ellos mismos y con todo el mundo. Con ellos por haberse quedado aquí y no haber salido perdiendo el culo o por aceptar el trabajo que no debían, con los Sith porque no iban a hacer diferencias a la hora de fusilarlos y con el resto del mundo simplemente por la situación.
Y para su sorpresa, también había jedis. Y no pocos. Caballeros y padawans iban y venían entre los pisos, susurrando entre ellos y confortando en lo que podían a los demás o atendiendo a los heridos.
Su comunicador chasqueó. Los observadores informaban de un pelotón de droides de guerra y tropas sith dirgiéndose hacia ellos.
Ordenó la retirada de los observadores, ajustó la cincha de su fusil bláster y comprobó la carga.
En menos de dos minutos había apostado a sus hombres en las ventanas. A los civiles que podían manejar o tenían armas los situó en barricadas improvisadas en cada piso y hasta ordenó a los propios jedi prepararse para cuando llegara el cuerpo a cuerpo.
El infierno llamaba a sus puertas y él iba a abrirselas.
Y en un edificio semi-derruído, en el segundo sub-nivel de coruscant, tuvo lugar uno de los más crudos enfrentamientos entre las fuerzas sith y la precaria resistencia de la república.
Desde las ventanas llovía el fuego de las armas láser de los asediados y en el suelo y los niveles inferiores del edificio zumbaban los disparos y las armas de mano.
Un enfrentamiento que se saldó con la retirada de los sith tanto por las bajas recibidas como por la firma del tratado de paz y la llegada de refuerzos. Un enfrentamiento del que únicamente queda constancia su final cuando, tras la llegada de los refuerzos, el capitán de la unidad asediada salió del edificio junto con el resto de personas para encontrarse cara a cara con un alto mando al que presentar el informe de los días y las noches que habían pasado combatiendo.
Cuando el general le preguntó a qué compañía pretenecía, el capitán simplemente sonrió.
-Pertenecía a la compañía Fobos, del regimiento 301 de apoyo, señor.-
-Tenía entendido que esa compañía cayó tras los repliegues del primer bombardeo. Se perdió todo contacto y se la dió por muerta.- replicó su interlocutor.
-Es cierto, señor, la compañía cayó aquélla noche.-
-Es sorprendente lo que han logrado resistir dadas sus circunstancias y la carencia de personal y organización militar.-
-Precisamente desde esa noche nos convertimos en una fuerza combinada. La supervivencia ha unido a las personas más allá de toda jerarquía, señor y de hecho, por nuestra resistencia, algunos empezaron a llamarnos Los Recios.-
El general sonrió y asintió y horas despues la orden fue dada.
Se crearía una fuerza combinada, basada en esa misma fuerza original. No estarían estacionados en ningún planeta ni figurarían en rol alguno dentro de la cadena militar de la república. No dependerían de ningún otro mando que del suyo propio y serían enviados allí donde fuera necesaria la actuación de fuerzas de élite.
La unión de las personas era su fuerte y aunque no tenían por qué compartir un objetivo común y ninguno estaba allí por obligación, todos combatirían por el resto de compañeros.
Se aceptan modificaciones, propuestas y por supuesto aportaciones.
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El humo y las cenizas se pegaban a la armadura potenciada del soldado de asalto que vigilaba, desde una ventana, la calle que daba al edificio que servía de improvisado refugio en el que se había establecido junto con los restos de su unidad y algunos combatientes, civiles y jedis.
No se volvió para mirar a los que estaban en la misma habitación. Lo único que importaba era seguir vivos y para eso no debían encontrarles.
En un silencio solamente roto por el sonido de los susurros, recordaba las horas precedentes; cuando todo se había ido a la mierda por correo urgente.
Los siths habían traicionado a la República. Mientras una delegación de senadores y jedis estaban en Alderaan para la firma de un tratado de paz, la flota sith al completo había bajado del hiperespacio justo ante Coruscant y la habían bombardeado casi hasta los mismos cimientos y ahora, de las zonas más altas de la ciudad, únicamente quedaban ruinas, fuego y cenizas.
Habían cortado sus comunicaciones y aislado las diferentes secciones de defensa planetaria. Habían desembarcado tropas y droides como para invadir todo el planeta.
Les habían cogido por las orejas y dado por el culo. A ellos y a la República.
Su unidad había sido asignada a defender el corredor Myrk; una zona prácticamente residencial y de alta clase hotelera. Un objetivo poco importante a primera vista; hasta que se convirtió en la vía de escape o de repliegue tanto de militares como de civiles o incluso jedis.
Nadie les había preparado para ello. No había habido ni una sola comunicación acerca de que su zona iba a ser usada para ello. De hecho, desde que la lanzadera les dejara en medio de la calle, no había habido comunicación alguna; pero cuando vio la batalla acercarse y cómo hombres y mujeres eran masacrados en su huída supo que podía pasarse sus órdenes principales por el forro de la armadura.
Vio las explosiones desde lejos. Escuchó los gritos y los disparos desde mucho antes de ver a los que huían o se defendían; pero aún así parecía poco lo que logró.
Había colocado a sus hombres lo mejor que podía. Había fabricado las barricadas que tuvo tiempo; incluso demoliendo paredes de edificios adyacentes para crear un cuello de botella.
Habían convertido en chatarra a casi un centenar de los droides de guerra que cercenaban todo lo que se moviera ante ellos. Habían disparado y bombardeado a tantos sith como habían podido; pero nada había sido suficiente y habían tenido que replegarse hacia los niveles inferiores.
A pesar de todo lo que había hecho, habían podido con ellos.
Y aún podía decir que había tenido suerte cuando, en medio del repliegue, un sith, saltando de forma inhumana sobre la barricada, se había lanzado sobre él y le había reventado su casco de un sablazo, cercenando parte de su oreja y dejando una bonita quemadura en la cara.
Al menos, había podido destriparle con su vibroarma antes de que tuviera una segunda oportunidad.
Las fuerzas sith, que iban penetrando cada vez más en los niveles inferiores, les empujaban y arrinconaban más y más y aunque habían sido capaces de retenerlos y eliminar a varios en algunos puntos, seguían teniendo que replegarse. Y tras cada repliegue que se veía forzado a ordenar, quedaban menos soldados en su unidad y más civiles que proteger. Ya no eran una unidad...ni siquiera el esqueleto de una unidad. Eran un grupo de hombres y mujeres unidos por la necesidad de sobrevivir a ese traicionero ataque y, con suerte, devolver ese mismo golpe en la medida en que su vida y sus fuerzas se lo permitieran.
El viento hizo que una gota de lluvia atravesara la destrozada ventana y golpeó en su hombrera de capitán.
La noche en las zonas altas de Coruscant nunca era fría; o nunca hasta ahora lo había sido y aunque en las zonas inferiores como en la que se encontraban la cosa cambiaba, algo le decía que iba a ser una mala noche. Los sistemas de autoclima habían sido destrozados en la batalla y desde luego reiniciarlos no era la prioridad.
Casi al instante comenzó a llover de forma torrencial y escuchó los movimientos de la gente tras él. Al menos la lluvia confundiría los sensores de calor de los droides o de las naves.
Tranquilizado por ese pensamiento, fue entonces cuando se dio la vuelta y por primera vez se paró a contar y a pensar en el número de personas que dependían de él para su seguridad.
Con lentitud, recorrió los diferentes pisos.
Apenas quedaban una veintena de soldados, más otros cinco en el exterior, como observadores. La munición estaba poco menos que agotada y las armas más pesadas o los explosivos hacía mucho que habían pasado a la historia.
Y en el edificio se hacinaban más de un centenar de civiles de todas las razas. Habitantes tanto de las zonas altas como de las intermedias de la ciudad compartiendo los mismos metros cuadrados.
También había algunos viajeros espaciales; quizá comerciantes o quizá contrabandistas. Trajes de sintecuero o uniformes de compañías de transporte, daba igual. Malencarados y cabreados con ellos mismos y con todo el mundo. Con ellos por haberse quedado aquí y no haber salido perdiendo el culo o por aceptar el trabajo que no debían, con los Sith porque no iban a hacer diferencias a la hora de fusilarlos y con el resto del mundo simplemente por la situación.
Y para su sorpresa, también había jedis. Y no pocos. Caballeros y padawans iban y venían entre los pisos, susurrando entre ellos y confortando en lo que podían a los demás o atendiendo a los heridos.
Su comunicador chasqueó. Los observadores informaban de un pelotón de droides de guerra y tropas sith dirgiéndose hacia ellos.
Ordenó la retirada de los observadores, ajustó la cincha de su fusil bláster y comprobó la carga.
En menos de dos minutos había apostado a sus hombres en las ventanas. A los civiles que podían manejar o tenían armas los situó en barricadas improvisadas en cada piso y hasta ordenó a los propios jedi prepararse para cuando llegara el cuerpo a cuerpo.
El infierno llamaba a sus puertas y él iba a abrirselas.
Y en un edificio semi-derruído, en el segundo sub-nivel de coruscant, tuvo lugar uno de los más crudos enfrentamientos entre las fuerzas sith y la precaria resistencia de la república.
Desde las ventanas llovía el fuego de las armas láser de los asediados y en el suelo y los niveles inferiores del edificio zumbaban los disparos y las armas de mano.
Un enfrentamiento que se saldó con la retirada de los sith tanto por las bajas recibidas como por la firma del tratado de paz y la llegada de refuerzos. Un enfrentamiento del que únicamente queda constancia su final cuando, tras la llegada de los refuerzos, el capitán de la unidad asediada salió del edificio junto con el resto de personas para encontrarse cara a cara con un alto mando al que presentar el informe de los días y las noches que habían pasado combatiendo.
Cuando el general le preguntó a qué compañía pretenecía, el capitán simplemente sonrió.
-Pertenecía a la compañía Fobos, del regimiento 301 de apoyo, señor.-
-Tenía entendido que esa compañía cayó tras los repliegues del primer bombardeo. Se perdió todo contacto y se la dió por muerta.- replicó su interlocutor.
-Es cierto, señor, la compañía cayó aquélla noche.-
-Es sorprendente lo que han logrado resistir dadas sus circunstancias y la carencia de personal y organización militar.-
-Precisamente desde esa noche nos convertimos en una fuerza combinada. La supervivencia ha unido a las personas más allá de toda jerarquía, señor y de hecho, por nuestra resistencia, algunos empezaron a llamarnos Los Recios.-
El general sonrió y asintió y horas despues la orden fue dada.
Se crearía una fuerza combinada, basada en esa misma fuerza original. No estarían estacionados en ningún planeta ni figurarían en rol alguno dentro de la cadena militar de la república. No dependerían de ningún otro mando que del suyo propio y serían enviados allí donde fuera necesaria la actuación de fuerzas de élite.
La unión de las personas era su fuerte y aunque no tenían por qué compartir un objetivo común y ninguno estaba allí por obligación, todos combatirían por el resto de compañeros.
Última edición por Buck el Jue 30 Sep 2010, 14:18, editado 1 vez
Buck- Wall of Recios
- Juego : Guild Wars
Clan : Recios...what else? ^^
PJ principal : Adam Kimerik
Antigüedad : 23/06/2008
Mensajes : 5104
Edad : 40
Re: Origen de Recios en Star Wars.
Este es el que se decidio modificar para dejar el otro como intro al clan, ya que este esta muy bien pero es una historia puntual del origen del regimiento, mientras que lo que se buscaba era algo mas generico, y por eso termino siendo el informe que habeis leido en el otro hilo.
Invitado- Invitado
Re: Origen de Recios en Star Wars.
Necesito que me hagáis un favor ... es fácil =P
Buscar imágenes para adornar e ilustrar ese texto, que así "en bruto" queda algo soso. ^^u
Buscar imágenes para adornar e ilustrar ese texto, que así "en bruto" queda algo soso. ^^u
Buck- Wall of Recios
- Juego : Guild Wars
Clan : Recios...what else? ^^
PJ principal : Adam Kimerik
Antigüedad : 23/06/2008
Mensajes : 5104
Edad : 40
Re: Origen de Recios en Star Wars.
a ver...
Trooper
sigo buscando
Trooper
sigo buscando
Schere- Moderador
- Juego : SWtOR
Clan : Recios .... hay otro?
PJ principal : Cortez
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Mensajes : 2615
Edad : 46
Re: Origen de Recios en Star Wars.
Muevo este hilo al subforo de Rol
¿No habría que poner ahí la intro esa que hizo Damba to'chula estilo StarWars?
enjoy it
¿No habría que poner ahí la intro esa que hizo Damba to'chula estilo StarWars?
enjoy it
Re: Origen de Recios en Star Wars.
Esa la incluyó Dorian en reclutamiento (en su post), creo que ahí le pega más ^_^ElPater escribió:¿No habría que poner ahí la intro esa que hizo Damba to'chula estilo StarWars?
hyuuga_shi- Tio cansino
- Clan : Recios
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