Vhaldemar "El Desdichado"
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Vhaldemar "El Desdichado"
EL PERSONAJE
Destellos del pasado, vagos recuerdos de lo que una vez fue vida y que ahora se torna en oscuridad permanente. Sobre la roca fría y húmeda de aquella cripta se amontonaban los cadáveres de todo un pueblo, pueblo azotado por la más cruel y terrible de las muertes, corrompidos desde el interior, destruidos en su esencia y esclavizados para toda la eternidad, ¿o no?
La cripta permanecía inmóvil, solo el rítmico sonido de una gota al precipitarse desde el techo rompía el silencio. La llama de una antorcha crepitaba en uno de los laterales de la sala. Una rata asomó el hocico desde una de las grietas de la cripta. Permaneció así unos instantes, como si estuviese considerando la posibilidad de enfrentarse a alguien allí, calculando la distancia hasta su botín. Pero el único rastro de vida era una polilla que se agitaba erráticamente cerca de la llama y ella misma. De un brinco comenzó una carrera como si la vida le fuese en ello, sorteando cuerpos desmembrados, descompuestos. Subió por un torso huesudo y llegó hasta lo que en tiempos fue la cabeza de alguien, arrancando de su misma faz el único ojo que quedaba en aquel rostro, un ojo blanco y marchito, reseco y consumido. Y entonces un estertor de vida se alzó sobre la muerte misma, un grito desgarrador que recorrió toda la sala. Aquella rata abandonó su botín y desapareció entre la roca. Sus temores estaban fundados.
La sala volvió a quedar en silencio, hasta que una forma comenzó a dibujarse entre las sombras. Lo que antes yacía muerto ahora se levantaba como si la vida se hubiese abierto camino de nuevo pero ¿dónde? Ni carne ni sangre, solo el vacío, la no-muerte. Aquella forma grotesca, cuerpo descarnado apenas cubierto por una túnica mortuoria, raída y deshilachada comenzó a moverse de manera torpe, recuperando una movilidad perdida. Avanzó con dificultas, tropezando una y mil veces con los cuerpos amontonados hasta que llegó a la pared. Su mano desnuda recorrió la piedra inerte y guió al resto del cuerpo. Solo un hilo de luz iluminaba la escalera que daba acceso a la salida, pero era inútil para aquel ser, puesto que las cuencas de sus ojos habían sido vaciadas por el tiempo y las alimañas.
------------
Bueno, pues aunque mi personaje principal apenas es nivel 43 y todavía me queda mucho que hacer y aprender con él, me he creado a este no-muerto brujo, encantador y sastre para ir desarrollándolo poco a poco pero de una manera más compleja y profunda. Quiero desarrollar a este personaje, en lo que a rol se refiere, mucho más de lo que lo he hecho de momento con Tárahenión. Irá más lento pero ¿quién tiene prisa?
El motivo de su "nacimiento" es por un lado es que desde el primer momento me llamó la atención el papel de no-muerto brujo, aunque sopesando el tiempo del que disponía y la forma en la que estaba acostumbrado a jugar a otros juegos como Diablo me hizo decidirme por un cazador. Pero sería una pena no disfrutar de todas las posibilidades que nos ofrece World of Warcraft, ¿verdad? El segundo motivo, más materialista, es que me venía bien un personaje con la profesión de "Encantamientos", ya que soy un adicto a la casa de subastas y hay mucho objetos más valiosos por cómo están hechos, que el propio objeto en sí.... :twisted:
Lo dicho, a ratos lo iré desarrollando... solo espero que os guste su historia y que tengáis una lectura amena de vez en cuando.
Saludos desde la cripta de Tirisfal
Destellos del pasado, vagos recuerdos de lo que una vez fue vida y que ahora se torna en oscuridad permanente. Sobre la roca fría y húmeda de aquella cripta se amontonaban los cadáveres de todo un pueblo, pueblo azotado por la más cruel y terrible de las muertes, corrompidos desde el interior, destruidos en su esencia y esclavizados para toda la eternidad, ¿o no?
La cripta permanecía inmóvil, solo el rítmico sonido de una gota al precipitarse desde el techo rompía el silencio. La llama de una antorcha crepitaba en uno de los laterales de la sala. Una rata asomó el hocico desde una de las grietas de la cripta. Permaneció así unos instantes, como si estuviese considerando la posibilidad de enfrentarse a alguien allí, calculando la distancia hasta su botín. Pero el único rastro de vida era una polilla que se agitaba erráticamente cerca de la llama y ella misma. De un brinco comenzó una carrera como si la vida le fuese en ello, sorteando cuerpos desmembrados, descompuestos. Subió por un torso huesudo y llegó hasta lo que en tiempos fue la cabeza de alguien, arrancando de su misma faz el único ojo que quedaba en aquel rostro, un ojo blanco y marchito, reseco y consumido. Y entonces un estertor de vida se alzó sobre la muerte misma, un grito desgarrador que recorrió toda la sala. Aquella rata abandonó su botín y desapareció entre la roca. Sus temores estaban fundados.
La sala volvió a quedar en silencio, hasta que una forma comenzó a dibujarse entre las sombras. Lo que antes yacía muerto ahora se levantaba como si la vida se hubiese abierto camino de nuevo pero ¿dónde? Ni carne ni sangre, solo el vacío, la no-muerte. Aquella forma grotesca, cuerpo descarnado apenas cubierto por una túnica mortuoria, raída y deshilachada comenzó a moverse de manera torpe, recuperando una movilidad perdida. Avanzó con dificultas, tropezando una y mil veces con los cuerpos amontonados hasta que llegó a la pared. Su mano desnuda recorrió la piedra inerte y guió al resto del cuerpo. Solo un hilo de luz iluminaba la escalera que daba acceso a la salida, pero era inútil para aquel ser, puesto que las cuencas de sus ojos habían sido vaciadas por el tiempo y las alimañas.
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Bueno, pues aunque mi personaje principal apenas es nivel 43 y todavía me queda mucho que hacer y aprender con él, me he creado a este no-muerto brujo, encantador y sastre para ir desarrollándolo poco a poco pero de una manera más compleja y profunda. Quiero desarrollar a este personaje, en lo que a rol se refiere, mucho más de lo que lo he hecho de momento con Tárahenión. Irá más lento pero ¿quién tiene prisa?
El motivo de su "nacimiento" es por un lado es que desde el primer momento me llamó la atención el papel de no-muerto brujo, aunque sopesando el tiempo del que disponía y la forma en la que estaba acostumbrado a jugar a otros juegos como Diablo me hizo decidirme por un cazador. Pero sería una pena no disfrutar de todas las posibilidades que nos ofrece World of Warcraft, ¿verdad? El segundo motivo, más materialista, es que me venía bien un personaje con la profesión de "Encantamientos", ya que soy un adicto a la casa de subastas y hay mucho objetos más valiosos por cómo están hechos, que el propio objeto en sí.... :twisted:
Lo dicho, a ratos lo iré desarrollando... solo espero que os guste su historia y que tengáis una lectura amena de vez en cuando.
Saludos desde la cripta de Tirisfal
Invitado- Invitado
Re: Vhaldemar "El Desdichado"
Muhahahaha, bienvenido a las sombras compañero. Descubriras sensaciones de las que no tenias conocimiento hasta ahora... como que un picaro vaya siempre a por ti! xDDD
Mola la historia y ya sabes a disfrutar ^_^
Mola la historia y ya sabes a disfrutar ^_^
Invitado- Invitado
Re: Vhaldemar "El Desdichado"
Capítulo II - ¡AL LADRÓN!
“¡Verduras, verduras frescas!” – gritó la verdulera desde su puesto – “¡Las mejores de Lordaeron!”. La plaza del mercado estaba a rebosar. El único sitio donde se mezclaba nobleza, clero y vulgo en un mosaico de colores, sonidos. Una dama, ataviada con un traje de seda claro y un enorme sombrero paseaba unos pasos por delante de la que parecía su sirvienta, cargada con una pesada cesta llena de frutas y unos panes. Unos críos que cruzan corriendo por delante de ellas se detienen ante un pequeño guiñol donde se representa un viejo cuento de caballeros y princesas. Al fondo, un trovador canta historias delante de un viejo sombrero donde unas pocas monedas de cobre quizás le permitan comer caliente ese día. El bullicio es intenso, a penas se le oye, pero allí está, en medio del gentío que pasa a su lado empujándole hasta casi hacerle perder el equilibrio. Así es la ciudad.
Sin embargo, en todo aquel bullicio, había un escondrijo donde Malak intentaba pasar desapercibido. No había comido desde hacía un par de días, tiempo que su maltrecho estómago se encargaba de recordarle a cada momento. Contaba con apenas 18 años, 10 de los cuales había estado solo pues era huérfano. Una oscura noche de invierno, cuando ni las bestias del bosque se atrevían a salir, una muchedumbre embravecida se presentó en su casa llevándose a sus padres al grito de “¡brujos!”. No los volvió a ver nunca más, pero las cenizas aún humeantes de la plaza que vio al día siguiente le dejaron bien claro lo que había pasado.
Tras aquel puesto de frutas y verduras, donde la tendera se desgañitaba intentando no volver con ellas a casa, se amontonaban un montón de cajas de madera, algunas rotas por el paso del tiempo, tiradas de cualquier manera. No era el mejor sitio, pero desde allí quizás tuviera una oportunidad. Oculto tras una capa raída se acercó muy lentamente al extremo del puesto donde lucía una magnífica cesta de manzanas rojas, lustrosas, brillantes. Una patrulla de guardias cruzó al lado y en un discreto gesto Malak se volvió como si la cosa no fuera con el, dándole golpecitos con el pie a una piedra como si su única intención fuera pasar el rato. Los siguió con la mirada unos instantes, pero no tardaron en perderse entre la multitud. Era el momento, el callejón detrás del puesto estaba despejado, la tendera ocupada atendiendo a su negocio donde unos niños jugueteaban con unas zanahorias por mucho que su madre intentaba impedírselo. Malak se acercó a las manzanas con su mano larga y huesuda fruto de la inanición, pero quiso la mala fortuna que en ese mismo instante la tendera se girara para echar mano de ellas. Pillado con las manos en la masa, la tendera y Malak se quedaron mirándose fijamente, como detenidos en el tiempo, tiempo que echo de nuevo a andar cuando la tendera gritó – “¡Al ladrón!”.
Ni siquiera las había llegado a tocar, pero eso a la tendera le daba igual y a los guardias seguro que mucho menos, así que sin pensárselo dos veces saltó por encima de las cajas corriendo como si su vida dependiese de ello, pues así sería si lo cogían. Los guardias aparecieron de entre la multitud, abriéndose paso entre la muchedumbre que procuraba apartarse a su paso, llevándose un buen golpe cuando no lo conseguían. Llegaron al puesto y ya libres del gentío aumentó su paso. Malak corría por los callejones vacíos, podía escuchar los gritos de los guardias detrás, el sonido de sus botas de malla chocando fuertemente contra el suelo empedrado, estaban cerca, otro callejón a la derecha. Entró en él, quizás los guardias no hubiesen doblado la última esquina antes de que entrase, igual no lo vieron. Siguió corriendo pero al final se detuvo en seco, no había salida. Se ocultó tras un monte de basura que apenas le tapaba. Los pasos a la carrera sonaban cada vez más fuerte, la respiración de Malak entrecortada delataría su posición por lo fuerte que era. Entonces una puerta se abrió detrás de él y una mano lo arrastró dentro de la casa.
“Maldito crío, conseguirás que nos descubran...” – Su vista todavía no se había acostumbrado a la oscuridad presente en la sala y fue lo único que alcanzó a escuchar mientras intentaba protegerse la cabeza, pues aquellas manos que lo habían arrastrado dentro ahora lo zarandeaban como si fuese un trapo al que sacudir el polvo. Fuera dejaron de oírse los pasos de los guardias, había pasado el peligro, o quizás no. Ahora Malak ya podía empezar a distinguir donde se encontraba, una sala pequeña, un par de antorchas casi apagadas del que apenas manaba un hilo de luz. En la sala había al menos seis personas de las cuales no distinguió el rostro, pues se ocultaban tras una capucha espesa al que seguía un hábito del que colgaba un fino cinturón. Uno de aquellos encapuchados se le acercó, mientras los otros cinco susurraban algo entre ellos.
- “Tu cara me suena... sí, sí... tu eres Malak, como has crecido” – dijo aquella voz – “... si me hubiesen preguntado te hubiese dado por muerto, pero no, aquí estás. Es curioso...”. Malak permaneció en silencio, con los ojos abiertos como platos intentando buscar una salida, pero al mismo tiempo intrigado, ¿qué ocultaban aquellas personas?. Aquel que le había reconocido se retiró junto con los demás, Malak consiguió arrastrarse hasta una de las esquinas de la sala. Los otros hablaban entre ellos, aunque tan bajo que no pudo distinguir lo que decían. Entonces el grupo alzó la mirada hacia Malak, agazapado en aquella esquina, se volvieron y siguieron hablando.
Llevan un buen rato así, y Malak ya buscaba la manera de salir de allí. Las seis figuras entonces se levantaron y se dirigieron hacia él – “Serás uno de los nuestros, lo llevas en la sangre”. Malak no alcanzaba a comprender en ese instante a qué se referían, pero entonces comenzaron a contarle historias de sus padres, historias de venganza, de brujería, historias de poderes en las sombras y del día en que al fin serían libres. Sin darse cuenta estaba a punto de convertirse en un miembro del Culto de los Malditos, ya escuchaba aquella voz en su cabeza.
“¡Verduras, verduras frescas!” – gritó la verdulera desde su puesto – “¡Las mejores de Lordaeron!”. La plaza del mercado estaba a rebosar. El único sitio donde se mezclaba nobleza, clero y vulgo en un mosaico de colores, sonidos. Una dama, ataviada con un traje de seda claro y un enorme sombrero paseaba unos pasos por delante de la que parecía su sirvienta, cargada con una pesada cesta llena de frutas y unos panes. Unos críos que cruzan corriendo por delante de ellas se detienen ante un pequeño guiñol donde se representa un viejo cuento de caballeros y princesas. Al fondo, un trovador canta historias delante de un viejo sombrero donde unas pocas monedas de cobre quizás le permitan comer caliente ese día. El bullicio es intenso, a penas se le oye, pero allí está, en medio del gentío que pasa a su lado empujándole hasta casi hacerle perder el equilibrio. Así es la ciudad.
Sin embargo, en todo aquel bullicio, había un escondrijo donde Malak intentaba pasar desapercibido. No había comido desde hacía un par de días, tiempo que su maltrecho estómago se encargaba de recordarle a cada momento. Contaba con apenas 18 años, 10 de los cuales había estado solo pues era huérfano. Una oscura noche de invierno, cuando ni las bestias del bosque se atrevían a salir, una muchedumbre embravecida se presentó en su casa llevándose a sus padres al grito de “¡brujos!”. No los volvió a ver nunca más, pero las cenizas aún humeantes de la plaza que vio al día siguiente le dejaron bien claro lo que había pasado.
Tras aquel puesto de frutas y verduras, donde la tendera se desgañitaba intentando no volver con ellas a casa, se amontonaban un montón de cajas de madera, algunas rotas por el paso del tiempo, tiradas de cualquier manera. No era el mejor sitio, pero desde allí quizás tuviera una oportunidad. Oculto tras una capa raída se acercó muy lentamente al extremo del puesto donde lucía una magnífica cesta de manzanas rojas, lustrosas, brillantes. Una patrulla de guardias cruzó al lado y en un discreto gesto Malak se volvió como si la cosa no fuera con el, dándole golpecitos con el pie a una piedra como si su única intención fuera pasar el rato. Los siguió con la mirada unos instantes, pero no tardaron en perderse entre la multitud. Era el momento, el callejón detrás del puesto estaba despejado, la tendera ocupada atendiendo a su negocio donde unos niños jugueteaban con unas zanahorias por mucho que su madre intentaba impedírselo. Malak se acercó a las manzanas con su mano larga y huesuda fruto de la inanición, pero quiso la mala fortuna que en ese mismo instante la tendera se girara para echar mano de ellas. Pillado con las manos en la masa, la tendera y Malak se quedaron mirándose fijamente, como detenidos en el tiempo, tiempo que echo de nuevo a andar cuando la tendera gritó – “¡Al ladrón!”.
Ni siquiera las había llegado a tocar, pero eso a la tendera le daba igual y a los guardias seguro que mucho menos, así que sin pensárselo dos veces saltó por encima de las cajas corriendo como si su vida dependiese de ello, pues así sería si lo cogían. Los guardias aparecieron de entre la multitud, abriéndose paso entre la muchedumbre que procuraba apartarse a su paso, llevándose un buen golpe cuando no lo conseguían. Llegaron al puesto y ya libres del gentío aumentó su paso. Malak corría por los callejones vacíos, podía escuchar los gritos de los guardias detrás, el sonido de sus botas de malla chocando fuertemente contra el suelo empedrado, estaban cerca, otro callejón a la derecha. Entró en él, quizás los guardias no hubiesen doblado la última esquina antes de que entrase, igual no lo vieron. Siguió corriendo pero al final se detuvo en seco, no había salida. Se ocultó tras un monte de basura que apenas le tapaba. Los pasos a la carrera sonaban cada vez más fuerte, la respiración de Malak entrecortada delataría su posición por lo fuerte que era. Entonces una puerta se abrió detrás de él y una mano lo arrastró dentro de la casa.
“Maldito crío, conseguirás que nos descubran...” – Su vista todavía no se había acostumbrado a la oscuridad presente en la sala y fue lo único que alcanzó a escuchar mientras intentaba protegerse la cabeza, pues aquellas manos que lo habían arrastrado dentro ahora lo zarandeaban como si fuese un trapo al que sacudir el polvo. Fuera dejaron de oírse los pasos de los guardias, había pasado el peligro, o quizás no. Ahora Malak ya podía empezar a distinguir donde se encontraba, una sala pequeña, un par de antorchas casi apagadas del que apenas manaba un hilo de luz. En la sala había al menos seis personas de las cuales no distinguió el rostro, pues se ocultaban tras una capucha espesa al que seguía un hábito del que colgaba un fino cinturón. Uno de aquellos encapuchados se le acercó, mientras los otros cinco susurraban algo entre ellos.
- “Tu cara me suena... sí, sí... tu eres Malak, como has crecido” – dijo aquella voz – “... si me hubiesen preguntado te hubiese dado por muerto, pero no, aquí estás. Es curioso...”. Malak permaneció en silencio, con los ojos abiertos como platos intentando buscar una salida, pero al mismo tiempo intrigado, ¿qué ocultaban aquellas personas?. Aquel que le había reconocido se retiró junto con los demás, Malak consiguió arrastrarse hasta una de las esquinas de la sala. Los otros hablaban entre ellos, aunque tan bajo que no pudo distinguir lo que decían. Entonces el grupo alzó la mirada hacia Malak, agazapado en aquella esquina, se volvieron y siguieron hablando.
Llevan un buen rato así, y Malak ya buscaba la manera de salir de allí. Las seis figuras entonces se levantaron y se dirigieron hacia él – “Serás uno de los nuestros, lo llevas en la sangre”. Malak no alcanzaba a comprender en ese instante a qué se referían, pero entonces comenzaron a contarle historias de sus padres, historias de venganza, de brujería, historias de poderes en las sombras y del día en que al fin serían libres. Sin darse cuenta estaba a punto de convertirse en un miembro del Culto de los Malditos, ya escuchaba aquella voz en su cabeza.
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