El retorno al dolor
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El retorno al dolor
Abrí los ojos antes que los goznes medio oxidados de la puerta de mi habitación chirriaran advirtiendo que el servicio de la posada hacía ya gala de su precisión al despertar a sus residentes tal como solicitaban, apenas había podido dormir aquella noche presa del entusiasmo por la idea de regresar a mi hogar junto a mi familia que tantos años hacía que no sabía nada y me deshice de mi manta con un ágil salto para ponerme en pie y estirarme, presto a continuar mi camino lo antes posible.
-Disculpadme mi señor... pero... -Una ruborizada doncella se tapaba en la entrada de la sala-, creo que deberiais mirar la ropa que llevais antes de dar un salto tan enérgico de vuestra cama.
Caí en la cuenta que el calor de la noche había sido sofocante y me había provocado aligerar mi indumentaria nocturna hasta quedar completamente descubierto, tapando unicamente una porción de mi pecho debido a mi suelto y largo pelo. Sonreí ante la situación divertida y busqué la forma de calmar a la pobre sirviente avergonzada:
-Os pido disculpas, no era mi intención poneros en una situación tan violenta, pero me extraña que os ruboriceis tanto, pues con vuestra belleza debería ser yo quien se debería sentir incómodo -aproveché para taparme para poder relajar la situación y la despedí con educación para poder poner en orden mis ideas-. Por lo demás, agradezco vuestros servicios y decidle al posadero que bajaré en breves para pagarle y así continuar sin más agravios.
Tras un gesto de asentimiento y mientras se retiraba soltando un suspiro, me quedé de nuevo a solas, con lo que me dispuse a vestirme lo más rápido posible y poder bajar a tomar un frugal desayuno, apenas tenía hambre y no quería perder tiempo ahora que estaba tan cerca.
Tras dar cuenta a la comida, pagar por mi estancia y dedicarle unos comentarios más a la doncella para relajarla, salí a los establos en busca de mi corcel Khyr'Atod, "Crin brillo de estrella" en mi idioma natal, el cual había sido un regalo de mis maestros de orden tras superar con éxito mis duros y largos entrenamientos. Con todo mi orgullo y con la cabeza bien alta, espoleé a Khyr para comenzar la marcha.
Aún a pesar del rápido trote que seguía, no pude evitar contemplar el cambiante paisaje que empezaba a rodearme, el peculiar desierto de Durotar, cuya belleza oculta sólo era apreciable para aquellos que habían vivido en él y supiesen descubrir sus lugares más especiales. Pronto estaría en Orgrimmar y los recuerdos de mi partida años atrás, cuando prometí a mi padre Giltha'Anas que me convertiría en un caballero de la orden de la luz sagrada como lo era él, aunque tardara siglos en conseguirlo. Mi deseo de mostrarle en que se había convertido su hijo menor me empujaba a apresurar mi marcha cada vez más.
También deseaba con intensidad encontrar de nuevo a mi madre Silvara, que tanto lloró por mi partida y que me instaba a quedarme, que se sentía orgullosa de mí aún sin ser un paladín como mi padre, pero ella comprendía que mi camino era inevitable, era lo que más anhelaba en mi interior. También me resultó doloroso separarme de mi hermana mayor, Shilvara, la pobre e inocente que se pasó tanto tiempo admirando mis ya precoces valores morales y mi ética, aprendidos desde la joventud de mi padre, el que fuera mi modelo a seguir y único en bondad y sacrificio, además de profunda devoción a su familia. Aún recuerdo como refunfuñaba con esa dulce carita a la vez que me intentaba dar la espalda en un fútil intento para convencerme de quedarme... como tras emprender la marcha me siguió durante una gran distancia para, con lágrimas en los ojos, darme un gran abrazo de despedida y desearme suerte, prometiéndome que cuidaría de papá y mamá.
Llegué a las puertas de la capital de los nobles orcos, sacando mi capa para mostrarla, pues poseía el emblema de la sagrada orden y cogiendo aire, contesté a la pregunta del centinela apostado en la almena de la muralla, que deseaba saber quién era.
-Abrid las puertas, soy Sergestus Kanan'Anas, hijo de Giltha'Anas, capitán de las tropas de defensa de Orgrimmar y de Silvara Kanan, la dragona que juró proteger a toda raza libre. Abrid las puertas y mandad un emisario para que mis padres y mi hermana sepan que he regresado para quedarme con ellos y que traigo la gracia de la luz sagrada para usarla a vuestro lado.
Una mueca de confusión invadió al orco, seguida por otra que no pude descrifrar, mezcla de cierta duda y miedo, pero aún así, accedió a abrir los portones y permitirme el acceso. Insté a mi montura para un último esfuerzo y me lancé a la carrera dentro de la ciudad en pos de buscarlos a todos, que ganas tenía de abrazarlos de nuevo.
Conforme se difundía la voz sobre mi llegada dentro de los muros, sentí como mi corazón se oprimía sin saber el motivo, intensificado más aún por el incesante espectáculo de caras entristecidas y melancólicas, como si hubiera despertado un antiguo y profundo dolor con mi regreso.
No ví a mi madre surcando el cielo y reflejando el brillo del sol en sus plateadas escamas para venir a buscarme... tampoco ví el pose orgulloso de mi padre salir acompañado de su noble escolta para recibirme... y como si una garra atenazara mi alma, ví a una sombra de lo que fue mi hermana corriendo hacia mí, su rostro era el vivo reflejo de años de angustia y sufrimiento, de culpa que atormentaba hasta en el más recondito lugar de su esencia, sus ojos soltaban lágrimas sin parar y una sombra de instantánea y dolorosa compresión me asaltó de repente.... esas miradas llenas de sufrimiento, de confusión... de muerte.
No necesité escuchar las palabras de mi hermana para saber que mis padres habían muerto, ni tampoco necesité corresponder a su abrazo para comprender todo el sufrimiento que había aguantado, ni hizo falta atender a los relatos de la gente que se reunía a nuestro alrededor para saber como había sido... de eso no tenía ninguna duda, mis padres sólo pudieron morir de una forma, luchando juntos y defendiendo lo que más querían.
Ante el aluvión de sensaciones que recorrían mi cuerpo, las palabras de apoyo que perforaban en mí como cuchillas afiladas y el cansancio del viaje, no pude aguantar más la presión y caí de rodillas presa de la angustia y el dolor, buscando el refugio en mi desolada hermana, la cual acompañe en las lágrimas que ahroa recorrían mi rostro.
Una grande y poderosa mano sujetó mi hombro en un claro gesto de intentar animarme, sin miedo ya a mostrar mi dolor, alcé mis ojos para ver de quién se trataba y contemple al señor de Orgrimmar Thrall frente a mí, poco había llegado a tratar con él pero mi padre siempre me decía que era un gran líder, noble, valiente y orgulloso pero implacable cuando de justicia y muerte se trataba, por eso le prometió su lealtad y su eterna devoción. Con la cara inundada por un gesto de comprensión, me dijo:
-Sergestus, siento que tu regreso a Orgrimmar haya tenido que ser tan dolorosa, tu padre fue un gran Caballero y te aseguro que su muerte fue honorable, luchó hasta el final con valentía y arrojo defediendo la ciudad y los suyos. Seguro que tanto tu madre, que se ganó el respeto de todos, y tu padre, estarían orgullosos de verte convertido en un miembro de la orden. Bienvenido a casa, espero que el dolor que te atenaza lo superes pronto y mantengas en el dulce recuerdo las grandes personas que fueron tus padres, si necesitas algo, sólo pidelo... se fuerte y ánimo.
Así fue mi regreso a casa, con el sabor amargo de la muerte en mi boca, con la incontrolable necesidad de lanzar un grito de furia, con deseos de rendirme al olvido y sin ánimo de enfrentarme a esta cruda realidad. Sólo mi hermana era capaz de infundirme valor, de crear un sentimiento de necesidad de protegerla, de apartarla de todo mal y de hacer lo posible para calmar su culpa, por mi honor que no permitiría que me viera sucumbir al miedo y la frustración, con lo que aún con el llanto invadiendome declaré:
-Shilv... siento no haber podido volver antes, siento mucho que hayas tenido que vivir con esta carga, pero te prometo que no volveré a irme nunca más, que me quedaré a tu lado y te protegeré, que haré que te sientas orgulloso de mí y no descansaré hasta convertirme en todo lo que significaba papá para nosotros, ese símbolo de ética, valores, rectitud, templanza y honor... no permitiré que nuestro nombre se mancille, no aceptaré que nadie dude de nuestra entereza.
Me juré a mi mismo que este iba a ser mi hogar, que aquí continuaría el camino sagrado que antaño eligió mi padre, donde mi destino me revelaría lo que me deparaba en el futuro... y no habría más razones para alejarme, aquí me quedaré... y aquí lucharé.
P.D.: Sí, la vida de mi hermano está marcada por el dolor desde su regreso hasta su ¿Fín? .
¡Sed compasivos con el pobre elfo castigado por las penurias de la vida!
-Disculpadme mi señor... pero... -Una ruborizada doncella se tapaba en la entrada de la sala-, creo que deberiais mirar la ropa que llevais antes de dar un salto tan enérgico de vuestra cama.
Caí en la cuenta que el calor de la noche había sido sofocante y me había provocado aligerar mi indumentaria nocturna hasta quedar completamente descubierto, tapando unicamente una porción de mi pecho debido a mi suelto y largo pelo. Sonreí ante la situación divertida y busqué la forma de calmar a la pobre sirviente avergonzada:
-Os pido disculpas, no era mi intención poneros en una situación tan violenta, pero me extraña que os ruboriceis tanto, pues con vuestra belleza debería ser yo quien se debería sentir incómodo -aproveché para taparme para poder relajar la situación y la despedí con educación para poder poner en orden mis ideas-. Por lo demás, agradezco vuestros servicios y decidle al posadero que bajaré en breves para pagarle y así continuar sin más agravios.
Tras un gesto de asentimiento y mientras se retiraba soltando un suspiro, me quedé de nuevo a solas, con lo que me dispuse a vestirme lo más rápido posible y poder bajar a tomar un frugal desayuno, apenas tenía hambre y no quería perder tiempo ahora que estaba tan cerca.
Tras dar cuenta a la comida, pagar por mi estancia y dedicarle unos comentarios más a la doncella para relajarla, salí a los establos en busca de mi corcel Khyr'Atod, "Crin brillo de estrella" en mi idioma natal, el cual había sido un regalo de mis maestros de orden tras superar con éxito mis duros y largos entrenamientos. Con todo mi orgullo y con la cabeza bien alta, espoleé a Khyr para comenzar la marcha.
Aún a pesar del rápido trote que seguía, no pude evitar contemplar el cambiante paisaje que empezaba a rodearme, el peculiar desierto de Durotar, cuya belleza oculta sólo era apreciable para aquellos que habían vivido en él y supiesen descubrir sus lugares más especiales. Pronto estaría en Orgrimmar y los recuerdos de mi partida años atrás, cuando prometí a mi padre Giltha'Anas que me convertiría en un caballero de la orden de la luz sagrada como lo era él, aunque tardara siglos en conseguirlo. Mi deseo de mostrarle en que se había convertido su hijo menor me empujaba a apresurar mi marcha cada vez más.
También deseaba con intensidad encontrar de nuevo a mi madre Silvara, que tanto lloró por mi partida y que me instaba a quedarme, que se sentía orgullosa de mí aún sin ser un paladín como mi padre, pero ella comprendía que mi camino era inevitable, era lo que más anhelaba en mi interior. También me resultó doloroso separarme de mi hermana mayor, Shilvara, la pobre e inocente que se pasó tanto tiempo admirando mis ya precoces valores morales y mi ética, aprendidos desde la joventud de mi padre, el que fuera mi modelo a seguir y único en bondad y sacrificio, además de profunda devoción a su familia. Aún recuerdo como refunfuñaba con esa dulce carita a la vez que me intentaba dar la espalda en un fútil intento para convencerme de quedarme... como tras emprender la marcha me siguió durante una gran distancia para, con lágrimas en los ojos, darme un gran abrazo de despedida y desearme suerte, prometiéndome que cuidaría de papá y mamá.
Llegué a las puertas de la capital de los nobles orcos, sacando mi capa para mostrarla, pues poseía el emblema de la sagrada orden y cogiendo aire, contesté a la pregunta del centinela apostado en la almena de la muralla, que deseaba saber quién era.
-Abrid las puertas, soy Sergestus Kanan'Anas, hijo de Giltha'Anas, capitán de las tropas de defensa de Orgrimmar y de Silvara Kanan, la dragona que juró proteger a toda raza libre. Abrid las puertas y mandad un emisario para que mis padres y mi hermana sepan que he regresado para quedarme con ellos y que traigo la gracia de la luz sagrada para usarla a vuestro lado.
Una mueca de confusión invadió al orco, seguida por otra que no pude descrifrar, mezcla de cierta duda y miedo, pero aún así, accedió a abrir los portones y permitirme el acceso. Insté a mi montura para un último esfuerzo y me lancé a la carrera dentro de la ciudad en pos de buscarlos a todos, que ganas tenía de abrazarlos de nuevo.
Conforme se difundía la voz sobre mi llegada dentro de los muros, sentí como mi corazón se oprimía sin saber el motivo, intensificado más aún por el incesante espectáculo de caras entristecidas y melancólicas, como si hubiera despertado un antiguo y profundo dolor con mi regreso.
No ví a mi madre surcando el cielo y reflejando el brillo del sol en sus plateadas escamas para venir a buscarme... tampoco ví el pose orgulloso de mi padre salir acompañado de su noble escolta para recibirme... y como si una garra atenazara mi alma, ví a una sombra de lo que fue mi hermana corriendo hacia mí, su rostro era el vivo reflejo de años de angustia y sufrimiento, de culpa que atormentaba hasta en el más recondito lugar de su esencia, sus ojos soltaban lágrimas sin parar y una sombra de instantánea y dolorosa compresión me asaltó de repente.... esas miradas llenas de sufrimiento, de confusión... de muerte.
No necesité escuchar las palabras de mi hermana para saber que mis padres habían muerto, ni tampoco necesité corresponder a su abrazo para comprender todo el sufrimiento que había aguantado, ni hizo falta atender a los relatos de la gente que se reunía a nuestro alrededor para saber como había sido... de eso no tenía ninguna duda, mis padres sólo pudieron morir de una forma, luchando juntos y defendiendo lo que más querían.
Ante el aluvión de sensaciones que recorrían mi cuerpo, las palabras de apoyo que perforaban en mí como cuchillas afiladas y el cansancio del viaje, no pude aguantar más la presión y caí de rodillas presa de la angustia y el dolor, buscando el refugio en mi desolada hermana, la cual acompañe en las lágrimas que ahroa recorrían mi rostro.
Una grande y poderosa mano sujetó mi hombro en un claro gesto de intentar animarme, sin miedo ya a mostrar mi dolor, alcé mis ojos para ver de quién se trataba y contemple al señor de Orgrimmar Thrall frente a mí, poco había llegado a tratar con él pero mi padre siempre me decía que era un gran líder, noble, valiente y orgulloso pero implacable cuando de justicia y muerte se trataba, por eso le prometió su lealtad y su eterna devoción. Con la cara inundada por un gesto de comprensión, me dijo:
-Sergestus, siento que tu regreso a Orgrimmar haya tenido que ser tan dolorosa, tu padre fue un gran Caballero y te aseguro que su muerte fue honorable, luchó hasta el final con valentía y arrojo defediendo la ciudad y los suyos. Seguro que tanto tu madre, que se ganó el respeto de todos, y tu padre, estarían orgullosos de verte convertido en un miembro de la orden. Bienvenido a casa, espero que el dolor que te atenaza lo superes pronto y mantengas en el dulce recuerdo las grandes personas que fueron tus padres, si necesitas algo, sólo pidelo... se fuerte y ánimo.
Así fue mi regreso a casa, con el sabor amargo de la muerte en mi boca, con la incontrolable necesidad de lanzar un grito de furia, con deseos de rendirme al olvido y sin ánimo de enfrentarme a esta cruda realidad. Sólo mi hermana era capaz de infundirme valor, de crear un sentimiento de necesidad de protegerla, de apartarla de todo mal y de hacer lo posible para calmar su culpa, por mi honor que no permitiría que me viera sucumbir al miedo y la frustración, con lo que aún con el llanto invadiendome declaré:
-Shilv... siento no haber podido volver antes, siento mucho que hayas tenido que vivir con esta carga, pero te prometo que no volveré a irme nunca más, que me quedaré a tu lado y te protegeré, que haré que te sientas orgulloso de mí y no descansaré hasta convertirme en todo lo que significaba papá para nosotros, ese símbolo de ética, valores, rectitud, templanza y honor... no permitiré que nuestro nombre se mancille, no aceptaré que nadie dude de nuestra entereza.
Me juré a mi mismo que este iba a ser mi hogar, que aquí continuaría el camino sagrado que antaño eligió mi padre, donde mi destino me revelaría lo que me deparaba en el futuro... y no habría más razones para alejarme, aquí me quedaré... y aquí lucharé.
P.D.: Sí, la vida de mi hermano está marcada por el dolor desde su regreso hasta su ¿Fín? .
¡Sed compasivos con el pobre elfo castigado por las penurias de la vida!
Sergestus- Sicario de la Flota
- Juego : WoW
PJ principal : Sergestus
Antigüedad : 07/03/2008
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Edad : 42
Re: El retorno al dolor
"Poderosa y pura, Luz Sagrada, este servidor os honra con el fin de ins... restau...para mostrar...."
Nada, no podía conseguir mantener la concentración en mis oraciones como antaño solía conseguir con suma facilidad, hasta el más sencillo rezo se me atragantaba y me las palabras que debía susurrar se esparcían en mi cabeza sin coherencia alguna. El dolor tras todo lo sucedido aún hacía mella en mí
y no encontraba la forma de aliviarlo, tenía incluso la sensación que la fe que había en mí se había
debilitado por no querer asumir que la muerte de mis padres podría haberse evitado con la intervención divina.
Me levanté y sentí el agudo dolor de mis rodillas tras horas sin éxito de reflexión, mi cuerpo húmedo por el sudor del continuo esfuerzo de la postura de completa sumisión, mi pelo suelto y enmarañado cubriendo mis hombros y parte de mi pecho... y mi rostro avergonzado por la debilidad que estaba inundándome. Una voz familiar me reclamaba a mis espaldas, sin duda se trataba de mi hermana.
-Serges, no deberías seguir castigándote de ese modo, llevas dias que apenas sales de aquí, apenas comes, apenas hablas, apenas duermes, me preocupa sobremanera el modo en que estás abandonándote a un exilio autoimpuesto. Sé que ha sido muy duro enterarte de lo ocurrido de este modo... pero no creo que este sea el camino adecuado que debas seguir. Deberías intentar asumir lo pasado, levantar la cabeza y seguir adelante con las nuevas oportunidades que se te presentan. Y quiero también que sepas que quiero estar a tu lado apoyándote... aunque a mí misma me cueste
también aceptarlo y seguir con esta máscara de indiferencia y desdén con el mundo.
Alcé mis cansados ojos, medio cerrados por el agotamiento que me invadía, una punzada de comprensión recorrió mi ser al posar mi mirada en los ojos de mi hermana... parecía mentira cuanto había cambiado y que fuera una de las primeras veces que la viera como una mujer sensible y frágil y no como esa chiquilla
inmadura e impulsiva que conocía cuando marché.
-Tienes razón Shilv, mi propio código de honor me impide hundirme ante la adversidad... pero es tan doloroso que no me resulta sencillo. De todos modos, te prometo que pasado un tiempo volveré
a ser el que recuerdas y me dedicaré en cuerpo y alma a demostrarlo, confía en mí hermanita.
Shilvara abandonó mi lugar de oración tras darme un beso en la frente en señal de cariño, no dejé de sonreir hasta que la soledad volvió a envolverme y los recuerdos me asaltaron de nuevo. Esa noche necesitaba algo para olvidar...
Creo que no había bebido nunca tanto, a decir verdad, jamás había bebido más que una copa y por ello creo que me afectó tanto. Me pasé la noche de taberna a taberna, nunca había dedicado demasiado tiempo a conocer esos lugares de Orgrimmar pero llegué a recorrermelas todas, aplicando la
misma dinámica, pidiendo una jarra seguida de otra embelesando a las camareras con zamalerías, hasta que me negaban seguir bebiendo en el lugar por pura lástima, así cambiaba de establecimiento hasta que se cansaban de mi de nuevo. A cada trago que daba me sentía más y más desgraciado y
cuando me echaron de la última cantina de la ciudad, tras escupirles y dedicarles unos comentarios poco decorosos me aventuré a las dormidas calles de la gran ciudad orca, en busca de mi cama para poder dormir todo ese veneno que recorría mi sangre.
Algo de improviso me llamó la atención, tras acercarme sin saber muy bien el motivo a la parte más occidental de la ciudad, contemplé una escena peculiar; habían abatido a los centinelas apostados y dos misteriosas figuras estaban zarandeando a una tercera que se encontraba semipostrada en el suelo,
indefensa ante los atacantes, no necesitaba más que mirar la esbelta figura para reconocer a una dama. De repente un fuego en mi interior despertó, una vieja cólera que en alguna ocasion había invadido mi ser se adueñó de mi control y en un abrir y cerrar los ojos me encontraba a la carrera con mi arma en mano hacia los ahora confusos seres que contemplaban como un caballero que parecía no mantenerse en pie se lanzaba contra ellos y gritando en una lengua que ni yo mismo comprendía aunque en parte me resultara familiar:
Sêrdjeriâs kir änshê'rak hüi ere^ui et drîaghad!!!!
Un calor agradable me recorrió por el cuerpo y noté como el alcohol que había acumulado durante toda la noche desaparecía de mi torrente sanguíneo con un cosquilleo de alivio, haciendo que mis facultades volvieran de repente y avivados por esta furia desconocida... pero lo mejor de todo es que era dueño de mí mismo de nuevo.
Embestí contra el primer asaltante que se encontraba en mi camino, intentando de modo fútil bloquear mi ataque con su enorme mazo, volteé todo mi cuerpo apoyando todo el peso en el último momento
sobre el pie izquierdo e impulsándome hacia el lado derecho en una ágil finta que me ayudó a esquivar la hoja del hacha que caía de su compañero. Describiendo un arco abierto con mi espada, sentí como la hoja encontraba su objetivo, mordiendo la carne del pecho del que al desprenderse su capa, pude dislumbrar a un maldito Draenei que se apretó con desesperación la herida en un inútil intento de
conservar la sangre que ahora escapaba en un gran chorro pues lanzando un puntapié al guerrero humano que empuñaba el hacha, pude desequilibrarlo lo suficiente para realizar un nuevo corte en el aire que encontró estaba vez los tentáculos y la posterior garganta del infame ser que cayó desplomado e
inerte al suelo, formando un gran charco de sangre negruzca.
Noté un golpe seco en mi estómago del mango del hacha del humano, haciéndome escapar un suspiro forzado y obligándome a saltar de modo instintivo hacia atrás, a la vez que la afilada hoja cortaba el aire donde apenas un segundo antes se encontraba mi cabeza. Levanté mi rostro buscando sus ojos para clavarle mi mirada llena de odio y allí los encontré, fijos en los mios, irradiando el mismo odio que destilaban los de su estirpe por todo ser perteneciente a la Horda. Nos incorporamos para estudiarnos
el uno al otro, jugueteando con cierto nerviosismo con nuestras armas, evadidos completamente del griterío que se empezaba a formar a nuestro alrededor dando la señal de alarma y entregados al análisis de nuestro contrincante para ofrecernos la opción a sobrevivir.
Era bastante alto, musculoso, sobre metro ochenta y por ello sacándome una cabeza, con el pelo suelto, largo y dejado caer sobre el rostro que reflejaba años de interminables guerras y marcas apenas disimuladas por la abundante barba que le inundaba el rostro. Sus ojos marrones mostraban experiencia y audacia, vigilantes a cualquier movimiento brusco por mi parte. Sé que me estaba analizando también y sé que era consciente de su mayor fortaleza, pero el hecho de haber terminado con la vida de su amigo le impedia dejarse llevar por la situación pues era consciente que aún siendo más débil no iba a resultar un oponente sencillo.
Con un grito inteligible para mí se lanzó enarbolando el hacha sobre su cabeza y dando a entender que iba a asestarme un golpe terrorífico y rápido, por mi parte, avancé de golpe hacia delante para entorpecer el ángulo de su ataque y aprovechar el impulso de su cuerpo y propinarle un buen golpe en la
mandíbula. Antes de darme cuenta se habia detenido en seco y un pie envuelto en metal impactó de lleno en mi rostro, lanzándome hacia atrás a la vez que un gran chorro de sangre escapaba de mi boca y sintiendo como mi mente desfallecía debido al golpe, en vez de entregarme a esa confusión el recuerdo de mis aprendizajes me hizo susurrar la plegaria necesaria para salvar mi vida... "Latum Sacris et valena"
... y una fuerza sagrada envolvió mi cuerpo justo en el momento que el arma de mi enemigo caia con furia sobre mí, resbalando en la superficie de luz que me protegía de todo daño.
Notando como me volvía a despejar aproveché el momento de incertidumbre del humano y extendiendo
mi mano hacia su pecho rogué por el poder sagrado de nuevo con las palabras adecuadas ..."Justica Menae Du Enemias" ... lanzando un torrente de brillo que golpeó en la cabeza de mi contrincante, aturdiéndolo el tiempo necesario como para poder coger con fuerza mi espada y atravesarle el pecho en una estocada acompañada de un grito de furia por mi parte.
No me separé de su convulso cuerpo hasta que sentí que su corazón dejaba de palpitar y oía su último
aliento escapar, saboreando mi propia sangre entre un regocijo de haber cumplido mi deber y la satisfacción de proteger a ... ¡la dama, maldita sea!, me desprendí del despojo humano y con largas zancadas me aproximé a la delgada figura que se abrazaba asustada por el suceso.
-Mi señora, dejadme ver vuestras heridas, no soy especialmente diestro con las artes curativas pero pondré todo mi empeño en cerrar cualquier daño que os hayan infligido esos bárbaros. Espero también que me disculpeis por mi torpeza al no reaccionar antes.
Intentando zafarse de mi interés, hizo unos gestos forzados intentando quitarle importancia a lo ocurrido. Con una voz profunda y con una cadencia similar a las sirenas, intentó evadir mis cuidados.
-No os preocupeis, me encuentro bien, ya me he enfrentado más de una vez a salvajes de la alianza y he sobrevivido en todas ellas, sólo me sorprendieron -La voz le temblaba reflejando su terror- pero
creo que hubiera podido deshacerme de ellos, además sé cuidarme también de mis males... -Calmando un poco su tono añadió-...aunque os agradezco vuestro acto valeroso.
Haciendo caso omiso a su negación a recibir ayuda, le hice de apoyo para levantarse y procedí a inspeccionar cualquier golpe o magulladura que pudiera tener ya que no presentaba señales de cortes o heridas profundas. No dejó en ningún momento de mostrar su resistencia a ser atendida y parecía que desconfiara de mi preocupación por su bienestar. Con voz suave y conciliadora le hice comprender que sólo deseaba asegurarme que estuviera en perfectas condiciones, que no quería hacerle ningún daño, a la vez que exploraba sus manos y muñecas, cuya piel suave me recordaba al terciopelo, y descubría su rostro bajo la capucha que la ocultaba quedando totalmente en evidencia al sorprenderme de lo que ví, su largo pelo rojizo cayendo con elegancia hasta más allá de sus hombros, sus ojos grandes y brillantes que refulgían con un verde intenso y lleno de emociones, una tez delicada y que parecía que sólo mereciese ser acariciada por la brisa por sus rasgos tan suaves y que le conferían un aspecto a aquel rostro que me recordó a un ángel. Había conocido muchas damiselas en mis andares por el mundo, pero jamás me había encontrado con una criatura tan bella.
Y bien caballero, ¿vais a quedaros con esa expresión toda la noche o vais a permitirme que vaya a informar a nuestro señor Thrall?, como podeis ver no me llegaron a herir, así que vuestra actuación fue lo más rápida de lo que pensabais, os agradezco de nuevo vuestras atenciones, pero ahora debo partir... buenas noches... apuesto paladín.
Antes que pudiera reaccionar, me encontré con que la dama se había alejado acompañada por el sonido del ondear de su túnica ahora a la vista, mostrando su rango de sacerdotisa dentro de la orden de la Luz Sagrada. A una poca distancia, se giró de nuevo y con una sonrisa risueña exclamó:
Por cierto, me suelen llamar 'Dulce', tal vez nos volvamos a encontrar por aquí. Buenas noches y gracias
por todo valiente y misterioso caballero.
Respiré hondo y cargándome de valor contesté con satisfacción:
A mi se me conoce como Sergestus mi dama, noble seguidor de la Luz Sagrada, la cual creia que era la más radiante y rebosante de belleza, hasta que os conocí a vos, y encontrarnos de nuevo es lo que más deseo, buenas noches y ha sido un completo placer haberos ayudado.
Con el pecho lleno de orgullo y sin prestar atención a los dolores que atenazaban mi cuerpo volví a mis aposentos con una razón de nuevo para seguir adelante y evitar ser engullido por todo lo malo que me había sucedido desde mi llegada... y mi último pensamiento antes de dormir y organizar como sería mi vuelta al noble camino de la rectitud, fue hacia aquella dama... Dulce...mi dulce....
Cago en la leche, no se el motivo de ponerse el texto así de jodido =(, se le quita el formato aunque lo esté editando.
Sergestus- Sicario de la Flota
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Re: El retorno al dolor
Pasaban los días y mi regocijo no conocía límites, aún no era capaz de comprender cómo una simple dama había sido capaz de levantar mi moral de la noche a la mañana, había conocido innumerables en mis viajes y pocas veces habían llegado a conseguir marcarme de esa manera. Desde el amanecer tras el suceso, volví a mis instrucciones diarias, entregándome en cuerpo y alma, sufriendo cada gota de sudor provocado por mis esfuerzos por recuperar mi vigor, todos ellos motivados por el pensamiento de esa misteriosa damisela, la cual buscaba con mis ojos y mi mente a cada momento, viéndola pasar por las calles de la ciudad e intentar cruzar su mirada con la mía, escoltándola todas las noches que salía a pasear y conversando hasta altas horas de la madrugada, aspirando el aroma de su perfume en cada lugar que sabía que había estado...
Los más veteranos miembros de la Orden, sorprendidos por mis grandes avances en tan poco tiempo y por la determinación que reflejaban mis ojos, me entregaron una invitación para conocer una especie de asociación tan antigua como prestigiosa que antaño había luchado con gran valor bajo las órdenes de Thrall, afirmando que, con los ideales que poseía y los deseos de demostrar mi entrega, seguramente consiguiera ganarme un voto de confianza, éstos se hacian llamar Recios.
-¿Recios decís?, elevada consideración aún a pesar de los logros que contais haber conseguido, ya que estos se demuestran con acciones en el día a día y no con palabras ni nombres.
La verdad es que conocía en parte a esa gente, pues mi hermana se había ganado un lugar allí y siempre hablaba más como una familia que un cuerpo de batalla preparado para cualquier eventualidad, aún así, acepté la invitación de conocer a dichas personas.
Acudí a una gran reunión que prepararon en conmemoración a los héroes caídos en antiguas batallas, un gesto a decir verdad muy loable y a tener en cuenta, al menos sabían respetar a los caídos con honor y orgullo en la batalla.Tamaña fue mi sorpresa al conocer el tipo de miembros del cual se componían, orcos gruñones y testarudos que hacían gala de sus grandes conocimientos, Sin'doreis que despreciaban el sentido de las formas características de nuestra estirpe, Taurens protestones y sin pelos en la lengua, Renegados que deseaban disfrutar de los placeres de la vida mortal... ¿qué demonios significaba este aquelarre de comportamientos dispares?.
A punto estuve de darme la vuelta y desaparecer de aquel lugar, en vez de eso, se acercó mi hermana flanqueada por dos miembros Sin'doreis más, un practicante de la brujería que iba acompañado de su esbirro con gesto de insolente y una dama que iba ataviada con las ropas de la Luz Sagrada que supuse, seguramente su esposa. Me marcó la gran equivocación en la que me encontraba, pues a pesar de la apareciencia caótica, me encontraba entre individuos que poseían una envidiable cohesión entre ellos, una gran escala de valores y una profunda y dedicada devoción a la ética, pasé toda la jornada junto a esas personas disfrutando de las historias de cada uno, dejándome enamorar por ese ambiente que me recordaba a los años de mi instrucción y su camaradería en la niñez. Acabé sintiendo un gran honor y un creciente orgullo al ser aceptado en dicha orden, la cual, al igual que mi hermana, le prometí lealtad por lo que significaba.
No cabía en mí mismo del júbilo que sentía, la vida me sonreía por primera vez y parecía que nada ni nadie fuera capaz de destruir este sueño que estaba viviendo... pero la sombra de la duda y el miedo me asaltaba cada anochecer, temiendo que todo lo que estaba viviendo demostrara ser una ilusión, algo me decía que el dolor regresaría...
...Desperté sobresaltado por los gritos de alarma y con el brillo de las llamas entrando por la ventana de mi habitación, sin dudarlo un momento, me apresuré para colocarme mi coraza y empuñar mi espada, a la par que mi corazón se oprimía por una sensación de angustia que no podía descubrir el motivo. Salí por la puerta y agaché la cabeza justo a tiempo en el que una potente maza pasaba por encima mía incrustándose en el muro de mi casa, lancé una estocada vertical y atravesé a esa criatura mientras dejaba escapar un apagado grito por el gorgoteo de la sangre, un draenei... ¡estaban atacando Orgrimmar!.
Giré la vista trás deshacerme de mi asaltante y no pude sino contemplar con horror el pánico y la destrucción que se estaba formando en la ciudad, los guardias se apresuraban a mantener las defensas y las tropas de élite de Thrall se lanzaban a una encarnizada batalla contra los asaltantes de la zona Este de la ciudad... la zona este... el miedo volvió a apretar mi alma....
Llamé a Khyr'Atod y le fustigué para que corriera como si sus patas se movieran impulsados por el viento, seccioné a gran velocidad varias cabezas que se encontraron en mi camino, gritándoles y maldiciéndoles por la carnicería de gente inocente que estaban haciendo, deseando que sus muertes fueran lentas y amargas. Llegué a la zona que semanas atrás había sido testigo de cómo conocí a mi amada, ahora infestada de una ingente cantidad de seres ávidos de sangre y terror, aferré con más fuerza la empuñadura de mi filo y salté de mi montura para combatir en tierra firme.
Con un potente mandoble, corté el brazo de un miserable humano que acuchillaba a un huérfano orco que lloraba al ver como su cuidadora era degollada a manos de otro bastardo asesino, el cual le abrí un largo orificio en su vientre, para dejar que sus entrañas se esparcieran aún en el inútil intento por su parte de contenerlas en su interior. Sentí un aguijón en mi pierna que hizo que me arrodillara y me sujetara la herida, que ahora dejaba salir un cálido hilo de sangre por la pernera de mi coraza, a pesar del dolor, bloquee el ataque del arquero, que confiado, creyó que podría rematarme con su espada corta y dándose cuenta su error cuando sus piernas se separaron de su cuerpo en un potente corte horizontal por mi pesada espada. Apoyandome en mi arma, volví a levantarme, omitiendo el contínuo pinchazo que sentía al caminar embestí contra un grupo de ellos, que incendiaban las chozas más cercanas.
Perdí la cuenta de los diferentes cortes, golpes, empujones y otros indescriptibles dolores que iban invadiendo mi cuerpo, sólo veía sangre... sólo veía el rostro de mi dama gritando en busca de ayuda y eso era lo que me empujaba a seguir atravesando enemigos, romper sus narices con contundentes golpes de mis manos envueltas en placas, de destripar a aquellas criaturas cuyos rostros desencajados por la agonía que les infligía, suplicaban con sus últimas fuerzas mediante gestos que les concediera una muerte rápida y no les abandonara a ese largo tormento, pero para mí el dolor es la mejor forma de purgar las faltas cometidas y eso hacía, dejar que se desangraran lentamente mientras oía sus gritos plenos de sufrimiento.
Tras horas de combate que parecía no tener fin, Thrall y sus tropas de élite consiguieron destrozar el frente sur y ahora se dirigían hacia nuestra posición, la cual no había cedido ni un palmo aún a pesar de las bajas recibidas... a cada uno de los nuestros que caía, los gritos de rabia y deseos de venganza se adueñaban de nuestras gargantas y rostros, provocando un miedo intenso en nuestros enemigos que les hacía languidecer y retroceder atemorizados. Ver a los Recios pelear con valor y entrega junto al resto de los valientes que habían aceptado el desafío de proteger la entrada este, mostrando sus sonrisas más sinceras y placenteras cada vez que descuartizaban a un oponente, era algo que me llenaba de orgullo y hacía omitir los dolores de mis maltratado cuerpo, a la vez que empezaba a conocer y comprender el profundo miedo que inspiraban en las filas enemigas.
Tras abatir al último de los asaltantes y contemplar como el resto de ratas cobardes huían como podían por los senderos de Vallefresno, comprendí que aún no había terminado el dolor... quedaba saber quiénes habían sobrevivido... y quiénes habían caído.
Apagamos los fuegos y empezamos en la operación de rescate de los malheridos, apartando los escombros, lamentando cada mirada fija en el cielo despejado que no podían contener esas muecas de dolor, usando hasta el último resquicio de nuestras habilidades para intentar aliviar y sanar a aquellos que apenas se contenían en pie... pero la imagen más espantosa y que hizo que mi corazón se detuviese fue la de mi amada... inmóvil en el suelo, con sus ondas pelirrojas y ahora enmarañadas cubriendo eu ensangrentado rostro, con sus ropas agujereadas por las flechas enemigas, inerte...
Me derrumbé a su costado intentando en vano despertarla, supliqué a la Luz Sagrada concederme el don de devolvérmela, aún a costa de mi vida, en ese momento no me importaba sacrificarme por tal de volver a ver, aunque fuera durante unos segundos, aquel dulce rostro sonreir, prometiéndome que cuando terminara su misión alli podríamos buscar un lugar donde continuar juntos nuestras vidas pues es lo que más deseaba por encima de todo. No hubo respuesta, ni sonrisa, ni promesas... sólo sus párpados cerrados que me indicaban que había abandonado esta vida, para una, en la que mi corazón me aseguraba, mejor y que merecía disfrutar. La alcé en brazos, apretándola contra mi pecho con ternura mientras contenía mis lágrimas, cruzando mi mirada con mi señor Thrall, que de nuevo me veía sufrir y me preguntaba con sus ojos si era necesario tanto dolor... la llevé a un lugar cerca de la ciudad, una pequeña elevación donde sus flores preferidas crecían sin importarles el desierto que les rodeaba... allí la enterré y allí mi alma se partió en dos.
Nunca volvería a ser el mismo, de eso estaba seguro, me enteré más tarde que el ataque había sido orquestado por un despiadado humano llamado Thuregor, una simple expedición de castigo por haber matado a los bandidos que hace semanas habían irrumpido en la ciudad... no necesitaba conocer más. A la mañana siguiente me despedí de mis compañeros y de mi hermana, prometiéndoles que volvería, con la cabeza de ese infame bastardo y que no regresaría hasta conseguirlo, costara lo que costara y sin importarme quien tuviera que morir en el camino.
Emprendí el viaje el cual no conocía el regreso pero sí el motivo de mi partida... mi dulce... me abandonaste... pero tu nombre no se perderá en el olvido... mi dulce...
Los más veteranos miembros de la Orden, sorprendidos por mis grandes avances en tan poco tiempo y por la determinación que reflejaban mis ojos, me entregaron una invitación para conocer una especie de asociación tan antigua como prestigiosa que antaño había luchado con gran valor bajo las órdenes de Thrall, afirmando que, con los ideales que poseía y los deseos de demostrar mi entrega, seguramente consiguiera ganarme un voto de confianza, éstos se hacian llamar Recios.
-¿Recios decís?, elevada consideración aún a pesar de los logros que contais haber conseguido, ya que estos se demuestran con acciones en el día a día y no con palabras ni nombres.
La verdad es que conocía en parte a esa gente, pues mi hermana se había ganado un lugar allí y siempre hablaba más como una familia que un cuerpo de batalla preparado para cualquier eventualidad, aún así, acepté la invitación de conocer a dichas personas.
Acudí a una gran reunión que prepararon en conmemoración a los héroes caídos en antiguas batallas, un gesto a decir verdad muy loable y a tener en cuenta, al menos sabían respetar a los caídos con honor y orgullo en la batalla.Tamaña fue mi sorpresa al conocer el tipo de miembros del cual se componían, orcos gruñones y testarudos que hacían gala de sus grandes conocimientos, Sin'doreis que despreciaban el sentido de las formas características de nuestra estirpe, Taurens protestones y sin pelos en la lengua, Renegados que deseaban disfrutar de los placeres de la vida mortal... ¿qué demonios significaba este aquelarre de comportamientos dispares?.
A punto estuve de darme la vuelta y desaparecer de aquel lugar, en vez de eso, se acercó mi hermana flanqueada por dos miembros Sin'doreis más, un practicante de la brujería que iba acompañado de su esbirro con gesto de insolente y una dama que iba ataviada con las ropas de la Luz Sagrada que supuse, seguramente su esposa. Me marcó la gran equivocación en la que me encontraba, pues a pesar de la apareciencia caótica, me encontraba entre individuos que poseían una envidiable cohesión entre ellos, una gran escala de valores y una profunda y dedicada devoción a la ética, pasé toda la jornada junto a esas personas disfrutando de las historias de cada uno, dejándome enamorar por ese ambiente que me recordaba a los años de mi instrucción y su camaradería en la niñez. Acabé sintiendo un gran honor y un creciente orgullo al ser aceptado en dicha orden, la cual, al igual que mi hermana, le prometí lealtad por lo que significaba.
No cabía en mí mismo del júbilo que sentía, la vida me sonreía por primera vez y parecía que nada ni nadie fuera capaz de destruir este sueño que estaba viviendo... pero la sombra de la duda y el miedo me asaltaba cada anochecer, temiendo que todo lo que estaba viviendo demostrara ser una ilusión, algo me decía que el dolor regresaría...
...Desperté sobresaltado por los gritos de alarma y con el brillo de las llamas entrando por la ventana de mi habitación, sin dudarlo un momento, me apresuré para colocarme mi coraza y empuñar mi espada, a la par que mi corazón se oprimía por una sensación de angustia que no podía descubrir el motivo. Salí por la puerta y agaché la cabeza justo a tiempo en el que una potente maza pasaba por encima mía incrustándose en el muro de mi casa, lancé una estocada vertical y atravesé a esa criatura mientras dejaba escapar un apagado grito por el gorgoteo de la sangre, un draenei... ¡estaban atacando Orgrimmar!.
Giré la vista trás deshacerme de mi asaltante y no pude sino contemplar con horror el pánico y la destrucción que se estaba formando en la ciudad, los guardias se apresuraban a mantener las defensas y las tropas de élite de Thrall se lanzaban a una encarnizada batalla contra los asaltantes de la zona Este de la ciudad... la zona este... el miedo volvió a apretar mi alma....
Llamé a Khyr'Atod y le fustigué para que corriera como si sus patas se movieran impulsados por el viento, seccioné a gran velocidad varias cabezas que se encontraron en mi camino, gritándoles y maldiciéndoles por la carnicería de gente inocente que estaban haciendo, deseando que sus muertes fueran lentas y amargas. Llegué a la zona que semanas atrás había sido testigo de cómo conocí a mi amada, ahora infestada de una ingente cantidad de seres ávidos de sangre y terror, aferré con más fuerza la empuñadura de mi filo y salté de mi montura para combatir en tierra firme.
Con un potente mandoble, corté el brazo de un miserable humano que acuchillaba a un huérfano orco que lloraba al ver como su cuidadora era degollada a manos de otro bastardo asesino, el cual le abrí un largo orificio en su vientre, para dejar que sus entrañas se esparcieran aún en el inútil intento por su parte de contenerlas en su interior. Sentí un aguijón en mi pierna que hizo que me arrodillara y me sujetara la herida, que ahora dejaba salir un cálido hilo de sangre por la pernera de mi coraza, a pesar del dolor, bloquee el ataque del arquero, que confiado, creyó que podría rematarme con su espada corta y dándose cuenta su error cuando sus piernas se separaron de su cuerpo en un potente corte horizontal por mi pesada espada. Apoyandome en mi arma, volví a levantarme, omitiendo el contínuo pinchazo que sentía al caminar embestí contra un grupo de ellos, que incendiaban las chozas más cercanas.
Perdí la cuenta de los diferentes cortes, golpes, empujones y otros indescriptibles dolores que iban invadiendo mi cuerpo, sólo veía sangre... sólo veía el rostro de mi dama gritando en busca de ayuda y eso era lo que me empujaba a seguir atravesando enemigos, romper sus narices con contundentes golpes de mis manos envueltas en placas, de destripar a aquellas criaturas cuyos rostros desencajados por la agonía que les infligía, suplicaban con sus últimas fuerzas mediante gestos que les concediera una muerte rápida y no les abandonara a ese largo tormento, pero para mí el dolor es la mejor forma de purgar las faltas cometidas y eso hacía, dejar que se desangraran lentamente mientras oía sus gritos plenos de sufrimiento.
Tras horas de combate que parecía no tener fin, Thrall y sus tropas de élite consiguieron destrozar el frente sur y ahora se dirigían hacia nuestra posición, la cual no había cedido ni un palmo aún a pesar de las bajas recibidas... a cada uno de los nuestros que caía, los gritos de rabia y deseos de venganza se adueñaban de nuestras gargantas y rostros, provocando un miedo intenso en nuestros enemigos que les hacía languidecer y retroceder atemorizados. Ver a los Recios pelear con valor y entrega junto al resto de los valientes que habían aceptado el desafío de proteger la entrada este, mostrando sus sonrisas más sinceras y placenteras cada vez que descuartizaban a un oponente, era algo que me llenaba de orgullo y hacía omitir los dolores de mis maltratado cuerpo, a la vez que empezaba a conocer y comprender el profundo miedo que inspiraban en las filas enemigas.
Tras abatir al último de los asaltantes y contemplar como el resto de ratas cobardes huían como podían por los senderos de Vallefresno, comprendí que aún no había terminado el dolor... quedaba saber quiénes habían sobrevivido... y quiénes habían caído.
Apagamos los fuegos y empezamos en la operación de rescate de los malheridos, apartando los escombros, lamentando cada mirada fija en el cielo despejado que no podían contener esas muecas de dolor, usando hasta el último resquicio de nuestras habilidades para intentar aliviar y sanar a aquellos que apenas se contenían en pie... pero la imagen más espantosa y que hizo que mi corazón se detuviese fue la de mi amada... inmóvil en el suelo, con sus ondas pelirrojas y ahora enmarañadas cubriendo eu ensangrentado rostro, con sus ropas agujereadas por las flechas enemigas, inerte...
Me derrumbé a su costado intentando en vano despertarla, supliqué a la Luz Sagrada concederme el don de devolvérmela, aún a costa de mi vida, en ese momento no me importaba sacrificarme por tal de volver a ver, aunque fuera durante unos segundos, aquel dulce rostro sonreir, prometiéndome que cuando terminara su misión alli podríamos buscar un lugar donde continuar juntos nuestras vidas pues es lo que más deseaba por encima de todo. No hubo respuesta, ni sonrisa, ni promesas... sólo sus párpados cerrados que me indicaban que había abandonado esta vida, para una, en la que mi corazón me aseguraba, mejor y que merecía disfrutar. La alcé en brazos, apretándola contra mi pecho con ternura mientras contenía mis lágrimas, cruzando mi mirada con mi señor Thrall, que de nuevo me veía sufrir y me preguntaba con sus ojos si era necesario tanto dolor... la llevé a un lugar cerca de la ciudad, una pequeña elevación donde sus flores preferidas crecían sin importarles el desierto que les rodeaba... allí la enterré y allí mi alma se partió en dos.
Nunca volvería a ser el mismo, de eso estaba seguro, me enteré más tarde que el ataque había sido orquestado por un despiadado humano llamado Thuregor, una simple expedición de castigo por haber matado a los bandidos que hace semanas habían irrumpido en la ciudad... no necesitaba conocer más. A la mañana siguiente me despedí de mis compañeros y de mi hermana, prometiéndoles que volvería, con la cabeza de ese infame bastardo y que no regresaría hasta conseguirlo, costara lo que costara y sin importarme quien tuviera que morir en el camino.
Emprendí el viaje el cual no conocía el regreso pero sí el motivo de mi partida... mi dulce... me abandonaste... pero tu nombre no se perderá en el olvido... mi dulce...
Última edición por Shilvara el Vie 26 Dic 2008, 10:42, editado 1 vez
Sergestus- Sicario de la Flota
- Juego : WoW
PJ principal : Sergestus
Antigüedad : 07/03/2008
Mensajes : 2150
Edad : 42
Re: El retorno al dolor
*Sergestus lanza hacia arriba el post disimulando, silbando como si nada pasara*
xD, de paso que Bumpeo el post, quería comentar (en la sección RP del foro. para reforzar la excusa.. muahahaha) que volviendo a leer la historia de Recios, echo en falta la situación "actual", Dorian, ¿no se supone que eras el Cronista?, ahí no leo que Urtoroth "El Ejecuta-Hoygans" o Dorian "El Inquisidor de Rolleros" aparezcan en ninguna parte de las crónicas de Recios, creo que es algo que se debe de actualizar también =P.
Además el Escuadrón Sombrío en el último párrafo sale sin negrita, ya sé que con el oficial tan sucio y putrefacto no merecen ni el agua, pero al menos... una negrita no pasa nada xDDDD.
*Sergestus mira a Darkeld y lo amenaza con la mirada*
"Cuidado bribonzuelo, te estoy vigilando"
P.D.: Darkeld, me ha molado tu relato mazo, no creas que no lo he leído (usando a pobres niñas para darle dramatismo al relato, que sucio xD) =P, aunque yo he estado a punto de soltar la lagrimita de la emoción con el mío... lástima que yo no sepa lo que es eso de llorar... xD
xD, de paso que Bumpeo el post, quería comentar (en la sección RP del foro. para reforzar la excusa.. muahahaha) que volviendo a leer la historia de Recios, echo en falta la situación "actual", Dorian, ¿no se supone que eras el Cronista?, ahí no leo que Urtoroth "El Ejecuta-Hoygans" o Dorian "El Inquisidor de Rolleros" aparezcan en ninguna parte de las crónicas de Recios, creo que es algo que se debe de actualizar también =P.
Además el Escuadrón Sombrío en el último párrafo sale sin negrita, ya sé que con el oficial tan sucio y putrefacto no merecen ni el agua, pero al menos... una negrita no pasa nada xDDDD.
*Sergestus mira a Darkeld y lo amenaza con la mirada*
"Cuidado bribonzuelo, te estoy vigilando"
P.D.: Darkeld, me ha molado tu relato mazo, no creas que no lo he leído (usando a pobres niñas para darle dramatismo al relato, que sucio xD) =P, aunque yo he estado a punto de soltar la lagrimita de la emoción con el mío... lástima que yo no sepa lo que es eso de llorar... xD
Sergestus- Sicario de la Flota
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Re: El retorno al dolor
El alba, antes portadora de posibles buenas nuevas y sobre todo de esperanzas e ilusiones, ahora sólo es la señal que empieza de nuevo la lucha por no rendirme y seguir adelante en mi empresa, sólo me queda la triste satisfacción de saciar mi sed de venganza, sólo me queda el recuerdo de mi amada.
Aparto a un lado la improvisada manta hecha con mi capa, lavo mi cara en el río cercano donde acampé y observo mi descuidado rostro que empieza a poblarse con una tímida barba, aunque veo algo extraño en mi reflejo y que confirmo al coger mi pelo recogido en una larga cola, el tono rojizo de mi cabello se ha oscurecido a uno más apagado que recuerda al azabache, parece que el dolor que aflige mi corazón y mi alma ha empezado a afectar a mi cuerpo también, con cierta preocupación me pregunto si no acabará oscureciéndose algo más en mí. En un pobre y vano acto, me baño y me froto a conciencia para intentar quitarme esa "suciedad" que persiste y me sigue desde el fatídico día.
De nuevo emprendo el camino hacia mi destino, acompañado de mi siempre fiel compañera de viajes en este momento de dolor, la soledad, junto al siempre insistente sentimiento de culpabilidad, sin duda alguna, muchos envidiarían mi escolta personal. Tras cabalgar durante toda la jornada parando sólo una vez para una frugal comida y un triste suspiro, dislumbro en el horizonte que comienza a oscurecerse una columna de humo, apretando los dientes y deseando que fueran asaltantes, bandidos o algo que pudiera darme la excusa para descargar parte de mi ira, fustigo a Khyr'Atod para que galope a toda velocidad, mis dedos ya tanteaban la empuñadura de mi espada, ansiosos por derramar sangre.
Al llegar al lugar, una decepción me envolvíó al ver que una escuadra de Brutos de Orgrimmar, montados en sus lobos de batalla se estaban dedicando a apilar montones de enemigos caídos y quemándolos, tal vez pudiera conseguir algo de información de ellos, así que con mi orco más protocolario les interrogué:
-Lok'thar Brutos, ¿por curiosidad se puede saber que ocurrió aquí?, ¿necesitais algún tipo de ayuda?.
El que parecía ser el cabecilla del escuadrón hizo girar su montura, se aproximó a mí enarcando una ceja, supongo que por mi lamentable y descuidado aspecto tan poco típico de los de mi estirpe, meditó la respuesta, escupió al suelo y con un tono que daba a entender que no le agradaba mi presencia contestó:
-Rufianes,mercenarios, vándalos y otros despojos humanos que se atreven a provocarnos con sus incursiones para intentar sembrar miedo, eso es lo que son y así es como los hemos tratado -volvió a lanzar un verde y grande escupitajo al montón de cadáveres-, estamos acostumbrados a su presencia desde hace mucho así que no requerimos de ayuda alguna, pero últimamente parece ser que alguien con más ganas de sangre los incita a ser más constantes con sus asaltos. Y tú elfo de sangre, ¿qué te trae por estas zonas tan alejadas de vuestra bella y frágil Lunargenta?, ¿acaso te has perdido?.
-Mi razón es simple camarada, atacaron Orgrimmar hace varios días y busco la cabeza de uno de esos humanos, me dieron indicaciones a que siguiera esta ruta lo más al Oeste posible, si pudieras confir...
-¿Atacaron Orgrimmar?, ¿quiénes?, ¿cuántos?, ¿y nuestro señor Trhrall? -Al levantar la voz los demás jinetes se apresuraron a acercarse para escuchar las noticias-.
-Atacaron en la noche dos frentes que portaban el estandarte de una casa humana llamada "El Puño plateado" dirigido por un tal Thuregor, tras una ardua batalla y muchas muertes que llorar -Algunas más que otras me dije a mi mismo-, se consiguió rechazar el enemigo, eran más de un millar y parece ser que eran conscientes del movimiento de tropas durante esta época, nuestro señor Thrall se encuentra perfectamente y fue uno de los que más cabezas separó de sus cuerpos. Por lo visto, tal vez el incremento de las invasiones y el asalto frustrado a Orgrimmar estén relacionados, por eso os quería preguntar si teníais notícia alguna que me pudiera orientar en mi camino.
-Efectivamente elfo, estos miserables portaban también la marca de dicho clan, pero desconozco si tu ruta es la correcta, de todos modos, creo que es una empresa imposible para una persona sólo, no comprendo la necesidad de suicidarte de este modo lanzándote contra el cabecilla de todos estos humanos.
-Sin ánimo de ofender orco, mis razones son sólo mías y ahora mismo no me importa lo que me depare el futuro, he tomado una decisión y la llevaré a cabo sea cual sea el final. Debo continuar con mi viaje, os agradezco la información y os deseo suerte en vuestra misión de defender estar tierras, que nuestros pasos se vuelvan a encontrar en días venideros, adiós.
Apesumbrado por las noticias, ya que empezaba a comprender que mi objetivo seguramente reclamaría mi propia vida, reanudé mi paso hacia Costa Oscura, pues ése era el lugar donde parecía apuntar estar ese maldito humano, aunque sabía que atravesar las peligrosas tierras de Vallefresno no iba a ser sencillo ni mucho menos, intenté centrarme en recordar el dulce y delicado rostro de mi dama y reuní el valor para seguir adelante.
Ni el frondoso bosque que se alza a mi alrededor, ni la alegre melodía de los pájaros rodeándome conseguían apartar mis pensamientos de todos los errores que había cometido, acosándome a cada paso y haciendo así que una extraña sensación que crecía en mi interior fuera intensificándose... empezaba a tener cierto miedo de cómo podía acabar todo esto.
En el despertar de la 5ª jornada sin incidentes, detuve mi paso ante una imagen que provocó que me bajara de mi montura y vomitara en un lado del camino, toda una caravana de lo que aparentemente parecía ser exiliados de las zonas septentrionales de Vallefresno que buscaban refugio en las zonas cercanas a Los Baldíos se encontraban esparcidos por el suelo, pero más concretamente los trozos de lo que fueron en su día, trols, orcos, Taurens, elfos de sangre, hasta una renegada cuyo cráneo estaba hundido en el blando barro, aplastado parece ser por algún tipo de gran maza. Nunca había visto tal barbarie ni siquiera en las tribus caníbales trols, ellos al menos tenían la decencia de devorar todo lo que pudieran, no dejaban las vísceras y órganos al descubierto para que fueran pasto de las alimañas ni disfrutaban con el sufrimiento innecesario a sus víctimas, decididamente estos humanos eran de la peor calaña que jamás había conocido. Un sonido cercano hizo que mis músculos se tensaran y mi mano tanteara la empuñadura de mi espada, parecían voces y me acerqué a descubrir qué era con el mayor sigilo que pudiera otorgarme mi pesada armadura.
Allí estaban aún algunos, no muy lejos del lugar de la carnicería, un grupo de 4 humanos sentados alrededor de una hoguera, riendo y bebiendo mientras hablaban en su idioma que parecía que escupieran más que expresar palabras, miserable escoria que parecían disfrutar de lo que habían hecho... no necesité más excusas, desenvainé mi espada a la vez que mi furia, necesitaba liberar todo el odio que llevaba acumulando durante días y me lancé al ataque, aunque esta vez no me dejé llevar con la ira, quería ser consciente del daño que iba a infligirles y mirarles a los ojos cuando se desvanecieran.
Aún a pesar del estrépito que provocaba mi armadura y mi grito de guerra Recio, pude disfrutar de unos segundos de sorpresa provocada por la confusión que se reflajaba en sus ojos al contemplar a un elfo de sangre andrajoso con los ojos inyectados en sangre y lanzándose a la carga contra un enemigo que le superaba en número. La cabeza del más cercano saltó al cruzar mi hoja a la altura de su cuello, salpicando de sangre mi rostro y el de su compañero, que profirió una exclamación de terror al descubrir, tras partirle la mandíbula con una potente patada y dejándolo insconciente, que era demasiado tarde para él. Los otros dos vándalos intentaron, en un pobre intento, coordinar un placaje para inmovilizarme lanzándose uno a mi zurda y otro a mi pierna derecha, sólo consiguieron desequilibrarme en parte y con un certero puñetazo arranqué toda una hilera de dientes del que quiso agarrar mi espada, el otro consiguió sacar un puñal y clavármelo en mi costado, haciendo que sangrara en medio de una gran punzada de dolor.
Con un golpe seco con mi empuñadura, me deshice de él antes que volviera a apuñalarme y con otro giro de muñeca ensarté su cuerpo mientras intentaba con gestos suplicar por su miserable vida, lo dejé clavado al suelo con mi espada en su vientre mientras me acercaba al otro, que se tapaba la boca sangrante y me miraba con los ojos desorbitados por el terror. Saltó en un último intento de sorprenderme y de una torta lo aparté a un lado, haciéndolo chocar contra una roca cercana, la cual se tintó de la sangre del maleante, que sucumbió tras recibir, uno tras otro, puñetazos en su cabeza que en vano cubría con sus manos.
Tras saciar en parte mi sed de venganza, de estos últimos días claro está, me empujé a no desfallecer por el mareo provocado por la herida de mi riñón izquierdo, até al bandido que quedó insconciente, mientras aún podía oir los gimoteos de agonía del que estaba atravesado por mi espada, para buscar la forma de interrogarlo al día siguiente. Liberé mi hoja del cuerpo ya inerte y la limpié con esmero, dejando salir un suspiro ahogado de dolor y recordándome que debía atender a mi herida antes que fuera demasiado tarde, así que empleé mis escasos pero útiles conocimientos de curación sagrada y consegui, aunque a duras penas, cicatrizar el profundo corte que se convirtió en una pequeña marca en la piel. Comí un poco para recuperar fuerzas y probé el vino de los humanos, el cual había que reconocer no tenía mal gusto, luego avivé el fuego de la hoguera y con la capa me cubrí como pude para intentar dormir... al lado de los cadáveres... volvió a recorrerme un escalofrío al darme cuenta que no me importaba, ni me costaba, conciliar el sueño en medio de la muerte... en qué me estaba convirtiendo era lo que despertaba ese creciente temor.
Aparto a un lado la improvisada manta hecha con mi capa, lavo mi cara en el río cercano donde acampé y observo mi descuidado rostro que empieza a poblarse con una tímida barba, aunque veo algo extraño en mi reflejo y que confirmo al coger mi pelo recogido en una larga cola, el tono rojizo de mi cabello se ha oscurecido a uno más apagado que recuerda al azabache, parece que el dolor que aflige mi corazón y mi alma ha empezado a afectar a mi cuerpo también, con cierta preocupación me pregunto si no acabará oscureciéndose algo más en mí. En un pobre y vano acto, me baño y me froto a conciencia para intentar quitarme esa "suciedad" que persiste y me sigue desde el fatídico día.
De nuevo emprendo el camino hacia mi destino, acompañado de mi siempre fiel compañera de viajes en este momento de dolor, la soledad, junto al siempre insistente sentimiento de culpabilidad, sin duda alguna, muchos envidiarían mi escolta personal. Tras cabalgar durante toda la jornada parando sólo una vez para una frugal comida y un triste suspiro, dislumbro en el horizonte que comienza a oscurecerse una columna de humo, apretando los dientes y deseando que fueran asaltantes, bandidos o algo que pudiera darme la excusa para descargar parte de mi ira, fustigo a Khyr'Atod para que galope a toda velocidad, mis dedos ya tanteaban la empuñadura de mi espada, ansiosos por derramar sangre.
Al llegar al lugar, una decepción me envolvíó al ver que una escuadra de Brutos de Orgrimmar, montados en sus lobos de batalla se estaban dedicando a apilar montones de enemigos caídos y quemándolos, tal vez pudiera conseguir algo de información de ellos, así que con mi orco más protocolario les interrogué:
-Lok'thar Brutos, ¿por curiosidad se puede saber que ocurrió aquí?, ¿necesitais algún tipo de ayuda?.
El que parecía ser el cabecilla del escuadrón hizo girar su montura, se aproximó a mí enarcando una ceja, supongo que por mi lamentable y descuidado aspecto tan poco típico de los de mi estirpe, meditó la respuesta, escupió al suelo y con un tono que daba a entender que no le agradaba mi presencia contestó:
-Rufianes,mercenarios, vándalos y otros despojos humanos que se atreven a provocarnos con sus incursiones para intentar sembrar miedo, eso es lo que son y así es como los hemos tratado -volvió a lanzar un verde y grande escupitajo al montón de cadáveres-, estamos acostumbrados a su presencia desde hace mucho así que no requerimos de ayuda alguna, pero últimamente parece ser que alguien con más ganas de sangre los incita a ser más constantes con sus asaltos. Y tú elfo de sangre, ¿qué te trae por estas zonas tan alejadas de vuestra bella y frágil Lunargenta?, ¿acaso te has perdido?.
-Mi razón es simple camarada, atacaron Orgrimmar hace varios días y busco la cabeza de uno de esos humanos, me dieron indicaciones a que siguiera esta ruta lo más al Oeste posible, si pudieras confir...
-¿Atacaron Orgrimmar?, ¿quiénes?, ¿cuántos?, ¿y nuestro señor Trhrall? -Al levantar la voz los demás jinetes se apresuraron a acercarse para escuchar las noticias-.
-Atacaron en la noche dos frentes que portaban el estandarte de una casa humana llamada "El Puño plateado" dirigido por un tal Thuregor, tras una ardua batalla y muchas muertes que llorar -Algunas más que otras me dije a mi mismo-, se consiguió rechazar el enemigo, eran más de un millar y parece ser que eran conscientes del movimiento de tropas durante esta época, nuestro señor Thrall se encuentra perfectamente y fue uno de los que más cabezas separó de sus cuerpos. Por lo visto, tal vez el incremento de las invasiones y el asalto frustrado a Orgrimmar estén relacionados, por eso os quería preguntar si teníais notícia alguna que me pudiera orientar en mi camino.
-Efectivamente elfo, estos miserables portaban también la marca de dicho clan, pero desconozco si tu ruta es la correcta, de todos modos, creo que es una empresa imposible para una persona sólo, no comprendo la necesidad de suicidarte de este modo lanzándote contra el cabecilla de todos estos humanos.
-Sin ánimo de ofender orco, mis razones son sólo mías y ahora mismo no me importa lo que me depare el futuro, he tomado una decisión y la llevaré a cabo sea cual sea el final. Debo continuar con mi viaje, os agradezco la información y os deseo suerte en vuestra misión de defender estar tierras, que nuestros pasos se vuelvan a encontrar en días venideros, adiós.
Apesumbrado por las noticias, ya que empezaba a comprender que mi objetivo seguramente reclamaría mi propia vida, reanudé mi paso hacia Costa Oscura, pues ése era el lugar donde parecía apuntar estar ese maldito humano, aunque sabía que atravesar las peligrosas tierras de Vallefresno no iba a ser sencillo ni mucho menos, intenté centrarme en recordar el dulce y delicado rostro de mi dama y reuní el valor para seguir adelante.
Ni el frondoso bosque que se alza a mi alrededor, ni la alegre melodía de los pájaros rodeándome conseguían apartar mis pensamientos de todos los errores que había cometido, acosándome a cada paso y haciendo así que una extraña sensación que crecía en mi interior fuera intensificándose... empezaba a tener cierto miedo de cómo podía acabar todo esto.
En el despertar de la 5ª jornada sin incidentes, detuve mi paso ante una imagen que provocó que me bajara de mi montura y vomitara en un lado del camino, toda una caravana de lo que aparentemente parecía ser exiliados de las zonas septentrionales de Vallefresno que buscaban refugio en las zonas cercanas a Los Baldíos se encontraban esparcidos por el suelo, pero más concretamente los trozos de lo que fueron en su día, trols, orcos, Taurens, elfos de sangre, hasta una renegada cuyo cráneo estaba hundido en el blando barro, aplastado parece ser por algún tipo de gran maza. Nunca había visto tal barbarie ni siquiera en las tribus caníbales trols, ellos al menos tenían la decencia de devorar todo lo que pudieran, no dejaban las vísceras y órganos al descubierto para que fueran pasto de las alimañas ni disfrutaban con el sufrimiento innecesario a sus víctimas, decididamente estos humanos eran de la peor calaña que jamás había conocido. Un sonido cercano hizo que mis músculos se tensaran y mi mano tanteara la empuñadura de mi espada, parecían voces y me acerqué a descubrir qué era con el mayor sigilo que pudiera otorgarme mi pesada armadura.
Allí estaban aún algunos, no muy lejos del lugar de la carnicería, un grupo de 4 humanos sentados alrededor de una hoguera, riendo y bebiendo mientras hablaban en su idioma que parecía que escupieran más que expresar palabras, miserable escoria que parecían disfrutar de lo que habían hecho... no necesité más excusas, desenvainé mi espada a la vez que mi furia, necesitaba liberar todo el odio que llevaba acumulando durante días y me lancé al ataque, aunque esta vez no me dejé llevar con la ira, quería ser consciente del daño que iba a infligirles y mirarles a los ojos cuando se desvanecieran.
Aún a pesar del estrépito que provocaba mi armadura y mi grito de guerra Recio, pude disfrutar de unos segundos de sorpresa provocada por la confusión que se reflajaba en sus ojos al contemplar a un elfo de sangre andrajoso con los ojos inyectados en sangre y lanzándose a la carga contra un enemigo que le superaba en número. La cabeza del más cercano saltó al cruzar mi hoja a la altura de su cuello, salpicando de sangre mi rostro y el de su compañero, que profirió una exclamación de terror al descubrir, tras partirle la mandíbula con una potente patada y dejándolo insconciente, que era demasiado tarde para él. Los otros dos vándalos intentaron, en un pobre intento, coordinar un placaje para inmovilizarme lanzándose uno a mi zurda y otro a mi pierna derecha, sólo consiguieron desequilibrarme en parte y con un certero puñetazo arranqué toda una hilera de dientes del que quiso agarrar mi espada, el otro consiguió sacar un puñal y clavármelo en mi costado, haciendo que sangrara en medio de una gran punzada de dolor.
Con un golpe seco con mi empuñadura, me deshice de él antes que volviera a apuñalarme y con otro giro de muñeca ensarté su cuerpo mientras intentaba con gestos suplicar por su miserable vida, lo dejé clavado al suelo con mi espada en su vientre mientras me acercaba al otro, que se tapaba la boca sangrante y me miraba con los ojos desorbitados por el terror. Saltó en un último intento de sorprenderme y de una torta lo aparté a un lado, haciéndolo chocar contra una roca cercana, la cual se tintó de la sangre del maleante, que sucumbió tras recibir, uno tras otro, puñetazos en su cabeza que en vano cubría con sus manos.
Tras saciar en parte mi sed de venganza, de estos últimos días claro está, me empujé a no desfallecer por el mareo provocado por la herida de mi riñón izquierdo, até al bandido que quedó insconciente, mientras aún podía oir los gimoteos de agonía del que estaba atravesado por mi espada, para buscar la forma de interrogarlo al día siguiente. Liberé mi hoja del cuerpo ya inerte y la limpié con esmero, dejando salir un suspiro ahogado de dolor y recordándome que debía atender a mi herida antes que fuera demasiado tarde, así que empleé mis escasos pero útiles conocimientos de curación sagrada y consegui, aunque a duras penas, cicatrizar el profundo corte que se convirtió en una pequeña marca en la piel. Comí un poco para recuperar fuerzas y probé el vino de los humanos, el cual había que reconocer no tenía mal gusto, luego avivé el fuego de la hoguera y con la capa me cubrí como pude para intentar dormir... al lado de los cadáveres... volvió a recorrerme un escalofrío al darme cuenta que no me importaba, ni me costaba, conciliar el sueño en medio de la muerte... en qué me estaba convirtiendo era lo que despertaba ese creciente temor.
Última edición por Shilvara el Vie 26 Dic 2008, 10:43, editado 3 veces
Sergestus- Sicario de la Flota
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Re: El retorno al dolor
Espero no desvirtuar el post pero alli va...
Con el asco que me das que en Barna mas a morir sodomizada por mi como la perra que eres, la historia me esta gustando continuaaaa
Con el asco que me das que en Barna mas a morir sodomizada por mi como la perra que eres, la historia me esta gustando continuaaaa
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Re: El retorno al dolor
Claaaaro, como ves recibir ostias al pobre Sergestus... snif, snif xD. Si es opinión, sugerencia, crítica destructiva, no me importa que se postee en este hilo =P, pero spam en RP nu plis xd.
Sergestus- Sicario de la Flota
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Re: El retorno al dolor
Existen muchos conocimientos en el camino del caballero, unos son básicos y por ello instruidos desde los inicios por los maestros como el saber leer y escribir, otros sólo son alcanzables para aquellos que muestran una verdadera entrega y para que mentir, la madera para ser dignos de aprenderlos, por último, ciertas lecciones que sólo se enseñan para no ser usadas jamás, pues las facciones más conservadoras las llegan a tachar de rozar lo infame y sólo se enseñan para ser conscientes de a donde pueden llevar los senderos oscuros de la corrupción y por ende, lo que hay que evitar.
En particular, una de esas lecciones que se enseñan para ser olvidadas es la de simular el abandono del alma de un cuerpo, mediante unas precisas oraciones que reprenden a la víctima del proceso, hacen creer a la mente que su vida está al borde del abismo y que debe desvincularse de su esencia, consiguiendo así establecer una comunicación con dicha alma en un idioma universal que no necesita palabras ni sonido alguno, la única pega es que el objetivo del ritual sufre una indescriptible agonía pues hay que convencer a la mente que se está sufriendo de verdad un dolor atroz y no se aseguraba que la mente luego pudiera resistir el shock. Lógicamente y tratándose de un miserable humano, ni me importaba hacer uso de este sistema ni de todo el dolor que pudiera causarle ya que el fin en este caso, justificaba los medios.
Fue una mañana larga, pues el maldito humano se aferraba a su miserable vida más de lo que creía y bueno, siendo la primera vez que empleaba este recurso era normal que se me resistiera un poco más de lo debido pero al fin, pude ver como sus ojos se tornaban vacíos de vida y su esencia eterna empezaba a separarse de sus restos mortales, anhelando el descanso... que no iba a encontrar aún pues se trataba de una falsa muerte. Conseguí descubrir que ese tal Thuregor era en realidad un ex-capitán de las tropas de asalto de la ciudad de Ventormenta, que fue condenado a exilio por sus artes crueles en la guerra exentos de toda humanidad, además de matar a todas las prostitutas tras realizar sus servicios de modo grotesco, todo un encanto de ser. Actualmente residía en una antigua fortaleza abandonada en Costa Oscura donde se dedicaba a reunir a otra escoria similar prometiéndoles tierras, saqueos y otras gentilezas dignas de elogio, y parecía que de verdad estaba consiguiendo una fuerza considerable. Además, por lo que me pudo transmitir el alma, tenía la sensación que Thuregor estaba reuniendo esta legión para devastar Orgrimmar y así conseguir de nuevo el favor de los que le conderaron.
No me hizo falta saber más para conocer que tipo de calaña era este individuo, detuve el ritual para obligar a regresar el alma a su cuerpo y dejé al ahora tembloroso rufián en el suelo, con claros síntomas de sufrir algún tipo de trastorno por lo sufrido, bueno, en empresas como ésta siempre hay que considerar daños colaterales, así que lo abandoné a su suerte sin importarme en absoluto su suerte.
Tras darme un baño para quitarme los restos de sangre y revisar si alguna de sus ropas podría serme de utilidad, me agencié un par de camisones y pantalones que me resultaron menos horrendos que el resto, pero que me servirían para hacerme un apaño, aparte, recuperé de su botín una elegante espada corta con motivos Sin'dorei que me ajusté al cinto por si la pudiera necesitar. Me sentía en parte como si estuviera saqueándolos yo a ellos, pero me limpié la conciencia pensando aquello de "Quien roba a un ladrón, tiene cien años de perdón". Monté sobre Khyr'Atod, que siempre esperaba con lealtad mi presencia y continué mi viaje con más cosas que pensar y planear, pero con una cosa clara, iba a ser divertido acabar con ese humano.
Mientras cabalgaba, no pude evitar pensar en todos mis compañeros que intentaron convencerme de quedarme, prometiendo que me ayudarían a calmar mi dolor y encaminar de nuevo mi vida... a veces deseaba dejarme llevar por esa filosofía, "El pensamiento Recio", la búsqueda de la paz sin necesidad de la guerra... pero el odio que había en mí sólo me hacía pensar en eso como palabras vacías, necesitaba venganza. El rostro de mi amada volvió a aparecer en mi mente y por un instante fugaz, pude sentirme consolado, pero el siguiente momento fue de nuevo de melancolía y tristeza, sólo era el recuerdo de lo que fue y pudo haber sido, apartado de la realidad por las crueles circunstancias que hicieron que una parte de mi se fuera con ella.
Una sensación extraña me hizo volver en mí de nuevo, una especie de temblor que sacudía todo alrededor, ¿un gigante?, ¿un dragón?, ¿un terremoto?, no sabía que era capaz de provocar aquello y pronto mis preguntas obtuvieron respuesta, a lo lejos una gran nube de polvo crecía en el horizonte y señalaba que se aproximaba hacia mi posición, concentré mi aguda vista y contemplé un espectáculo sobrecogedor; un ejército que marchaba con caballos de guerra ataviados con pesadas armaduras, largas picas, catapultas y otras armas de guerra, numerosos estandartes con un puño plateado ondeando en ellos.
De pronto me dí cuenta que debía tomar una decisión muy importante, o abandonar mi misión para regresar a toda prisa a advertir a todos los que se encontraran en su camino hasta Orgrimmar, salvando así incontables vidas inocentes... u ocultarme a la espera que se alejaran sin advertir mi presencia... y aprovechar que toda esa multitud abandonaba las tierras de Thuregor, dándome así la oportunidad perfecta de acabar con él sin tener en cuenta su ejército.
La sombra del odio volvió a envargarme, mi conciencia me gritaba para que regresara y ayudara como pudiera, pero ella estaba en mi cabeza de nuevo, mi dulce, estirada en el suelo mientras su aún cálida sangre se extendía por el suelo, me maldije por la resolución egoísta que acababa de tomar, pero supe que era lo que de verdad quería hacer, comprendía que nada ni nadie se interpondría en mi camino hasta mi venganza....
...pero no pude evitar, con lágrimas en los ojos, contemplar como todos esos humanos marchaban hacia una guerra que reclamaría vidas que yo hubiera podido salvar, no pude eludir el acoso de esa parte de mi que ahora ya sólo era el recuerdo de lo que fuí, el último rastro de bondad se desvanecía junto al polvo que levantaban esas tropas enemigas... mi dulce... te vengaré aunque sea mi alma la que caiga en ello....
En particular, una de esas lecciones que se enseñan para ser olvidadas es la de simular el abandono del alma de un cuerpo, mediante unas precisas oraciones que reprenden a la víctima del proceso, hacen creer a la mente que su vida está al borde del abismo y que debe desvincularse de su esencia, consiguiendo así establecer una comunicación con dicha alma en un idioma universal que no necesita palabras ni sonido alguno, la única pega es que el objetivo del ritual sufre una indescriptible agonía pues hay que convencer a la mente que se está sufriendo de verdad un dolor atroz y no se aseguraba que la mente luego pudiera resistir el shock. Lógicamente y tratándose de un miserable humano, ni me importaba hacer uso de este sistema ni de todo el dolor que pudiera causarle ya que el fin en este caso, justificaba los medios.
Fue una mañana larga, pues el maldito humano se aferraba a su miserable vida más de lo que creía y bueno, siendo la primera vez que empleaba este recurso era normal que se me resistiera un poco más de lo debido pero al fin, pude ver como sus ojos se tornaban vacíos de vida y su esencia eterna empezaba a separarse de sus restos mortales, anhelando el descanso... que no iba a encontrar aún pues se trataba de una falsa muerte. Conseguí descubrir que ese tal Thuregor era en realidad un ex-capitán de las tropas de asalto de la ciudad de Ventormenta, que fue condenado a exilio por sus artes crueles en la guerra exentos de toda humanidad, además de matar a todas las prostitutas tras realizar sus servicios de modo grotesco, todo un encanto de ser. Actualmente residía en una antigua fortaleza abandonada en Costa Oscura donde se dedicaba a reunir a otra escoria similar prometiéndoles tierras, saqueos y otras gentilezas dignas de elogio, y parecía que de verdad estaba consiguiendo una fuerza considerable. Además, por lo que me pudo transmitir el alma, tenía la sensación que Thuregor estaba reuniendo esta legión para devastar Orgrimmar y así conseguir de nuevo el favor de los que le conderaron.
No me hizo falta saber más para conocer que tipo de calaña era este individuo, detuve el ritual para obligar a regresar el alma a su cuerpo y dejé al ahora tembloroso rufián en el suelo, con claros síntomas de sufrir algún tipo de trastorno por lo sufrido, bueno, en empresas como ésta siempre hay que considerar daños colaterales, así que lo abandoné a su suerte sin importarme en absoluto su suerte.
Tras darme un baño para quitarme los restos de sangre y revisar si alguna de sus ropas podría serme de utilidad, me agencié un par de camisones y pantalones que me resultaron menos horrendos que el resto, pero que me servirían para hacerme un apaño, aparte, recuperé de su botín una elegante espada corta con motivos Sin'dorei que me ajusté al cinto por si la pudiera necesitar. Me sentía en parte como si estuviera saqueándolos yo a ellos, pero me limpié la conciencia pensando aquello de "Quien roba a un ladrón, tiene cien años de perdón". Monté sobre Khyr'Atod, que siempre esperaba con lealtad mi presencia y continué mi viaje con más cosas que pensar y planear, pero con una cosa clara, iba a ser divertido acabar con ese humano.
Mientras cabalgaba, no pude evitar pensar en todos mis compañeros que intentaron convencerme de quedarme, prometiendo que me ayudarían a calmar mi dolor y encaminar de nuevo mi vida... a veces deseaba dejarme llevar por esa filosofía, "El pensamiento Recio", la búsqueda de la paz sin necesidad de la guerra... pero el odio que había en mí sólo me hacía pensar en eso como palabras vacías, necesitaba venganza. El rostro de mi amada volvió a aparecer en mi mente y por un instante fugaz, pude sentirme consolado, pero el siguiente momento fue de nuevo de melancolía y tristeza, sólo era el recuerdo de lo que fue y pudo haber sido, apartado de la realidad por las crueles circunstancias que hicieron que una parte de mi se fuera con ella.
Una sensación extraña me hizo volver en mí de nuevo, una especie de temblor que sacudía todo alrededor, ¿un gigante?, ¿un dragón?, ¿un terremoto?, no sabía que era capaz de provocar aquello y pronto mis preguntas obtuvieron respuesta, a lo lejos una gran nube de polvo crecía en el horizonte y señalaba que se aproximaba hacia mi posición, concentré mi aguda vista y contemplé un espectáculo sobrecogedor; un ejército que marchaba con caballos de guerra ataviados con pesadas armaduras, largas picas, catapultas y otras armas de guerra, numerosos estandartes con un puño plateado ondeando en ellos.
De pronto me dí cuenta que debía tomar una decisión muy importante, o abandonar mi misión para regresar a toda prisa a advertir a todos los que se encontraran en su camino hasta Orgrimmar, salvando así incontables vidas inocentes... u ocultarme a la espera que se alejaran sin advertir mi presencia... y aprovechar que toda esa multitud abandonaba las tierras de Thuregor, dándome así la oportunidad perfecta de acabar con él sin tener en cuenta su ejército.
La sombra del odio volvió a envargarme, mi conciencia me gritaba para que regresara y ayudara como pudiera, pero ella estaba en mi cabeza de nuevo, mi dulce, estirada en el suelo mientras su aún cálida sangre se extendía por el suelo, me maldije por la resolución egoísta que acababa de tomar, pero supe que era lo que de verdad quería hacer, comprendía que nada ni nadie se interpondría en mi camino hasta mi venganza....
...pero no pude evitar, con lágrimas en los ojos, contemplar como todos esos humanos marchaban hacia una guerra que reclamaría vidas que yo hubiera podido salvar, no pude eludir el acoso de esa parte de mi que ahora ya sólo era el recuerdo de lo que fuí, el último rastro de bondad se desvanecía junto al polvo que levantaban esas tropas enemigas... mi dulce... te vengaré aunque sea mi alma la que caiga en ello....
Sergestus- Sicario de la Flota
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Re: El retorno al dolor
Como latigazos sin piedad que fustigan el cuerpo de un pobre esclavo mi conciencia me azotaba a cada paso que daba, no podía apartar de mi cabeza la terrible decisión que había tomado, había preferido de nuevo el camino sencillo, el placentero y que mayor recompensa a corto plazo me ofrecía... el agridulce sabor de la venganza... al cambio había sacrificado todo cuanto había significado para mí en la orgullosa ciudad de Orgrimmar, mis amigos, mis compañeros, mi hermana, mis nuevas raíces, mi orgullo...
Sacudí mi cabeza una vez más intentando espantar todo pensamiento que me distrayera de mi objetivo, estaba tan cerca de conseguirlo que no podía ya permitirme dudar sobre las consecuencias de mi decisión, ya tendría momento para reflexionar, ya encontraría tiempo para regresar e intentar enmendar mi error, si aún era posible. Me impulsé con mayor fuerza para seguir escalando, ascendiendo por esa empinada montaña que una vez consiguiera superar me permitiría tener una visión amplia del bastión de Thuregor, el gran esfuerzo hacía que mi frente estuviera repleta de gotas de sudor que me cegaban a traición y me hacían escocer los ojos, al menos eso me permitía tener un suspiro, había pasado demasiado tiempo dominado por las lágrimas.
Cuando el Sol se preparaba para despedirse en el lejano y rojizo horizonte, conseguí al fin superar los últimos metros y situarme en su cima, mientras me dejaba caer agotado e intentando recuperar el aliento, después de horas castigándome y sin darme tregua el cansancio había hecho acto de presencia y cada músculo de mi cuerpo gritaba tembloros para que le concediera un respiro, me preparé una comida frugal, pues el hambre seguía ausente de mi ser, y empecé a observar las pequeñas figuras que se movían al pie de la montaña, estudiando sus movimientos, su actividad, sus cambios de guardia. Iba a permitirme un poco más de paciencia, no pasaría nada que durante un par de días aprendiera cosas de mi enemigo, así tendría más posibilidades de llegar hasta Thuregor.
-Sergestus, expulsa ese dolor, abre tu corazón, deja que llegue a tí...
Sobresaltado desperté con la penetrante mirada de esos ojos verdes aún clavados en mi cabeza, hacía ya varios días que un extraño rostro y unas más extrañas palabras me asaltaban cada vez que conseguía conciliar el sueño, había algo en aquellos tristes ojos verdes que a su vez estaban cargados de una infinita ternura que me resultaban extrañamente familiares. Bebí un poco de agua para aliviar mi boca seca y me levanté un poco para estirarme, aún faltaban unas horas para el alba y entrecerreando los ojos tome mi decisión, era el momento.
Dejé todo aquello que pudiera prescindir, comida, enseres, herramientas, mudas, etc., me ajusté mi armadura lo máximo posible para evitar cualquier pieza suelta que me delatara con su tintineo, afilé la hoja de mi espada, el último legado que me fue entregado en vida por mi padre antes que partiera a mi instrucción, un modesto pero bien cuidado mandoble con unas runas inscritas en su hoja "Yrigrathia Thuïs Khanän", El Linaje de los Khanan. Mi padre amaba intensamente a mi madre y uno de sus muchos detalles fue renunciar a la priorización del apellido a favor del dragontino de mi madre, del cual a decir verdad siempre ha sido el orgullo de mi familia. Acaricié el simple pomo redondeado con cariño, recordando el día que mi padre me lo cedió junto a unas palabras que jamás olvidaría. "Usa esta espada para proteger a aquellos que amas, el resto del tiempo usa tu corazón para mantenerlos cerca de tí". De nuevo las lágrimas corrieron por mi rostro al rememorar el pasado, pero antes que me venciera el desánimo volví a coger fuerzas del odio y me levanté para cumplir con mi destino. Comencé a descender con las estrellas iluminando mi cara aún húmeda.
Me colé por una abertura en el muro trasero que usaban los propios centinelas para reunirse en sus guardias fuera de los ojos curiosos, a sabiendas que aún quedaba un rato para el cambio de turno y los que ahora paseaban por las almenas apenas podían mantener sus ojos abiertos del sueño y el aburrimiento. Un perro empezó a ladrar a lo lejos seguramente al captar mi olor y tras un quejido, seguramente por algún golpe propinado por el centinela que lo custodiaba, volvió el silencio, suspiré de alivio y seguí adelante usando las sombras para refugiarme de las miradas. Tras avanzar unos pasos conseguí colarme en el torreón donde, según mis cálculos, debía residir el humano Thuregor.
Una mueca de asco apareció de repente de mi rostro al ver la inmundicia que invadía ese lugar, restos de comida podrida por los rincones, excrementos de animales por doquier, restos de sangre y vómitos en las paredes, definitivamente tenía más razones que nunca para no sentir simpatía alguna por los humanos, no comprendía como podían vivir como animales... percibí de repente un movimiento en las sombras creadas por una de las antorchas del muro a mi izquierda que se encontraba cerca de uno de los muchos pasillos que se podían observan en la sala, como si alguien hubiera pasado rápidamente delante de ella, instintivamente aferré la empuñadura de mi espada preparado ante cualquier cosa que apareciera por allí... mierda, es una distracción... pensé demasiado tarde para reaccionar, justo cuando me intentaba dar la vuelta un potente golpe en mi cabeza hizo que de repente todo se tornara negro y mi conciencia se apagara...
... bien?, decidme caballero, ¿os encontrais bien?. , una voz dulce y susurrante que se derramaba en mi oído hizo que me despertara como acariciado por una pluma en el rostro, justo al instante después, un intenso dolor se adueñó de mi cabeza y no pude reprimir cogérmela, en vano intentando controlar ese agudo pinchazo que me impedía pensar en otra cosa que no fuera mi dolor, pude notar restos de sangre coagulada y comprendí de inmediato que me habían desprovisto de mis guanteletes, junto a mi arma y armadura.
-Creo, creo que sí, aunque también creo que no debo de estar entero por el dolor que siento en mi cabeza, ¿dónde estoy?, ¿qué ha pasado?.
-Poco puedo deciros de cómo llegasteis aquí mi señor, os arrojaron insconciente dentro de nuestra celda, una de las muchas que posee el infame humano llamado Thuregor, nuestro despiadado anfitrión.
Tras concentrarme lo máximo posible en intentar calmar el dolor y acabar de cicatrizar mi herida, levanté la cabeza para descubrir por mi cuenta cualquier cosa útil que me respondiera pero, unos ojos rojos me miraban con preocupación, una mirada que hizo que sintiera un pinchazo en mi pecho recordándome por un instante los recientes sueños que había tenido, aunque no eran los mismos ojos. Con la boca medio abierta contemplé la dama trol cuyo largo pelo rojizo como el fuego caía enmarañado por sus hombros y, que arrodillada, me miraba algo abrumada por la forma tan directa que la miraba, no pudiendo evitar girar el rostro tras encenderse con timidez sus mejillas antes azuladas, a la vez que descubría ciertas marcas que reflejaban un reciente acto violento sobre ella, no pude evitar sentir un ardor producido por la rabia que crecía en mi interior. Giré mi cabeza para intentar controlar mi furia y seguir observando lo que me rodeaba; dos varones Sin'Doreis con gestos de clara desesperación en un rincón parecían rezar una especie de oración, una Tauren, raza que destacaba por su pacifismo y amor a la naturaleza, se encontraba tumbada y flanqueada por un Renegado que aferraba su pezuña con gesto tierno y un orco que parecía estar susurrando algo parecido a una despedida.
-Es Thylanka, está gravemente herida después de una brutal paliza que le dieron los guardias estando borrachos, tras humillarla obligándola a imitar a una vaca...malditos miserables, no se como fueron capaces de hacerle eso a la pobre... y ahora miradla, se debate entre la vida y la muerte sin poder hacer nada por ella.
Me incorporé a duras penas y me acerqué a la Tauren, que respiraba con gran dificultad y que presentaba diferentes moratones en las partes visibles de su cuerpo, haciendo un gesto tranquilizador al orco, me situé a su lado y posé mis manos en su vientre y cabeza, ahí donde más daño había recibido, tras apartar el dolor de mi cabeza y concentrarme todo lo que pude, empecé a recordar las oraciones necesarias para invocar el poder la Luz Sagrada, deseando que mis últimas acciones no me hubieran apartado del todo del camino.
-Antaño me enorgullecía decir que era un fiel devoto y seguidor de la Luz Sagrada... a día de hoy si mi vergüenza y mis errores no me han terminado de corromper, tal vez pueda hacer algo por esta pobre desdichada.Tras sentir un breve pero suficiente torrente de pureza recorriendo mis venas oré en voz alta sin perder un segundo: Sacrûm Verhitas eit luminaris!!.
Una tenue pero estable luz emanó de mis manos y se comenzó a extender en tímidas ondas por todo el cuerpo de la Tauren, a la vez que un creciente cansancio empezó a hacer acto de presencia en mí, justo cuando me encontraba al borde del desfallecimiento pude contemplar con satisfacción como las heridas más severas terminaban de cerrarse, permitiendo así que su vida dejara de peligrar.Mi cuerpo empezó a desplomarse y varias manos me sujetaron, notando antes de caer insconciente de nuevo como me recostaban con suavidad sobre el suelo.
Un agradable frescor que recordaba a la brisa matutina cargada de las fragancias del bosque me invitó a abrir los ojos, descubriendo un rostro donde un gran hocico atraía toda mi atención, una voz soprendentemente clara para esa boca hizo que me terminara de despertar.
-Bienvenido a la conciencia de nuevo mi Sin'dorei salvador, no se muy bien cómo podría agradeceros lo que hicisteis por mí pero sabed que desde hoy, Thylanka Luna Creciente, seguidora de las antiguas costumbres de adoración a la naturaleza, está a vuestro servicio como gratitud.
-No me debeis nada ni es necesario que me presteis nada vuestro, hice simplemente lo que consideré correcto... algo que últimamente empezaba a dudar posible en mí. Además, en las circunstancias que nos encontramos creo que sólo he pospuesto lo inevitable.
-Nunca infravaloreis el valor de la vida mi desilusionado caballero, nunca sabeis que sorpresas puede traeros el mañana.
-A día de hoy ya no aprecio ni la mía propia pero concentrémonos en importante, pensar la forma de salir de aquí... aunque, disculpadme, vaya falta de educación por mi parte, mi nombre es Sergestus Khanan y venía... con la intención de matar a Thuregor, aunque veo por el resultado que mi estupidez de nuevo ha hecho acto de presencia.
-Mi nombre es Sandulf Quiebrafresno, vivía tranquilamente con mi fiel mascota en las montañas hasta que estos bastardos empezaron con sus incursiones y me capturaron a traición.
-A mi podeis llamarme Raoden El Repudiado, acompañaba a mi amiga Thylanka en sus viajes cuando nos asaltaron y nos encerraron aquí.
-Y yo soy Atheriel Eureth'Yalai, una simple aprendiz de maga de la tribu de los Lanza Negra, me dirigía a la ciudad de Orgrimmar para entregar unos escritos que mi maestro me había encomendado. Los dos Sin'Dorei que se encuentran en el rincón no os responderán, entraron en trance tras su captura y no son capaces ya de escuchar ni ver nada en esta realidad.No os extrañe mi nombre, fuí encontrada por un elfo como vos cuando era una recién nacida, mi madre desapareció y mi padre se encontraba de viaje.
-Es todo un placer conoceros,pero no sabeis cuanto me entristece el no poder prometeros que os sacaré de aquí y ofreceros de nuevo la libertad... últimamente parece que no alcanzo a saber la forma de hacer nada bien, soy una vergüenza para la orden, una parodia de caballero, tal vez sea esto lo que al fin y al cabo merezco...
Vencido por la frustración, me senté en el suelo apoyando mis manos en la cabeza, el silencio manchado de pesimismo invadió la celda y sólo unos sonidos como algo pesado cayendo sobre el suelo rompía el tenso momento, tal vez abandonarme al dulce y tentador olvido de mi mente, al igual que los dos Sin'Dorei que compartían sólo su presencia fisica, fuera lo más conveniente, al menos disfrutaría de una paz que tanto tiempo llevo esperando, ese pensamiento empezó a resultarme cada vez más atractivo, ya no quedaba más que esperar a la muerte en aquel lugar...
-Hermano, cuando tengas un momento... ¿podrías dejar de comportarte como un estúpido egoísta y dejar por una vez que alguien te eche una mano?, abre de una maldita vez tu mente, llevo días intentando contactar contigo y lo único que me he encontrado es un muro insalvable en tu dura cabezota.
Esa voz dulce tan familiar, ese tono estridente cuando me reprendía, ese deje de aparente soberbia, no podía ser, debía ser una ilusión, giré mi cabeza mientras me incorporaba a la vez que unas primeras y rápidas lágrimas asaltaban mis ojos, allí, en la puerta de la celda con una media sonrisa de satisfacción, enfundada su esbelta figura como un guante en esa armadura de cuero ceñida, sus armas de puño que parecían garras de oso que chorreaban aún con sangre, esa mirada llena de cariño que sólo una hermana podía dedicarle a la criatura mezquina que me había convertido...
-¡Shilvara, hermana!,¿¡Cómo has sabido que me encontraba aquí!?, ¿Cómo has sobrevivido a...?.
Con un gesto de su dedo índice hizo ademán que guardara silencio mientras me invitaba a fundirme en un abrazo con ella, luego con una expresión de confianza y tras exhalar un suspiro de resignación, no era la primera vez que me sacaba de algún apuro, me miró fijamente y comenzó a juguetear con mi pelo.
-Que tu te cierres a los intentos de los demás para llegar a tí no significa que tus pensamientos e inquietudes se pierdan en el viento, he venido porque sabía que te ibas a meter en otro de tus líos, siempre has sido un tonto orgulloso deseoso de hacer lo correcto y por tí mismo... deja por una vez que alguien que te quiere te ayude, comparte tu carga y verás como resulta más llevadera.
-Hermana, he cometido atrocidades que ni años de penitencia podrían ...
-Calla, no te vuelvas a dejar llevar por tus frustraciones, que tu conciencia esté en paz pues ya saben lo del ataque, al igual que estoy al corriente de todo cuanto has dicho y hecho este tiempo... siempre he estado contigo aunque pienses que la soledad y la pena fueran tus únicas compañeras. Ahora pensemos como salir de aquí sin armar mucho escándalo, no tardarán mucho en descubrir los cuerpos de los guardias.Vuestras cosas están en la sala contigua.
No daba crédito a todo lo que me estaba diciendo, sus palabras fueron como un chorro de esperanza, tal vez mi alma aún pudiera encontrar la redención... apoyé una mano en su hombro y con voz firma y segura le supliqué más que le ordené:
-Hermana, espero que puedas perdonarme todas las veces que me he comportado como un idiota... pero antes de salir de esta espantosa ciudadela de desesperación y muerte me gustaría zanjar cierto asunto personal, por favor.
Shilvara me miró a los ojos lista para volver a reprenderme pero antes que abriera la boca para ello comprendió la motivación para pedirle aquello, sin articular palabra alguna asintió levemente con la cabeza y salimos de la celda... el momento de la venganza había llegado, ún último sacrificio a lo que quedara de bueno en mí y todo habría terminado.
Sacudí mi cabeza una vez más intentando espantar todo pensamiento que me distrayera de mi objetivo, estaba tan cerca de conseguirlo que no podía ya permitirme dudar sobre las consecuencias de mi decisión, ya tendría momento para reflexionar, ya encontraría tiempo para regresar e intentar enmendar mi error, si aún era posible. Me impulsé con mayor fuerza para seguir escalando, ascendiendo por esa empinada montaña que una vez consiguiera superar me permitiría tener una visión amplia del bastión de Thuregor, el gran esfuerzo hacía que mi frente estuviera repleta de gotas de sudor que me cegaban a traición y me hacían escocer los ojos, al menos eso me permitía tener un suspiro, había pasado demasiado tiempo dominado por las lágrimas.
Cuando el Sol se preparaba para despedirse en el lejano y rojizo horizonte, conseguí al fin superar los últimos metros y situarme en su cima, mientras me dejaba caer agotado e intentando recuperar el aliento, después de horas castigándome y sin darme tregua el cansancio había hecho acto de presencia y cada músculo de mi cuerpo gritaba tembloros para que le concediera un respiro, me preparé una comida frugal, pues el hambre seguía ausente de mi ser, y empecé a observar las pequeñas figuras que se movían al pie de la montaña, estudiando sus movimientos, su actividad, sus cambios de guardia. Iba a permitirme un poco más de paciencia, no pasaría nada que durante un par de días aprendiera cosas de mi enemigo, así tendría más posibilidades de llegar hasta Thuregor.
-Sergestus, expulsa ese dolor, abre tu corazón, deja que llegue a tí...
Sobresaltado desperté con la penetrante mirada de esos ojos verdes aún clavados en mi cabeza, hacía ya varios días que un extraño rostro y unas más extrañas palabras me asaltaban cada vez que conseguía conciliar el sueño, había algo en aquellos tristes ojos verdes que a su vez estaban cargados de una infinita ternura que me resultaban extrañamente familiares. Bebí un poco de agua para aliviar mi boca seca y me levanté un poco para estirarme, aún faltaban unas horas para el alba y entrecerreando los ojos tome mi decisión, era el momento.
Dejé todo aquello que pudiera prescindir, comida, enseres, herramientas, mudas, etc., me ajusté mi armadura lo máximo posible para evitar cualquier pieza suelta que me delatara con su tintineo, afilé la hoja de mi espada, el último legado que me fue entregado en vida por mi padre antes que partiera a mi instrucción, un modesto pero bien cuidado mandoble con unas runas inscritas en su hoja "Yrigrathia Thuïs Khanän", El Linaje de los Khanan. Mi padre amaba intensamente a mi madre y uno de sus muchos detalles fue renunciar a la priorización del apellido a favor del dragontino de mi madre, del cual a decir verdad siempre ha sido el orgullo de mi familia. Acaricié el simple pomo redondeado con cariño, recordando el día que mi padre me lo cedió junto a unas palabras que jamás olvidaría. "Usa esta espada para proteger a aquellos que amas, el resto del tiempo usa tu corazón para mantenerlos cerca de tí". De nuevo las lágrimas corrieron por mi rostro al rememorar el pasado, pero antes que me venciera el desánimo volví a coger fuerzas del odio y me levanté para cumplir con mi destino. Comencé a descender con las estrellas iluminando mi cara aún húmeda.
Me colé por una abertura en el muro trasero que usaban los propios centinelas para reunirse en sus guardias fuera de los ojos curiosos, a sabiendas que aún quedaba un rato para el cambio de turno y los que ahora paseaban por las almenas apenas podían mantener sus ojos abiertos del sueño y el aburrimiento. Un perro empezó a ladrar a lo lejos seguramente al captar mi olor y tras un quejido, seguramente por algún golpe propinado por el centinela que lo custodiaba, volvió el silencio, suspiré de alivio y seguí adelante usando las sombras para refugiarme de las miradas. Tras avanzar unos pasos conseguí colarme en el torreón donde, según mis cálculos, debía residir el humano Thuregor.
Una mueca de asco apareció de repente de mi rostro al ver la inmundicia que invadía ese lugar, restos de comida podrida por los rincones, excrementos de animales por doquier, restos de sangre y vómitos en las paredes, definitivamente tenía más razones que nunca para no sentir simpatía alguna por los humanos, no comprendía como podían vivir como animales... percibí de repente un movimiento en las sombras creadas por una de las antorchas del muro a mi izquierda que se encontraba cerca de uno de los muchos pasillos que se podían observan en la sala, como si alguien hubiera pasado rápidamente delante de ella, instintivamente aferré la empuñadura de mi espada preparado ante cualquier cosa que apareciera por allí... mierda, es una distracción... pensé demasiado tarde para reaccionar, justo cuando me intentaba dar la vuelta un potente golpe en mi cabeza hizo que de repente todo se tornara negro y mi conciencia se apagara...
... bien?, decidme caballero, ¿os encontrais bien?. , una voz dulce y susurrante que se derramaba en mi oído hizo que me despertara como acariciado por una pluma en el rostro, justo al instante después, un intenso dolor se adueñó de mi cabeza y no pude reprimir cogérmela, en vano intentando controlar ese agudo pinchazo que me impedía pensar en otra cosa que no fuera mi dolor, pude notar restos de sangre coagulada y comprendí de inmediato que me habían desprovisto de mis guanteletes, junto a mi arma y armadura.
-Creo, creo que sí, aunque también creo que no debo de estar entero por el dolor que siento en mi cabeza, ¿dónde estoy?, ¿qué ha pasado?.
-Poco puedo deciros de cómo llegasteis aquí mi señor, os arrojaron insconciente dentro de nuestra celda, una de las muchas que posee el infame humano llamado Thuregor, nuestro despiadado anfitrión.
Tras concentrarme lo máximo posible en intentar calmar el dolor y acabar de cicatrizar mi herida, levanté la cabeza para descubrir por mi cuenta cualquier cosa útil que me respondiera pero, unos ojos rojos me miraban con preocupación, una mirada que hizo que sintiera un pinchazo en mi pecho recordándome por un instante los recientes sueños que había tenido, aunque no eran los mismos ojos. Con la boca medio abierta contemplé la dama trol cuyo largo pelo rojizo como el fuego caía enmarañado por sus hombros y, que arrodillada, me miraba algo abrumada por la forma tan directa que la miraba, no pudiendo evitar girar el rostro tras encenderse con timidez sus mejillas antes azuladas, a la vez que descubría ciertas marcas que reflejaban un reciente acto violento sobre ella, no pude evitar sentir un ardor producido por la rabia que crecía en mi interior. Giré mi cabeza para intentar controlar mi furia y seguir observando lo que me rodeaba; dos varones Sin'Doreis con gestos de clara desesperación en un rincón parecían rezar una especie de oración, una Tauren, raza que destacaba por su pacifismo y amor a la naturaleza, se encontraba tumbada y flanqueada por un Renegado que aferraba su pezuña con gesto tierno y un orco que parecía estar susurrando algo parecido a una despedida.
-Es Thylanka, está gravemente herida después de una brutal paliza que le dieron los guardias estando borrachos, tras humillarla obligándola a imitar a una vaca...malditos miserables, no se como fueron capaces de hacerle eso a la pobre... y ahora miradla, se debate entre la vida y la muerte sin poder hacer nada por ella.
Me incorporé a duras penas y me acerqué a la Tauren, que respiraba con gran dificultad y que presentaba diferentes moratones en las partes visibles de su cuerpo, haciendo un gesto tranquilizador al orco, me situé a su lado y posé mis manos en su vientre y cabeza, ahí donde más daño había recibido, tras apartar el dolor de mi cabeza y concentrarme todo lo que pude, empecé a recordar las oraciones necesarias para invocar el poder la Luz Sagrada, deseando que mis últimas acciones no me hubieran apartado del todo del camino.
-Antaño me enorgullecía decir que era un fiel devoto y seguidor de la Luz Sagrada... a día de hoy si mi vergüenza y mis errores no me han terminado de corromper, tal vez pueda hacer algo por esta pobre desdichada.Tras sentir un breve pero suficiente torrente de pureza recorriendo mis venas oré en voz alta sin perder un segundo: Sacrûm Verhitas eit luminaris!!.
Una tenue pero estable luz emanó de mis manos y se comenzó a extender en tímidas ondas por todo el cuerpo de la Tauren, a la vez que un creciente cansancio empezó a hacer acto de presencia en mí, justo cuando me encontraba al borde del desfallecimiento pude contemplar con satisfacción como las heridas más severas terminaban de cerrarse, permitiendo así que su vida dejara de peligrar.Mi cuerpo empezó a desplomarse y varias manos me sujetaron, notando antes de caer insconciente de nuevo como me recostaban con suavidad sobre el suelo.
Un agradable frescor que recordaba a la brisa matutina cargada de las fragancias del bosque me invitó a abrir los ojos, descubriendo un rostro donde un gran hocico atraía toda mi atención, una voz soprendentemente clara para esa boca hizo que me terminara de despertar.
-Bienvenido a la conciencia de nuevo mi Sin'dorei salvador, no se muy bien cómo podría agradeceros lo que hicisteis por mí pero sabed que desde hoy, Thylanka Luna Creciente, seguidora de las antiguas costumbres de adoración a la naturaleza, está a vuestro servicio como gratitud.
-No me debeis nada ni es necesario que me presteis nada vuestro, hice simplemente lo que consideré correcto... algo que últimamente empezaba a dudar posible en mí. Además, en las circunstancias que nos encontramos creo que sólo he pospuesto lo inevitable.
-Nunca infravaloreis el valor de la vida mi desilusionado caballero, nunca sabeis que sorpresas puede traeros el mañana.
-A día de hoy ya no aprecio ni la mía propia pero concentrémonos en importante, pensar la forma de salir de aquí... aunque, disculpadme, vaya falta de educación por mi parte, mi nombre es Sergestus Khanan y venía... con la intención de matar a Thuregor, aunque veo por el resultado que mi estupidez de nuevo ha hecho acto de presencia.
-Mi nombre es Sandulf Quiebrafresno, vivía tranquilamente con mi fiel mascota en las montañas hasta que estos bastardos empezaron con sus incursiones y me capturaron a traición.
-A mi podeis llamarme Raoden El Repudiado, acompañaba a mi amiga Thylanka en sus viajes cuando nos asaltaron y nos encerraron aquí.
-Y yo soy Atheriel Eureth'Yalai, una simple aprendiz de maga de la tribu de los Lanza Negra, me dirigía a la ciudad de Orgrimmar para entregar unos escritos que mi maestro me había encomendado. Los dos Sin'Dorei que se encuentran en el rincón no os responderán, entraron en trance tras su captura y no son capaces ya de escuchar ni ver nada en esta realidad.No os extrañe mi nombre, fuí encontrada por un elfo como vos cuando era una recién nacida, mi madre desapareció y mi padre se encontraba de viaje.
-Es todo un placer conoceros,pero no sabeis cuanto me entristece el no poder prometeros que os sacaré de aquí y ofreceros de nuevo la libertad... últimamente parece que no alcanzo a saber la forma de hacer nada bien, soy una vergüenza para la orden, una parodia de caballero, tal vez sea esto lo que al fin y al cabo merezco...
Vencido por la frustración, me senté en el suelo apoyando mis manos en la cabeza, el silencio manchado de pesimismo invadió la celda y sólo unos sonidos como algo pesado cayendo sobre el suelo rompía el tenso momento, tal vez abandonarme al dulce y tentador olvido de mi mente, al igual que los dos Sin'Dorei que compartían sólo su presencia fisica, fuera lo más conveniente, al menos disfrutaría de una paz que tanto tiempo llevo esperando, ese pensamiento empezó a resultarme cada vez más atractivo, ya no quedaba más que esperar a la muerte en aquel lugar...
-Hermano, cuando tengas un momento... ¿podrías dejar de comportarte como un estúpido egoísta y dejar por una vez que alguien te eche una mano?, abre de una maldita vez tu mente, llevo días intentando contactar contigo y lo único que me he encontrado es un muro insalvable en tu dura cabezota.
Esa voz dulce tan familiar, ese tono estridente cuando me reprendía, ese deje de aparente soberbia, no podía ser, debía ser una ilusión, giré mi cabeza mientras me incorporaba a la vez que unas primeras y rápidas lágrimas asaltaban mis ojos, allí, en la puerta de la celda con una media sonrisa de satisfacción, enfundada su esbelta figura como un guante en esa armadura de cuero ceñida, sus armas de puño que parecían garras de oso que chorreaban aún con sangre, esa mirada llena de cariño que sólo una hermana podía dedicarle a la criatura mezquina que me había convertido...
-¡Shilvara, hermana!,¿¡Cómo has sabido que me encontraba aquí!?, ¿Cómo has sobrevivido a...?.
Con un gesto de su dedo índice hizo ademán que guardara silencio mientras me invitaba a fundirme en un abrazo con ella, luego con una expresión de confianza y tras exhalar un suspiro de resignación, no era la primera vez que me sacaba de algún apuro, me miró fijamente y comenzó a juguetear con mi pelo.
-Que tu te cierres a los intentos de los demás para llegar a tí no significa que tus pensamientos e inquietudes se pierdan en el viento, he venido porque sabía que te ibas a meter en otro de tus líos, siempre has sido un tonto orgulloso deseoso de hacer lo correcto y por tí mismo... deja por una vez que alguien que te quiere te ayude, comparte tu carga y verás como resulta más llevadera.
-Hermana, he cometido atrocidades que ni años de penitencia podrían ...
-Calla, no te vuelvas a dejar llevar por tus frustraciones, que tu conciencia esté en paz pues ya saben lo del ataque, al igual que estoy al corriente de todo cuanto has dicho y hecho este tiempo... siempre he estado contigo aunque pienses que la soledad y la pena fueran tus únicas compañeras. Ahora pensemos como salir de aquí sin armar mucho escándalo, no tardarán mucho en descubrir los cuerpos de los guardias.Vuestras cosas están en la sala contigua.
No daba crédito a todo lo que me estaba diciendo, sus palabras fueron como un chorro de esperanza, tal vez mi alma aún pudiera encontrar la redención... apoyé una mano en su hombro y con voz firma y segura le supliqué más que le ordené:
-Hermana, espero que puedas perdonarme todas las veces que me he comportado como un idiota... pero antes de salir de esta espantosa ciudadela de desesperación y muerte me gustaría zanjar cierto asunto personal, por favor.
Shilvara me miró a los ojos lista para volver a reprenderme pero antes que abriera la boca para ello comprendió la motivación para pedirle aquello, sin articular palabra alguna asintió levemente con la cabeza y salimos de la celda... el momento de la venganza había llegado, ún último sacrificio a lo que quedara de bueno en mí y todo habría terminado.
Sergestus- Sicario de la Flota
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PJ principal : Sergestus
Antigüedad : 07/03/2008
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Re: El retorno al dolor
Músculos en tensión, mis pulmones arden y gritan suplicando por un respiro, las diferentes heridas por mi cuerpo lloran con el néctar de la vida, mis manos se aferran con gran fuerza a la empuñadura de la espada por miedo a que resbale por el sudor que escapa por cada parte de mi piel haciendo también que varios mechones de mi pelo quede pegado a mi cara y me impidan una visión completa. Aún a pesar de encontrarme cerca de caer rendido al agotamiento, mi orgullo y mi deseo de venganza me obligaba a mantenerme en pie, sin dejar de atender al mínimo movimiento del bastardo que se erguía también a duras penas frente a mí y cuyo rostro consumido por el cansancio y la rabia no dejaba tampoco de condenarme con la mirada. Su aspecto correspondía a la mayoría de los humanos con los que me había encontrado y eso me repugnaba aún más; una barriga descuidada y en cuya armadura se podían apreciar salpicaduras, seguramente de su popular cerveza, una abundante barba dejada a su libre albedrío que caía más allá de su garganta, una cabeza despejada de pelo por la zona central y rodeada por unos mechones finos que caían a la altura de sus orejas y sobre todo una forma física que reflejaba su poco ejercicio, aún así en sus ojos brillaba la señal de la experiencia y por ello no quise confiarme.
Tras de mí, se encontraban Thylanka y los demás resistiendo los asaltos de los guardias en uno de los portones laterales al gran salón principal donde Thuregor desempeñaba sus principales funciones, al otro lado y en solitario, mi hermana se encontraba casi en trance moviendo y contorsionando su cuerpo en posturas imposibles siguiendo el ritmo de su danza de la muerte, el filo de sus armas de puño realizaba grandes trazos en el aire y cortinas de sangre saltaban y salpicaban ahogando los diferentes gemidos de dolor de sus víctimas. En los ojos de sus adversarios se podía adivinar el terror que producía el sentimiento de frustración de no poder siquiera alcanzar a tocar uno de sus dorados cabellos, aunque conocía bien la forma de pelear de Shilvara desde bien pequeños y era consciente que sus reflejos estaban muy mermados ya por el largo combate y no podría soportar mucho más las embestidas enemigas. Aspiré profundamente y empecé a recordar de nuevo los delicados rizos pelirrojos de mi amada, muerta por los esbirros de este miserable humano; mi rabia iba en aumento de forma descontrolada pero a diferencia de la mayoría de las veces me envolví por su cálido y tentador abrazo, había esperado este momento con gran ansiedad y no quería fracasar ahora, me entregué totalmente a ese grito que de nuevo crecía en mí invitándome a saciar esa sed de sangre, mi visión se empezó a nublar y al instante volvió a suceder...
-Ser'jerath etjhü t'amh Yhinîar!!!
...un grito con una voz gutural salió de mi boca sin haber deseado pronunciarlo, me movía sin ser dueño de mis acciones acompañadas de una especie de rugidos, de nuevo esa sensación de ser espectador de mi propio cuerpo. Embestí de frente sin atender a ninguna de las precauciones características de mi sistema de combate, con la espada en alto por encima de mi cabeza preparando un golpe temible, Thuregor me esperaba con una sonrisa seguramente producida por pensar que había conseguido hacerme perder la paciencia, mi espada empezó a caer a una velocidad vertiginosa y el humano se apartó en el último momento haciendo que la mesa que se encontraba detrás de ella se partiera por el potente golpe de mi espada, incrustándose en el suelo de madera y dejándome desarmado. Thuregor aprovechó mi error y lanzó un corte horizontal con su larga arma de asta coronada por una enorme hoja serrada buscando mi cintura, pero mi cuerpo dio un rápido salto hacía mi enemigo para evitar el mortal filo pero provocando que en vez de ello recibiera un doloroso golpe con el asta que me empujó de modo violento hasta la dura pared, aunque yo sintiera todo el intenso dolor lo que fuera lo que me dominaba no parecía verse afectado y apoyando la mano para impulsarme, me lancé encima del ahora sorprendido humano que no tuvo tiempo de volver a una posición defensiva, recibiendo mi furioso placaje y cayendo ambos al suelo.
El combate que se desarrolló a partir de entonces parecía más la supervivencia entre dos animales furiosos que la pelea entre los dos caballeros que debería haber sido; puñetazos, cabezazos, golpes bajos, escupitajos y maldiciones dominaron el enfrentamiento, una sensación cálida y húmeda empezó a hacerse notar en mi pierna y descubrí que un puñal estaba clavado profundamente y la mano que la empuñaba la removía de un lado a otro para provocar el mayor daño posible, pero no era una mente racional lo que guiaba mi ser ahora mismo y en vez de perder la concentración un potente golpe con mi zurda impactó en la mandíbula del humano, la cual profirió un seco crujido y de cuya boca saltaron varios dientes y un chorro de sangre. Entregado del todo al objetivo de destrozar mi oponente, le agarré del hombro contrario con mi otra mano y le volví a golpear de nuevo con todas mis fuerzas, con un rodillazo súbito se zafó de mi presa y me apartó a un lado, pero algo en mí me decía que ya apenas le restaban fuerzas para resistir mucho más y volví a saltar sobre él empujándole sobre la pared más cercana a la altura de los hombros para impedir que se cubriera y apretando con furia los dientes empezó a recibir una lluvia de puñetazos por todo su cuerpo. Mis palabras volvieron a resultarme conocidas y empecé poco a poco a recuperar mi control, aproveché el momento para consumar mi venganza.
-¡Ésta por ser un bastardo sin escrúpulos!-Le golpeé en el centro de la cara notando como su nariz se partía en otro crujido seco.
-¡Ésta por la gente inocente que has matado por tu avaricia y sed de poder! -La mayor parte de sus dientes saltaron mezclados con sangre al recibir un potente puñetazo en su boca.
-¡Y Esta miserable cabrón... ésta....!-Toda mi frustración al recordar de nuevo el cuerpo inerte de mi amada, mi pesar, mi odio se concentró en furia, cogiendo aire tras echar atrás el puño para impulsar más aún, lancé el golpe definitivo acompañado de un grito de pura ira-... ¡¡Por mi amada, a quien le arrebataste la vida y que con ella se fue todo lo bueno que había en mí!!, -Con un sonido marcado por la rotura del cráneo, mi guantelete metálico impactó en su sien con gran violencia, saltando una gran cantidad de sangre que incluso me salpicó en la cara.
-Púdrete en el infierno y dile al diablo que fuí yo quien te envió, junto al resto de escoria como tú que se ha interpuesto en mi camino.
Solté mi mano de su hombro y su cuerpo cayó flácido y carente de vida al suelo, empezando a formarse un charco de sangre del cual me aparté escupiendo repugnado... y de repente una sensación extraña se apoderó de mí, mezcla de una especie de paz y de tremendo agotamiento, mi vista se empezó a nublar y notaba como mis cuerpo comenzaba a temblar y sentir un escalofrío mientras veía como las paredes se movían y una oscuridad me envolvía...
...Desperté con una mano suave acariciando mi rostro, al abrir los ojos pude ver otros grandes y verdes que me miraban con expresión preocupada, al empezar a recuperar de nuevo la visión pude comprobar que era Shilvara y le dediqué una sonrisa para expresarle que estaba bien. Me incorporé aún dolorido y tremendamente cansado para inspeccionar el lugar donde nos encontrábamos, un pequeño claro entre unas arboledas de fresnos, el resto de los refugiados se encontraban cerca, cuidándose las heridas tras la batalla.
-¿Te encuentras mejor hermanito?, me has tenido bastante asustada la verdad. Descansa un poco y tranquilo, cuando su líder cayó muchos huyeron como ratas cobardes y pudimos escaparnos, estamos a salvo ahora mismo.
-Sí... creo que no tengo nada roto y mis heridas las terminaré de cicatrizar cuando recupere un poco el alien...
-No me refería a eso cabeza hueca -la miré con un atisbo de duda-, vamos Sergestus, ¿de verdad no sabes a lo qué me refiero?
-Francamente no Shilv, ayúdame un poco.
-Serge, aún cegado por todo lo que te ha pasado desde tu regreso a casa, ¿no has tenido la sensación en todo momento de recordar acontecimientos, sentir sensaciones y en general tener pensamientos que fueran ajenos a tí?
-Pues... -la incertidumbre me bañaba en todo mi ser-... debo confesarte que sí.
-"Yrigrathia Thuïs Khanän", ¿te suena hermano?, lo llevas grabado en la espada y tiene un significado mayor que el de ser un recordatorio de nuestra familia. Debido a la naturaleza de nuestra fallecida madre poseemos una característica algo peculiar entre otras, una vez alcanzamos la edad adulta y despierta lo que hay en nuestra sangre somos capaces de vincularnos a nivel espiritual y, como hermanos, nuestro lazo es mucho mayor. Esas imágenes que aparecían en tu mente no eran más que mis pensamientos, mis sentimientos y mis temores compartidos, de igual modo yo he sido testigo de todo cuando has sufrido desde el instante que tu don apareció tras el shock producido al conocer la noticia de la muerte de nuestros padres. Ahora entiendes el motivo de decirte que siempre he estado a tu lado aunque no lo supieras, ¿verdad?, Serge, conozco las turbaciones que te atormentan y créeme cuando te digo que estás llevando una carga demasiado grande, no eres culpable del modo que se mueven los hilos del destino.
-Pero he hecho tantas cosas terribles... he causado tanto dol...
-Sólo actuaste movido por el dolor, deseando el modo de aliviarlo. No fue la opción más correcta viniendo de un fanático religioso como los de tu orden la verdad, pero comprende que las motivaciones que te condujeron a elegir de ese modo tampoco no eran demasiado agradables. Y en serio ya de una vez, deja de castigarte o tendré que golpearte en esa dura cabezota que tienes -una media sonrisa acompañaba sus palabras, ocultando en parte su preocupación por mí, tras fijarme mejor vi que tenía un brazo muy pegado al cuerpo, dándome a entender que necesitaba atención-.
-Shilv, déjame ver ese brazo, tiene mala pinta.
-No, no, estoy bien en serio, no te preocup...
-Shilvara, acepto que quieras ayudarme y te lo agradezco muchísimo, pero necesito que aceptes mi ayuda también, deja que me sienta útil para varia, ahora veamos ese brazo -lo moví un poco y comprobé en su expresión que le dolía mucho-. Creo que tienes algo roto, sólo necesito algo de concentración...
Comencé a suplicar por el divino poder de La Luz Sagrada, orando por recibir su favor y cuando comencé a sentir el torrente de pura energía recorrer mi cuerpo la empecé a canalizar hacia mi hermana, sanando sus heridas y contusiones aunque muy poco a poco, hacía largo tiempo que había dejado de lado el camino de las artes de sanación y requería toda de mi concentración para llegar a curar hasta la más mínima herida, en las graves era casi un sacrificio por mi parte y acababa totalmente exhausto. Tras un rato conseguí aliviarle el dolor, sus huesos estaban de nuevo sanos pero aún necesitaría algo de reposo para que se curase del todo, dejé escapar el aire por el cansancio y las manos de mi hermana buscaron mi rostro para levantarlo y mirarme fijamente, sin necesidad de palabras capté de sus pensamientos que se alegraba de verme, me besó en la frente con toda la ternura que una hermana podía expresar y me abrazó con todas sus fuerzas, volviendo a aparecer en mi mente el reflejo de sus sentimientos [i]"Papá y mamá estarían orgullosos de ti, al igual que lo estoy yo y no voy a dejar que te abandones a tus miedos, te acompañaré a donde vayas, quiero estar segura que estás bien y no acepto un no por respuesta o vas a saber de verdad lo que es el dolor".
-[i]Esto me recuerda que ahora mismo no tengo a donde ir, mi vergüenza me impide volver a Orgrimmar y es el único hogar que conozco aparte de la escuela de caballeros -Thylanka cojeando hacia nosotros, su larga cola se movía de un lado a otro y se tensaba cada vez que apoyaba la pezuña izquierda, la que parecía tener dolorida-.
-No he podido evitar escuchar este último comentario joven elfo y quisiera pediros un favor vista vuestra habilidad y valor. Durante nuestro cautiverio pude escuchar que existe otro centro de retención debido al gran número de asaltos realizados por Thuregor, éste se encuentra en los desiertos de Tanaris y está controlado por los piratas y otros bucaneros. Parece que allí enviaban a los futuros esclavos y destinados a la diversión. Tampoco tenemos un lugar donde ir y no podría permitir seguir con la conciencia tranquila sabiendo que hay quienes no han tenido la suerte de escapar como nosotros, ¿querríais acompañarnos?
Una gratificante sensación creció en mi interior, algo que pensaba que había olvidado por las dudas que atenazaban mi corazón volvió a aparecer, haciendo que sin darme cuenta una sonrisa se dibujara en mi cara, era parte de mi orgullo herido el que hacía florecer la esperanza de la redención en mí. Un codazo de complicidad de Shilvara me recordó que compartía mi sentimiento y me invitaba a aceptar, fue ella quien se adelantó a mi respuesta.
-Podéis contar con nosotros Tauren, mi hermano irá aunque tenga que llevarle tirándole de sus orejotas, largas como la lengua que tiene cuando lo desea. Tendremos que enseñarles modales a esos bárbaros y explicarles otros modos de diversión, si son capaces de contener la sangre de sus cuerpos cuando les apuñale.
Sin decir nada más, acepté el nuevo abrazo de mi hermana mientras contemplábamos el atardecer que finalizaba el día, el mañana nos traía un nuevo destino y una oportunidad para reparar mi alma rota. Sí... acompañaría a estos extraños que irónicamente compartían mi misma suerte, exiliados de su hogar en busca de una respuesta a la pregunta de su vida pero guiados por el anhelo de ayudar a los demás... tal vez fuera posible recuperar parte de lo bueno que un día llegué a considerarme.
Tras de mí, se encontraban Thylanka y los demás resistiendo los asaltos de los guardias en uno de los portones laterales al gran salón principal donde Thuregor desempeñaba sus principales funciones, al otro lado y en solitario, mi hermana se encontraba casi en trance moviendo y contorsionando su cuerpo en posturas imposibles siguiendo el ritmo de su danza de la muerte, el filo de sus armas de puño realizaba grandes trazos en el aire y cortinas de sangre saltaban y salpicaban ahogando los diferentes gemidos de dolor de sus víctimas. En los ojos de sus adversarios se podía adivinar el terror que producía el sentimiento de frustración de no poder siquiera alcanzar a tocar uno de sus dorados cabellos, aunque conocía bien la forma de pelear de Shilvara desde bien pequeños y era consciente que sus reflejos estaban muy mermados ya por el largo combate y no podría soportar mucho más las embestidas enemigas. Aspiré profundamente y empecé a recordar de nuevo los delicados rizos pelirrojos de mi amada, muerta por los esbirros de este miserable humano; mi rabia iba en aumento de forma descontrolada pero a diferencia de la mayoría de las veces me envolví por su cálido y tentador abrazo, había esperado este momento con gran ansiedad y no quería fracasar ahora, me entregué totalmente a ese grito que de nuevo crecía en mí invitándome a saciar esa sed de sangre, mi visión se empezó a nublar y al instante volvió a suceder...
-Ser'jerath etjhü t'amh Yhinîar!!!
...un grito con una voz gutural salió de mi boca sin haber deseado pronunciarlo, me movía sin ser dueño de mis acciones acompañadas de una especie de rugidos, de nuevo esa sensación de ser espectador de mi propio cuerpo. Embestí de frente sin atender a ninguna de las precauciones características de mi sistema de combate, con la espada en alto por encima de mi cabeza preparando un golpe temible, Thuregor me esperaba con una sonrisa seguramente producida por pensar que había conseguido hacerme perder la paciencia, mi espada empezó a caer a una velocidad vertiginosa y el humano se apartó en el último momento haciendo que la mesa que se encontraba detrás de ella se partiera por el potente golpe de mi espada, incrustándose en el suelo de madera y dejándome desarmado. Thuregor aprovechó mi error y lanzó un corte horizontal con su larga arma de asta coronada por una enorme hoja serrada buscando mi cintura, pero mi cuerpo dio un rápido salto hacía mi enemigo para evitar el mortal filo pero provocando que en vez de ello recibiera un doloroso golpe con el asta que me empujó de modo violento hasta la dura pared, aunque yo sintiera todo el intenso dolor lo que fuera lo que me dominaba no parecía verse afectado y apoyando la mano para impulsarme, me lancé encima del ahora sorprendido humano que no tuvo tiempo de volver a una posición defensiva, recibiendo mi furioso placaje y cayendo ambos al suelo.
El combate que se desarrolló a partir de entonces parecía más la supervivencia entre dos animales furiosos que la pelea entre los dos caballeros que debería haber sido; puñetazos, cabezazos, golpes bajos, escupitajos y maldiciones dominaron el enfrentamiento, una sensación cálida y húmeda empezó a hacerse notar en mi pierna y descubrí que un puñal estaba clavado profundamente y la mano que la empuñaba la removía de un lado a otro para provocar el mayor daño posible, pero no era una mente racional lo que guiaba mi ser ahora mismo y en vez de perder la concentración un potente golpe con mi zurda impactó en la mandíbula del humano, la cual profirió un seco crujido y de cuya boca saltaron varios dientes y un chorro de sangre. Entregado del todo al objetivo de destrozar mi oponente, le agarré del hombro contrario con mi otra mano y le volví a golpear de nuevo con todas mis fuerzas, con un rodillazo súbito se zafó de mi presa y me apartó a un lado, pero algo en mí me decía que ya apenas le restaban fuerzas para resistir mucho más y volví a saltar sobre él empujándole sobre la pared más cercana a la altura de los hombros para impedir que se cubriera y apretando con furia los dientes empezó a recibir una lluvia de puñetazos por todo su cuerpo. Mis palabras volvieron a resultarme conocidas y empecé poco a poco a recuperar mi control, aproveché el momento para consumar mi venganza.
-¡Ésta por ser un bastardo sin escrúpulos!-Le golpeé en el centro de la cara notando como su nariz se partía en otro crujido seco.
-¡Ésta por la gente inocente que has matado por tu avaricia y sed de poder! -La mayor parte de sus dientes saltaron mezclados con sangre al recibir un potente puñetazo en su boca.
-¡Y Esta miserable cabrón... ésta....!-Toda mi frustración al recordar de nuevo el cuerpo inerte de mi amada, mi pesar, mi odio se concentró en furia, cogiendo aire tras echar atrás el puño para impulsar más aún, lancé el golpe definitivo acompañado de un grito de pura ira-... ¡¡Por mi amada, a quien le arrebataste la vida y que con ella se fue todo lo bueno que había en mí!!, -Con un sonido marcado por la rotura del cráneo, mi guantelete metálico impactó en su sien con gran violencia, saltando una gran cantidad de sangre que incluso me salpicó en la cara.
-Púdrete en el infierno y dile al diablo que fuí yo quien te envió, junto al resto de escoria como tú que se ha interpuesto en mi camino.
Solté mi mano de su hombro y su cuerpo cayó flácido y carente de vida al suelo, empezando a formarse un charco de sangre del cual me aparté escupiendo repugnado... y de repente una sensación extraña se apoderó de mí, mezcla de una especie de paz y de tremendo agotamiento, mi vista se empezó a nublar y notaba como mis cuerpo comenzaba a temblar y sentir un escalofrío mientras veía como las paredes se movían y una oscuridad me envolvía...
...Desperté con una mano suave acariciando mi rostro, al abrir los ojos pude ver otros grandes y verdes que me miraban con expresión preocupada, al empezar a recuperar de nuevo la visión pude comprobar que era Shilvara y le dediqué una sonrisa para expresarle que estaba bien. Me incorporé aún dolorido y tremendamente cansado para inspeccionar el lugar donde nos encontrábamos, un pequeño claro entre unas arboledas de fresnos, el resto de los refugiados se encontraban cerca, cuidándose las heridas tras la batalla.
-¿Te encuentras mejor hermanito?, me has tenido bastante asustada la verdad. Descansa un poco y tranquilo, cuando su líder cayó muchos huyeron como ratas cobardes y pudimos escaparnos, estamos a salvo ahora mismo.
-Sí... creo que no tengo nada roto y mis heridas las terminaré de cicatrizar cuando recupere un poco el alien...
-No me refería a eso cabeza hueca -la miré con un atisbo de duda-, vamos Sergestus, ¿de verdad no sabes a lo qué me refiero?
-Francamente no Shilv, ayúdame un poco.
-Serge, aún cegado por todo lo que te ha pasado desde tu regreso a casa, ¿no has tenido la sensación en todo momento de recordar acontecimientos, sentir sensaciones y en general tener pensamientos que fueran ajenos a tí?
-Pues... -la incertidumbre me bañaba en todo mi ser-... debo confesarte que sí.
-"Yrigrathia Thuïs Khanän", ¿te suena hermano?, lo llevas grabado en la espada y tiene un significado mayor que el de ser un recordatorio de nuestra familia. Debido a la naturaleza de nuestra fallecida madre poseemos una característica algo peculiar entre otras, una vez alcanzamos la edad adulta y despierta lo que hay en nuestra sangre somos capaces de vincularnos a nivel espiritual y, como hermanos, nuestro lazo es mucho mayor. Esas imágenes que aparecían en tu mente no eran más que mis pensamientos, mis sentimientos y mis temores compartidos, de igual modo yo he sido testigo de todo cuando has sufrido desde el instante que tu don apareció tras el shock producido al conocer la noticia de la muerte de nuestros padres. Ahora entiendes el motivo de decirte que siempre he estado a tu lado aunque no lo supieras, ¿verdad?, Serge, conozco las turbaciones que te atormentan y créeme cuando te digo que estás llevando una carga demasiado grande, no eres culpable del modo que se mueven los hilos del destino.
-Pero he hecho tantas cosas terribles... he causado tanto dol...
-Sólo actuaste movido por el dolor, deseando el modo de aliviarlo. No fue la opción más correcta viniendo de un fanático religioso como los de tu orden la verdad, pero comprende que las motivaciones que te condujeron a elegir de ese modo tampoco no eran demasiado agradables. Y en serio ya de una vez, deja de castigarte o tendré que golpearte en esa dura cabezota que tienes -una media sonrisa acompañaba sus palabras, ocultando en parte su preocupación por mí, tras fijarme mejor vi que tenía un brazo muy pegado al cuerpo, dándome a entender que necesitaba atención-.
-Shilv, déjame ver ese brazo, tiene mala pinta.
-No, no, estoy bien en serio, no te preocup...
-Shilvara, acepto que quieras ayudarme y te lo agradezco muchísimo, pero necesito que aceptes mi ayuda también, deja que me sienta útil para varia, ahora veamos ese brazo -lo moví un poco y comprobé en su expresión que le dolía mucho-. Creo que tienes algo roto, sólo necesito algo de concentración...
Comencé a suplicar por el divino poder de La Luz Sagrada, orando por recibir su favor y cuando comencé a sentir el torrente de pura energía recorrer mi cuerpo la empecé a canalizar hacia mi hermana, sanando sus heridas y contusiones aunque muy poco a poco, hacía largo tiempo que había dejado de lado el camino de las artes de sanación y requería toda de mi concentración para llegar a curar hasta la más mínima herida, en las graves era casi un sacrificio por mi parte y acababa totalmente exhausto. Tras un rato conseguí aliviarle el dolor, sus huesos estaban de nuevo sanos pero aún necesitaría algo de reposo para que se curase del todo, dejé escapar el aire por el cansancio y las manos de mi hermana buscaron mi rostro para levantarlo y mirarme fijamente, sin necesidad de palabras capté de sus pensamientos que se alegraba de verme, me besó en la frente con toda la ternura que una hermana podía expresar y me abrazó con todas sus fuerzas, volviendo a aparecer en mi mente el reflejo de sus sentimientos [i]"Papá y mamá estarían orgullosos de ti, al igual que lo estoy yo y no voy a dejar que te abandones a tus miedos, te acompañaré a donde vayas, quiero estar segura que estás bien y no acepto un no por respuesta o vas a saber de verdad lo que es el dolor".
-[i]Esto me recuerda que ahora mismo no tengo a donde ir, mi vergüenza me impide volver a Orgrimmar y es el único hogar que conozco aparte de la escuela de caballeros -Thylanka cojeando hacia nosotros, su larga cola se movía de un lado a otro y se tensaba cada vez que apoyaba la pezuña izquierda, la que parecía tener dolorida-.
-No he podido evitar escuchar este último comentario joven elfo y quisiera pediros un favor vista vuestra habilidad y valor. Durante nuestro cautiverio pude escuchar que existe otro centro de retención debido al gran número de asaltos realizados por Thuregor, éste se encuentra en los desiertos de Tanaris y está controlado por los piratas y otros bucaneros. Parece que allí enviaban a los futuros esclavos y destinados a la diversión. Tampoco tenemos un lugar donde ir y no podría permitir seguir con la conciencia tranquila sabiendo que hay quienes no han tenido la suerte de escapar como nosotros, ¿querríais acompañarnos?
Una gratificante sensación creció en mi interior, algo que pensaba que había olvidado por las dudas que atenazaban mi corazón volvió a aparecer, haciendo que sin darme cuenta una sonrisa se dibujara en mi cara, era parte de mi orgullo herido el que hacía florecer la esperanza de la redención en mí. Un codazo de complicidad de Shilvara me recordó que compartía mi sentimiento y me invitaba a aceptar, fue ella quien se adelantó a mi respuesta.
-Podéis contar con nosotros Tauren, mi hermano irá aunque tenga que llevarle tirándole de sus orejotas, largas como la lengua que tiene cuando lo desea. Tendremos que enseñarles modales a esos bárbaros y explicarles otros modos de diversión, si son capaces de contener la sangre de sus cuerpos cuando les apuñale.
Sin decir nada más, acepté el nuevo abrazo de mi hermana mientras contemplábamos el atardecer que finalizaba el día, el mañana nos traía un nuevo destino y una oportunidad para reparar mi alma rota. Sí... acompañaría a estos extraños que irónicamente compartían mi misma suerte, exiliados de su hogar en busca de una respuesta a la pregunta de su vida pero guiados por el anhelo de ayudar a los demás... tal vez fuera posible recuperar parte de lo bueno que un día llegué a considerarme.
Sergestus- Sicario de la Flota
- Juego : WoW
PJ principal : Sergestus
Antigüedad : 07/03/2008
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El Retorno al Dolor - Lazos sin color (VIII)
Como respuesta a mi silbido, Khyr'Atod apareció galopando desde quién sabe donde con la majestuosidad que le caracterizaba, un orgulloso corcel de batalla que indicaba que su dueño había conseguido terminar con éxito la instrucción en el camino para convertirse en un caballero de la Luz Sagrada. Nadie sabía decir qué era lo que les concedía una especie de inteligencia superior, tanto para mantenerse al margen del peligro cuando su jinete lo requería como para saber permanecer a una distancia exacta para acudir al instante al lado de su dueño, definivamente los Khyr, la raza de caballos elegida por los caballeros, eran una estirpe única y realmente admirada. Otro silbido sonó a mi lado y un poderoso aullido que hizo volar a incontables aves señaló que Kradath, el inmenso Lobo que le entregaron los orcos a Shilvara en honor a sus padres y usaba como montura, corría con su aspecto feroz hacia su dueña. Shilvara me miraba con una ceja enarcada y mostrando una media sonrisa de orgullo, siempre había existido cierta rivalidad entre nosotros por destacar en muchas cosas y yo no pude hacer otra cosa que girar mi cabeza y mirar a otro lado como si no hubiera apreciado su gesto provocador. Khyr'Atod se detuvo justo a un palmo de mi mano extendida para que pudiera acariciarle el hocico y juguetear con su crin, que tanto le encantaba.
-¡Noooo Kradath, paraaaaaaaaahhhhhhh!-Giré justo a tiempo mi rostro para ver como la enorme criatura de pelo negro se abalanzaba con sus dos patas delanteras sobre mi hermana, cayendo sepultada por su enorme peso y quedando totalmente atrapada mientras el lobo empezó a lamerle toda la cara en actitud cariñosa, ahora es cuando no pude reprimir yo una carcajada con la situación tan cómica.
-Hahaha hermana, veo que sigues teniendo buena mano para enseñarle modales a todo lo que te rodea, estoy pensando en prestarte a Khyr'Atod una temporada para que lo pongas en el buen camino.
-Maldita bestia estúpid... ¡ags, deja de lamerme la cara!... aparta tus sucias patas y déjame levantarme, te voy a despellejar vivo y voy a hacerme una alfombra con tu piel... nooo en la boca nooo, puaaaag., ¡y tú, en vez de poner esa cara de idiota podrías ayudarme a quitarme esta bola de pelos de encima!.-Kradath se apartó al fin y se sentó sobre sus patas traseras con la lengua fuera y mirando fijamente a Shilvara, que intentaba recuperar parte de su dignidad limpiándose el polvo y barro. Un carraspeo sonó a nuestra espalda, era Thylanka plantada con actitud impaciente.
-No os quisiera importunar pero deberíamos pensar en ponernos en marcha, he hablado con Sandulf y acompañará a Atheriel hasta Orgrimmar pues piensa que es demasiado peligroso para una simple aprendiz y no desea que vaya sola, dice que nos intentará alcanzar una vez esté sana y salva. He enterrado el cuerpo de mi compañero Raoden -una sombra de tristeza cruzó nuestro rostro al recordar la caída del Renegado luchando contra la guardia de Thuregor- y yo ya me encuentro lo bastante recuperada para emprender el viaje.
-Dama Thylanka, ehmmm, no quisiera molestaros con mi comentario pero dudo mucho que ninguna de nuestras monturas pudiera... esto... no quisiera decir en ningun momento nada malo respecto a vuestro físico... sólo que vuestra raza, bueno, no se si me comprendeis. -Carraspeé incómodo, nunca me gustaba encontrarme en la situación de evidenciar algo a una mujer, por muy Tauren que fuera-.
La enorme Tauren clavó su mirada en la mía, parecía que iba a darme un golpe con una de sus enormes manos-pezuña mostrando su molestia ante el comentario, Shilvara, detrás de mí, reía por lo bajo divertida y haciendo gestos como exagerando mis palabras para provocar más a Thylanka, en vez de ello, relajó la expresión de su rostro, lanzó un leve suspiro y cerró los ojos. Fue chocante ver como la forma de la enorme Tauren empezaba a cambiar y reducir su tamaño, convirtiéndose al final en un esbelto Guepardo, no mucho mayor que un potrillo. Tras la transformación se lamió una de sus patas delanteras y volvió a mirarnos a ambos, con una voz casi susurrante nos volvió a incitar a irnos.
-No os preocupeis por mí, yo seguiré vuestro paso en esta forma, ahora por favor, dejaos de juegos y pongámonos en marcha, hay gente que corre peligro ahora mismo y cada instante es vital.
Nos despedimos de Sandulf y Atheriel, que emprendieron el camino hacia Orgrimmar por la ruta más directa, atravesando las montañas, el instinto de cazador del orco les cuidaría de volver a ser capturados y mantenerse alejados del peligro, Thylanka le dedicó una última mirada al lugar donde yacían los restos de Raoden y con un gruñido nos instó a movernos.
Durante varias jornadas de viaje estuvimos más que ociosos, no encontramos siquiera una maldita alimaña que se nos cruzara en nuestro avance, cruzamos todo Vallefresno sin ver un alma, incluso en la frontera con los baldíos sólo vimos a los centinelas orcos apostados en sus torres, tumbados y casi dormitando por la poca actividad. La conversación tampoco abundaba mucho con Thylanka pues se pasaba el tiempo recogiendo muestras de semillas, avanzando su paso para inspeccionar el terreno más adelante y apareciendo sólo para apremiarnos. Al menos aproveché para poder ponernos al día Shilvara y yo, desde mi regreso apenas le había dedicado tiempo por todo lo ocurrido y echaba en falta nuestras historias y discusiones por intentar tener la razón, ella siempre tan fría y con su lógica, desprovista de toda visión espiritual y cegada a las grandes maravillas que proporciona el conocimiento del camino del seguidor de la Luz Sagrada. Nos acercábamos a El Cruce y teníamos una de nuestras acaloradas disputas:
-¿Pero como puedes estar tan ciego y ser tan tozudo?, tu fe sólo es una excusa para tenerte dominado y sumiso, lo único que importa en esta vida es sobrevivir y disfrutar de los placeres que ella proporciona.
-De nuevo te equivocas hermana, mi placer radica en saber que hago las cosas correctas y con un fin puro, en cambio tú...
-¡Oye!, ¿acaso estás insinuando que las cosas que hago están mal?, ¿que soy una indecente?, ¿eso piensas?, ¡siempre estás igual con tus ideales estúpidos y retrógados, que intentes ser un sabelotodo no significa que tengas razón siempre.
-No he querido decir que seas una indecente, sólo que algunos de tus métodos y comportamientos pueden ser considerados éticamente reprochables según quien...
-¡Me resbala lo que piense un mojigato reprimido que se escuda en sus libros sagrados y normas incuestionables para intentar explicar cualquier cosa!, hasta ahora todo cuanto he hecho me ha reportado algún beneficio.
-Por eso mismo Shilv, ¿si hubieras hecho todas esas cosas intentando ayudar a alguien no crees que hubiera sido más satisfac...
-¡Chitón!, hay algo que no anda bien ahí delante, mira.
En el momento que me indicaba guardar silencio ya había empezado a tantear la empuñadura de mi espada, mi hermana podía ser a veces irracional cuando se le llevaba la contraria pero jamás mandaba callarme a no ser que fuera por algo importante. Miré hacia delante para ver una nube de polvo en uno de los laterales del camino, un poco más adelante, giré de nuevo mi cabeza para indicar a Shilvara que también había visto lo mismo pero ni ella ni el enorme lobo se encontraban allí, apenas un par de segundos le había hecho falta para que Kradath se alejara a toda velocidad,camuflarse entre las dunas y montículos de la zona y seguramente calcular ya la distancia entre su posible víctima y ella, un apagado rugido sonó a mi espalda indicándome que Thylanka se encontraba también acechando con sigilo. Dos figuras se empezaban a adivinar al ir desapareciendo poco a poco la nube de polvo y arena, por las largas y oscuras orejas supe al instante que era un miembro de los elfos de la noche, por su figura también pude saber que se trataba de una mujer e iba ataviada por una larga túnica, aferrándose también a un largo bastón. A su lado había un fornido humano que sujetaba con una mano el cadaver de un orco y con otra sujetaba una enorme maza coronada con varios cuernos de aspecto temible. No dudé ni un instante más y cargué contra ellos furioso, desenfundando mi espada a la vez que gritaba señalando mi ataque a los demás.
-¡Vais a pagar por vuestros crímenes malditos bastardos, la última sangre que vereis derramar será la vuestra!.
Espoleando a Khyr'Atod y dirigiéndome de frente contra ellos me parecía apreciar como que hacían gestos extraños con sus manos, como no estaba entendiendo nada de lo que decían volví a gritar y aceleré mi paso, cuando apenas me quedaba unos pocos pasos para embestir un potente golpe impactó en mi lado derecho y unas fauces surgieron de la nada haciendo que cayera de mi montura e intentando de modo desesperado zafarme de mi atacante, una enorme pantera morada que se convirtió al instante en un Oso enorme, otro golpe de su gran zarpa hizo que saliera despedido a un lado a la vez que sentía como mi carne se desgarraba donde sus garras habían encontrado resistencia, con un rápido movimiento golpeé la gran boca abierta que buscaba mi cuello con la empuñadura de la espada, aturdiendo durante un instante a la feroz criatura y dándome la oportunidad de apartarme para recuperar la guardia. Un gemido animal de dolor me hizo girarme y ver como el humano había golpeado con su maza a Thylanka que se encontraba bajo la forma de una leona, lanzándola a una gran distancia y dejándola en el suelo quejándose por el gran dolor. El gran oso dió unos pasos atrás, dándome a entender que iba a volver a cargar sobre mí y me preparé para la embestida con el arma en posición de contraataque, un grito sonó por encima de la tensión de la batalla.
-¡Deteneos o la comprobaremos si la elfa es capaz de sanar más sangre de la que puede derramar!.
Comprobé con sorpresa como Shilvara se encontraba detrás de la elfa de noche, rodeándola con uno de sus brazos y con el otro apuntando a su garganta con una de sus armas de puño. Un silencio se apoderó de la situación y todos quedamos congelados en nuestros sitios, con miedo de hacer el más mínimo movimiento por la incertidumbre del desenlace. Tras unos instantes de duda el enorme oso agachó su cabeza y comenzó a transformarse de nuevo ante mis ojos, quedando un alto y barbudo elfo de noche que levantaba las manos en actitud de rendición. A su vez, el humano bajaba su arma también y mostraba los dientes en un gesto de rabia contenida.
-Tú ganas asesina, haz lo que quieras conmigo pero sólo una cosa te pido, deja ir a la sacerdotisa que nada tiene que ver.
-Hablais muy bien el orco maldito asesino, aunque eso no evitará que os juzguemos por las atrocidades aquí cometidas. -Apunté con la punta de mi espada al elfo y escupiendo a un lado-
-Nosotros no los hemos matado, sólo quisimos saber qué les había atacado.
-¿El diablo intentando engañar?, ¡que sorpresa!, si pensa...
-Déjame a mi hermano. Tú, elfo deforme, ponte a la pata coja, ahora. -La voz de Shilvara sonaba apagada, dándole un tono agresivo, el elfo de la noche tras poner una expresión de duda ante la petición, accedió soltando un suspiro-. Ahora imita un gato, ¿qué miras?, ¡hazlo!. -El elfo de la noche de nuevo cumplió la extraña orden de Shilvara y empezó a maullar como un gato ,empezaba a pensar que quería humillarlos antes de matarlos. De un rápido reojo pude ver a Thylanka dolorida pero observando el espectáculo mientras se aplicaba una especie de ungüento en una de sus pezuñas-.
-Si no te importa me gustaría al menos conservar algo de mi dignidad si es que vais a matarme.
-¡Ohhhh!, ¿No crees que es adorable Serge?, mira que gatito tan mono. Thullby, deberías verte las pintas que tienes. -Con un movimiento rápido soltó a la elfa, ví como se quedaba menos de un segundo totalmente quieta y en completa tensión y al instante la ví aparecer a la espalda del elfo de la noche, abrazándolo con todas sus fuerzas antes que pudiera apoyar de nuevo la pierna levantada, cayendo ambos al suelo-, ¿Qué haceis aquí despojos de la alianza?.
-¿Shilvara?, ¡Por Elune que debería haberme temido que eras tú cuando empezaste a pedirme esas estupideces!, ¡que la naturaleza te trague por el susto que me acabais de meter en el cuerpo!. -La sacerdotisa y el humano relajaron sus facciones e incluso sonrieron ante la escena tan peculiar-.
-Vamos Thullborn, te paseas por tierras de la Horda en los tiempos que corren, ¿y te extrañas de ser asaltados?. Ah bueno, se me olvidaba. Sergestus, que es el botarate de mi hermano, Thylanka, una recién compañera de viaje unida, os presento a Thullborn, Aixa y Aleksan, aunque resulte extraño son amigos, de lo poco que se puede considerar decente de la Alianza, nos ayudamos mutuamente en el pasado con cierto problemilla que tuvimos en las lejanas y malditas Tierras de la Peste. Nos quedamos encerrados en unas ruinas resistiendo como pudimos el asalto de una legión de soldados de la plaga en lo que era una simple misión de reconocimiento por parte de la estirada de Sylvannas, al final queriendo o no, aprendimos a cooperar y por eso sobrevivimos, además, por su naturaleza diplomática, obtuvieron buenas relaciones con una familia orca y les enseñaron el idioma, algo también muy a tener en cuenta. Bueno, dejémonos de cháchara, ¿qué os trae por las desiertas tierras de Los Baldíos?, pensaba que os iba más eso de los aburridos bosques o -mirando al caballero humano-, las tabernas de esa ciudad de perdición que llamais Ventormenta.
-Veo que tu lengua sigue tan afilada como de costumbre, te invitaría a venirte a tomar unas copas conmigo para demostrarte qué es pasarlo bien pero tengo miedo que si bebes demasiado y te muerdes, te acabes envenenando. -El humano se dirigió a mi hermana en tono claremente socarrón-. Ah, lamento si te hice daño Tauren, pero siempre reacciono mal cuando veo saltar sobre mí una leona furiosa.
-Nuestro cometido aquí, aliada Sin'Dorei, es la investigación de ciertos sucesos extraños que han ido apareciendo en diferentes lugares y que ahora de nuevo hemos encontrado en los cadáveres que inspeccionábamos, por la Luz Sagrada que las marcas que encontramos en sus víctimas son realmente extrañas. Hace unas semanas apareció el primer caso, un pobre campesino humano que apareció destripado y abandonado en medio del campo, a los pocos días a cientos de pasos de distancia, encontramos a un minero enano en condiciones similares. Desde entonces nos interesamos en el caso y hasta aquí seguimos con él. Aún a pesar de su conducta errática parece orientarse en dirección Sureste.
-¡Noooo Kradath, paraaaaaaaaahhhhhhh!-Giré justo a tiempo mi rostro para ver como la enorme criatura de pelo negro se abalanzaba con sus dos patas delanteras sobre mi hermana, cayendo sepultada por su enorme peso y quedando totalmente atrapada mientras el lobo empezó a lamerle toda la cara en actitud cariñosa, ahora es cuando no pude reprimir yo una carcajada con la situación tan cómica.
-Hahaha hermana, veo que sigues teniendo buena mano para enseñarle modales a todo lo que te rodea, estoy pensando en prestarte a Khyr'Atod una temporada para que lo pongas en el buen camino.
-Maldita bestia estúpid... ¡ags, deja de lamerme la cara!... aparta tus sucias patas y déjame levantarme, te voy a despellejar vivo y voy a hacerme una alfombra con tu piel... nooo en la boca nooo, puaaaag., ¡y tú, en vez de poner esa cara de idiota podrías ayudarme a quitarme esta bola de pelos de encima!.-Kradath se apartó al fin y se sentó sobre sus patas traseras con la lengua fuera y mirando fijamente a Shilvara, que intentaba recuperar parte de su dignidad limpiándose el polvo y barro. Un carraspeo sonó a nuestra espalda, era Thylanka plantada con actitud impaciente.
-No os quisiera importunar pero deberíamos pensar en ponernos en marcha, he hablado con Sandulf y acompañará a Atheriel hasta Orgrimmar pues piensa que es demasiado peligroso para una simple aprendiz y no desea que vaya sola, dice que nos intentará alcanzar una vez esté sana y salva. He enterrado el cuerpo de mi compañero Raoden -una sombra de tristeza cruzó nuestro rostro al recordar la caída del Renegado luchando contra la guardia de Thuregor- y yo ya me encuentro lo bastante recuperada para emprender el viaje.
-Dama Thylanka, ehmmm, no quisiera molestaros con mi comentario pero dudo mucho que ninguna de nuestras monturas pudiera... esto... no quisiera decir en ningun momento nada malo respecto a vuestro físico... sólo que vuestra raza, bueno, no se si me comprendeis. -Carraspeé incómodo, nunca me gustaba encontrarme en la situación de evidenciar algo a una mujer, por muy Tauren que fuera-.
La enorme Tauren clavó su mirada en la mía, parecía que iba a darme un golpe con una de sus enormes manos-pezuña mostrando su molestia ante el comentario, Shilvara, detrás de mí, reía por lo bajo divertida y haciendo gestos como exagerando mis palabras para provocar más a Thylanka, en vez de ello, relajó la expresión de su rostro, lanzó un leve suspiro y cerró los ojos. Fue chocante ver como la forma de la enorme Tauren empezaba a cambiar y reducir su tamaño, convirtiéndose al final en un esbelto Guepardo, no mucho mayor que un potrillo. Tras la transformación se lamió una de sus patas delanteras y volvió a mirarnos a ambos, con una voz casi susurrante nos volvió a incitar a irnos.
-No os preocupeis por mí, yo seguiré vuestro paso en esta forma, ahora por favor, dejaos de juegos y pongámonos en marcha, hay gente que corre peligro ahora mismo y cada instante es vital.
Nos despedimos de Sandulf y Atheriel, que emprendieron el camino hacia Orgrimmar por la ruta más directa, atravesando las montañas, el instinto de cazador del orco les cuidaría de volver a ser capturados y mantenerse alejados del peligro, Thylanka le dedicó una última mirada al lugar donde yacían los restos de Raoden y con un gruñido nos instó a movernos.
Durante varias jornadas de viaje estuvimos más que ociosos, no encontramos siquiera una maldita alimaña que se nos cruzara en nuestro avance, cruzamos todo Vallefresno sin ver un alma, incluso en la frontera con los baldíos sólo vimos a los centinelas orcos apostados en sus torres, tumbados y casi dormitando por la poca actividad. La conversación tampoco abundaba mucho con Thylanka pues se pasaba el tiempo recogiendo muestras de semillas, avanzando su paso para inspeccionar el terreno más adelante y apareciendo sólo para apremiarnos. Al menos aproveché para poder ponernos al día Shilvara y yo, desde mi regreso apenas le había dedicado tiempo por todo lo ocurrido y echaba en falta nuestras historias y discusiones por intentar tener la razón, ella siempre tan fría y con su lógica, desprovista de toda visión espiritual y cegada a las grandes maravillas que proporciona el conocimiento del camino del seguidor de la Luz Sagrada. Nos acercábamos a El Cruce y teníamos una de nuestras acaloradas disputas:
-¿Pero como puedes estar tan ciego y ser tan tozudo?, tu fe sólo es una excusa para tenerte dominado y sumiso, lo único que importa en esta vida es sobrevivir y disfrutar de los placeres que ella proporciona.
-De nuevo te equivocas hermana, mi placer radica en saber que hago las cosas correctas y con un fin puro, en cambio tú...
-¡Oye!, ¿acaso estás insinuando que las cosas que hago están mal?, ¿que soy una indecente?, ¿eso piensas?, ¡siempre estás igual con tus ideales estúpidos y retrógados, que intentes ser un sabelotodo no significa que tengas razón siempre.
-No he querido decir que seas una indecente, sólo que algunos de tus métodos y comportamientos pueden ser considerados éticamente reprochables según quien...
-¡Me resbala lo que piense un mojigato reprimido que se escuda en sus libros sagrados y normas incuestionables para intentar explicar cualquier cosa!, hasta ahora todo cuanto he hecho me ha reportado algún beneficio.
-Por eso mismo Shilv, ¿si hubieras hecho todas esas cosas intentando ayudar a alguien no crees que hubiera sido más satisfac...
-¡Chitón!, hay algo que no anda bien ahí delante, mira.
En el momento que me indicaba guardar silencio ya había empezado a tantear la empuñadura de mi espada, mi hermana podía ser a veces irracional cuando se le llevaba la contraria pero jamás mandaba callarme a no ser que fuera por algo importante. Miré hacia delante para ver una nube de polvo en uno de los laterales del camino, un poco más adelante, giré de nuevo mi cabeza para indicar a Shilvara que también había visto lo mismo pero ni ella ni el enorme lobo se encontraban allí, apenas un par de segundos le había hecho falta para que Kradath se alejara a toda velocidad,camuflarse entre las dunas y montículos de la zona y seguramente calcular ya la distancia entre su posible víctima y ella, un apagado rugido sonó a mi espalda indicándome que Thylanka se encontraba también acechando con sigilo. Dos figuras se empezaban a adivinar al ir desapareciendo poco a poco la nube de polvo y arena, por las largas y oscuras orejas supe al instante que era un miembro de los elfos de la noche, por su figura también pude saber que se trataba de una mujer e iba ataviada por una larga túnica, aferrándose también a un largo bastón. A su lado había un fornido humano que sujetaba con una mano el cadaver de un orco y con otra sujetaba una enorme maza coronada con varios cuernos de aspecto temible. No dudé ni un instante más y cargué contra ellos furioso, desenfundando mi espada a la vez que gritaba señalando mi ataque a los demás.
-¡Vais a pagar por vuestros crímenes malditos bastardos, la última sangre que vereis derramar será la vuestra!.
Espoleando a Khyr'Atod y dirigiéndome de frente contra ellos me parecía apreciar como que hacían gestos extraños con sus manos, como no estaba entendiendo nada de lo que decían volví a gritar y aceleré mi paso, cuando apenas me quedaba unos pocos pasos para embestir un potente golpe impactó en mi lado derecho y unas fauces surgieron de la nada haciendo que cayera de mi montura e intentando de modo desesperado zafarme de mi atacante, una enorme pantera morada que se convirtió al instante en un Oso enorme, otro golpe de su gran zarpa hizo que saliera despedido a un lado a la vez que sentía como mi carne se desgarraba donde sus garras habían encontrado resistencia, con un rápido movimiento golpeé la gran boca abierta que buscaba mi cuello con la empuñadura de la espada, aturdiendo durante un instante a la feroz criatura y dándome la oportunidad de apartarme para recuperar la guardia. Un gemido animal de dolor me hizo girarme y ver como el humano había golpeado con su maza a Thylanka que se encontraba bajo la forma de una leona, lanzándola a una gran distancia y dejándola en el suelo quejándose por el gran dolor. El gran oso dió unos pasos atrás, dándome a entender que iba a volver a cargar sobre mí y me preparé para la embestida con el arma en posición de contraataque, un grito sonó por encima de la tensión de la batalla.
-¡Deteneos o la comprobaremos si la elfa es capaz de sanar más sangre de la que puede derramar!.
Comprobé con sorpresa como Shilvara se encontraba detrás de la elfa de noche, rodeándola con uno de sus brazos y con el otro apuntando a su garganta con una de sus armas de puño. Un silencio se apoderó de la situación y todos quedamos congelados en nuestros sitios, con miedo de hacer el más mínimo movimiento por la incertidumbre del desenlace. Tras unos instantes de duda el enorme oso agachó su cabeza y comenzó a transformarse de nuevo ante mis ojos, quedando un alto y barbudo elfo de noche que levantaba las manos en actitud de rendición. A su vez, el humano bajaba su arma también y mostraba los dientes en un gesto de rabia contenida.
-Tú ganas asesina, haz lo que quieras conmigo pero sólo una cosa te pido, deja ir a la sacerdotisa que nada tiene que ver.
-Hablais muy bien el orco maldito asesino, aunque eso no evitará que os juzguemos por las atrocidades aquí cometidas. -Apunté con la punta de mi espada al elfo y escupiendo a un lado-
-Nosotros no los hemos matado, sólo quisimos saber qué les había atacado.
-¿El diablo intentando engañar?, ¡que sorpresa!, si pensa...
-Déjame a mi hermano. Tú, elfo deforme, ponte a la pata coja, ahora. -La voz de Shilvara sonaba apagada, dándole un tono agresivo, el elfo de la noche tras poner una expresión de duda ante la petición, accedió soltando un suspiro-. Ahora imita un gato, ¿qué miras?, ¡hazlo!. -El elfo de la noche de nuevo cumplió la extraña orden de Shilvara y empezó a maullar como un gato ,empezaba a pensar que quería humillarlos antes de matarlos. De un rápido reojo pude ver a Thylanka dolorida pero observando el espectáculo mientras se aplicaba una especie de ungüento en una de sus pezuñas-.
-Si no te importa me gustaría al menos conservar algo de mi dignidad si es que vais a matarme.
-¡Ohhhh!, ¿No crees que es adorable Serge?, mira que gatito tan mono. Thullby, deberías verte las pintas que tienes. -Con un movimiento rápido soltó a la elfa, ví como se quedaba menos de un segundo totalmente quieta y en completa tensión y al instante la ví aparecer a la espalda del elfo de la noche, abrazándolo con todas sus fuerzas antes que pudiera apoyar de nuevo la pierna levantada, cayendo ambos al suelo-, ¿Qué haceis aquí despojos de la alianza?.
-¿Shilvara?, ¡Por Elune que debería haberme temido que eras tú cuando empezaste a pedirme esas estupideces!, ¡que la naturaleza te trague por el susto que me acabais de meter en el cuerpo!. -La sacerdotisa y el humano relajaron sus facciones e incluso sonrieron ante la escena tan peculiar-.
-Vamos Thullborn, te paseas por tierras de la Horda en los tiempos que corren, ¿y te extrañas de ser asaltados?. Ah bueno, se me olvidaba. Sergestus, que es el botarate de mi hermano, Thylanka, una recién compañera de viaje unida, os presento a Thullborn, Aixa y Aleksan, aunque resulte extraño son amigos, de lo poco que se puede considerar decente de la Alianza, nos ayudamos mutuamente en el pasado con cierto problemilla que tuvimos en las lejanas y malditas Tierras de la Peste. Nos quedamos encerrados en unas ruinas resistiendo como pudimos el asalto de una legión de soldados de la plaga en lo que era una simple misión de reconocimiento por parte de la estirada de Sylvannas, al final queriendo o no, aprendimos a cooperar y por eso sobrevivimos, además, por su naturaleza diplomática, obtuvieron buenas relaciones con una familia orca y les enseñaron el idioma, algo también muy a tener en cuenta. Bueno, dejémonos de cháchara, ¿qué os trae por las desiertas tierras de Los Baldíos?, pensaba que os iba más eso de los aburridos bosques o -mirando al caballero humano-, las tabernas de esa ciudad de perdición que llamais Ventormenta.
-Veo que tu lengua sigue tan afilada como de costumbre, te invitaría a venirte a tomar unas copas conmigo para demostrarte qué es pasarlo bien pero tengo miedo que si bebes demasiado y te muerdes, te acabes envenenando. -El humano se dirigió a mi hermana en tono claremente socarrón-. Ah, lamento si te hice daño Tauren, pero siempre reacciono mal cuando veo saltar sobre mí una leona furiosa.
-Nuestro cometido aquí, aliada Sin'Dorei, es la investigación de ciertos sucesos extraños que han ido apareciendo en diferentes lugares y que ahora de nuevo hemos encontrado en los cadáveres que inspeccionábamos, por la Luz Sagrada que las marcas que encontramos en sus víctimas son realmente extrañas. Hace unas semanas apareció el primer caso, un pobre campesino humano que apareció destripado y abandonado en medio del campo, a los pocos días a cientos de pasos de distancia, encontramos a un minero enano en condiciones similares. Desde entonces nos interesamos en el caso y hasta aquí seguimos con él. Aún a pesar de su conducta errática parece orientarse en dirección Sureste.
Sergestus- Sicario de la Flota
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El Retorno al Dolor - Lazos sin color (VIII) / Segundo bloque
Me acerqué a revisar el estado de los cuerpos y efectivamente, pude comprobar que la carne estaba llena de marcas hechas por algún tipo de garra enorme y que había producido que alrededor de las heridas se crearan marcas de infección y restos de carne podrida de forma acelerada. Se podía entreveer también que apenas tuvo tiempo de defenderse y viendo el corpulento orco, con lo que seguramente fuera sorprendido por algún tipo de bestia enorme. Cuando toque una de las marcas una sensación extraña recorrió mi piel, como un súbito escalofrío, me dí cuenta entonces que el humano y la sacerdotisa también habían percibido la misma extraña sensación, pues me miraban con cierto aire de complicidad al saber los tres la marca de oscuridad latente en el cadaver.
-Dama Aixa, aunque no vea con buenos ojos ningún tipo de relación con el enemigo debo admitir que es un caso muy extraño y que merece ser estudiado con detalle, además, si mi hermana es capaz de confiar en vosotros no puedo más que ofreceros mi ayuda. Lamentablemente estamos ahora mismo viajando a otros... asuntos algo más espinosos que requieren de nuestra atención -omití el detalle de encontrarnos en un viaje a una matanza segura de humanos y cualquier escoria que osara ayudar a esos piratas-.
-Vamos Sergestus, a ellos podemos decirles la verdad, total, los miembros de la alianza carecen de sentimientos y esas zarandajas, no les importa que les digamos que vamos a matar cuanto pirata y bucanero humano que se interponga en nuestro objetivo de liberar a unos prisioneros -Todos nos quedamos con cara de sorpresa ante la forma indiferente de explicar que ibamos con intención de hacer una masacre de miembros de su raza, el silencio reinó de nuevo de modo incómodo y de repente las carcajadas del humano rompieron la situación violenta-.
-Definitivamente no has cambiado nada elfa, sigues tan traviesa como siempre con tus comentarios afilados como cuchillos, espero que algún día te cueles por Ventormenta y vengas a verme para que pueda invitarte a tomar algo, que estoy seguro que la insípida hidromiel que hacen en Lunargenta te dejará con ganas de probar algo de verdad.
-Si voy a Ventormenta seguramente acabe mat... oufff! -con mi brazo la agarré y la apreté contra mí a modo de abrazo brusco, aunque quedara algo forzado el gesto no quería ni siquiera pensar en la posibilidad de provocar una pelea por alguno de sus comentarios enervantes, el elfo de la noche me miró fijamente Y me sonrió acompañando de un leve suspiro-.
-Veo que os preocupais por vuestra hermana Sir Sergestus, aunque debo deciros que esteis tranquilo, ya conocemos bastante de su forma de pensar y actuar, por eso somos conscientes que si de verdad la sangre debe de correr, será por algún motivo de peso. Por otra parte, si no necesitais alguna cosa más de nosotros debereis disculparnos pero debemos seguir con nuestra investigación, espero que comprendais que más vidas pueden correr peligro si esta criatura sigue en libertad.
-No os preocupeis hermano de la naturaleza ya que comprendemos vuestras motivaciones y miedos, partid y continuad vuestro cometido pues no os retrasaremos más, nosotros también tenemos algo importante entre manos y es momento, tras este grato encuentro, de seguir con nuestros respectivos caminos -Fue Thylanka esta vez la que dió a entender de modo sutil su deseo de continuar el viaje cuanto antes-.
-Aún siendo de bandos distintos debo admitir que vuestro propósito es muy loable y vuestro espíritu noble, por ello no tengo inconveniente en desearos suerte y que mis bendiciones os acompañen, que la gracia de la Luz Sagrada os guíe y os proteja, "Aliados" -Dejé cierto toque en la voz ambigüo, no acababa de aceptar la idea de miembros de la alianza socializándose con nosotros.
-Que la Luz Sagrada nos bañe a todos con su sabiduría y su virtud, marchad con nuestras bendiciones también y cuidad que vuestra hermana no se meta en líos... al menos no demasiados.
De ese modo nos separamos los dos grupos, con objetivos diferentes pero en cierto modo con la sensación de seguir caminos que volverían a cruzarse y era esa oscura esencia que captamos en los cadáveres de esos pobres viajeros la que nos señalaba que así sería. De nuevo volvía a tener esa inquietud en mi alma, algo iba a suceder y no tardaría demasiado en revelarse.
-Dama Aixa, aunque no vea con buenos ojos ningún tipo de relación con el enemigo debo admitir que es un caso muy extraño y que merece ser estudiado con detalle, además, si mi hermana es capaz de confiar en vosotros no puedo más que ofreceros mi ayuda. Lamentablemente estamos ahora mismo viajando a otros... asuntos algo más espinosos que requieren de nuestra atención -omití el detalle de encontrarnos en un viaje a una matanza segura de humanos y cualquier escoria que osara ayudar a esos piratas-.
-Vamos Sergestus, a ellos podemos decirles la verdad, total, los miembros de la alianza carecen de sentimientos y esas zarandajas, no les importa que les digamos que vamos a matar cuanto pirata y bucanero humano que se interponga en nuestro objetivo de liberar a unos prisioneros -Todos nos quedamos con cara de sorpresa ante la forma indiferente de explicar que ibamos con intención de hacer una masacre de miembros de su raza, el silencio reinó de nuevo de modo incómodo y de repente las carcajadas del humano rompieron la situación violenta-.
-Definitivamente no has cambiado nada elfa, sigues tan traviesa como siempre con tus comentarios afilados como cuchillos, espero que algún día te cueles por Ventormenta y vengas a verme para que pueda invitarte a tomar algo, que estoy seguro que la insípida hidromiel que hacen en Lunargenta te dejará con ganas de probar algo de verdad.
-Si voy a Ventormenta seguramente acabe mat... oufff! -con mi brazo la agarré y la apreté contra mí a modo de abrazo brusco, aunque quedara algo forzado el gesto no quería ni siquiera pensar en la posibilidad de provocar una pelea por alguno de sus comentarios enervantes, el elfo de la noche me miró fijamente Y me sonrió acompañando de un leve suspiro-.
-Veo que os preocupais por vuestra hermana Sir Sergestus, aunque debo deciros que esteis tranquilo, ya conocemos bastante de su forma de pensar y actuar, por eso somos conscientes que si de verdad la sangre debe de correr, será por algún motivo de peso. Por otra parte, si no necesitais alguna cosa más de nosotros debereis disculparnos pero debemos seguir con nuestra investigación, espero que comprendais que más vidas pueden correr peligro si esta criatura sigue en libertad.
-No os preocupeis hermano de la naturaleza ya que comprendemos vuestras motivaciones y miedos, partid y continuad vuestro cometido pues no os retrasaremos más, nosotros también tenemos algo importante entre manos y es momento, tras este grato encuentro, de seguir con nuestros respectivos caminos -Fue Thylanka esta vez la que dió a entender de modo sutil su deseo de continuar el viaje cuanto antes-.
-Aún siendo de bandos distintos debo admitir que vuestro propósito es muy loable y vuestro espíritu noble, por ello no tengo inconveniente en desearos suerte y que mis bendiciones os acompañen, que la gracia de la Luz Sagrada os guíe y os proteja, "Aliados" -Dejé cierto toque en la voz ambigüo, no acababa de aceptar la idea de miembros de la alianza socializándose con nosotros.
-Que la Luz Sagrada nos bañe a todos con su sabiduría y su virtud, marchad con nuestras bendiciones también y cuidad que vuestra hermana no se meta en líos... al menos no demasiados.
De ese modo nos separamos los dos grupos, con objetivos diferentes pero en cierto modo con la sensación de seguir caminos que volverían a cruzarse y era esa oscura esencia que captamos en los cadáveres de esos pobres viajeros la que nos señalaba que así sería. De nuevo volvía a tener esa inquietud en mi alma, algo iba a suceder y no tardaría demasiado en revelarse.
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