SARASVATI:"El comienzo"
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SARASVATI:"El comienzo"
Un extraño olor me despertó aquella mañana en la que inusualmente el silencio reinaba en todos los rincones de mi hogar. Ni siquiera escuchaba el dulce cántico de mi madre mientras preparaba sus adoradas pociones de hierbas o la piedra de afilar que mi padre usaba para poner a punto su espada antes de un largo dia de caza. Solo había silencio
y aquel insoportable edor me estaba provocando nauseas. Me levanté de la cama, con cautela, hasta la luz que entraba por la ventana estaba teñida de un oscuro resplandor. Un escalofrío recorrió mi espalda. Algo no iba bien.
Despues de recorrer toda la casa buscando a mis padres, decidí salir fuera, tal vez habían salido temprano como otras muchas veces a recoger plantas para las labores de alquimia de mamá, pero lo que ví cuando abrí la puerta, me heló la sangre. Aquel olor provenía de lo que mis ojos contenplaban abrumados, ante mi, se extendía un mar de cuerpos sin vida, mutilados, magullados, desangrados hasta la última gota. Me desesperé, busqué a mis padres entre todos esos cuerpos inhertes, nerviosa. Grité sus nombres hasta quedarme sin voz, pero sólo había silencio... De pronto, un susurro llegó a mis oidos, era débil y al principio me costó entender lo que decía, volví a escucharlo, esta vez con más atención, alguíen, en la lejanía me estaba llamando.
Corrí, salté por encima de los muertos, sin mirar con miedo de encontrar el rostro de alguien conocido. Corrí, como si una manada de lobos me persiguiera para comerme viva, mientras intentaba localizar de donde procedía la voz que tan insistentemente pronunciaba mi nombre. Corrí, hasta que exhausta, vi a mi padre dando vueltas, llamándome, con la cara desencajada, dolorido, lleno de heridas y de sangre. Corrí hacia él, le abracé y por un segundo, el miedo desapareció.
- Sarasvati, ¿te encuentras bien? ¿ estas herida?- La voz de mi padre rompió ese silencio perturbador que me ponía los pelos de punta. Cuando estaba a punto de responderle que estaba bien, me di cuenta de que la verdad era otra. Sentía un horrible dolor en el costado, con el susto, no había reparado en que estaba sangrando, la herida no era profunda, pero suficiente para hacerme sentir débil.- Hija, estas sangrando, deja que te vea, hay curarte lo antes posible.
- Tranquilo papá, estoy bien. ¿dónde está mamá?
- Está mas adelante, atendiendo a los heridos...
- Querrás decir a los supervivientes...
- Tienes razón.- Mi padre, entonces dirigió la mirada a la montaña de cadáveres que se extendía ante nosotros. Todo estaba destruido, ni siquiera me había percatado de que incluso mi casa estaba hecha pedazos.- Por qué no vas con tu madre para que te cure.- Mi padre hablaba con la mirada perdida, desolado.
Cuando llegué al lugar donde mi madre intentaba salvar a los pocos vivos que quedaban despues de la masacre, no pude evitar que las lágrimas recorriesen mi rostro, sabía que ella no estaba bien y lo ocultaba para no preocuparnos a padre y a mi y porque era la única que podía curar a los heridos. La abracé, desconsolada, aliviada porque seguía con vida después de toda aquella destrucción.
- ¿Puedo ayudar en algo?
- Te lo agradezco pequeña, pero es mejor que lo haga yo sola, no quiero que tus ojos se ensucien con todo este dolor,perderías tu inocencia y eso es algo que no voy a permitir.
- Mamá, mis ojos ya se han ensuciado. Deja que te ayude.
Accedió, aunque algo disgustada, sabía que yo era la única que podía ayudarla, ella me había enseñado todo sobre alquimia y sanación, pero aquello era demasiado terrible y no quería ver como alguien de mi edad, lo afrontaba con una madurez que todavía no me tocaba vivir.
Entonces se desplomó, cayó sin más. Su cuerpo yacía entre mis brazos, sin energía, era como una pluma recién arrancada, dejándose llevar por el viento. No se movía. No respiraba. Otra vez el silencio, el silencio de su alma muerta. Ni siquiera el calor de mis brazos la hacía reaccionar. La llamé, la zarandeé y nada, sólo silencio. Mi padre empezó a gritar, lloraba, era la primera vez que le veía llorar, abrazaba el cuerpo de aquella mujer a la que había amado tanto y gritaba.
- Papá, papá...se ha ido, ahora descansa en paz.
- Mi pequeña, mi niña..- mi padre me acariciaba la mejilla con tristeza, apenado, dolido, mientras yo contenía mis lágrimas para que él no sufriera màs.
Durante dias, estuve haciendo lo que mi madre habría hecho de estar en este mundo. Me encargué de cuidar a los pocos que habían quedado con vida tras la masacre. En mi corazón sólo había espacio para el odio y la ira despues de que mi padre me contara lo sucedido. En mi cabeza sólo quedaba un nombre, Arthas Menethil. No conocía su rostro, pero si su crueldad y lo único que sentía mientras curaba las heridas de aquellos pobres elfos, era venganza. Ni siquiera mi sufrimiento por la falta de la energía de La Fuente del Sol, podía destruir toda la rabia que iba creciendo en lo más profundo de mi alma. La poca fuerza que tenía, me la daba lo único que mi padre pudo salvar de entre los escombros de lo que un día fue mi hogar: Un libro con las tapas forradas de seda en el que mi madre anotó todo el conocimiento que poseía sobre el arte de la alquimia y el saber de un sacerdote. Mi padre lo encontró y me lo entregó el mismo día que partió, junto con los guerreros ya curados,a luchar contra los miembros de la plaga bajo las órdenes de Kael'thas, la única esperanza que le quedaba al pequeño reducto de los que pertenecían a mi raza.
Ahora ha pasado el tiempo. Rommath, uno de los que partieron junto a mi padre, ha vuelto y junto a él la esperanza de que pronto el dolor de mi pueblo desaparecerá. Aunque mi lucha no ha terminado y sólo tengo las palabras de mi madre en aquel libro para recordarme que no flaquee, que no me rinda y que haga todo lo posible para acabar con todos aquellos que un dia, ensuciaron mis ojos arrebatándome la inocencia.
y aquel insoportable edor me estaba provocando nauseas. Me levanté de la cama, con cautela, hasta la luz que entraba por la ventana estaba teñida de un oscuro resplandor. Un escalofrío recorrió mi espalda. Algo no iba bien.
Despues de recorrer toda la casa buscando a mis padres, decidí salir fuera, tal vez habían salido temprano como otras muchas veces a recoger plantas para las labores de alquimia de mamá, pero lo que ví cuando abrí la puerta, me heló la sangre. Aquel olor provenía de lo que mis ojos contenplaban abrumados, ante mi, se extendía un mar de cuerpos sin vida, mutilados, magullados, desangrados hasta la última gota. Me desesperé, busqué a mis padres entre todos esos cuerpos inhertes, nerviosa. Grité sus nombres hasta quedarme sin voz, pero sólo había silencio... De pronto, un susurro llegó a mis oidos, era débil y al principio me costó entender lo que decía, volví a escucharlo, esta vez con más atención, alguíen, en la lejanía me estaba llamando.
Corrí, salté por encima de los muertos, sin mirar con miedo de encontrar el rostro de alguien conocido. Corrí, como si una manada de lobos me persiguiera para comerme viva, mientras intentaba localizar de donde procedía la voz que tan insistentemente pronunciaba mi nombre. Corrí, hasta que exhausta, vi a mi padre dando vueltas, llamándome, con la cara desencajada, dolorido, lleno de heridas y de sangre. Corrí hacia él, le abracé y por un segundo, el miedo desapareció.
- Sarasvati, ¿te encuentras bien? ¿ estas herida?- La voz de mi padre rompió ese silencio perturbador que me ponía los pelos de punta. Cuando estaba a punto de responderle que estaba bien, me di cuenta de que la verdad era otra. Sentía un horrible dolor en el costado, con el susto, no había reparado en que estaba sangrando, la herida no era profunda, pero suficiente para hacerme sentir débil.- Hija, estas sangrando, deja que te vea, hay curarte lo antes posible.
- Tranquilo papá, estoy bien. ¿dónde está mamá?
- Está mas adelante, atendiendo a los heridos...
- Querrás decir a los supervivientes...
- Tienes razón.- Mi padre, entonces dirigió la mirada a la montaña de cadáveres que se extendía ante nosotros. Todo estaba destruido, ni siquiera me había percatado de que incluso mi casa estaba hecha pedazos.- Por qué no vas con tu madre para que te cure.- Mi padre hablaba con la mirada perdida, desolado.
Cuando llegué al lugar donde mi madre intentaba salvar a los pocos vivos que quedaban despues de la masacre, no pude evitar que las lágrimas recorriesen mi rostro, sabía que ella no estaba bien y lo ocultaba para no preocuparnos a padre y a mi y porque era la única que podía curar a los heridos. La abracé, desconsolada, aliviada porque seguía con vida después de toda aquella destrucción.
- ¿Puedo ayudar en algo?
- Te lo agradezco pequeña, pero es mejor que lo haga yo sola, no quiero que tus ojos se ensucien con todo este dolor,perderías tu inocencia y eso es algo que no voy a permitir.
- Mamá, mis ojos ya se han ensuciado. Deja que te ayude.
Accedió, aunque algo disgustada, sabía que yo era la única que podía ayudarla, ella me había enseñado todo sobre alquimia y sanación, pero aquello era demasiado terrible y no quería ver como alguien de mi edad, lo afrontaba con una madurez que todavía no me tocaba vivir.
Entonces se desplomó, cayó sin más. Su cuerpo yacía entre mis brazos, sin energía, era como una pluma recién arrancada, dejándose llevar por el viento. No se movía. No respiraba. Otra vez el silencio, el silencio de su alma muerta. Ni siquiera el calor de mis brazos la hacía reaccionar. La llamé, la zarandeé y nada, sólo silencio. Mi padre empezó a gritar, lloraba, era la primera vez que le veía llorar, abrazaba el cuerpo de aquella mujer a la que había amado tanto y gritaba.
- Papá, papá...se ha ido, ahora descansa en paz.
- Mi pequeña, mi niña..- mi padre me acariciaba la mejilla con tristeza, apenado, dolido, mientras yo contenía mis lágrimas para que él no sufriera màs.
Durante dias, estuve haciendo lo que mi madre habría hecho de estar en este mundo. Me encargué de cuidar a los pocos que habían quedado con vida tras la masacre. En mi corazón sólo había espacio para el odio y la ira despues de que mi padre me contara lo sucedido. En mi cabeza sólo quedaba un nombre, Arthas Menethil. No conocía su rostro, pero si su crueldad y lo único que sentía mientras curaba las heridas de aquellos pobres elfos, era venganza. Ni siquiera mi sufrimiento por la falta de la energía de La Fuente del Sol, podía destruir toda la rabia que iba creciendo en lo más profundo de mi alma. La poca fuerza que tenía, me la daba lo único que mi padre pudo salvar de entre los escombros de lo que un día fue mi hogar: Un libro con las tapas forradas de seda en el que mi madre anotó todo el conocimiento que poseía sobre el arte de la alquimia y el saber de un sacerdote. Mi padre lo encontró y me lo entregó el mismo día que partió, junto con los guerreros ya curados,a luchar contra los miembros de la plaga bajo las órdenes de Kael'thas, la única esperanza que le quedaba al pequeño reducto de los que pertenecían a mi raza.
Ahora ha pasado el tiempo. Rommath, uno de los que partieron junto a mi padre, ha vuelto y junto a él la esperanza de que pronto el dolor de mi pueblo desaparecerá. Aunque mi lucha no ha terminado y sólo tengo las palabras de mi madre en aquel libro para recordarme que no flaquee, que no me rinda y que haga todo lo posible para acabar con todos aquellos que un dia, ensuciaron mis ojos arrebatándome la inocencia.
Sarasvati- CambiaPañales
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Clan : Lobos de la Luna Roja
PJ principal : Sarasvati
Antigüedad : 20/09/2007
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