[Historia] Tiempos Duros
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[Historia] Tiempos Duros
[Primera Parte: Conclusiones]
Las chispas saltaban en azul claro, escapando hacia todos los rincones del taller. El sonido del soldador de gas tapaba los pasos de unas botas metálicas que se aproximaban desde el exterior. Una mano cuyos dedos parecían cables de acero se clavó en el hombro del anciano:
- ¡Hombre, Jorge!- susurró la voz cuando el sonido del soldador se congeló- ¿De nuevo trabajando en pos del ejército de Rango Moon?
El viejo se volvió con el ceño canoso fruncido en una sola ceja y con desdén quitó la mano del hombro:
- Grant, esto no es para el ejército de tu cacique particular.
- Vaya desilusión- murmuró el enorme hombretón por debajo de su marrón bigote perfectamente peinado-. Pues el señor Moon querría ver su armadura acabada cuanto antes. Ya sabes, Jorge, que no le gustan los retrasos.
Grant Windsor se limpió una mota de polvo de una hombrera de su armadura y dejó el casco rojo y negro sobre una mesa. Acercó una silla y, desdeñando la idea de sentarse en ella, la arrojó contra una pared, haciéndola añicos.
- El señor Moon quiere ver acabado su prototipo TD-001 para este lunes, míster Martín. ¡ESTE LUNES!
La potencia de la voz fue tan fuerte que despeinó al científico.
- Pues decidle a Moon que no podrá ser- respondió, intentando sacar de la luz de su flexo unos planos que reposaban en la mesa de trabajo.
Comoquiera que este gesto no pasó desapercibido para Grant, éste se acercó a ellos y, haciendo crujir la mano del viejo, lo levantó en vilo.
- ¿Estás trabajando para alguien más, viejo loco?
Examinó los planos y pudo comprobar el emblema de UNTIL en ellos.
- ¿¡PARA UNTIL!?- bramó- Viejo, te arrepentirás de acabar ese trabajo, te lo advierto- le susurró finalmente y a la cara sin dejarlo en el suelo.
- No trabajaré más para Moon. Puedes ir y decírselo así.
- Y si te parto en dos, ¿para quién lo harás?
- Tu armadura no se completará nunca si me matas ahora.
- No hay problema, míster Martín. Siempre podré presionar a tu hija.
El viejo apretó los dientes notando el dolor en sus dedos y muñeca. Fuera, cerca de los hangares se oyó un estruendo. Windsor se volvió a la puerta. Todo parecía tranquilo pero al cabo...
- ¡Coronel Bastión!¡Grant Windsor!- se pudo escuchar la voz de un hombre desde el exterior- ¡Salga sin ofrecer resistencia, señor, y será respetado como antiguo oficial del ejército!
Windsor gruñó entre dientes de forma grave.
- Si no nos sirves a nosotros, no servirás a nadie, despojo- con un movimiento centelleante levantó al viejo y lo aplastó contra el suelo como si fuera un mosquito.
Se acercó a la mesa y se caló el casco y se enfundó el guante de la mano derecha. Rápidamente se calentaron los reactores de las botas y destrozando el techo del hangar de trabajo, escapó a toda velocidad del lugar.
Un escuadrón entró a todo correr en la estancia. El anciano Martín yacía cubierto de sangre aún vivo.
Dos armaduras rojas y negras se acercaron al cuerpo y levantaron los visores:
- ¡Padre!- gritó ella, agachándose para comprobar su estado-. ¡Padre! Aguantad, ya vienen el equipo médico.
El viejo, aunando fuerzas de flaqueza se irguió y negó con la cabeza:
- Hija mía, eso puede esperar- balbució escupiendo sangre. Señaló la mesa de trabajo con precariedad-. Recoge los planos de esa armadura. Si no sobrevivo deberás acabarla- tosió con notorio dolor.
- Procura que aguante. Ya están aquí los apoyos médicos- murmuró el soldado tras ella.
Asintió sin darse la vuelta:
-Lee la carta adjunta. Y pregunta en el edificio UNTIL de Millenium- Jorge Martín cogió aire con extrema dificultad-. Ellos te llevarán hasta... hasta...
Finalmente, expiró. Nuria Martín abrazó a su padre por última vez. Cuando los servicios forenses se hubieron llevado el cuerpo, recogió la carta mencionada y los planos.
De camino a casa, ojeó los diseños. Esa armadura era diferente a las que ella estaba acostumbrada a reparar en el taller de su padre, alto rango del ejército. Los colores habían cambiado. ¿Por qué? Y, ¿Por qué habría elegido su padre esos colores?
Cuando llegó a casa y se hubo duchado y arreglado el uniforme de gala para el que tendría que ser el funeral de su padre, abrió la carta:
“¿Recios Inc.?”
Las chispas saltaban en azul claro, escapando hacia todos los rincones del taller. El sonido del soldador de gas tapaba los pasos de unas botas metálicas que se aproximaban desde el exterior. Una mano cuyos dedos parecían cables de acero se clavó en el hombro del anciano:
- ¡Hombre, Jorge!- susurró la voz cuando el sonido del soldador se congeló- ¿De nuevo trabajando en pos del ejército de Rango Moon?
El viejo se volvió con el ceño canoso fruncido en una sola ceja y con desdén quitó la mano del hombro:
- Grant, esto no es para el ejército de tu cacique particular.
- Vaya desilusión- murmuró el enorme hombretón por debajo de su marrón bigote perfectamente peinado-. Pues el señor Moon querría ver su armadura acabada cuanto antes. Ya sabes, Jorge, que no le gustan los retrasos.
Grant Windsor se limpió una mota de polvo de una hombrera de su armadura y dejó el casco rojo y negro sobre una mesa. Acercó una silla y, desdeñando la idea de sentarse en ella, la arrojó contra una pared, haciéndola añicos.
- El señor Moon quiere ver acabado su prototipo TD-001 para este lunes, míster Martín. ¡ESTE LUNES!
La potencia de la voz fue tan fuerte que despeinó al científico.
- Pues decidle a Moon que no podrá ser- respondió, intentando sacar de la luz de su flexo unos planos que reposaban en la mesa de trabajo.
Comoquiera que este gesto no pasó desapercibido para Grant, éste se acercó a ellos y, haciendo crujir la mano del viejo, lo levantó en vilo.
- ¿Estás trabajando para alguien más, viejo loco?
Examinó los planos y pudo comprobar el emblema de UNTIL en ellos.
- ¿¡PARA UNTIL!?- bramó- Viejo, te arrepentirás de acabar ese trabajo, te lo advierto- le susurró finalmente y a la cara sin dejarlo en el suelo.
- No trabajaré más para Moon. Puedes ir y decírselo así.
- Y si te parto en dos, ¿para quién lo harás?
- Tu armadura no se completará nunca si me matas ahora.
- No hay problema, míster Martín. Siempre podré presionar a tu hija.
El viejo apretó los dientes notando el dolor en sus dedos y muñeca. Fuera, cerca de los hangares se oyó un estruendo. Windsor se volvió a la puerta. Todo parecía tranquilo pero al cabo...
- ¡Coronel Bastión!¡Grant Windsor!- se pudo escuchar la voz de un hombre desde el exterior- ¡Salga sin ofrecer resistencia, señor, y será respetado como antiguo oficial del ejército!
Windsor gruñó entre dientes de forma grave.
- Si no nos sirves a nosotros, no servirás a nadie, despojo- con un movimiento centelleante levantó al viejo y lo aplastó contra el suelo como si fuera un mosquito.
Se acercó a la mesa y se caló el casco y se enfundó el guante de la mano derecha. Rápidamente se calentaron los reactores de las botas y destrozando el techo del hangar de trabajo, escapó a toda velocidad del lugar.
Un escuadrón entró a todo correr en la estancia. El anciano Martín yacía cubierto de sangre aún vivo.
Dos armaduras rojas y negras se acercaron al cuerpo y levantaron los visores:
- ¡Padre!- gritó ella, agachándose para comprobar su estado-. ¡Padre! Aguantad, ya vienen el equipo médico.
El viejo, aunando fuerzas de flaqueza se irguió y negó con la cabeza:
- Hija mía, eso puede esperar- balbució escupiendo sangre. Señaló la mesa de trabajo con precariedad-. Recoge los planos de esa armadura. Si no sobrevivo deberás acabarla- tosió con notorio dolor.
- Procura que aguante. Ya están aquí los apoyos médicos- murmuró el soldado tras ella.
Asintió sin darse la vuelta:
-Lee la carta adjunta. Y pregunta en el edificio UNTIL de Millenium- Jorge Martín cogió aire con extrema dificultad-. Ellos te llevarán hasta... hasta...
Finalmente, expiró. Nuria Martín abrazó a su padre por última vez. Cuando los servicios forenses se hubieron llevado el cuerpo, recogió la carta mencionada y los planos.
De camino a casa, ojeó los diseños. Esa armadura era diferente a las que ella estaba acostumbrada a reparar en el taller de su padre, alto rango del ejército. Los colores habían cambiado. ¿Por qué? Y, ¿Por qué habría elegido su padre esos colores?
Cuando llegó a casa y se hubo duchado y arreglado el uniforme de gala para el que tendría que ser el funeral de su padre, abrió la carta:
“¿Recios Inc.?”
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